Tiburones y morbo con acento francés
SOUTHAMPTON.– Ningún verano puede considerarse que realmente existe en “Los Hamptons” si no se hace una proyección al aire libre de Tiburón. Turistas y locales –y hasta seguidores del terror marino de culto de Steven Spielberg que viajan solo para la ocasión desde distintos puntos de la Costa Este– se reúnen frente a una pantalla gigante bajo las estrellas para gritar juntos. Solían acompañar concursos de trivia respecto del film, pero se suspendieron. Muchos dicen que como todos aquí saben todo lo que se puede saber sobre el clásico de 1975, era imposible determinar un ganador.
En el libro original, la acción transcurre en un balneario de Long Island como éste, y el personaje de Quint, el experto cazador de tiburones, estaba basado en un pescador local. En la película todo se trasladó a Martha’s Vineyard, lo cual es considerado una traición, pero eso nunca aminoró la intensidad del fanatismo local. Pero este año todos los ojos están puestos al otro lado del Atlántico. Primero y principal, porque, justo a tiempo para las olimpíadas en las cuales se competirá en las aguas del Sena, Netflix acaba de sacar una producción francesa sobre una invasión de tiburones hambrientos en el río parisino que está siendo un éxito mundial. Es “la película del verano” según la BBC; “Seine-sacional” la calificó, divirtiéndose con el juego de palabras la NPR, la Radio Nacional Pública norteamericana que baja la línea en cuanto a la cultura. Variety, la más tradicional revista de cine, dice que es el primer film de tiburones digno de ser considerado sucesor del de Spielberg.
Es “la película del verano” según la BBC; “Seine-sacional” la calificó, divirtiéndose con el juego de palabras la NPR, la Radio Nacional Pública norteamericana que baja la línea en cuanto a la cultura. Variety, la más tradicional revista de cine, dice que es el primer film de tiburones digno de ser considerado sucesor del de Spielberg
El film, que puede verse en la Argentina como Bajo el Sena tuvo muchas críticas negativas entre los televidentes, aunque su audiencia mundial no para de crecer. No parecen quedar dudas entre la gente de la industria de que esto es apenas el comienzo de una franchise que luego llevará a las criaturas bajo las aguas de Londres, Nueva York, Buenos Aires (¿por qué no?), o la ciudad populosa que sea. Pero no es la posibilidad de una secuela local lo único que tiene a los veraneantes de Southampton, la mayor parte de los cuales viven durante el resto del año en la Gran Manzana, tan atentos a lo que ocurre en este momento en las aguas de París. Aunque éste es un balneario conocido por sus ricos y famosos, tiene un problema muy serio con cloacas que dan a una laguna que a su vez da a al mar donde nadan todos (ricos, famosos y tiburones). Las iniciativas más radicales para limpiar la laguna suelen terminar canceladas, y siempre hay algún pánico a lo que uno puede encontrar flotando en el agua, o en su profundidad. En París se invirtieron miles de millones en el Sena, pero pruebas recientes pusieron al descubierto que las aguas todavía están contaminadas.
Para dar seguridad a la población y a los atletas que se sumergirán en ellas, el presidente francés, Emmanuel Macron, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, prometieron bucear antes de los Juegos de este verano. Dicha noticia llevó a los franceses que consideran que todo fue un gasto despilfarrador a idear un original plan de protesta. El hashtag #JeChieDansLaSeineLe23Juin, que se traduce como “Hago caca en el Sena el 23 de junio”, ha sido tendencia en las redes sociales. Si sigue adelante, los manifestantes planean defecar hoy en el río antes de que los políticos y los atletas olímpicos se aventuren a entrar. Para muchos a ambos lados del Atlántico, lo que entonces puedan encontrar da más miedo que cualquier tiburón, y hay entre curiosidad y morbo por ver qué pasa.
El resultado local es que en la playa por excelencia de los neoyorquinos, sólo se habla del Sena. Sobre si Tiburón finalmente encontró un digno contrincante en el Séptimo Arte entre los franceses, pero también sobre qué se puede aprender, o no, respecto de los intentos de limpieza galos de aguas tan simbólicas. Steven Spielberg es vecino de East Hampton. Todos están atentos, pero es de los pocos que, sobre uno y otro tema, no parece haberse pronunciado aún.
SOUTHAMPTON.– Ningún verano puede considerarse que realmente existe en “Los Hamptons” si no se hace una proyección al aire libre de Tiburón. Turistas y locales –y hasta seguidores del terror marino de culto de Steven Spielberg que viajan solo para la ocasión desde distintos puntos de la Costa Este– se reúnen frente a una pantalla gigante bajo las estrellas para gritar juntos. Solían acompañar concursos de trivia respecto del film, pero se suspendieron. Muchos dicen que como todos aquí saben todo lo que se puede saber sobre el clásico de 1975, era imposible determinar un ganador.
En el libro original, la acción transcurre en un balneario de Long Island como éste, y el personaje de Quint, el experto cazador de tiburones, estaba basado en un pescador local. En la película todo se trasladó a Martha’s Vineyard, lo cual es considerado una traición, pero eso nunca aminoró la intensidad del fanatismo local. Pero este año todos los ojos están puestos al otro lado del Atlántico. Primero y principal, porque, justo a tiempo para las olimpíadas en las cuales se competirá en las aguas del Sena, Netflix acaba de sacar una producción francesa sobre una invasión de tiburones hambrientos en el río parisino que está siendo un éxito mundial. Es “la película del verano” según la BBC; “Seine-sacional” la calificó, divirtiéndose con el juego de palabras la NPR, la Radio Nacional Pública norteamericana que baja la línea en cuanto a la cultura. Variety, la más tradicional revista de cine, dice que es el primer film de tiburones digno de ser considerado sucesor del de Spielberg.
Es “la película del verano” según la BBC; “Seine-sacional” la calificó, divirtiéndose con el juego de palabras la NPR, la Radio Nacional Pública norteamericana que baja la línea en cuanto a la cultura. Variety, la más tradicional revista de cine, dice que es el primer film de tiburones digno de ser considerado sucesor del de Spielberg
El film, que puede verse en la Argentina como Bajo el Sena tuvo muchas críticas negativas entre los televidentes, aunque su audiencia mundial no para de crecer. No parecen quedar dudas entre la gente de la industria de que esto es apenas el comienzo de una franchise que luego llevará a las criaturas bajo las aguas de Londres, Nueva York, Buenos Aires (¿por qué no?), o la ciudad populosa que sea. Pero no es la posibilidad de una secuela local lo único que tiene a los veraneantes de Southampton, la mayor parte de los cuales viven durante el resto del año en la Gran Manzana, tan atentos a lo que ocurre en este momento en las aguas de París. Aunque éste es un balneario conocido por sus ricos y famosos, tiene un problema muy serio con cloacas que dan a una laguna que a su vez da a al mar donde nadan todos (ricos, famosos y tiburones). Las iniciativas más radicales para limpiar la laguna suelen terminar canceladas, y siempre hay algún pánico a lo que uno puede encontrar flotando en el agua, o en su profundidad. En París se invirtieron miles de millones en el Sena, pero pruebas recientes pusieron al descubierto que las aguas todavía están contaminadas.
Para dar seguridad a la población y a los atletas que se sumergirán en ellas, el presidente francés, Emmanuel Macron, y la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, prometieron bucear antes de los Juegos de este verano. Dicha noticia llevó a los franceses que consideran que todo fue un gasto despilfarrador a idear un original plan de protesta. El hashtag #JeChieDansLaSeineLe23Juin, que se traduce como “Hago caca en el Sena el 23 de junio”, ha sido tendencia en las redes sociales. Si sigue adelante, los manifestantes planean defecar hoy en el río antes de que los políticos y los atletas olímpicos se aventuren a entrar. Para muchos a ambos lados del Atlántico, lo que entonces puedan encontrar da más miedo que cualquier tiburón, y hay entre curiosidad y morbo por ver qué pasa.
El resultado local es que en la playa por excelencia de los neoyorquinos, sólo se habla del Sena. Sobre si Tiburón finalmente encontró un digno contrincante en el Séptimo Arte entre los franceses, pero también sobre qué se puede aprender, o no, respecto de los intentos de limpieza galos de aguas tan simbólicas. Steven Spielberg es vecino de East Hampton. Todos están atentos, pero es de los pocos que, sobre uno y otro tema, no parece haberse pronunciado aún.
A la película de Netflix que inunda de bestias acuáticas el río parisino hoy se suma la convocatoria #JeChieDansLaSeineLe23Juin (“Hago caca en el Sena el 23 de junio”) LA NACION