Una crisis profunda que desnuda los déficits del Gobierno
La Justicia ya había dispuesto distribuir los alimentos almacenados y el Ministerio de Capital Humano, en su desesperación por demostrar reacción, decidió cumplir el mandato a través del Ejército. Se improvisó un operativo y allí fueron los soldados con las cajas. Una de esas filas debía internarse en uno de los barrios más calientes del conurbano de Rosario. Tuvieron que pedir custodia a la Gendarmería porque ellos no podían portar armas. Así se montó una escena bizarra, como expresión del desconcierto. Centenares de efectivos militares y gendarmes en caravana, exponiéndose en el medio del territorio narco más furioso, descargando comida de los camiones para ubicarla en camionetas más pequeñas y así internarse en las callejuelas de los barrios, con uniformados de Gendarmería (que no sabían a dónde iban) protegiendo a otros del Ejército, que eran los que sabían el recorrido. “Salió bien de casualidad, pudo haber sido un desastre. Lo que sí, toda esta movida costó más plata que la comida distribuida”, reflexionó una fuente al tanto de la insólita movilización.
La crisis en Capital Humano es la más severa que enfrentó hasta ahora la gestión de Javier Milei. Lo reconocen en la propia Casa Rosada y dan varias razones. La principal, porque afecta a una cartera clave para la contención social en medio del ajuste más brusco en la historia del país. En la concepción de ese megaministerio el Presidente había imaginado una coordinación de todas las áreas de impacto social. Había una racionalidad novedosa en su origen, y por eso es tan reticente a fragmentarlo. Pero en la práctica fracasó, en parte por una razón burocrática: nunca se unificaron las áreas jurídicas y presupuestarias de las viejas unidades de Desarrollo Social, Trabajo, Educación y Cultura, mucho menos Anses. Es decir, se mantuvo la estructura anterior, en un formato piramidal forzado, donde cada sector se siguió manejando con dinámicas autónomas. A eso se sumó la permanencia de funcionarios y empleados de gestiones previas, con múltiples terminales externas, desde el massismo hasta los movimientos sociales. La irrupción de la conversa Leila Gianni es apenas una expresión de esa extraña Torre de Babel.
Al frente de esta arquitectura irregular quedó Sandra Pettovello, la amiga más cercana del Presidente. En el universo oficialista destacan su valentía y determinación para encarar las denuncias más profundas realizadas hasta ahora contra las irregularidades en la administración de la asistencia social por parte de ciertas organizaciones. Así se transformó en un puntal de la batalla cultural que alienta Milei contra “la casta”. La definen como una mujer honesta y totalmente leal al Presidente. El problema es que al mismo tiempo exhibió impericia y desconocimiento en la estrategia de contención social, más allá de contar con el crédito abierto de para aumentar con fuerza las partidas para la tarjeta Alimentar y la AUH. Esto también lo reconocen en los más altos círculos del poder. Dispuso congelar la distribución de alimentos para realizar una auditoría que determinara la transparencia de esos mecanismos. Apeló al purismo en la emergencia y así incubó un desastre. Ese fue el primer choque con su ahora exsecretario del área social, Pablo de la Torre, quien le recomendaba distribuir la comida mientras se analizaban los procedimientos. Cerca del exfuncionario aseguran que la ministra estaba al tanto de los depósitos con alimentos en Villa Martelli y Tafí Viejo, incluso de sus fechas de vencimiento, y que hubo una decisión de no entregarlos. Incluso habría registros de esas indicaciones.
Cuando saltó el escándalo, se produjo un punto de quiebre, porque Pettovello, que era la cara de la ofensiva contra Luis Belliboni, Emilio Pérsico y Juan Grabois, resolvió darse vuelta y disparar contra su tropa. Nadie en la Casa Rosada puede explicar del todo las razones de este giro. “Teníamos contra las cuerdas a los movimientos sociales, estábamos ganando la batalla cultural y de pronto nos dejamos ganar por el discurso de ellos, que nos deslegitima. Alcanzaba con armar un cronograma de distribución de los alimentos según los vencimientos. El más próximo era el 27 de julio; había tiempo para subsanarlo”, se lamenta una figura importante del gabinete. A partir de entonces, sobrevino la crisis.
Además de disponer un improvisado operativo para la distribución de los alimentos, abrió un frente de tormenta imprevisto al incluir en la denuncia penal el tema de los contratos realizados a través de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), un mecanismo previsto para programas de impacto social y contrataciones específicas que quedó desvirtuado por su utilización política. “Fue Sandra la que los contactó en febrero porque no lograba articular la distribución de los alimentos ni armar su estructura. Ella firmó los convenios marco para ambos temas, urgida por las demoras”, admite una fuente no gubernamental que participó de esas conversaciones. El rol de De la Torre en las contrataciones en las que intervino quedó ahora bajo la lupa, aunque al mismo tiempo en el Gobierno defienden su honestidad (hubo un operativo contención vía Santiago Caputo para que los De la Torre no respondieran con fuego graneado). Pero el tema también levantó polvareda en otras áreas, porque la OEI también contrató gente para Educación, Salud, la Jefatura de Gabinete, el Ministerio del Interior, el Sedronar y el Enhosa (Ente Nacional De Obras Hídricas De Saneamiento). Miles de contratados ahora están en un limbo.
El Gobierno quedó profundamente afectado por este revés, porque se enredó en un clima de desconfianzas y rumores. En Capital Humano el aire es “irrespirable”, como calificó un asesor del ministerio. Cunde la sospecha de que hay gente haciendo espionaje interno. La denuncia penal contra De la Torre es un antecedente paralizador para quienes tienen que firmar cualquier resolución. También es un disuasivo para atraer figuras al equipo. Al menos dos personas rechazaron la invitación para reemplazar al funcionario, antes de que fuera designada Yanina Nano Lembo. Además, Pettovello está convencida de que la operaron desde adentro del Gobierno con información falsa. Desconfía de Eduardo “Lule” Menem, ladero de Karina Milei. “Es una chica emocionalmente frágil, le impactan mucho estas cosas, se siente desprotegida. Pide custodia para cualquier persona de su entorno, está con temor”, ilustra alguien muy al tanto de sus oscilaciones. Así es complejo gestionar.
Milei hizo toda la gestualidad necesaria para sostenerla y demostrarle su respaldo, después de que ella le insistiera varias veces en renunciar (un aliado que habla seguido con el Presidente lo notó muy afligido por el tema). Los roles entonces se trastocaron: ella, que siempre se encargó de contenerlo emocionalmente a él, ahora era la que recibía soporte anímico. Es notable la relevancia que tienen los aspectos emocionales en ciertas dinámicas del Gobierno; algunos ironizan y hablan del “fuero contencioso afectivo”. Milei la protegió porque es su amiga (“una amistad extraña”, al decir de un integrante del gabinete), pero también para blindarse. Sería indigerible perder a los dos ministros más cercanos en un mes. Nicolás Posse se fue hace sólo dos semanas. Nadie se atreve a hablar con el Presidente del tema Pettovello porque entienden que es una decisión de carácter personal, pero hay cierta admisión de que su situación tiende a ser insostenible. Su salida parece ser una cuestión de tiempo. Ayer se reunió durante más de cuatro horas con el Presidente en Olivos. El objetivo inmediato es retomar la senda de las denuncias contra los líderes sociales.
La ansiedad del establishment
La crisis en Capital Humano fue el episodio más resonante de un problema que se agravó en las últimas semanas: las dificultades libertarias para organizar la gestión. El equipo luce chico e insuficiente para la cantidad de frentes abiertos. La austeridad le está haciendo pagar un costo en términos de capacidad de acción. Era un inconveniente natural al principio, por la falta de experiencia y de cuadros propios, pero la curva de aprendizaje se ve demorada por los cambios constantes. Eso le empieza a dar un carácter estructural a este déficit de origen, que se suma a la carencia de una estructura política sólida. Y esta semana ambas limitaciones tuvieron expresiones claras.
Un ejemplo nítido del primer punto fueron los vaivenes con el viaje de Milei a Europa. Había trascendido una amplia agenda que implicaba estar once días fuera del país nuevamente. Las críticas por haber estado toda la semana pasada en Estados Unidos y El Salvador esta vez le impactaron al Presidente (“A mí me votaron para arreglar la macroeconomía, no para estar encima de la gestión. Eso lo hacen mis ministros”, le llegó a responder a un interlocutor asiduo que le sugirió no descuidar la tarea diaria). Por esa razón se lo vio unos días reconcentrado en la administración: en un gesto inédito fue hasta al ministerio de Pettovello para respaldarla, se puso al frente de la reunión de gabinete, saludó a niños y periodistas, salió al balcón; mostró presencia. Alguien le dijo que si volvía a ausentarse tanto tiempo, retornarían los cuestionamientos. Entre el martes y el miércoles resolvió en consecuencia no ir al G-7 de Italia, ni a la Cumbre de la Paz por Ucrania que se hace en Suiza, ni reunirse con Emmanuel Macron en París (en Francia ya tenían agendada una cena de gala como la que ayer le brindó a Joe Biden, máximo honor para un mandatario extranjero). La explicación oficial apelaba a un desconocido espíritu gauchesco del Milei: quería estar en el país para homenajear a Miguel de Güemes el 17, además de participar de los actos del Día de la Bandera el 20. Cuando se informó de la decisión al gobierno de Giorgia Meloni, quien había invitado especialmente al Presidente a la cumbre frente al Adriático, se activaron los resortes de la Cancillería y de la diplomacia italiana y al final hubo cambio de planes. Así el Presidente cruzará el Atlántico de ida y vuelta dos veces en una semana porque tampoco quiere perderse los premios que le darán en España y Alemania. No es muy difícil prever que volverán las críticas. En Europa ya no saben cómo interpretar al Presidente; apenas buscan desentrañar si le interesa tener un vínculo con ellos o si sólo tiene ojos para Estados Unidos.
Al mismo tiempo, las dificultades políticas del oficialismo quedaron reflejadas en el Congreso, con la contraofensiva por la fórmula jubilatoria, un tema que se había excluido de la Ley Bases con la promesa de un futuro debate, pero que el Gobierno después resolvió por decreto. Claramente se trató de una señal de cambio de dinámica, porque incluso el rechazo del DNU en el Senado en marzo había sido una reacción a una medida del Gobierno. Esta es la primera vez que se reúnen casi dos tercios para desafiar el corazón del plan económico, el equilibrio fiscal. Milei lo interpretó no sólo como un desafío, sino como una movida desestabilizadora, y por eso reaccionó con sus calificativos más duros. Desoyó las recomendaciones de un ministro y un senador para que no escalara el tema y evitara complicar la sanción de la Ley Bases. “No había necesidad de anticipar el veto; había que dejar pasar hasta la aprobación de la ley en el Senado”, se lamentó uno de ellos. En el ala política del Gobierno admiten que después del veto, el Congreso insistirá con los dos tercios y los forzará a una reasignación de partidas. “Verán el efecto adverso que tiene lo que hicieron”, amenazan.
Para evitar que se reinstale un clima adverso, Guillermo Francos se reunió con siete gobernadores en una semana para comprometerlos con la aprobación de la Ley Bases y les pidió que estuvieran en Buenos Aires durante el tratamiento. También habría aceptado como última concesión excluir a Aerolíneas Argentinas de la lista de empresas a privatizar. Asume todo lo que se juegan en esa partida. Los mercados, el FMI, los gobiernos extranjeros, los inversores están expectantes de esta prueba de fuego. Parte de esta inquietud se trasladó a los mercados, con bajas en los bonos argentinos y suba en el riesgo país.
Entre la ofensiva legislativa y la reacción de los mercados, pareció gestarse un clima de fin de la luna de miel con el Gobierno. Actores políticos que hasta ahora mostraban cautela, se animaron a desafiar al Gobierno. Hay indicios claros de que Cristina Kirchner estuvo muy activa estos días. También de que se rompió la extraña entente que regía con Sergio Massa, de cuyo entorno partieron algunos rumores sobre Milei. Sin autocrítica ni liderazgos unificados, un sector del peronismo empieza a activarse para construir una polarización extrema con el Presidente. Y los actores económicos empezaron a dudar de la sustentabilidad del plan de Luis Caputo, porque lo ven atrapado entre el cepo y la brecha cambiaria.
Sin embargo, en el equipo de gobierno no hay una preocupación profunda por el tema económico, porque entienden que tienen un activo indestructible: la baja de la inflación. El número de mayo podría dar debajo de los 5 puntos y eso es un insumo decisivo para su legitimidad. A eso suman que, según los registros oficiales, hay síntomas de que la fuerte caída de la actividad económica tocó su piso, pese al derrumbe de la industria y la construcción. También que esperan la sanción de la Ley Bases, con lo cual entienden que así pueden neutralizar la intranquilidad financiera.
Pero estos no son los únicos números que observa Milei con sus acompañantes más cercanos, su hermana Karina y Santiago Caputo. Los tres miran obsesivamente las encuestas, que son el termómetro vital para una gestión sustentada en el apoyo social, y que le siguen mostrando que el Presidente se mantiene arriba del 50% de aprobación. La gente parece estar menos ansiosa que los mercados y que la dirigencia política. ¿Será porque prefiere relativizar los problemas con tal de mantener la esperanza, o porque como dice Milei, “la ve”? Esa es la llave maestra de un gobierno deficitario en la gestión y en la sustentación política; esa es la variable central para una concepción del poder absolutamente novedosa, que uno de sus protagonistas lo explica con total claridad: “Hay dos niveles de percepción. Para el círculo rojo, fue una semana conflictiva, producto de que estamos en el punto de máxima presión para alterar las decisiones del Presidente; si no es ahora, no es nunca porque vamos a empezar a dar vuelta la economía. Ahí hay gente afectada por el recorte de fondos, los que quieren integrarse al gobierno, los afectados por la quita de la pauta. Sienten que están afuera y perciben debilidad. Pero después está la percepción de la gente, y ahí no vemos a la sociedad preocupada, nos sigue apoyando. Mientras la percepción que tiene el establishment no permee hacia la opinión pública, quiere decir que estamos bien”. En el Gobierno aseguran que a mucha gente lo que le quedó registrado de toda la discusión previsional fue que “la casta” no quiso eliminar las jubilaciones de privilegio y que Milei anticipó que no la cobrará cuando termine su mandato. Unos actúan en el plano de la racionalidad del poder, en el tablero de los intereses y los posicionamientos políticos. Mientras tanto, el Presidente se escabulle en la emocionalidad de sus batallas contra los beneficiados del sistema y desde ahí empatiza con una población agobiada, a pesar del ajuste y del costo social que conlleva.
A esto se refiere Eduardo Fidanza cuando plantea que hay una lógica de la administración del país, donde se evidencian todas las carencias políticas y de gestión, y una lógica de la opinión pública, donde la seducción que genera la excepcionalidad de Milei todavía se mantiene vigente. El gran interrogante es si en algún momento la primera perforará la línea divisoria y marcará el fin de la tolerancia social o, si por el contrario, un repunte económico ayudará a licuar los déficits operativos de los libertarios. Esa pulseada se está librando en estas semanas decisivas.
La Justicia ya había dispuesto distribuir los alimentos almacenados y el Ministerio de Capital Humano, en su desesperación por demostrar reacción, decidió cumplir el mandato a través del Ejército. Se improvisó un operativo y allí fueron los soldados con las cajas. Una de esas filas debía internarse en uno de los barrios más calientes del conurbano de Rosario. Tuvieron que pedir custodia a la Gendarmería porque ellos no podían portar armas. Así se montó una escena bizarra, como expresión del desconcierto. Centenares de efectivos militares y gendarmes en caravana, exponiéndose en el medio del territorio narco más furioso, descargando comida de los camiones para ubicarla en camionetas más pequeñas y así internarse en las callejuelas de los barrios, con uniformados de Gendarmería (que no sabían a dónde iban) protegiendo a otros del Ejército, que eran los que sabían el recorrido. “Salió bien de casualidad, pudo haber sido un desastre. Lo que sí, toda esta movida costó más plata que la comida distribuida”, reflexionó una fuente al tanto de la insólita movilización.
La crisis en Capital Humano es la más severa que enfrentó hasta ahora la gestión de Javier Milei. Lo reconocen en la propia Casa Rosada y dan varias razones. La principal, porque afecta a una cartera clave para la contención social en medio del ajuste más brusco en la historia del país. En la concepción de ese megaministerio el Presidente había imaginado una coordinación de todas las áreas de impacto social. Había una racionalidad novedosa en su origen, y por eso es tan reticente a fragmentarlo. Pero en la práctica fracasó, en parte por una razón burocrática: nunca se unificaron las áreas jurídicas y presupuestarias de las viejas unidades de Desarrollo Social, Trabajo, Educación y Cultura, mucho menos Anses. Es decir, se mantuvo la estructura anterior, en un formato piramidal forzado, donde cada sector se siguió manejando con dinámicas autónomas. A eso se sumó la permanencia de funcionarios y empleados de gestiones previas, con múltiples terminales externas, desde el massismo hasta los movimientos sociales. La irrupción de la conversa Leila Gianni es apenas una expresión de esa extraña Torre de Babel.
Al frente de esta arquitectura irregular quedó Sandra Pettovello, la amiga más cercana del Presidente. En el universo oficialista destacan su valentía y determinación para encarar las denuncias más profundas realizadas hasta ahora contra las irregularidades en la administración de la asistencia social por parte de ciertas organizaciones. Así se transformó en un puntal de la batalla cultural que alienta Milei contra “la casta”. La definen como una mujer honesta y totalmente leal al Presidente. El problema es que al mismo tiempo exhibió impericia y desconocimiento en la estrategia de contención social, más allá de contar con el crédito abierto de para aumentar con fuerza las partidas para la tarjeta Alimentar y la AUH. Esto también lo reconocen en los más altos círculos del poder. Dispuso congelar la distribución de alimentos para realizar una auditoría que determinara la transparencia de esos mecanismos. Apeló al purismo en la emergencia y así incubó un desastre. Ese fue el primer choque con su ahora exsecretario del área social, Pablo de la Torre, quien le recomendaba distribuir la comida mientras se analizaban los procedimientos. Cerca del exfuncionario aseguran que la ministra estaba al tanto de los depósitos con alimentos en Villa Martelli y Tafí Viejo, incluso de sus fechas de vencimiento, y que hubo una decisión de no entregarlos. Incluso habría registros de esas indicaciones.
Cuando saltó el escándalo, se produjo un punto de quiebre, porque Pettovello, que era la cara de la ofensiva contra Luis Belliboni, Emilio Pérsico y Juan Grabois, resolvió darse vuelta y disparar contra su tropa. Nadie en la Casa Rosada puede explicar del todo las razones de este giro. “Teníamos contra las cuerdas a los movimientos sociales, estábamos ganando la batalla cultural y de pronto nos dejamos ganar por el discurso de ellos, que nos deslegitima. Alcanzaba con armar un cronograma de distribución de los alimentos según los vencimientos. El más próximo era el 27 de julio; había tiempo para subsanarlo”, se lamenta una figura importante del gabinete. A partir de entonces, sobrevino la crisis.
Además de disponer un improvisado operativo para la distribución de los alimentos, abrió un frente de tormenta imprevisto al incluir en la denuncia penal el tema de los contratos realizados a través de la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI), un mecanismo previsto para programas de impacto social y contrataciones específicas que quedó desvirtuado por su utilización política. “Fue Sandra la que los contactó en febrero porque no lograba articular la distribución de los alimentos ni armar su estructura. Ella firmó los convenios marco para ambos temas, urgida por las demoras”, admite una fuente no gubernamental que participó de esas conversaciones. El rol de De la Torre en las contrataciones en las que intervino quedó ahora bajo la lupa, aunque al mismo tiempo en el Gobierno defienden su honestidad (hubo un operativo contención vía Santiago Caputo para que los De la Torre no respondieran con fuego graneado). Pero el tema también levantó polvareda en otras áreas, porque la OEI también contrató gente para Educación, Salud, la Jefatura de Gabinete, el Ministerio del Interior, el Sedronar y el Enhosa (Ente Nacional De Obras Hídricas De Saneamiento). Miles de contratados ahora están en un limbo.
El Gobierno quedó profundamente afectado por este revés, porque se enredó en un clima de desconfianzas y rumores. En Capital Humano el aire es “irrespirable”, como calificó un asesor del ministerio. Cunde la sospecha de que hay gente haciendo espionaje interno. La denuncia penal contra De la Torre es un antecedente paralizador para quienes tienen que firmar cualquier resolución. También es un disuasivo para atraer figuras al equipo. Al menos dos personas rechazaron la invitación para reemplazar al funcionario, antes de que fuera designada Yanina Nano Lembo. Además, Pettovello está convencida de que la operaron desde adentro del Gobierno con información falsa. Desconfía de Eduardo “Lule” Menem, ladero de Karina Milei. “Es una chica emocionalmente frágil, le impactan mucho estas cosas, se siente desprotegida. Pide custodia para cualquier persona de su entorno, está con temor”, ilustra alguien muy al tanto de sus oscilaciones. Así es complejo gestionar.
Milei hizo toda la gestualidad necesaria para sostenerla y demostrarle su respaldo, después de que ella le insistiera varias veces en renunciar (un aliado que habla seguido con el Presidente lo notó muy afligido por el tema). Los roles entonces se trastocaron: ella, que siempre se encargó de contenerlo emocionalmente a él, ahora era la que recibía soporte anímico. Es notable la relevancia que tienen los aspectos emocionales en ciertas dinámicas del Gobierno; algunos ironizan y hablan del “fuero contencioso afectivo”. Milei la protegió porque es su amiga (“una amistad extraña”, al decir de un integrante del gabinete), pero también para blindarse. Sería indigerible perder a los dos ministros más cercanos en un mes. Nicolás Posse se fue hace sólo dos semanas. Nadie se atreve a hablar con el Presidente del tema Pettovello porque entienden que es una decisión de carácter personal, pero hay cierta admisión de que su situación tiende a ser insostenible. Su salida parece ser una cuestión de tiempo. Ayer se reunió durante más de cuatro horas con el Presidente en Olivos. El objetivo inmediato es retomar la senda de las denuncias contra los líderes sociales.
La ansiedad del establishment
La crisis en Capital Humano fue el episodio más resonante de un problema que se agravó en las últimas semanas: las dificultades libertarias para organizar la gestión. El equipo luce chico e insuficiente para la cantidad de frentes abiertos. La austeridad le está haciendo pagar un costo en términos de capacidad de acción. Era un inconveniente natural al principio, por la falta de experiencia y de cuadros propios, pero la curva de aprendizaje se ve demorada por los cambios constantes. Eso le empieza a dar un carácter estructural a este déficit de origen, que se suma a la carencia de una estructura política sólida. Y esta semana ambas limitaciones tuvieron expresiones claras.
Un ejemplo nítido del primer punto fueron los vaivenes con el viaje de Milei a Europa. Había trascendido una amplia agenda que implicaba estar once días fuera del país nuevamente. Las críticas por haber estado toda la semana pasada en Estados Unidos y El Salvador esta vez le impactaron al Presidente (“A mí me votaron para arreglar la macroeconomía, no para estar encima de la gestión. Eso lo hacen mis ministros”, le llegó a responder a un interlocutor asiduo que le sugirió no descuidar la tarea diaria). Por esa razón se lo vio unos días reconcentrado en la administración: en un gesto inédito fue hasta al ministerio de Pettovello para respaldarla, se puso al frente de la reunión de gabinete, saludó a niños y periodistas, salió al balcón; mostró presencia. Alguien le dijo que si volvía a ausentarse tanto tiempo, retornarían los cuestionamientos. Entre el martes y el miércoles resolvió en consecuencia no ir al G-7 de Italia, ni a la Cumbre de la Paz por Ucrania que se hace en Suiza, ni reunirse con Emmanuel Macron en París (en Francia ya tenían agendada una cena de gala como la que ayer le brindó a Joe Biden, máximo honor para un mandatario extranjero). La explicación oficial apelaba a un desconocido espíritu gauchesco del Milei: quería estar en el país para homenajear a Miguel de Güemes el 17, además de participar de los actos del Día de la Bandera el 20. Cuando se informó de la decisión al gobierno de Giorgia Meloni, quien había invitado especialmente al Presidente a la cumbre frente al Adriático, se activaron los resortes de la Cancillería y de la diplomacia italiana y al final hubo cambio de planes. Así el Presidente cruzará el Atlántico de ida y vuelta dos veces en una semana porque tampoco quiere perderse los premios que le darán en España y Alemania. No es muy difícil prever que volverán las críticas. En Europa ya no saben cómo interpretar al Presidente; apenas buscan desentrañar si le interesa tener un vínculo con ellos o si sólo tiene ojos para Estados Unidos.
Al mismo tiempo, las dificultades políticas del oficialismo quedaron reflejadas en el Congreso, con la contraofensiva por la fórmula jubilatoria, un tema que se había excluido de la Ley Bases con la promesa de un futuro debate, pero que el Gobierno después resolvió por decreto. Claramente se trató de una señal de cambio de dinámica, porque incluso el rechazo del DNU en el Senado en marzo había sido una reacción a una medida del Gobierno. Esta es la primera vez que se reúnen casi dos tercios para desafiar el corazón del plan económico, el equilibrio fiscal. Milei lo interpretó no sólo como un desafío, sino como una movida desestabilizadora, y por eso reaccionó con sus calificativos más duros. Desoyó las recomendaciones de un ministro y un senador para que no escalara el tema y evitara complicar la sanción de la Ley Bases. “No había necesidad de anticipar el veto; había que dejar pasar hasta la aprobación de la ley en el Senado”, se lamentó uno de ellos. En el ala política del Gobierno admiten que después del veto, el Congreso insistirá con los dos tercios y los forzará a una reasignación de partidas. “Verán el efecto adverso que tiene lo que hicieron”, amenazan.
Para evitar que se reinstale un clima adverso, Guillermo Francos se reunió con siete gobernadores en una semana para comprometerlos con la aprobación de la Ley Bases y les pidió que estuvieran en Buenos Aires durante el tratamiento. También habría aceptado como última concesión excluir a Aerolíneas Argentinas de la lista de empresas a privatizar. Asume todo lo que se juegan en esa partida. Los mercados, el FMI, los gobiernos extranjeros, los inversores están expectantes de esta prueba de fuego. Parte de esta inquietud se trasladó a los mercados, con bajas en los bonos argentinos y suba en el riesgo país.
Entre la ofensiva legislativa y la reacción de los mercados, pareció gestarse un clima de fin de la luna de miel con el Gobierno. Actores políticos que hasta ahora mostraban cautela, se animaron a desafiar al Gobierno. Hay indicios claros de que Cristina Kirchner estuvo muy activa estos días. También de que se rompió la extraña entente que regía con Sergio Massa, de cuyo entorno partieron algunos rumores sobre Milei. Sin autocrítica ni liderazgos unificados, un sector del peronismo empieza a activarse para construir una polarización extrema con el Presidente. Y los actores económicos empezaron a dudar de la sustentabilidad del plan de Luis Caputo, porque lo ven atrapado entre el cepo y la brecha cambiaria.
Sin embargo, en el equipo de gobierno no hay una preocupación profunda por el tema económico, porque entienden que tienen un activo indestructible: la baja de la inflación. El número de mayo podría dar debajo de los 5 puntos y eso es un insumo decisivo para su legitimidad. A eso suman que, según los registros oficiales, hay síntomas de que la fuerte caída de la actividad económica tocó su piso, pese al derrumbe de la industria y la construcción. También que esperan la sanción de la Ley Bases, con lo cual entienden que así pueden neutralizar la intranquilidad financiera.
Pero estos no son los únicos números que observa Milei con sus acompañantes más cercanos, su hermana Karina y Santiago Caputo. Los tres miran obsesivamente las encuestas, que son el termómetro vital para una gestión sustentada en el apoyo social, y que le siguen mostrando que el Presidente se mantiene arriba del 50% de aprobación. La gente parece estar menos ansiosa que los mercados y que la dirigencia política. ¿Será porque prefiere relativizar los problemas con tal de mantener la esperanza, o porque como dice Milei, “la ve”? Esa es la llave maestra de un gobierno deficitario en la gestión y en la sustentación política; esa es la variable central para una concepción del poder absolutamente novedosa, que uno de sus protagonistas lo explica con total claridad: “Hay dos niveles de percepción. Para el círculo rojo, fue una semana conflictiva, producto de que estamos en el punto de máxima presión para alterar las decisiones del Presidente; si no es ahora, no es nunca porque vamos a empezar a dar vuelta la economía. Ahí hay gente afectada por el recorte de fondos, los que quieren integrarse al gobierno, los afectados por la quita de la pauta. Sienten que están afuera y perciben debilidad. Pero después está la percepción de la gente, y ahí no vemos a la sociedad preocupada, nos sigue apoyando. Mientras la percepción que tiene el establishment no permee hacia la opinión pública, quiere decir que estamos bien”. En el Gobierno aseguran que a mucha gente lo que le quedó registrado de toda la discusión previsional fue que “la casta” no quiso eliminar las jubilaciones de privilegio y que Milei anticipó que no la cobrará cuando termine su mandato. Unos actúan en el plano de la racionalidad del poder, en el tablero de los intereses y los posicionamientos políticos. Mientras tanto, el Presidente se escabulle en la emocionalidad de sus batallas contra los beneficiados del sistema y desde ahí empatiza con una población agobiada, a pesar del ajuste y del costo social que conlleva.
A esto se refiere Eduardo Fidanza cuando plantea que hay una lógica de la administración del país, donde se evidencian todas las carencias políticas y de gestión, y una lógica de la opinión pública, donde la seducción que genera la excepcionalidad de Milei todavía se mantiene vigente. El gran interrogante es si en algún momento la primera perforará la línea divisoria y marcará el fin de la tolerancia social o, si por el contrario, un repunte económico ayudará a licuar los déficits operativos de los libertarios. Esa pulseada se está librando en estas semanas decisivas.
El Ministerio de Capital Humano quedó implosionado y el futuro de Pettovello es incierto; la inquietud de los mercados y los desafíos de la oposición contrastan con la paciencia social LA NACION