Milei, entre el gasto y los cálculos políticos
Enfundados en sobretodos como si estuviesen por soportar un desfile bajo la nieve en los años soviéticos de Moscú, los jerarcas de las provincias argentinas no solo debieron aguantar el frío polar de Tucumán.
Los 18 gobernadores que flanquearon a Javier Milei también asumieron que la asociación formal con el Presidente implica una discusión concreta y tangible sobre al menos un punto del decálogo de principios conocido como Pacto de Mayo.
Con el acta firmada en la mano, Milei ya tiene un arma política para denunciar a sus potenciales incumplidores. Y la manera más inmediata de hacerlo, por ejemplo, cuando despunte la campaña electoral del año que viene
En el punto 3, los firmantes se comprometieron a “la reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25 por ciento del Producto Bruto Interno”.
Ese nivel de gasto público se registró por última vez en la Argentina en 2004, al final del primer año de la presidencia de Néstor Kirchner. El despilfarro acumulativo del kirchnerismo a lo largo de sus cuatro mandatos se extendió a las provincias gobernadas mayoritariamente por el peronismo.
Los cuatro años de Mauricio Macri no sirvieron de mucho para reducir el indicador, con la excepción del ajuste que debió encarar luego de obtener el voluminoso crédito del Fondo Monetario.
“El 44% del gasto del Estado corresponde a las provincias y los municipios. Por cada empleado nacional hay cinco provinciales. Llegar a un peso del Estado razonable de 25 puntos del PBI requiere que todos los niveles del Estado hagan su parte”, dijo Milei ante una platea aterida.
Los abajo firmantes, ubicados contra las paredes de la vieja casona, venían de intercambiar sus quejas por los reclamos no atendidos por el Gobierno. Cada gobernador que aterrizó en Tucumán tiene su propia lista de pedidos de fondos que ya no llegan. Son partidas acordadas en el pasado a cambio de la votación de alguna ley o de la firma de algún pacto fiscal perdido en el tiempo.
Todos los gobernadores dicen tener razón; ninguno recibe la plata esperada. Todos amenazan con ir a la Corte Suprema a reclamar. Y algunos recuerdan que ya lo hicieron.
La recesión que deriva del ajuste está haciendo un recorte en las cuentas públicas con la misma lógica que la alta inflación detona los ingresos de individuos y empresas
Por su parte, los cuatro miembros de la Corte prefirieron evitar el frío y mantener una cierta distancia de la puesta en escena. Tres de ellos tienen motivos para administrar su malestar con la propuesta oficial de instalar entre ellos a un juez conocido por su mala reputación.
Con el acta firmada en la mano, Milei ya tiene un arma política para denunciar a sus potenciales incumplidores. Y la manera más inmediata de hacerlo, por ejemplo, cuando despunte la campaña electoral del año que viene, es hacer notar la resistencia de los gobernadores e intendentes a reducir el gasto público.
Mientras, el Presidente y su ministro Luis Caputo obligan hasta donde pueden a recortar el gasto en provincias y en municipios. Una manera es indirecta y transitoria, aunque dolorosa: la recaudación nacional, pero también los impuestos provinciales y las tasas municipales que recaudan según el consumo vienen bajando desde que empezó el año.
La recesión que deriva del ajuste está haciendo un recorte en las cuentas públicas con la misma lógica que la alta inflación detona los ingresos de individuos y empresas.
Por ahora, las cuentas de las provincias absorbieron esas caídas quemando parte o el total de los superávits que tuvieron como resultado de un sistema de coparticipación que castiga a los que más recaudan e incentiva el crecimiento de economías locales solo basadas en el reparto de fondos públicos. El kirchnerismo, como antes el menemismo, acentuó el fenómeno al disponer de generosos fondos discrecionales para sostener el apoyo de los gobernadores propios.
Entre Milei y quienes lo acompañaron en Tucumán, como antes le habían aprobado no sin intensos tironeos y pedidos la ley Bases, existe una tensión política imposible de ocultar
A medida que pasan los meses y la actividad económica no se recupera, cada gobernador o intendente empieza a enfrentarse con una nueva realidad. Ninguno atina, sin embargo, a tomar la motosierra.
Por el contrario, desde Axel Kicillof hasta el más próximo gobernador a Milei, con prescindencia de los acentos y las intensidades, se diferencian del Presidente con discursos muy parecidos.
Todos abogan por ayudar a reactivar la producción con políticas que promuevan la actividad, defienden el valor de las obras públicas para generar empleo y sostienen la necesidad de mantener Estados activos y fuertes para sostener a los sectores más postergados.
El viejo sistema político pervive en provincias y municipios que tienen un discurso más común que las diferencias que existen entre la mayoría de los gobernadores que firmaron el Pacto de Mayo con los planteos de Kicillof y del kirchnerismo en general.
No es contradictorio, pero es paradójico, que mientras una buena parte de la dirigencia del peronismo y de los fragmentos del ex Juntos por el Cambio comparte con Milei un rumbo definido hacia el capitalismo, también sintonicen con el kirchnerismo en eludir el ajuste de sus propios gobiernos.
Entre Milei y quienes lo acompañaron en Tucumán, como antes le habían aprobado no sin intensos tironeos y pedidos la ley Bases, existe una tensión política imposible de ocultar. Ya no se trata solo de fondos. Lo que ven venir es la posibilidad de que Milei se quede con los votos que muchos de esos gobernadores creen haberle prestado.
No es una casualidad que Macri haya sido el más incómodo entre los asistentes a la helada noche tucumana. Así como los caciques provinciales temen perder contra Milei su capital político, el fundador de PRO sospecha y tiene buenas razones para hacerlo, que el Presidente trabaja para hacer desaparecer a su partido como primera consecuencia de la reformulación del sistema político.
Todo está basado en el supuesto éxito que pueda alcanzar Milei si después de bajar la inflación logra reactivar la economía. En el sentido contrario, también abundan las especulaciones en ese ambiente.
Enfundados en sobretodos como si estuviesen por soportar un desfile bajo la nieve en los años soviéticos de Moscú, los jerarcas de las provincias argentinas no solo debieron aguantar el frío polar de Tucumán.
Los 18 gobernadores que flanquearon a Javier Milei también asumieron que la asociación formal con el Presidente implica una discusión concreta y tangible sobre al menos un punto del decálogo de principios conocido como Pacto de Mayo.
Con el acta firmada en la mano, Milei ya tiene un arma política para denunciar a sus potenciales incumplidores. Y la manera más inmediata de hacerlo, por ejemplo, cuando despunte la campaña electoral del año que viene
En el punto 3, los firmantes se comprometieron a “la reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25 por ciento del Producto Bruto Interno”.
Ese nivel de gasto público se registró por última vez en la Argentina en 2004, al final del primer año de la presidencia de Néstor Kirchner. El despilfarro acumulativo del kirchnerismo a lo largo de sus cuatro mandatos se extendió a las provincias gobernadas mayoritariamente por el peronismo.
Los cuatro años de Mauricio Macri no sirvieron de mucho para reducir el indicador, con la excepción del ajuste que debió encarar luego de obtener el voluminoso crédito del Fondo Monetario.
“El 44% del gasto del Estado corresponde a las provincias y los municipios. Por cada empleado nacional hay cinco provinciales. Llegar a un peso del Estado razonable de 25 puntos del PBI requiere que todos los niveles del Estado hagan su parte”, dijo Milei ante una platea aterida.
Los abajo firmantes, ubicados contra las paredes de la vieja casona, venían de intercambiar sus quejas por los reclamos no atendidos por el Gobierno. Cada gobernador que aterrizó en Tucumán tiene su propia lista de pedidos de fondos que ya no llegan. Son partidas acordadas en el pasado a cambio de la votación de alguna ley o de la firma de algún pacto fiscal perdido en el tiempo.
Todos los gobernadores dicen tener razón; ninguno recibe la plata esperada. Todos amenazan con ir a la Corte Suprema a reclamar. Y algunos recuerdan que ya lo hicieron.
La recesión que deriva del ajuste está haciendo un recorte en las cuentas públicas con la misma lógica que la alta inflación detona los ingresos de individuos y empresas
Por su parte, los cuatro miembros de la Corte prefirieron evitar el frío y mantener una cierta distancia de la puesta en escena. Tres de ellos tienen motivos para administrar su malestar con la propuesta oficial de instalar entre ellos a un juez conocido por su mala reputación.
Con el acta firmada en la mano, Milei ya tiene un arma política para denunciar a sus potenciales incumplidores. Y la manera más inmediata de hacerlo, por ejemplo, cuando despunte la campaña electoral del año que viene, es hacer notar la resistencia de los gobernadores e intendentes a reducir el gasto público.
Mientras, el Presidente y su ministro Luis Caputo obligan hasta donde pueden a recortar el gasto en provincias y en municipios. Una manera es indirecta y transitoria, aunque dolorosa: la recaudación nacional, pero también los impuestos provinciales y las tasas municipales que recaudan según el consumo vienen bajando desde que empezó el año.
La recesión que deriva del ajuste está haciendo un recorte en las cuentas públicas con la misma lógica que la alta inflación detona los ingresos de individuos y empresas.
Por ahora, las cuentas de las provincias absorbieron esas caídas quemando parte o el total de los superávits que tuvieron como resultado de un sistema de coparticipación que castiga a los que más recaudan e incentiva el crecimiento de economías locales solo basadas en el reparto de fondos públicos. El kirchnerismo, como antes el menemismo, acentuó el fenómeno al disponer de generosos fondos discrecionales para sostener el apoyo de los gobernadores propios.
Entre Milei y quienes lo acompañaron en Tucumán, como antes le habían aprobado no sin intensos tironeos y pedidos la ley Bases, existe una tensión política imposible de ocultar
A medida que pasan los meses y la actividad económica no se recupera, cada gobernador o intendente empieza a enfrentarse con una nueva realidad. Ninguno atina, sin embargo, a tomar la motosierra.
Por el contrario, desde Axel Kicillof hasta el más próximo gobernador a Milei, con prescindencia de los acentos y las intensidades, se diferencian del Presidente con discursos muy parecidos.
Todos abogan por ayudar a reactivar la producción con políticas que promuevan la actividad, defienden el valor de las obras públicas para generar empleo y sostienen la necesidad de mantener Estados activos y fuertes para sostener a los sectores más postergados.
El viejo sistema político pervive en provincias y municipios que tienen un discurso más común que las diferencias que existen entre la mayoría de los gobernadores que firmaron el Pacto de Mayo con los planteos de Kicillof y del kirchnerismo en general.
No es contradictorio, pero es paradójico, que mientras una buena parte de la dirigencia del peronismo y de los fragmentos del ex Juntos por el Cambio comparte con Milei un rumbo definido hacia el capitalismo, también sintonicen con el kirchnerismo en eludir el ajuste de sus propios gobiernos.
Entre Milei y quienes lo acompañaron en Tucumán, como antes le habían aprobado no sin intensos tironeos y pedidos la ley Bases, existe una tensión política imposible de ocultar. Ya no se trata solo de fondos. Lo que ven venir es la posibilidad de que Milei se quede con los votos que muchos de esos gobernadores creen haberle prestado.
No es una casualidad que Macri haya sido el más incómodo entre los asistentes a la helada noche tucumana. Así como los caciques provinciales temen perder contra Milei su capital político, el fundador de PRO sospecha y tiene buenas razones para hacerlo, que el Presidente trabaja para hacer desaparecer a su partido como primera consecuencia de la reformulación del sistema político.
Todo está basado en el supuesto éxito que pueda alcanzar Milei si después de bajar la inflación logra reactivar la economía. En el sentido contrario, también abundan las especulaciones en ese ambiente.
Enfundados en sobretodos como si estuviesen por soportar un desfile bajo la nieve en los años soviéticos de Moscú, los jerarcas de las provincias argentinas no solo debieron aguantar el frío polar de Tucumán.Los 18 gobernadores que flanquearon a Javier Milei también asumieron que la asociación formal con el Presidente implica una discusión concreta y tangible sobre al menos un punto del decálogo de principios conocido como Pacto de Mayo.Con el acta firmada en la mano, Milei ya tiene un arma política para denunciar a sus potenciales incumplidores. Y la manera más inmediata de hacerlo, por ejemplo, cuando despunte la campaña electoral del año que vieneEn el punto 3, los firmantes se comprometieron a “la reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25 por ciento del Producto Bruto Interno”.Ese nivel de gasto público se registró por última vez en la Argentina en 2004, al final del primer año de la presidencia de Néstor Kirchner. El despilfarro acumulativo del kirchnerismo a lo largo de sus cuatro mandatos se extendió a las provincias gobernadas mayoritariamente por el peronismo.Los cuatro años de Mauricio Macri no sirvieron de mucho para reducir el indicador, con la excepción del ajuste que debió encarar luego de obtener el voluminoso crédito del Fondo Monetario.“El 44% del gasto del Estado corresponde a las provincias y los municipios. Por cada empleado nacional hay cinco provinciales. Llegar a un peso del Estado razonable de 25 puntos del PBI requiere que todos los niveles del Estado hagan su parte”, dijo Milei ante una platea aterida.Los abajo firmantes, ubicados contra las paredes de la vieja casona, venían de intercambiar sus quejas por los reclamos no atendidos por el Gobierno. Cada gobernador que aterrizó en Tucumán tiene su propia lista de pedidos de fondos que ya no llegan. Son partidas acordadas en el pasado a cambio de la votación de alguna ley o de la firma de algún pacto fiscal perdido en el tiempo.Todos los gobernadores dicen tener razón; ninguno recibe la plata esperada. Todos amenazan con ir a la Corte Suprema a reclamar. Y algunos recuerdan que ya lo hicieron.La recesión que deriva del ajuste está haciendo un recorte en las cuentas públicas con la misma lógica que la alta inflación detona los ingresos de individuos y empresasPor su parte, los cuatro miembros de la Corte prefirieron evitar el frío y mantener una cierta distancia de la puesta en escena. Tres de ellos tienen motivos para administrar su malestar con la propuesta oficial de instalar entre ellos a un juez conocido por su mala reputación.Con el acta firmada en la mano, Milei ya tiene un arma política para denunciar a sus potenciales incumplidores. Y la manera más inmediata de hacerlo, por ejemplo, cuando despunte la campaña electoral del año que viene, es hacer notar la resistencia de los gobernadores e intendentes a reducir el gasto público.Mientras, el Presidente y su ministro Luis Caputo obligan hasta donde pueden a recortar el gasto en provincias y en municipios. Una manera es indirecta y transitoria, aunque dolorosa: la recaudación nacional, pero también los impuestos provinciales y las tasas municipales que recaudan según el consumo vienen bajando desde que empezó el año.La recesión que deriva del ajuste está haciendo un recorte en las cuentas públicas con la misma lógica que la alta inflación detona los ingresos de individuos y empresas.Por ahora, las cuentas de las provincias absorbieron esas caídas quemando parte o el total de los superávits que tuvieron como resultado de un sistema de coparticipación que castiga a los que más recaudan e incentiva el crecimiento de economías locales solo basadas en el reparto de fondos públicos. El kirchnerismo, como antes el menemismo, acentuó el fenómeno al disponer de generosos fondos discrecionales para sostener el apoyo de los gobernadores propios.Entre Milei y quienes lo acompañaron en Tucumán, como antes le habían aprobado no sin intensos tironeos y pedidos la ley Bases, existe una tensión política imposible de ocultarA medida que pasan los meses y la actividad económica no se recupera, cada gobernador o intendente empieza a enfrentarse con una nueva realidad. Ninguno atina, sin embargo, a tomar la motosierra.Por el contrario, desde Axel Kicillof hasta el más próximo gobernador a Milei, con prescindencia de los acentos y las intensidades, se diferencian del Presidente con discursos muy parecidos.Todos abogan por ayudar a reactivar la producción con políticas que promuevan la actividad, defienden el valor de las obras públicas para generar empleo y sostienen la necesidad de mantener Estados activos y fuertes para sostener a los sectores más postergados.El viejo sistema político pervive en provincias y municipios que tienen un discurso más común que las diferencias que existen entre la mayoría de los gobernadores que firmaron el Pacto de Mayo con los planteos de Kicillof y del kirchnerismo en general.No es contradictorio, pero es paradójico, que mientras una buena parte de la dirigencia del peronismo y de los fragmentos del ex Juntos por el Cambio comparte con Milei un rumbo definido hacia el capitalismo, también sintonicen con el kirchnerismo en eludir el ajuste de sus propios gobiernos.Entre Milei y quienes lo acompañaron en Tucumán, como antes le habían aprobado no sin intensos tironeos y pedidos la ley Bases, existe una tensión política imposible de ocultar. Ya no se trata solo de fondos. Lo que ven venir es la posibilidad de que Milei se quede con los votos que muchos de esos gobernadores creen haberle prestado.No es una casualidad que Macri haya sido el más incómodo entre los asistentes a la helada noche tucumana. Así como los caciques provinciales temen perder contra Milei su capital político, el fundador de PRO sospecha y tiene buenas razones para hacerlo, que el Presidente trabaja para hacer desaparecer a su partido como primera consecuencia de la reformulación del sistema político.Todo está basado en el supuesto éxito que pueda alcanzar Milei si después de bajar la inflación logra reactivar la economía. En el sentido contrario, también abundan las especulaciones en ese ambiente. LA NACION