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Ricardo Delgado: “El cepo es claramente funcional a la política económica del Gobierno”

Es licenciado en Economía por la Universidad de Buenos Aires (UBA); fue director ejecutivo de Ecolatina, consultor del PNUD (ONU), el Banco Mundial y el BID; fue funcionario en el Ministerio del Interior durante la gestión de Mauricio Macri; es presidente de la consultora Analytica

“Estamos atravesando el ajuste más drástico en términos fiscales, monetarios y de sector externo por lo menos de los últimos 50 años”, plantea Ricardo Delgado, presidente de la consultora Analytica, sobre el plan puesto en marcha por Javier Milei. Según el economista, el presidente impuso un “giro copernicano” en la política económica local, al conseguir apoyo social para concretar medidas de reducción del gasto, pero advierte por el impacto sobre el nivel de actividad y las restricciones al fuerte recorte del gasto. “La clave es cómo darle consistencia y estabilidad a este proceso en el tiempo”, dice Delgado en diálogo con LA NACION.

“Este programa ha implicado recortes muy drásticos en una enorme cantidad de partidas de gasto, como obra pública, transferencias a provincias, jubilaciones, todo lo que tiene que ver con la contención social. Y la discusión es de qué manera Milei va a enfrentar lo que yo creo que tiene que ser una segunda fase, en la cual la política económica debería pasar de ser trabajada y pensada desde un Sodimac o un Frávega en términos de motosierra, licuadora o aspiradora, para pasar a un hospital de alta complejidad, donde haya una guardia muy especializada que atienda a los heridos, que van a empezar a aparecer. Necesitamos expertos no solo en amputar con la motosierra, sino en empezar a atender de una manera más cuidadosa al paciente”, plantea.

-¿Sería el plan de estabilización que muchos economistas advierten que falta? ¿Cuál es su visión?

-En términos personales, creo que sí, que falta, pero me parece que el Gobierno no va a ir por ahí. Lo que tiene que hacer la política económica es darle consistencia este proceso para que no haya de vuelta a estos giros que cada tanto en la Argentina han sido sistemáticos y periódicos, que han revertido procesos. Porque empiezan a aparecer algunas cuestiones que tienen que ver con las propias limitaciones de las propias medidas.

Entrevista Ricardo Delgado Corte 1

-¿Cuáles?

-Una de las de las más evidentes tiene que ver con la baja en las tasas de interés, que es importante obviamente para sanear el pasivo del Banco Central y está pensada en esa dirección, para además señalizar el proceso de desinflación, que es lo que básicamente estaba buscando el Gobierno, empieza a encontrar restricciones. El salto de estos últimos días de los tipos de cambio financieros indica que la volatilidad sigue presente, en un momento en donde uno a priori hubiese pensado que en el segundo trimestre del año es donde ingresan los dólares de la cosecha gruesa de la soja, y eso hubiese previsto menos turbulencias en lo financiero. Eso no está sucediendo. La segunda lo produce el fenómeno de Misiones.

-¿Qué lectura hace de ese conflicto?

-Que hasta dónde recortar 70 puntos en términos reales en el acumulado del año las transferencias a las provincias es algo sustentable. Para poner el caso de Misiones, que es el que está hoy en discusión, recibió el mes pasado $1500 millones de aportes del Tesoro. Empiezan cuestionamientos naturales en un proceso de reformas.

-¿Cómo ve el nivel del dólar? ¿Hay atraso cambiario?

-Si juntás a cinco economistas, vas a tener seis o siete respuestas distintas acerca de si el dólar está atrasado o no. Son discusiones bizantinas. Ahora, sí me parece que la historia nos ayuda por lo menos a tomar referencias. Hoy el tipo de cambio oficial está en torno a unos $900 y algo. Al presidente le gusta sumarle el impuesto país, un 17,5% más, y da $1100. En otros momentos históricos, por ejemplo, la convertibilidad, donde nadie puede negar que el tipo de cambio estaba apreciado, ese tipo de cambio a precios de hoy sería $580, hoy estamos casi al doble. En el segundo gobierno de Cristina, entre 2011 y 2015, donde por supuesto había brecha y cepo, el tipo de cambio a hoy sería de $680. Pero claro, recordemos que, en el segundo gobierno de Cristina, el Banco Central perdió US$35.000 millones de reservas, justamente para financiar ese atraso. Todos los gobiernos, con independencia del signo ideológico, quieren y se sienten confortables que estén en un tipo de cambio apreciado, por la sensación térmica de tener un ingreso en dólares de los argentinos mayor, con las clases medias que pueden viajar al exterior sienten que ganar US$2000 o US$3000 es posible. Pero eso tiene el problema de que termina mal.

-¿Qué margen hay para acumular reservas, como pretende el Gobierno, con este esquema?

-La pregunta es si una economía como en las condiciones actuales puede tener un tipo de cambio que se va apreciando cada vez más. Tomemos una canasta de consumo básico de una familia que incluye carne, huevos, leche. Nosotros en Analytica comparamos esa misma canasta en Estados Unidos, España y otros países, con productos exactamente iguales, y comparamos los salarios mínimos en cada uno de esos de esos países, y hoy la Argentina tiene de las canastas más caras de Latinoamérica, medida en dólares financieros, y los salarios más bajos de la región, comparado con Brasil o Chile. Esa misma canasta vale menos en Madrid que en Buenos Aires, y casi igual que en Estados Unidos. Con eso uno podría decir que el tipo de cambio está apreciado.

-¿Y en cuanto a lo productivo?

-Eso implicaría que estarían entrando enorme cantidad de productos importados, y que ante la competencia del importado no habría ingreso de insumos para producir bienes locales. Pero si mirás la relación hoy entre las importaciones de insumos en los sectores transables de la economía, como la industria, el agro, el petróleo, la minería y el gas, y lo comparas con las importaciones es de los sectores no transables, básicamente servicios, banca, transporte y telecomunicaciones, esa relación en los últimos años era de seis a uno, hoy está en ocho. Eso muestra que, por el lado de los insumos, todavía no hay retraso cambiario y que hay cierta rentabilidad de los sectores transables, que son los que te generan dólares hacia adelante. Por supuesto, eso es una foto. La pregunta de fondo es, de nuevo, la necesidad de una nueva etapa de la política económica, que requiere modificar la política cambiaria, porque no podés haber acumulado 100% de inflación en lo que va de la gestión y una devaluación nominal de diez puntos. Seguir con el crawling peg al 2% mensual que viene llevando el BCRA en este contexto de inflación en baja parece bastante difícil de sostener.

-El temor del Gobierno es que cambiar eso tenga efectos inflacionarios…

-Es cierto, definitivamente. Creo que el objetivo de fondo que quiere el Gobierno es tener una tasa de inflación lo más baja posible, y es probable que tengamos un dato en mayo que sea todavía bastante inferior al de abril, pero está usando algunas cuestiones, como retrasar el tipo de cambio oficial o pisar tarifas por el otro, que son instrumentos que te sirven a corto plazo. Podés tener una inflación positiva en mayo, pero más tarde o más temprano, tanto las tarifas como el tipo de cambio lo vas a tener que corregir.

-¿Y qué visión tiene sobre esa decisión?

-Hace sentido con lo que hacen los gobiernos cuando están en gestión. La hoja de ruta teórica escrita en un escritorio cuando se choca con la realidad se encuentra que aparecen restricciones. Tenemos caída de los ingresos y los salarios, en promedio, parecidas a las que tuvimos cuando se terminó la convertibilidad en el 2002. El shock devaluatorio de diciembre es el tercero en los últimos 50 años en términos de magnitud después del Rodrigazo y de la devaluación post convertibilidad. Argentina está hoy en ese tipo de proceso, y las políticas económicas tienen que encontrar instrumentos para empezar a frenar esa monumental caída de ingresos que producen las medidas de shock iniciales.

-¿Se podría haber hecho algo distinto?

-A nadie le gusta que las familias pierdan tanto ingreso, que los aumentos en términos de precios hayan sido los que fueron en diciembre, enero y hasta febrero. Sí me parece que Milei, en términos de lo que se puede hacer en materia de política económica, está marcando un camino diferente. Esta idea de que no se puede ajustar drásticamente en la Argentina está quedando un poco atrás, y hay espacio, por lo menos en este contexto político, para poder hacerlo. Pero hacer política económica es mucho más que eso. Hay que darles estabilidad, consistencia y temporalidad a las medidas.

-¿Qué análisis hace de esa aceptación social al ajuste?

-Voy a decir algo políticamente incorrecto, y es que el gobierno de Alberto Fernández dejó un único legado positivo en materia económica, que es un muy bajo desempleo. En mi hipótesis, lo que le da tolerancia social a este drástico ajuste que está llevando a cabo el Gobierno es que arrancamos con un desempleo menor al 6%. La gente tiene un problema de ingresos, no tiene un problema de empleo, aunque ahora, por supuesto, empieza a haber problemas justamente por la caída de la actividad y el consumo. Y una cosa es defenderse contra la inflación o la pérdida de ingreso en términos reales, y otra cosa es la no defensa que implica no tener trabajo. Eso se vio al final de la convertibilidad: veníamos con cuatro años de desempleo bien superiores al 10%, llegamos casi al 20%, y por supuesto sin planes sociales. Hoy, si bien está perdiendo efectividad debido a la caída del gasto, esa red existe. Entonces, creo que el gobierno tiene todavía margen en la sociedad, más allá de no querer volver atrás y todas las consideraciones de tipo más políticas, para proseguir con un camino de consolidación fiscal y de saneamiento del BCRA. Pero para sostenerlo, hacen falta medidas más de cirujano y menos Freddy Krueger.

-¿Qué efectos tiene el cepo? ¿Hay margen para desarmarlo?

-El cepo es claramente funcional a esta política de baja tasa de baja de tasa y licuación. El gobierno sabe que que no hay dólares suficientes para poder salir de manera ordenada, y sabe que una salida implicaría un salto devaluatorio que puede echar por tierra todo lo que ya se vino haciendo en materia fiscal. Sufrir una nueva caída en términos de ingresos sería realmente muy complicado, y podría ser socialmente inaceptable. Por eso yo no veo hoy posibilidades, por lo menos en el año, para que el cepo se termine. Eso implica también una complicación para generar condiciones para que haya inversión externa y todo lo que necesita la Argentina para volver a crecer.

-¿Qué perspectivas hay en cuanto a la recuperación?

-De vuelta, la historia. Comparado con los tres eventos de grandes devaluaciones del pasado, lo que se ve es que la recuperación es un proceso lento. No hay recuperación en V. De eventos de shock devaluatorios como el que tuvimos en diciembre no se sale rápidamente, sobre todo porque el principal motor de la demanda en el corto plazo, que es el consumo privado, está muy castigado por la pérdida de ingresos y, ahora, además, por la caída en el empleo en algunos sectores como la construcción. Probablemente hayamos tocado fondo en el primer trimestre, quizás en el segundo producto del agro haya algún rebote en esos sectores vinculados, pero es muy difícil que volvamos a los niveles que teníamos antes de diciembre.

-¿Y eso cómo juega con las expectativas y el apoyo social?

-Bajar la inflación ya es una buena noticia, porque eso va a tranquilizar buena parte de los bolsillos de los argentinos, muy magros hoy. El Gobierno va a intentar llegar a niveles inflacionarios del orden del 3% o 4% hacia fin de año, que son niveles altos pero que te ponen en una condición distinta a del verano. Pero la estabilidad de eso depende de darle el marco político adecuado a la consolidación fiscal y monetaria, que es absolutamente necesaria. Las restricciones van a volver a aparecer una vez que se termine este ciclo de mayor liquidación de dólares en el BCRA en el segundo semestre, donde en general los dólares son más escasos.

-¿Qué efecto puede tener la aprobación de la ley Bases y el paquete fiscal?

-Es importante en términos de señal política, para la toma de decisiones privadas, económicas financieras, porque demostraría que el gobierno tiene capacidad de gestión, aún estando en minoría parlamentaria, y de sacar una ley con consensos y con acuerdos, no toda la ley que quiso en un principio. ¿Va a cambiar sustancialmente esta dinámica que comentábamos en términos estructurales? No, la verdad es que no. Hay un instrumento importante dentro de la ley, que es el RIGI, que podemos discutir si son excesivas ciertas concesiones impositivas o estabilidades fiscales que no tienen las empresas locales, pero también es cierto que la Argentina no es Perú, Chile o Uruguay, que son economías mucho más previsibles, donde la volatilidad y la fragilidad no están presentes. Argentina está compitiendo con que han tenido una mejor performance en estos últimos años y, en consecuencia, para poder captar capitales externos es necesario darles más atractivo. ¿Esto es suficiente? No. Es un instrumento, pero para darle suficiencia, se necesita todo lo otro que hablamos.

-¿Qué visión hace sobre Ganancias?

-Está de alguna manera fragmentada la Argentina. Las provincias del sur, menos proclives a sancionar un proyecto que retoma un impuesto a los ingresos, que yo creo que fue un error político haberlo eliminado. Todos los países del mundo tienen impuesto a los ingresos. Podemos discutir escalas, pero como economista yo no estoy de acuerdo en que en que no se pague impuesto a los ingresos en Argentina. No tiene ningún sentido. Discutamos niveles o escalas. Yo creo que el Gobierno va a lograr los votos necesarios, porque sobre todo en las provincias del norte no tienen un gran problema. En el sur, con los petroleros o la minería, tienen otro tipo de regímenes y de ingreso.

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