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Por Cavani, Boca pasó otro examen, sigue en la Copa Sudamericana y espera a Cruzeiro

Lo gritó una, dos, tres veces. Cuando su remate de derecha infló la red después de una floja respuesta del arquero. Cuando los suplentes de Boca invadieron el terreno para abrazar al goleador. Y cuando el árbitro, que había anulado la acción a instancias del juez de línea, dibujó un cuadrado en el aire y señaló, al fin, el círculo central. Edinson Cavani festejó por triplicado su 17° grito con la camiseta del Xeneize. Y no era para menos. Por la instancia. Por el contexto. Por el marco. Por todo lo que había en juego. Ausente en Quito -por una molestia muscular- y en Florencio Varela-un poco por decisión propia, otro poco para dosificar energías-, el uruguayo se había preparado como nunca para afrontar esta suerte de final, aunque sólo fuera un playoff para pasar a los octavos de final de la Copa Sudamericana. Capitán sin cinta, el uruguayo absorbió toda la presión de la Bombonera y condujo a Boca a un triunfo ajustado que renovó las esperanzas de cara a lo que viene.

Sin refuerzos habilitados y con varios juveniles en cancha (Jabes Saralegui, Milton Delgado, Julián Ceballos), Boca se enfocó, sobre todas las cosas, en cumplir el objetivo central. De la manera que fuera, había que ganar. Dejar atrás la racha de 14 partidos de mata-mata sin triunfos y liquidar la historia en los 90 minutos. Sin penales, sin complicaciones, sin sufrir. Y Boca le bajó rápidamente la persiana al partido gracias a esa buena definición del Matador en el epílogo del primer tiempo. Ni siquiera la expulsión de Delgado, a los 16 minutos del complemento, pareció poner en riesgo una victoria tan deslucida como necesaria. Apenas un cabezazo del argentino Michael Hoyos, a poco del final, inquietó a un muy tranquilo Chiquito Romero.

Boca, está claro, continúa en deuda en casi todos los aspectos del juego. En el fondo (la dupla Lema-Rojo volvió a dar ventajas físicas ante los rapiditos de Independiente del Valle); en la generación de juego (extrañó horrores al mediocampo titular) y también en la delantera, que no tuvo quién la asista. Ante un rival ordenado, pero poco eficaz en ataque, que repartió la posesión casi sin patear al arco, Boca buscó manejar la pelota con Pol Fernández y romper por sorpresa por afuera con la trepadas de Lautaro Blanco, el principal arma de ataque del conjunto de Diego Martínez. De los pies del ex Central nació la primera chance del partido: centro a media altura para Cavani y remate mordido de Jabes Saralegui que se fue cerca del palo tras un roce en Schunke.

Boca era poco más que su rival, pero le faltaba ese jugador para abrir la defensa ecuatoriana y dejar a Cavani cara a cara con el arquero. No estaba Medina. No estaba Zenón. Y terminó siendo Merentiel, el más retrasado de los 9, el encargado de asistir al Matador. Delgado inició la contra, Cavani limpió para Saralegui y la Bestia, parado de 7, perforó la última línea rival con un pase profundo a espaldas de los centrales. Cavani resbaló en primera instancia, pero fue más rápido que Ramírez para ir en busca del rebote. Gol e historia casi terminada, VAR mediante.

Lo mejor del triunfo de Boca

El segundo tiempo fue una continuidad del primero. Porque Boca siguió manejando el trámite y porque Independiente del Valle no encontró nunca los caminos para lastimar a Romero. Avanzaba, sí, pero no atacaba. Y Boca, guiado por sus hombres de experiencia, le fue bajando el ritmo al partido y llevando el partido al terreno que más le convenía: lejos de las áreas. Sin embargo, la roja al juvenil Delgado (plancha clara contra Renato Ibarra) alteró los planes de un Martínez que, raro en él, observaba el partido sentado y casi sin dar indicaciones.

Pero el DT no demoró en reacomodar las piezas y Boca no pasó sobresaltos a pesar de la inferioridad numérica. Martínez armó una línea de cinco con doble lateral por la izquierda (Blanco-Fabra) y Boca se dedicó a rechazar de arriba un sinfín de centros llovidos a la cabeza de los centrales.

En el final, Cavani se fue ovacionado y la gente, ilusionada -y envalentonada por la derrota de River en Mendoza-, cantó por una vuelta más. El rival en octavos de la Sudamericana será Cruzeiro de Brasil, primero en la Bombonera y luego en Belo Horizonte, ya con todos los refuerzos inscriptos, los convocados a la selección ya regresados (Equi Fernández, Medina y Zenón), y con tres semanas más de trabajo para seguir ensamblando las piezas. Algo que Boca precisa con urgencia, más allá de Cavani y el desahogo del triunfo.

Lo gritó una, dos, tres veces. Cuando su remate de derecha infló la red después de una floja respuesta del arquero. Cuando los suplentes de Boca invadieron el terreno para abrazar al goleador. Y cuando el árbitro, que había anulado la acción a instancias del juez de línea, dibujó un cuadrado en el aire y señaló, al fin, el círculo central. Edinson Cavani festejó por triplicado su 17° grito con la camiseta del Xeneize. Y no era para menos. Por la instancia. Por el contexto. Por el marco. Por todo lo que había en juego. Ausente en Quito -por una molestia muscular- y en Florencio Varela-un poco por decisión propia, otro poco para dosificar energías-, el uruguayo se había preparado como nunca para afrontar esta suerte de final, aunque sólo fuera un playoff para pasar a los octavos de final de la Copa Sudamericana. Capitán sin cinta, el uruguayo absorbió toda la presión de la Bombonera y condujo a Boca a un triunfo ajustado que renovó las esperanzas de cara a lo que viene.

Sin refuerzos habilitados y con varios juveniles en cancha (Jabes Saralegui, Milton Delgado, Julián Ceballos), Boca se enfocó, sobre todas las cosas, en cumplir el objetivo central. De la manera que fuera, había que ganar. Dejar atrás la racha de 14 partidos de mata-mata sin triunfos y liquidar la historia en los 90 minutos. Sin penales, sin complicaciones, sin sufrir. Y Boca le bajó rápidamente la persiana al partido gracias a esa buena definición del Matador en el epílogo del primer tiempo. Ni siquiera la expulsión de Delgado, a los 16 minutos del complemento, pareció poner en riesgo una victoria tan deslucida como necesaria. Apenas un cabezazo del argentino Michael Hoyos, a poco del final, inquietó a un muy tranquilo Chiquito Romero.

Boca, está claro, continúa en deuda en casi todos los aspectos del juego. En el fondo (la dupla Lema-Rojo volvió a dar ventajas físicas ante los rapiditos de Independiente del Valle); en la generación de juego (extrañó horrores al mediocampo titular) y también en la delantera, que no tuvo quién la asista. Ante un rival ordenado, pero poco eficaz en ataque, que repartió la posesión casi sin patear al arco, Boca buscó manejar la pelota con Pol Fernández y romper por sorpresa por afuera con la trepadas de Lautaro Blanco, el principal arma de ataque del conjunto de Diego Martínez. De los pies del ex Central nació la primera chance del partido: centro a media altura para Cavani y remate mordido de Jabes Saralegui que se fue cerca del palo tras un roce en Schunke.

Boca era poco más que su rival, pero le faltaba ese jugador para abrir la defensa ecuatoriana y dejar a Cavani cara a cara con el arquero. No estaba Medina. No estaba Zenón. Y terminó siendo Merentiel, el más retrasado de los 9, el encargado de asistir al Matador. Delgado inició la contra, Cavani limpió para Saralegui y la Bestia, parado de 7, perforó la última línea rival con un pase profundo a espaldas de los centrales. Cavani resbaló en primera instancia, pero fue más rápido que Ramírez para ir en busca del rebote. Gol e historia casi terminada, VAR mediante.

Lo mejor del triunfo de Boca

El segundo tiempo fue una continuidad del primero. Porque Boca siguió manejando el trámite y porque Independiente del Valle no encontró nunca los caminos para lastimar a Romero. Avanzaba, sí, pero no atacaba. Y Boca, guiado por sus hombres de experiencia, le fue bajando el ritmo al partido y llevando el partido al terreno que más le convenía: lejos de las áreas. Sin embargo, la roja al juvenil Delgado (plancha clara contra Renato Ibarra) alteró los planes de un Martínez que, raro en él, observaba el partido sentado y casi sin dar indicaciones.

Pero el DT no demoró en reacomodar las piezas y Boca no pasó sobresaltos a pesar de la inferioridad numérica. Martínez armó una línea de cinco con doble lateral por la izquierda (Blanco-Fabra) y Boca se dedicó a rechazar de arriba un sinfín de centros llovidos a la cabeza de los centrales.

En el final, Cavani se fue ovacionado y la gente, ilusionada -y envalentonada por la derrota de River en Mendoza-, cantó por una vuelta más. El rival en octavos de la Sudamericana será Cruzeiro de Brasil, primero en la Bombonera y luego en Belo Horizonte, ya con todos los refuerzos inscriptos, los convocados a la selección ya regresados (Equi Fernández, Medina y Zenón), y con tres semanas más de trabajo para seguir ensamblando las piezas. Algo que Boca precisa con urgencia, más allá de Cavani y el desahogo del triunfo.

 El uruguayo le dio el triunfo al Xeneize, que le puso fin a una mala racha en los duelos mata-mata y celebró en la Bombonera  LA NACION

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