De Doha a Miami: la mejor selección argentina de la historia sigue de luna de miel con sus hinchas
MIAMI, (enviado especial).- De aquella noche de Doha a esta de Miami. Del Lusail al Hard Rock. De las estrellas en el desierto a esta brisa cálida que llega desde el Atlántico. La fiesta que se gestó en Qatar durante un mes mágico y que terminó en todos los rincones de la Argentina con la mayor movilización de la historia parece no apagarse nunca. Esta selección ha sabido mantener su esencia competitiva y acostumbró a sus hinchas a que jugar finales es algo natural.
La final del caos estaba anunciada para las 8 de la noche del domingo. A la 1.30 de la madrugada del lunes el césped del Hard Rock seguía repleto de jugadores y familiares. Los campeones del mundo y desde anoche bicampeones de América no se querían ir. Estaban fundidos en un abrazo con los miles de argentinos que todavía seguían celebrando en una de las cabeceras.
Este mes de Copa América tuvo algunos condimentos de un Mundial. Durante 25 días la selección jugó seis partidos y se movilizó por diferentes ciudades de este inmenso país. El contexto en la Argentina es similar, según pasan los años, los gobiernos y también los torneos: dólar por las nubes y un contexto socioeconómico frágil que espanta a cualquier aventurero que quiera embarcarse en un viaje por el exterior. Sin embargo, siempre están los estadios colmados de camisetas albicelestes.
En Doha convivieron cerca de 40.000 compatriotas que viajaron, sobre todo, desde la Argentina y también de otras partes del mundo para ver en vivo a Messi alzar la copa después de 36 años. Hinchas y jugadores generaron allí una alquimia especial. En cada presentación de la selección o los masivos banderazos que se hacían en la plaza Souq Waqif de la capital qatarí, los argentinos se hacían notar. Después vino aquella épica final con Francia y la movilización de millones de argentinos que salieron espontáneamente bajo el halo mágico de una selección que enamora.
Aunque la Copa América tiene diferencias con una copa del mundo, esta de los Estados Unidos se contagió de la fiebre mundialista y así se esparció por cada ciudad que pisó el plantel argentino.
Los expatriados aquí llegaron en diferentes oleadas. En los 70, y especialmente tras las crisis económicas de finales de los 80 y después del 2001. En los últimos años arribó otro perfil de argentinos, especialmente jóvenes que se dedican a la tecnología o profesionales. Más allá de sus historias, a la hora de estar cerca de la selección los argentinos se transforman en algo homogéneo.
En cada partido y banderazo los que viven en el exterior encuentran una razón para expresar su más profunda argentinidad. Ya no importa por qué se fueron, cuánto extrañan o si se trata de hijos nacidos en un lugar que les dio cobijo.
En Qatar, la selección fue el equipo más convocante del torneo. Lo mismo sucedió aquí. Según datos oficiales de la Copa América 2024, Argentina lideró el ranking de entradas vendidas, con un promedio por encima de los 70.000 tickets por partido.
Atlanta, primera parada. Parece allá lejos y en el tiempo, pero fue hace exactamente un mes cuando la Scaloneta arribó a su destino en el estado de Georgia. La tranquila fisonomía del centro de la ciudad cambió por completo mientras la selección se alojó en el hotel Westin Peachtree. Ese fue el punto de reunión de los argentinos, que desembarcaron con bombos, redoblantes y banderas. Los locales, ajenos al furor del fútbol, miraban incrédulos y se preguntaban quiénes estaban alojados allí. Luego llegó el debut a estadio lleno en el imponente Mercedes Benz frente a Canadá. La ilusión estaba en marcha.
La segunda parada fue en Nueva Jersey. El Met Life Stadium frente a Chile tuvo el récord de capacidad en este torneo: 81.106 espectadores, la mayoría albicelestes. En la previa hubo un histórico banderazo en Times Square, la esquina más visitada de Nueva York, que reunió a más de cinco mil personas.
Luego hubo que volver a viajar hacia el sur, a Miami, donde la Scaloneta se siente local. En la ciudad del estado de Florida vive Messi pero también la comunidad de argentinos más grande de los Estados Unidos. Se calcula que son cerca de 150.000. A ellos se les suman los miles de turistas que cada año eligen estas playas para ir de vacaciones. Muchos de ellos buscaron hacer coincidir descanso y Copa América.
De la fase de grupos a cuartos. De Perú a Canadá. De la humedad de Florida al sofocante calor texano. La selección se instaló en Houston y celebró allí un masivo banderazo en el centro de la ciudad, en el Discover Green Park.
Pase a las semifinales y otra vez Nueva Jersey. La mayoría de los que habían viajado desde Argentina a principios de la copa ya habían regresado. Esta vez en la ciudad vecina a Nueva York se destacaron los residentes en este país, especialmente los que se movilizaron desde Miami por aire y en caravanas de autos y casas rodantes.
La previa de la final volvió a reunir a miles de argentinos en la esquina de Collins y la 73, en Miami Beach. Mientras el país no salía de su estupor por el intento de asesinato de Donald Trump en un acto de campaña en Pensilvania, los hinchas de la selección seguían con su fiesta. Una bandera gigante con el rostro de Ángel Di María colgaba desde el techo del restaurant Manolo. “Que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”, gritaban y saltaban cerca de 3000 personas que habían cortado el tránsito, algo nada habitual en un país donde se acostumbra a esos desbordes.
La noche de la final arrancó rara. Con incidentes y retraso incluido. En un partido en el que pasó de todo, este equipo volvió a ser campeón. Ya marcó una era. La era de Messi, la de Scaloni.
La próxima cita será dentro de dos años en este mismo país, junto a México y Canadá. Ya no estará Di María. Quién sabe Messi. La única previsión es que la caravana por la selección volverá a arrancar para seguir de fiesta.
MIAMI, (enviado especial).- De aquella noche de Doha a esta de Miami. Del Lusail al Hard Rock. De las estrellas en el desierto a esta brisa cálida que llega desde el Atlántico. La fiesta que se gestó en Qatar durante un mes mágico y que terminó en todos los rincones de la Argentina con la mayor movilización de la historia parece no apagarse nunca. Esta selección ha sabido mantener su esencia competitiva y acostumbró a sus hinchas a que jugar finales es algo natural.
La final del caos estaba anunciada para las 8 de la noche del domingo. A la 1.30 de la madrugada del lunes el césped del Hard Rock seguía repleto de jugadores y familiares. Los campeones del mundo y desde anoche bicampeones de América no se querían ir. Estaban fundidos en un abrazo con los miles de argentinos que todavía seguían celebrando en una de las cabeceras.
Este mes de Copa América tuvo algunos condimentos de un Mundial. Durante 25 días la selección jugó seis partidos y se movilizó por diferentes ciudades de este inmenso país. El contexto en la Argentina es similar, según pasan los años, los gobiernos y también los torneos: dólar por las nubes y un contexto socioeconómico frágil que espanta a cualquier aventurero que quiera embarcarse en un viaje por el exterior. Sin embargo, siempre están los estadios colmados de camisetas albicelestes.
En Doha convivieron cerca de 40.000 compatriotas que viajaron, sobre todo, desde la Argentina y también de otras partes del mundo para ver en vivo a Messi alzar la copa después de 36 años. Hinchas y jugadores generaron allí una alquimia especial. En cada presentación de la selección o los masivos banderazos que se hacían en la plaza Souq Waqif de la capital qatarí, los argentinos se hacían notar. Después vino aquella épica final con Francia y la movilización de millones de argentinos que salieron espontáneamente bajo el halo mágico de una selección que enamora.
Aunque la Copa América tiene diferencias con una copa del mundo, esta de los Estados Unidos se contagió de la fiebre mundialista y así se esparció por cada ciudad que pisó el plantel argentino.
Los expatriados aquí llegaron en diferentes oleadas. En los 70, y especialmente tras las crisis económicas de finales de los 80 y después del 2001. En los últimos años arribó otro perfil de argentinos, especialmente jóvenes que se dedican a la tecnología o profesionales. Más allá de sus historias, a la hora de estar cerca de la selección los argentinos se transforman en algo homogéneo.
En cada partido y banderazo los que viven en el exterior encuentran una razón para expresar su más profunda argentinidad. Ya no importa por qué se fueron, cuánto extrañan o si se trata de hijos nacidos en un lugar que les dio cobijo.
En Qatar, la selección fue el equipo más convocante del torneo. Lo mismo sucedió aquí. Según datos oficiales de la Copa América 2024, Argentina lideró el ranking de entradas vendidas, con un promedio por encima de los 70.000 tickets por partido.
Atlanta, primera parada. Parece allá lejos y en el tiempo, pero fue hace exactamente un mes cuando la Scaloneta arribó a su destino en el estado de Georgia. La tranquila fisonomía del centro de la ciudad cambió por completo mientras la selección se alojó en el hotel Westin Peachtree. Ese fue el punto de reunión de los argentinos, que desembarcaron con bombos, redoblantes y banderas. Los locales, ajenos al furor del fútbol, miraban incrédulos y se preguntaban quiénes estaban alojados allí. Luego llegó el debut a estadio lleno en el imponente Mercedes Benz frente a Canadá. La ilusión estaba en marcha.
La segunda parada fue en Nueva Jersey. El Met Life Stadium frente a Chile tuvo el récord de capacidad en este torneo: 81.106 espectadores, la mayoría albicelestes. En la previa hubo un histórico banderazo en Times Square, la esquina más visitada de Nueva York, que reunió a más de cinco mil personas.
Luego hubo que volver a viajar hacia el sur, a Miami, donde la Scaloneta se siente local. En la ciudad del estado de Florida vive Messi pero también la comunidad de argentinos más grande de los Estados Unidos. Se calcula que son cerca de 150.000. A ellos se les suman los miles de turistas que cada año eligen estas playas para ir de vacaciones. Muchos de ellos buscaron hacer coincidir descanso y Copa América.
De la fase de grupos a cuartos. De Perú a Canadá. De la humedad de Florida al sofocante calor texano. La selección se instaló en Houston y celebró allí un masivo banderazo en el centro de la ciudad, en el Discover Green Park.
Pase a las semifinales y otra vez Nueva Jersey. La mayoría de los que habían viajado desde Argentina a principios de la copa ya habían regresado. Esta vez en la ciudad vecina a Nueva York se destacaron los residentes en este país, especialmente los que se movilizaron desde Miami por aire y en caravanas de autos y casas rodantes.
La previa de la final volvió a reunir a miles de argentinos en la esquina de Collins y la 73, en Miami Beach. Mientras el país no salía de su estupor por el intento de asesinato de Donald Trump en un acto de campaña en Pensilvania, los hinchas de la selección seguían con su fiesta. Una bandera gigante con el rostro de Ángel Di María colgaba desde el techo del restaurant Manolo. “Que de la mano de Leo Messi, todos la vuelta vamos a dar”, gritaban y saltaban cerca de 3000 personas que habían cortado el tránsito, algo nada habitual en un país donde se acostumbra a esos desbordes.
La noche de la final arrancó rara. Con incidentes y retraso incluido. En un partido en el que pasó de todo, este equipo volvió a ser campeón. Ya marcó una era. La era de Messi, la de Scaloni.
La próxima cita será dentro de dos años en este mismo país, junto a México y Canadá. Ya no estará Di María. Quién sabe Messi. La única previsión es que la caravana por la selección volverá a arrancar para seguir de fiesta.
El equipo capitaneado por Messi y dirigido por Scaloni ganó las cuatro finales que jugó y malacostumbró a los fanáticos albicelestes que continúan festejando desde la victoria ante Brasil en el Maracaná LA NACION