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Edificio Mihanovich. El sueño monumental de un magnate naviero que reabrió como hotel de lujo y ayer sufrió un principio de incendio

La torre, majestuosa e imponente, que se alza en el centro porteño, fue concebida como un rascacielos lo suficientemente alto “para ver y sentir la energía del Río de la Plata”. El pedido que recibieron los constructores fue preciso: “un edificio que pudiera visualizarse desde la costa cuando los marinos arribaran a Buenos Aires, navegando desde alguna tierra lejana”.

Ese fue el deseo de Nicolás Mihanovich, un importante empresario naviero, que mandó a construir la icónica torre Mihanovich en el entonces aristocrático barrio de Retiro (hoy catalogada como edificio Área de Protección Histórica), que ayer sufrió un principio de incendio rápidamente controlado gracias a un operativo de los Bomberos de la Ciudad.

De Mihanovich se conoce poco, pero lo suficiente como para saber que fue un gran visionario y emprendedor de la época. Nació en Croacia (cuando aún formaba parre del Imperio de Dalmacia), en 1848, pero siendo muy joven llegó a las costas del Río de la Plata: primero a Uruguay y luego a Buenos Aires. Su carrera en el mundo marítimo comenzó cuando, en plena guerra de la Triple Alianza, se ocupó de transportar provisiones y tropas en barcazas.

Aunque quiso regresar a su tierra natal, en su paso por Buenos Aires un compatriota lo convenció de quedarse en la ciudad. Con el tiempo y luego de asociarse con distintas personas, Mihanovich logró comprar barcos, organizar su propia flota y formar su propia compañía. Llegó a ser dueño de más de 300 navíos entre vapores de turismo y de carga, remolcadores, grúas y astilleros en la costa uruguaya y argentina.

Mihanovich lideró su área del mercado en el Río de la Plata entre las décadas de 1880 y 1920, siendo uno de los precursores de la marina mercante en nuestro país. Aunque parezca increíble, se dice que fue el referente principal del multimillonario Aristóteles Onassis, a quien aconsejó para que iniciara sus primeros emprendimientos navieros.

Una torre como un faro

Luego de su retiro de la actividad laboral y en sus últimos años de vida, Mihanovich encargó la construcción de una gran torre, en un terreno de la exclusiva calle Arroyo, que pudiera ser vista desde el puerto como un faro y recibiera a los navegantes. La misma estaría destinada a departamentos de alquiler muy amplios con dos dormitorios y área de servicios.

El proyecto comenzó en 1925 bajo el mando de los arquitectos Calvo, Jacobs y Giménez; y fue el mismo Mihanovich quien les recomendó contratar a la empresa constructora Bencich Hermanos.

“Las revistas de esa época destacaban la importancia de este emprendimiento monumental siendo no solo uno de los primeros rascacielos modernos por su proyecto arquitectónico, sino también por la nueva tecnología de hormigón armado utilizada para su estructura”, resalta la arquitecta Alicia Aletti, asesora patrimonial y especialista en conservación de edificios históricos.

Los arquitectos proyectaron el rascacielos al estilo de los más renombrados edificios norteamericanos de la época, como el Bankers Trust de Nueva York. La composición final del proyecto fue de tres bloques con pasajes internos para carruajes: dos bloques frontales sobre la calle Arroyo y el tercer bloque en forma de torre con una cúpula piramidal con vistas hacia la costa del Río de la Plata.

En los bloques bajos, donde se instalaron las porterías y dos locales comerciales (una farmacia y un almacén), se utilizaron lenguajes clásicos del ornamento francés, mientras que en la torre el remate fue de inspiración art déco y con fuertes reminiscencias en su cúpula al Mausoleo de Halicarnaso en Asia.

“Mihanovich quiso construir el edificio más alto de Buenos Aires, superando al Palacio Barolo. Por eso se proyectó casi en 100 metros de altura, pero cuentan por ahí que la esposa del intendente de aquel entonces se negó a semejante altitud porque vivían a muy pocos metros y tenía temor de que el edificio le tapara el sol o que se desplomara. La cuestión se resolvió reformando el proyecto y la torre finalmente alcanzó casi los 80 metros de altura, con veinte pisos”, relata Aletti.

El edificio se terminó de construir recién en 1929 y aunque Mihanovich llegó a subir a la torre y a los últimos pisos, donde instalaría su residencia, gracias a los juegos inesperados del destino, no pudo verlo finalizado, ya que falleció ese mismo año, a los 83 años.

Hotel de lujo

Con la muerte de Mihanovich, los hermanos Bencich compraron el edificio a sus herederos y comenzó a funcionar para rentas, tal como estaba planeado.

“Giménez, uno de los arquitectos del edificio, y también el tataranieto de Mihanovich, fueron algunos de quienes ocuparon, junto a sus familias, algunos departamentos. Ninguno de los dos olvida al escritor Dalmiro Sáenz, que también vivía en el edificio y solicitaba a su numerosa familia y a los vecinos que hicieran silencio mientras él escribía”, cuenta Aletti.

Sin embargo, la ley de alquileres de 1943 congeló el valor de renta durante muchos años, dejando de ser buen negocio para los locadores. Con el correr del tiempo, el edificio fue desocupado en su totalidad y más de 70 años después de su construcción fue refuncionalizado para convertirse en un hotel.

Accor, la reconocida cadena hotelera francesa, tomó el inmueble en alquiler y comenzaron un enorme trabajo de restauración y refacción a cargo del estudio del arquitecto Daniel Fernández. Así, en 2002 el Hotel Sofitel Buenos Aires de cinco estrellas pudo abrir sus puertas.

Con una superficie construida y ampliada de 13.700 m2, el proyecto ganó el Premio a la mejor intervención en Obras de Patrimonio Edificado en el año 2003 y el hotel fue elegido ese mismo año como uno de los mejores 80 nuevos hoteles del mundo por la revista internacional Condé Nast Traveller, especializada en turismo de lujo.

Un tema central fue la puesta en valor de las fachadas manteniendo la fisonomía general de la obra original en el exterior. Entre los desafíos más importantes, tuvieron que lograr el espacio para ubicar las salas de máquinas, las cocheras, la cocina principal, los depósitos generales y los espacios destinados al personal del hotel.

En los edificios delanteros se eliminaron las columnas interiores para permitir la incorporación de salones, un restaurante y un bar; y una mejor disposición de las habitaciones. A su vez, se cubrió con cristal el pasaje y las calles interiores.

En la torre, la tarea consistió en la demolición completa del interior y sus instalaciones, las particiones de cada habitación, y los pasadizos de ascensores en reemplazo de la escalera original. El hotel llegó a tener 144 habitaciones y 28 suites; y funcionó hasta el año 2017.

Para sorpresa de todos, después de la salida del Hotel Sofitel, el edificio Mihanovich quedó desocupado hasta el 2023 cuando la cadena española Único Hotels decidió desembarcar en Buenos Aires con el hotel cinco estrellas Casa Lucía.

Así, luego de un año de remodelación dirigida por la firma Torrado Arquitectos de Buenos Aires, el hotel quedó finalmente inaugurado haciendo renacer al histórico edificio.

La torre, majestuosa e imponente, que se alza en el centro porteño, fue concebida como un rascacielos lo suficientemente alto “para ver y sentir la energía del Río de la Plata”. El pedido que recibieron los constructores fue preciso: “un edificio que pudiera visualizarse desde la costa cuando los marinos arribaran a Buenos Aires, navegando desde alguna tierra lejana”.

Ese fue el deseo de Nicolás Mihanovich, un importante empresario naviero, que mandó a construir la icónica torre Mihanovich en el entonces aristocrático barrio de Retiro (hoy catalogada como edificio Área de Protección Histórica), que ayer sufrió un principio de incendio rápidamente controlado gracias a un operativo de los Bomberos de la Ciudad.

De Mihanovich se conoce poco, pero lo suficiente como para saber que fue un gran visionario y emprendedor de la época. Nació en Croacia (cuando aún formaba parre del Imperio de Dalmacia), en 1848, pero siendo muy joven llegó a las costas del Río de la Plata: primero a Uruguay y luego a Buenos Aires. Su carrera en el mundo marítimo comenzó cuando, en plena guerra de la Triple Alianza, se ocupó de transportar provisiones y tropas en barcazas.

Aunque quiso regresar a su tierra natal, en su paso por Buenos Aires un compatriota lo convenció de quedarse en la ciudad. Con el tiempo y luego de asociarse con distintas personas, Mihanovich logró comprar barcos, organizar su propia flota y formar su propia compañía. Llegó a ser dueño de más de 300 navíos entre vapores de turismo y de carga, remolcadores, grúas y astilleros en la costa uruguaya y argentina.

Mihanovich lideró su área del mercado en el Río de la Plata entre las décadas de 1880 y 1920, siendo uno de los precursores de la marina mercante en nuestro país. Aunque parezca increíble, se dice que fue el referente principal del multimillonario Aristóteles Onassis, a quien aconsejó para que iniciara sus primeros emprendimientos navieros.

Una torre como un faro

Luego de su retiro de la actividad laboral y en sus últimos años de vida, Mihanovich encargó la construcción de una gran torre, en un terreno de la exclusiva calle Arroyo, que pudiera ser vista desde el puerto como un faro y recibiera a los navegantes. La misma estaría destinada a departamentos de alquiler muy amplios con dos dormitorios y área de servicios.

El proyecto comenzó en 1925 bajo el mando de los arquitectos Calvo, Jacobs y Giménez; y fue el mismo Mihanovich quien les recomendó contratar a la empresa constructora Bencich Hermanos.

“Las revistas de esa época destacaban la importancia de este emprendimiento monumental siendo no solo uno de los primeros rascacielos modernos por su proyecto arquitectónico, sino también por la nueva tecnología de hormigón armado utilizada para su estructura”, resalta la arquitecta Alicia Aletti, asesora patrimonial y especialista en conservación de edificios históricos.

Los arquitectos proyectaron el rascacielos al estilo de los más renombrados edificios norteamericanos de la época, como el Bankers Trust de Nueva York. La composición final del proyecto fue de tres bloques con pasajes internos para carruajes: dos bloques frontales sobre la calle Arroyo y el tercer bloque en forma de torre con una cúpula piramidal con vistas hacia la costa del Río de la Plata.

En los bloques bajos, donde se instalaron las porterías y dos locales comerciales (una farmacia y un almacén), se utilizaron lenguajes clásicos del ornamento francés, mientras que en la torre el remate fue de inspiración art déco y con fuertes reminiscencias en su cúpula al Mausoleo de Halicarnaso en Asia.

“Mihanovich quiso construir el edificio más alto de Buenos Aires, superando al Palacio Barolo. Por eso se proyectó casi en 100 metros de altura, pero cuentan por ahí que la esposa del intendente de aquel entonces se negó a semejante altitud porque vivían a muy pocos metros y tenía temor de que el edificio le tapara el sol o que se desplomara. La cuestión se resolvió reformando el proyecto y la torre finalmente alcanzó casi los 80 metros de altura, con veinte pisos”, relata Aletti.

El edificio se terminó de construir recién en 1929 y aunque Mihanovich llegó a subir a la torre y a los últimos pisos, donde instalaría su residencia, gracias a los juegos inesperados del destino, no pudo verlo finalizado, ya que falleció ese mismo año, a los 83 años.

Hotel de lujo

Con la muerte de Mihanovich, los hermanos Bencich compraron el edificio a sus herederos y comenzó a funcionar para rentas, tal como estaba planeado.

“Giménez, uno de los arquitectos del edificio, y también el tataranieto de Mihanovich, fueron algunos de quienes ocuparon, junto a sus familias, algunos departamentos. Ninguno de los dos olvida al escritor Dalmiro Sáenz, que también vivía en el edificio y solicitaba a su numerosa familia y a los vecinos que hicieran silencio mientras él escribía”, cuenta Aletti.

Sin embargo, la ley de alquileres de 1943 congeló el valor de renta durante muchos años, dejando de ser buen negocio para los locadores. Con el correr del tiempo, el edificio fue desocupado en su totalidad y más de 70 años después de su construcción fue refuncionalizado para convertirse en un hotel.

Accor, la reconocida cadena hotelera francesa, tomó el inmueble en alquiler y comenzaron un enorme trabajo de restauración y refacción a cargo del estudio del arquitecto Daniel Fernández. Así, en 2002 el Hotel Sofitel Buenos Aires de cinco estrellas pudo abrir sus puertas.

Con una superficie construida y ampliada de 13.700 m2, el proyecto ganó el Premio a la mejor intervención en Obras de Patrimonio Edificado en el año 2003 y el hotel fue elegido ese mismo año como uno de los mejores 80 nuevos hoteles del mundo por la revista internacional Condé Nast Traveller, especializada en turismo de lujo.

Un tema central fue la puesta en valor de las fachadas manteniendo la fisonomía general de la obra original en el exterior. Entre los desafíos más importantes, tuvieron que lograr el espacio para ubicar las salas de máquinas, las cocheras, la cocina principal, los depósitos generales y los espacios destinados al personal del hotel.

En los edificios delanteros se eliminaron las columnas interiores para permitir la incorporación de salones, un restaurante y un bar; y una mejor disposición de las habitaciones. A su vez, se cubrió con cristal el pasaje y las calles interiores.

En la torre, la tarea consistió en la demolición completa del interior y sus instalaciones, las particiones de cada habitación, y los pasadizos de ascensores en reemplazo de la escalera original. El hotel llegó a tener 144 habitaciones y 28 suites; y funcionó hasta el año 2017.

Para sorpresa de todos, después de la salida del Hotel Sofitel, el edificio Mihanovich quedó desocupado hasta el 2023 cuando la cadena española Único Hotels decidió desembarcar en Buenos Aires con el hotel cinco estrellas Casa Lucía.

Así, luego de un año de remodelación dirigida por la firma Torrado Arquitectos de Buenos Aires, el hotel quedó finalmente inaugurado haciendo renacer al histórico edificio.

 A principios del siglo XX, Nicolás Mihanovich quiso construir la torre más alta de Buenos Aires pero la ciudad no se lo permitió porque una vecina -casualmente la mujer del intendente- temía que le tapase el sol…  LA NACION

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