Arqueólogos cavaron bajo un mítico fuerte romano e hicieron el hallazgo de sus vidas
Inglaterra volvió a ser foco de un gran hallazgo arqueológico, luego de que un equipo de expertos en la materia desenterrara diferentes elementos que correspondieron a la vida cotidiana de los romanos en la Magna Britannia romana, una fortificación que se extendió entre los límites del actual país. Esto los dejó sin aliento en el marco de un proyecto de cinco años para descubrir en profundidad qué se esconde en ese yacimiento histórico.
El National Lottery Heritage Fund financió el período en que los arqueólogos estudiarán la fortificación que el Imperio Romano estableció cerca del Muro de Adriano, en el borde de Whin Sill en Northumberland, al centro de la isla. Esto, que se inició en Vallum el año pasado, se extenderá hasta 2027. Según se explicó en su sitio oficial, el lugar pertenece a uno de los puntos álgidos en la vida social, en particular porque la población tuvo la oportunidad de desarrollarse y establecer diferentes monumentos a pesar de las invasiones constantes que recibían desde el norte.
En el pasado, el fuerte estuvo activo y provisto de armamento entre los años 85 d. C. y el 122 d. C. Allí se alojó la Primera Cohorte de Arqueros Sirios, la Segunda Cohorte de Dálmatas, la Primera Cohorte de Bátavos y legionarios de la Segunda Augusta y la Vigésima Valeria Victrix.
En la excavación voluntaria que se desarrolla anualmente, los profesionales extrajeron sandalias, cerámica, restos de armas y hasta escamas de metal, correspondientes a armaduras. Esta noticia revolucionó a los investigadores europeos porque días atrás, en Baviera, Alemania, rescataron los fragmentos de una sandalia romana. Este elemento es extraño de hallar y solo existen unos pocos ejemplares en todo el continente.
Las escamas de metal que se encontraron conformaron el famoso tipo de armadura Lorica Squamata, que eran cosidas a la tela y proporcionaban una protección considerable contra los golpes de espadas. Estas habrían sido primeramente atadas con hilos de alambre y luego cosidas a un soporte o malla. Este uniforme fue común entre la artillería auxiliar romana, pero también lo utilizaron los cuerpos de signiferes (abanderados), aeneatores, centuriones y tropas de caballería.
Sobre los restos de las sandalias, estas se encontraron en depósitos anaeróbicos, es decir, libres de oxígeno, por lo que su conservación se mantuvo en buen estado ante la escasa oxidación. Aquí se rescataron cinco en total, entre suelas y empeines de diferentes tamaños de zapatos, de los cuales, algunos pertenecieron a niños.
“En parte, el motivo por el que los depósitos anaeróbicos tienen tan buenas condiciones de conservación arqueológica se debe a una serie de microorganismos que viven en el suelo. Estos microorganismos son muy exigentes con el entorno en el que viven y, por lo tanto, el suelo necesita tener un pH y una composición geoquímica adecuados para que puedan sobrevivir”, indicaron desde el Museo del Ejército Romano y Fuerte Magna, acerca del deterioro de las sandalias.
En cuanto a la cerámica, la cual pertenece a siglos III y IV d.C, se desenterraron bruñidas en negro, las cerámicas Crambeck y las cerámicas con calcita. Las tres muy comunes en la vida social romana de la época.
Fuerte Magna romana
El mismo se halla en el borde del Whin Sill del Muro de Adriano. Su suelo guarda debajo de la superficie información incalculable acerca del Imperio. A pesar del deterioro temporal y los daños que sufrió por los sucesivos ataques, diferentes campañas arqueológicas intentan a diario restaurar, desempolvar y extraer los tesoros que esconde en su interior.
También conocido como Carvoran o simplemente Magna, comenzó a construirse en el 122 d.C, a pesar de que ya existiera uno anteriormente que se edificó en el 85 d.C. En su interior y exterior, la urbanización sirvió para el comercio y el alojamiento de los viajantes que cruzaban por las rutas del norte de Britannia. En la actualidad solo hay restos desperdigados entre los campos ingleses con un alto valor cultural.
Inglaterra volvió a ser foco de un gran hallazgo arqueológico, luego de que un equipo de expertos en la materia desenterrara diferentes elementos que correspondieron a la vida cotidiana de los romanos en la Magna Britannia romana, una fortificación que se extendió entre los límites del actual país. Esto los dejó sin aliento en el marco de un proyecto de cinco años para descubrir en profundidad qué se esconde en ese yacimiento histórico.
El National Lottery Heritage Fund financió el período en que los arqueólogos estudiarán la fortificación que el Imperio Romano estableció cerca del Muro de Adriano, en el borde de Whin Sill en Northumberland, al centro de la isla. Esto, que se inició en Vallum el año pasado, se extenderá hasta 2027. Según se explicó en su sitio oficial, el lugar pertenece a uno de los puntos álgidos en la vida social, en particular porque la población tuvo la oportunidad de desarrollarse y establecer diferentes monumentos a pesar de las invasiones constantes que recibían desde el norte.
En el pasado, el fuerte estuvo activo y provisto de armamento entre los años 85 d. C. y el 122 d. C. Allí se alojó la Primera Cohorte de Arqueros Sirios, la Segunda Cohorte de Dálmatas, la Primera Cohorte de Bátavos y legionarios de la Segunda Augusta y la Vigésima Valeria Victrix.
En la excavación voluntaria que se desarrolla anualmente, los profesionales extrajeron sandalias, cerámica, restos de armas y hasta escamas de metal, correspondientes a armaduras. Esta noticia revolucionó a los investigadores europeos porque días atrás, en Baviera, Alemania, rescataron los fragmentos de una sandalia romana. Este elemento es extraño de hallar y solo existen unos pocos ejemplares en todo el continente.
Las escamas de metal que se encontraron conformaron el famoso tipo de armadura Lorica Squamata, que eran cosidas a la tela y proporcionaban una protección considerable contra los golpes de espadas. Estas habrían sido primeramente atadas con hilos de alambre y luego cosidas a un soporte o malla. Este uniforme fue común entre la artillería auxiliar romana, pero también lo utilizaron los cuerpos de signiferes (abanderados), aeneatores, centuriones y tropas de caballería.
Sobre los restos de las sandalias, estas se encontraron en depósitos anaeróbicos, es decir, libres de oxígeno, por lo que su conservación se mantuvo en buen estado ante la escasa oxidación. Aquí se rescataron cinco en total, entre suelas y empeines de diferentes tamaños de zapatos, de los cuales, algunos pertenecieron a niños.
“En parte, el motivo por el que los depósitos anaeróbicos tienen tan buenas condiciones de conservación arqueológica se debe a una serie de microorganismos que viven en el suelo. Estos microorganismos son muy exigentes con el entorno en el que viven y, por lo tanto, el suelo necesita tener un pH y una composición geoquímica adecuados para que puedan sobrevivir”, indicaron desde el Museo del Ejército Romano y Fuerte Magna, acerca del deterioro de las sandalias.
En cuanto a la cerámica, la cual pertenece a siglos III y IV d.C, se desenterraron bruñidas en negro, las cerámicas Crambeck y las cerámicas con calcita. Las tres muy comunes en la vida social romana de la época.
Fuerte Magna romana
El mismo se halla en el borde del Whin Sill del Muro de Adriano. Su suelo guarda debajo de la superficie información incalculable acerca del Imperio. A pesar del deterioro temporal y los daños que sufrió por los sucesivos ataques, diferentes campañas arqueológicas intentan a diario restaurar, desempolvar y extraer los tesoros que esconde en su interior.
También conocido como Carvoran o simplemente Magna, comenzó a construirse en el 122 d.C, a pesar de que ya existiera uno anteriormente que se edificó en el 85 d.C. En su interior y exterior, la urbanización sirvió para el comercio y el alojamiento de los viajantes que cruzaban por las rutas del norte de Britannia. En la actualidad solo hay restos desperdigados entre los campos ingleses con un alto valor cultural.
Luego de un año trabajo, un equipo de investigadores voluntarios desenterró decenas de fragmentos del día a día del ejército imperial en Britannia LA NACION