Argentina resurgió en los penales, eliminó a Ecuador y es semifinalista de la Copa América
HOUSTON (enviado especial).- Fue la noche que trajo los fantasmas de Lusail. Los malos y los buenos. Con el golpazo del final del partido y con la resurrección en esa materia que ya Dibu Martínez puede dar en cualquier universidad del mundo. Los penales sacaron a Argentina de un aprieto máximo, porque Ecuador -que empató 1 a 1 en el epílogo y acaso pudo ganarlo en la última- se convirtió en un incordio absoluto. Y lo logró con un definidor impensado: Nicolás Otamendi. Eso sí, todos rodearon a Messi, que no merecía un final agrio después del esfuerzo que hizo para estar. Si la cuestión venía incómoda, torcida, el penal del capitán, el que no se quiso perder el partido, fue una parábola casi perfecta. Casi. Porque el travesaño le dijo que no al tributo a Panenka. Dibu emergió, gigante, en su salsa, se hizo muralla y bailó. Lo hizo con Mena, luego con Minda. Julián fusiló, Alexis la colocó, Montiel aseguró y Otamendi selló el pasaje a las semifinales de la Copa América, por quinta vez consecutiva.
En una noche de zozobra, Argentina sacó pecho con temple, oportunismo, fortuna… y la magia de los penales, donde ya ha hecho un doctorado. Ahora, el equipo de Lionel Scaloni volverá a Nueva Jersey para jugar el martes, a la espera del ganador entre Venezuela y Canadá (se enfrentan este viernes a las 22). La ilusión del bicampeonato sigue intacta.
Después de tantas idas y vueltas, de un trabajo de rehabilitación a contrarreloj, Lionel Messi quiso decir presente. ¿Estaba al ciento por ciento? Claramente, no. En otras circunstancias, se lo hubiera preservado para ingresar en caso de emergencia. Pero el carácter competitivo, el apetito voraz no se ha desvanecido a los 37 años. El capitán quiso estar y salió a jugar de entrada.
Ecuador apareció con un 4-2-3-1, con Enner Valencia bastante más despegado en un esquema de repliegue y Caicedo respaldándolo por el centro. Los rapiditos (Páez, Sarmiento), bien por afuera. Los de Sánchez Bas entregaron la posesión y esperaron pacientes para presionar sobre los mediocampistas en territorio propio. Argentina, con Mac Allister en el eje (Scaloni no volvió a probar a Enzo en esa posición, como en el Mundial), intentó adueñarse de la posesión, como siempre en este torneo. Pero no vislumbró la incomodidad que sufriría en gran parte del primer tiempo.
El primer susto lo sufrió Dibu, cuando una pelota peinada dejó a Moisés Caicedo sin defensores por delante. El volante de Chelsea avanzó hacia el arco, pero fue incomodado por los zagueros y su remate salió débil a las manos del arquero.
Argentina mostró llamativas imprecisiones en el comienzo de las jugadas y Caicedo se posicionó con comodidad entre De Paul y Alexis. Por la derecha de la Argentina se sintió cómodo Ecuador para generar riesgo.
A los 14, Moisés Caicedo –el dueño de su equipo- armó una sociedad con Jeremy Sarmiento, que enganchó en el área con gran frialdad y definió de derecha y cruzado. Apareció Súper Dibu para ahogar el grito con una de sus especialidades: las piernas. El rebote lo tomó Páez, pero el remate se fue por arriba. Inmediatamente, Ecuador provocó otra chance clarísima: Enner Valencia salió hacia el costado derecho y encontró una diagonal formidable de Preciado, que definió por arriba. La pasaba muy mal Argentina. Inconexo como pocas veces, sin poder descifrar la telaraña ecuatoriana y distraído en defensa.
Los motores del equipo estaban a media máquina. De Paul errático en los pases, Enzo apresurado, Alexis encajonado. Y sin eso, Messi no tuvo alimento. Deambuló y recién apareció a los 20 con un pase cruzado a Nico González que luego se diluyó.
En el minuto 27 se dio la primera conexión por la derecha con Molina, cuyo centro preciso encontró a Enzo Fernández: el cabezazo, pensado y medido, salió muy cerca.
A los 34, Messi apareció como Maradona en la final del 86 y su pase a Burruchaga. El capitán encontró con un toque a Enzo Fernández con Ecuador abierto, pero el de Chelsea dudó y cuando remató, tenía a un rival encima. De allí vino el desahogo. Córner cerrado de Messi, Mac Allister peinó en el primer palo y Lisandro Martínez ingresó por detrás de todos para cabecear al gol. El arquero Domínguez se esforzó al máximo, pero su rechazo ocurrió luego de que la pelota cruzara la línea de meta.
Un desarrollo difícil en el que no faltaron los sustos se desbloqueó con una pelota parada. Y Argentina no solo consiguió vulnerar a un entreverado Ecuador, sino que logró lo que no había ocurrido hasta ahora en la Copa: marcar un gol en el primer tiempo. De la zozobra al éxtasis en un tiro de esquina. Y el público argentino se soltó y empezó con el cancionero habitual.
Enzo Fernández tuvo otra pelota boyando en el área, pero su zurdazo fue mordido y el peligro se evaporó.
En la segunda parte siguió la batalla de roces y asperezas. Ecuador ofreció fútbol y mucho músculo, y de cada pelota dividida salieron chispas. El equipo de Sánchez Bas salió decidido a generarle problemas a Argentina.
Los primeros quince minutos fueron un compendio de interrupciones, choques y fricciones de las cuales sacó ventaja Ecuador. Hubo dos jugadas calcadas de córner; en la segunda, el cabezazo de Alan Franco dio en la mano de De Paul. Penal y fantasmas para Argentina. Pero Enner Valencia, que la tocó con clase, encontró el palo derecho de Dibu en su camino. Argentina sumó un condimento a su bagaje. Cuando Dibu no interviene, el azar está de su lado.
Scaloni movió el tablero y mandó a Julián en lugar de un Lautaro que no gravitó y no pudo seguir con la racha de marcar en cada partido. Messi siguió con destellos. Apareció a los 22 cuando le cayó justo un gran pase de De Paul y su remate de derecha fue atrapado por Domínguez.
Sánchez Bas no se quedó atrás y se la jugó: armó un esquema con tres delanteros y desmanteló el medio. Se le iban los minutos y sabía que podía lastimar.
No hubo paz hasta el final para Argentina. No tuvo la pelota ni generó las condiciones para aumentar. Por el contrario, quedó a expensas del empuje ecuatoriano. Y llegó el golpe: un foul que Ecuador jugó rápido y desnudó la desconcentración argentina. El centro preciso fue peinado por Kevin Rodríguez y Dibu esta vez no pudo hacer nada.
Lo mejor del partido
Ecuador, que jugó con mayor decisión, lo tuvo en la última: pero Caicedo no pudo impactar de lleno con la cabeza un centro de Minda, cara a cara con Dibu.
Llegaron los penales y un estado de ánimo que parecía cuesta abajo cuando Messi falló su remate. Pero apareció Dibu y lo acompañó un grupo que sabe rescatar y sostener a su capitán en las malas. Argentina sigue viva, con zozobra y de la mano del azar. Fue una noche que en Houston volvió a traer los fantasmas de Lusail. Los malos y los buenos.
HOUSTON (enviado especial).- Fue la noche que trajo los fantasmas de Lusail. Los malos y los buenos. Con el golpazo del final del partido y con la resurrección en esa materia que ya Dibu Martínez puede dar en cualquier universidad del mundo. Los penales sacaron a Argentina de un aprieto máximo, porque Ecuador -que empató 1 a 1 en el epílogo y acaso pudo ganarlo en la última- se convirtió en un incordio absoluto. Y lo logró con un definidor impensado: Nicolás Otamendi. Eso sí, todos rodearon a Messi, que no merecía un final agrio después del esfuerzo que hizo para estar. Si la cuestión venía incómoda, torcida, el penal del capitán, el que no se quiso perder el partido, fue una parábola casi perfecta. Casi. Porque el travesaño le dijo que no al tributo a Panenka. Dibu emergió, gigante, en su salsa, se hizo muralla y bailó. Lo hizo con Mena, luego con Minda. Julián fusiló, Alexis la colocó, Montiel aseguró y Otamendi selló el pasaje a las semifinales de la Copa América, por quinta vez consecutiva.
En una noche de zozobra, Argentina sacó pecho con temple, oportunismo, fortuna… y la magia de los penales, donde ya ha hecho un doctorado. Ahora, el equipo de Lionel Scaloni volverá a Nueva Jersey para jugar el martes, a la espera del ganador entre Venezuela y Canadá (se enfrentan este viernes a las 22). La ilusión del bicampeonato sigue intacta.
Después de tantas idas y vueltas, de un trabajo de rehabilitación a contrarreloj, Lionel Messi quiso decir presente. ¿Estaba al ciento por ciento? Claramente, no. En otras circunstancias, se lo hubiera preservado para ingresar en caso de emergencia. Pero el carácter competitivo, el apetito voraz no se ha desvanecido a los 37 años. El capitán quiso estar y salió a jugar de entrada.
Ecuador apareció con un 4-2-3-1, con Enner Valencia bastante más despegado en un esquema de repliegue y Caicedo respaldándolo por el centro. Los rapiditos (Páez, Sarmiento), bien por afuera. Los de Sánchez Bas entregaron la posesión y esperaron pacientes para presionar sobre los mediocampistas en territorio propio. Argentina, con Mac Allister en el eje (Scaloni no volvió a probar a Enzo en esa posición, como en el Mundial), intentó adueñarse de la posesión, como siempre en este torneo. Pero no vislumbró la incomodidad que sufriría en gran parte del primer tiempo.
El primer susto lo sufrió Dibu, cuando una pelota peinada dejó a Moisés Caicedo sin defensores por delante. El volante de Chelsea avanzó hacia el arco, pero fue incomodado por los zagueros y su remate salió débil a las manos del arquero.
Argentina mostró llamativas imprecisiones en el comienzo de las jugadas y Caicedo se posicionó con comodidad entre De Paul y Alexis. Por la derecha de la Argentina se sintió cómodo Ecuador para generar riesgo.
A los 14, Moisés Caicedo –el dueño de su equipo- armó una sociedad con Jeremy Sarmiento, que enganchó en el área con gran frialdad y definió de derecha y cruzado. Apareció Súper Dibu para ahogar el grito con una de sus especialidades: las piernas. El rebote lo tomó Páez, pero el remate se fue por arriba. Inmediatamente, Ecuador provocó otra chance clarísima: Enner Valencia salió hacia el costado derecho y encontró una diagonal formidable de Preciado, que definió por arriba. La pasaba muy mal Argentina. Inconexo como pocas veces, sin poder descifrar la telaraña ecuatoriana y distraído en defensa.
Los motores del equipo estaban a media máquina. De Paul errático en los pases, Enzo apresurado, Alexis encajonado. Y sin eso, Messi no tuvo alimento. Deambuló y recién apareció a los 20 con un pase cruzado a Nico González que luego se diluyó.
En el minuto 27 se dio la primera conexión por la derecha con Molina, cuyo centro preciso encontró a Enzo Fernández: el cabezazo, pensado y medido, salió muy cerca.
A los 34, Messi apareció como Maradona en la final del 86 y su pase a Burruchaga. El capitán encontró con un toque a Enzo Fernández con Ecuador abierto, pero el de Chelsea dudó y cuando remató, tenía a un rival encima. De allí vino el desahogo. Córner cerrado de Messi, Mac Allister peinó en el primer palo y Lisandro Martínez ingresó por detrás de todos para cabecear al gol. El arquero Domínguez se esforzó al máximo, pero su rechazo ocurrió luego de que la pelota cruzara la línea de meta.
Un desarrollo difícil en el que no faltaron los sustos se desbloqueó con una pelota parada. Y Argentina no solo consiguió vulnerar a un entreverado Ecuador, sino que logró lo que no había ocurrido hasta ahora en la Copa: marcar un gol en el primer tiempo. De la zozobra al éxtasis en un tiro de esquina. Y el público argentino se soltó y empezó con el cancionero habitual.
Enzo Fernández tuvo otra pelota boyando en el área, pero su zurdazo fue mordido y el peligro se evaporó.
En la segunda parte siguió la batalla de roces y asperezas. Ecuador ofreció fútbol y mucho músculo, y de cada pelota dividida salieron chispas. El equipo de Sánchez Bas salió decidido a generarle problemas a Argentina.
Los primeros quince minutos fueron un compendio de interrupciones, choques y fricciones de las cuales sacó ventaja Ecuador. Hubo dos jugadas calcadas de córner; en la segunda, el cabezazo de Alan Franco dio en la mano de De Paul. Penal y fantasmas para Argentina. Pero Enner Valencia, que la tocó con clase, encontró el palo derecho de Dibu en su camino. Argentina sumó un condimento a su bagaje. Cuando Dibu no interviene, el azar está de su lado.
Scaloni movió el tablero y mandó a Julián en lugar de un Lautaro que no gravitó y no pudo seguir con la racha de marcar en cada partido. Messi siguió con destellos. Apareció a los 22 cuando le cayó justo un gran pase de De Paul y su remate de derecha fue atrapado por Domínguez.
Sánchez Bas no se quedó atrás y se la jugó: armó un esquema con tres delanteros y desmanteló el medio. Se le iban los minutos y sabía que podía lastimar.
No hubo paz hasta el final para Argentina. No tuvo la pelota ni generó las condiciones para aumentar. Por el contrario, quedó a expensas del empuje ecuatoriano. Y llegó el golpe: un foul que Ecuador jugó rápido y desnudó la desconcentración argentina. El centro preciso fue peinado por Kevin Rodríguez y Dibu esta vez no pudo hacer nada.
Lo mejor del partido
Ecuador, que jugó con mayor decisión, lo tuvo en la última: pero Caicedo no pudo impactar de lleno con la cabeza un centro de Minda, cara a cara con Dibu.
Llegaron los penales y un estado de ánimo que parecía cuesta abajo cuando Messi falló su remate. Pero apareció Dibu y lo acompañó un grupo que sabe rescatar y sostener a su capitán en las malas. Argentina sigue viva, con zozobra y de la mano del azar. Fue una noche que en Houston volvió a traer los fantasmas de Lusail. Los malos y los buenos.
La selección igualó 1 a 1 y debió definir desde los 12 pasos: Messi falló su remate, pero Dibu Martínez volvió a ser el héroe al contener dos tiros; el martes, contra el ganador de Venezuela-Canadá LA NACION