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Elegido por Mirtha Legrand, Claudio Cosano analiza su lugar en la moda: “No me quiero meter en el mundo de la política”

En la sesión de fotos, durante la entrevista o en La jaula de la moda, el programa de televisión que lo tiene como conductor junto al “Pollo” Álvarez y Fabián Medina Flores: en los más diversos escenarios, Claudio Cosano siempre sonríe. Dice, entre otras cosas, que disfruta de sus logros y que quiere viajar más porque es su pasión. Lo hace a veces con su hermano y otras con Ángel, su marido y compañero por más de tres décadas. También viaja en solitario, porque se define como “incasable” y asegura que nadie le puede seguir el ritmo. Es cierto que no descansa. Acaba de presentar su mega desfile haute couture de 70 vestidos con Mirtha Legrand como estrella invitada y frente a un numeroso público de edades, looks y estilos diversos, como a él le gusta. “En el mundo Cosano habita todo tipo de mujeres”, afirma.

A punto de cumplir 30 años con la moda, el creador de las piezas de alta costura de celebridades como Mirtha Legrand, Susana Giménez y Moria Casán plantea que su receta es concreta: “Aguja, hilo, tijera y muchas noches de insomnio”.

–¿Sos siempre un hombre feliz?

–No siempre. No soy amargado, pero en la intimidad no soy de reírme todo el tiempo. Cuando voy a la tele o estoy en un desfile sí, porque me gusta tirar buena energía.

–Alguna vez contaste que no tuviste una infancia fácil.

–Mamá era ama de casa y mi padre, metalúrgico. Yo tenía 12 años cuando él se fue, así que mamá se encargó de criar cuatro hijos ella sola en una casa alquilada donde a veces no había comida, solo mate cocido y pan. Yo estaba todavía en el colegio y empecé a hacer changas para sobrevivir. Fue una infancia dura, pero no la recuerdo con tristeza. Desde chico supe que no quería esa condición social para mí. Me daban más ganas de superarme estudiando y trabajando. Era tan estudioso que fui abanderado toda la primaria.

–¿Cómo llegó la moda a tu vida?

–Fue el destino. Yo quería ser arquitecto. De casualidad, buscando en el diario, caí en una casa de ropa donde buscaban un empleado administrativo. Yo necesitaba trabajar para ayudar en mi casa y pagarme la carrera de Arquitectura. En esa casa hacían ropa de algodón en cantidades, y a la hora del almuerzo bajaba al taller: me encantaba ver cómo apilaban las telas y pasaban la máquina de corte. Miraba y aprendía, y pensé que me podía servir para ganar un mango extra. El modelista me pasó unos moldes, me puse a cortar en el piso de mi casa con una tijera común y armé buzos para vender a amigas y gente del barrio. Después me fui a vivir solo a un departamento en Villa Crespo, que era un pañuelo. Hacía lo que me pedían. ¡Nunca decía que no! Hasta que un día vino una chica que quería un traje de novia. Le pedí ayuda a la madre de una amiga, que era modista, y se lo hice,¡hasta con una sombrilla incluida!

–¿Vos te vestías bien?

–¡Para nada! En la secundaria me cargaban por lo mal vestido que iba. Viniendo de una familia con escasos recursos no había mucha ropa para elegir, pero me ponía cualquier cosa y me cargaban porque la combinación de colores era espantosa. Esas cosas te marcan, porque cuando gracias a Dios pude tener una tranquilidad económica, me volví un loco por la ropa. Ahora creo que mi vestidor tiene más cosas que una casa de moda. Me gusta todo, desde un cinturón a un traje.

–¿Te importan las marcas?

–¡Tremendo! [risas]. En realidad soy fanático de Gianni Versace, no solo a la hora de comprar, lo mío es de tal admiración que me estudié toda su vida, seguí toda su carrera.

–¿Qué te cautivó de Versace ?

–Lo sexy, lo sensual, lo irreverente que era. Irrumpió en el mundo de la moda y rompió con todos los esquemas de la alta costura. Se animó al color, a los tajos, a los escotes. Como yo, vino de una familia muy humilde, pero cuando lo asesinaron había logrado que su marca se convirtiera en una mega empresa que hasta cotizaba en la Bolsa. Me encantaba esa polenta que tenía para hacer de todo sin pedirle permiso a nadie.

–¿Vos sentís que tenés que pedir permiso para algo?

–Permiso jamás. Pero que hay prejuicios, sí. Yo no les doy bolilla porque siempre me dediqué a crecer. Tengo mi atelier, mi casa, puedo viajar mucho, conformar a toda mi familia y vivir en paz. Igual, en mi último desfile hubo muchos colegas y celebridades que me fueron a ver, y tuvo en la prensa un impacto impresionante. Raro, porque nunca me han reconocido.

–¿Eso te molesta?

–A veces la moda es prejuiciosa y te tildan de popular o de grasa. A mí no me importa la etiqueta que me pongan sino cómo yo vivo y qué genero en la gente. He tenido logros importantísimos en la vida. Hace 13 años que estoy en La jaula de la moda y hasta tengo un Martín Fierro que me dieron en Miami, ¿qué me puede preocupar que alguien me de vuelta la cara si no paro de trabajar ?

–¿Cómo llegaste a ser el elegido de Mirtha Legrand?

–Un día me llama Héctor Vidal Rivas, su asesor de toda la vida, para convocarme a hacer desfiles en lo que era la semana más importante de la moda. Al tiempo, mi desfile ocupó un lugar de privilegio, el cierre. Era espectacular. Ahí me propone vestir a Mirtha: fui al canal,y la esperé al fin de su programa, que era al mediodía. La Chiqui cuando no te conoce pone distancia, así que sin muchas palabras le tomé las medidas y a la semana le llevé seis vestidos, uno más de los que me habían pedido por si alguno no le gustaba. ¡Pero le encantaron todos!

–¿Y lograste quebrar esa distancia?

–La visto desde hace 20 años, he ido a sus cumpleaños, he viajado con ella por el interior, pero sigo teniendo esa cuestión de respeto donde no me sobrepaso. Voy a su casa, le pruebo y me voy. No me quedo a tomar un té o a charlar. Y a ella, eso, le llama la atención. No lo hago de seco ni de tímido, sino que soy respetuoso y no quiero invadir.

–En el casamiento de Messi fuiste el elegido por Celia, la mamá de Leo, y por Sol, la hermana.

–Fue un placer. Celia lució un modelo sobrio en gris plata que me trajo reconocimiento internacional, y Sol fue de rojo. Compartí el festejo y después también estuve viendo con ellos el Mundial de Rusia 2018. Son una familia divina.

–¿Quién más te gustaría que lleve tu ropa?

–Tuve a todas las que quise, sin tener que llamar a nadie jamás. Me gusta vestir a las mujeres, no tengo un prototipo. He vestido desde Mirtha a Luciana Salazar. Mujeres sin etiquetas. Esa cosa de la haute couture pacata de “si sos vedette o mediática no te visto”, conmigo no va.

–Nunca vestiste a una primera dama. ¿Te gustaría?

–No me quiero meter en el mundo de la política, trato de evitarlo.

–¿Si viniera Karina Milei?

–Me la crucé en lo de Mirtha un día que fui a vestirla al canal y Karina estaba de invitada. Le deseé lo mejor, porque eso quiero para mi país, y le dije: “Si algún día necesitás un buen tailleur, no dudes en llamarme”. Todavía no me llamó. Pero igual, trato de evitar al poder: ya se me pasó la época de querer vestir a todo el mundo.

En la sesión de fotos, durante la entrevista o en La jaula de la moda, el programa de televisión que lo tiene como conductor junto al “Pollo” Álvarez y Fabián Medina Flores: en los más diversos escenarios, Claudio Cosano siempre sonríe. Dice, entre otras cosas, que disfruta de sus logros y que quiere viajar más porque es su pasión. Lo hace a veces con su hermano y otras con Ángel, su marido y compañero por más de tres décadas. También viaja en solitario, porque se define como “incasable” y asegura que nadie le puede seguir el ritmo. Es cierto que no descansa. Acaba de presentar su mega desfile haute couture de 70 vestidos con Mirtha Legrand como estrella invitada y frente a un numeroso público de edades, looks y estilos diversos, como a él le gusta. “En el mundo Cosano habita todo tipo de mujeres”, afirma.

A punto de cumplir 30 años con la moda, el creador de las piezas de alta costura de celebridades como Mirtha Legrand, Susana Giménez y Moria Casán plantea que su receta es concreta: “Aguja, hilo, tijera y muchas noches de insomnio”.

–¿Sos siempre un hombre feliz?

–No siempre. No soy amargado, pero en la intimidad no soy de reírme todo el tiempo. Cuando voy a la tele o estoy en un desfile sí, porque me gusta tirar buena energía.

–Alguna vez contaste que no tuviste una infancia fácil.

–Mamá era ama de casa y mi padre, metalúrgico. Yo tenía 12 años cuando él se fue, así que mamá se encargó de criar cuatro hijos ella sola en una casa alquilada donde a veces no había comida, solo mate cocido y pan. Yo estaba todavía en el colegio y empecé a hacer changas para sobrevivir. Fue una infancia dura, pero no la recuerdo con tristeza. Desde chico supe que no quería esa condición social para mí. Me daban más ganas de superarme estudiando y trabajando. Era tan estudioso que fui abanderado toda la primaria.

–¿Cómo llegó la moda a tu vida?

–Fue el destino. Yo quería ser arquitecto. De casualidad, buscando en el diario, caí en una casa de ropa donde buscaban un empleado administrativo. Yo necesitaba trabajar para ayudar en mi casa y pagarme la carrera de Arquitectura. En esa casa hacían ropa de algodón en cantidades, y a la hora del almuerzo bajaba al taller: me encantaba ver cómo apilaban las telas y pasaban la máquina de corte. Miraba y aprendía, y pensé que me podía servir para ganar un mango extra. El modelista me pasó unos moldes, me puse a cortar en el piso de mi casa con una tijera común y armé buzos para vender a amigas y gente del barrio. Después me fui a vivir solo a un departamento en Villa Crespo, que era un pañuelo. Hacía lo que me pedían. ¡Nunca decía que no! Hasta que un día vino una chica que quería un traje de novia. Le pedí ayuda a la madre de una amiga, que era modista, y se lo hice,¡hasta con una sombrilla incluida!

–¿Vos te vestías bien?

–¡Para nada! En la secundaria me cargaban por lo mal vestido que iba. Viniendo de una familia con escasos recursos no había mucha ropa para elegir, pero me ponía cualquier cosa y me cargaban porque la combinación de colores era espantosa. Esas cosas te marcan, porque cuando gracias a Dios pude tener una tranquilidad económica, me volví un loco por la ropa. Ahora creo que mi vestidor tiene más cosas que una casa de moda. Me gusta todo, desde un cinturón a un traje.

–¿Te importan las marcas?

–¡Tremendo! [risas]. En realidad soy fanático de Gianni Versace, no solo a la hora de comprar, lo mío es de tal admiración que me estudié toda su vida, seguí toda su carrera.

–¿Qué te cautivó de Versace ?

–Lo sexy, lo sensual, lo irreverente que era. Irrumpió en el mundo de la moda y rompió con todos los esquemas de la alta costura. Se animó al color, a los tajos, a los escotes. Como yo, vino de una familia muy humilde, pero cuando lo asesinaron había logrado que su marca se convirtiera en una mega empresa que hasta cotizaba en la Bolsa. Me encantaba esa polenta que tenía para hacer de todo sin pedirle permiso a nadie.

–¿Vos sentís que tenés que pedir permiso para algo?

–Permiso jamás. Pero que hay prejuicios, sí. Yo no les doy bolilla porque siempre me dediqué a crecer. Tengo mi atelier, mi casa, puedo viajar mucho, conformar a toda mi familia y vivir en paz. Igual, en mi último desfile hubo muchos colegas y celebridades que me fueron a ver, y tuvo en la prensa un impacto impresionante. Raro, porque nunca me han reconocido.

–¿Eso te molesta?

–A veces la moda es prejuiciosa y te tildan de popular o de grasa. A mí no me importa la etiqueta que me pongan sino cómo yo vivo y qué genero en la gente. He tenido logros importantísimos en la vida. Hace 13 años que estoy en La jaula de la moda y hasta tengo un Martín Fierro que me dieron en Miami, ¿qué me puede preocupar que alguien me de vuelta la cara si no paro de trabajar ?

–¿Cómo llegaste a ser el elegido de Mirtha Legrand?

–Un día me llama Héctor Vidal Rivas, su asesor de toda la vida, para convocarme a hacer desfiles en lo que era la semana más importante de la moda. Al tiempo, mi desfile ocupó un lugar de privilegio, el cierre. Era espectacular. Ahí me propone vestir a Mirtha: fui al canal,y la esperé al fin de su programa, que era al mediodía. La Chiqui cuando no te conoce pone distancia, así que sin muchas palabras le tomé las medidas y a la semana le llevé seis vestidos, uno más de los que me habían pedido por si alguno no le gustaba. ¡Pero le encantaron todos!

–¿Y lograste quebrar esa distancia?

–La visto desde hace 20 años, he ido a sus cumpleaños, he viajado con ella por el interior, pero sigo teniendo esa cuestión de respeto donde no me sobrepaso. Voy a su casa, le pruebo y me voy. No me quedo a tomar un té o a charlar. Y a ella, eso, le llama la atención. No lo hago de seco ni de tímido, sino que soy respetuoso y no quiero invadir.

–En el casamiento de Messi fuiste el elegido por Celia, la mamá de Leo, y por Sol, la hermana.

–Fue un placer. Celia lució un modelo sobrio en gris plata que me trajo reconocimiento internacional, y Sol fue de rojo. Compartí el festejo y después también estuve viendo con ellos el Mundial de Rusia 2018. Son una familia divina.

–¿Quién más te gustaría que lleve tu ropa?

–Tuve a todas las que quise, sin tener que llamar a nadie jamás. Me gusta vestir a las mujeres, no tengo un prototipo. He vestido desde Mirtha a Luciana Salazar. Mujeres sin etiquetas. Esa cosa de la haute couture pacata de “si sos vedette o mediática no te visto”, conmigo no va.

–Nunca vestiste a una primera dama. ¿Te gustaría?

–No me quiero meter en el mundo de la política, trato de evitarlo.

–¿Si viniera Karina Milei?

–Me la crucé en lo de Mirtha un día que fui a vestirla al canal y Karina estaba de invitada. Le deseé lo mejor, porque eso quiero para mi país, y le dije: “Si algún día necesitás un buen tailleur, no dudes en llamarme”. Todavía no me llamó. Pero igual, trato de evitar al poder: ya se me pasó la época de querer vestir a todo el mundo.

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