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María Cersósimo: fue top model en los 90, se mudó a Miami por amor y un problema de salud la acercó a la filosofía budista

Fue una de las top model de los 90 y tuvo su paso por televisión cuando protagonizó 90-60-90 Modelos en Canal 9, junto con otras colegas. Hace 20 años que María Cersósimo vive en Miami, donde se mudó por amor y formó una familia con José Mollá y sus hijas, Luna y Kayla. Hace unos años se certificó como coaching en Conscious Parenting (crianza consciente), una metodología que, cuenta, la ayudó en su vida privada y que ahora también ejerce. En diálogo con LA NACIÓN, María Cersósimo narró cómo es su vida en los Estados Unidos, su historia con el publicista del que se enamoró, recordó su paso por las pasarelas y la televisión y habló de la filosofía budista que abrazó hace un tiempo, luego de que le diagnosticaran un cáncer de tiroides.

-¿Cómo es tu vida hoy?

-Vengo haciendo varias cosas lo largo de los años, pero siempre muy presente en casa y en la familia. Y hace un tiempo me certifiqué en crianza consciente y soy coach de esta metodología. Todo empezó cuando mis hijas, Luna (17) y Kayla (15), entraron en la adolescencia. Ahí dije: “¿Y ahora que hago?” (risas). Porque que cambian todas las reglas del juego. Sentí que tenía que aprender nuevas herramientas para enfrentar esa etapa; estaba miedosa, controladora y creando una situación que me alejaba de mis hijas en lugar de ser parte de la vida de ellas. Sucedía lo contrario a lo que yo quería, que era estar cerca. Y la doctora Shefali Tsabary creó este método cuya filosofía es ahondar en la conexión con tu hijo, y trabajar en uno mismo para poder acompañar sus procesos. Me ayudaron mucho personalmente y ahora estoy creando workshops con otras madres, porque siempre hay desafíos y nadie nace sabiendo cómo ser padres. Con esta certificación en esta metodología también tengo clientes, como los llaman acá, o voy a colegios a dar charlas. Es un método bastante revolucionario. Además, me gusta porque esta doctora nació en India y combina muchos aspectos de la filosofía budista que yo sigo desde hace varios años.

-¿Dejaste de lado tu profesión de modelo y actriz?

-Si y no. Todavía hoy hago alguna que otra cosa como modelo, cuando me divierte y sale algo interesante. Y como actriz no volví a trabajar porque siempre supe que no era lo mío. Lo último que hice antes de mudarme fue el noticiero de Fox Sports y, sin ser periodista deportiva porque empecé la carrera pero no la terminé, trabajaba como presentadora en un canal de deportes.

-Siempre se dijo que había una competencia feroz en el mundo de las modelos y que se hacían maldades. ¿Cómo viviste ese momento?

-Trabajo desde los 18 años y la verdad es que no recuerdo que hubiera competencia entre nosotras. Más bien nos ayudábamos, nos prestábamos los maquillajes o lo que necesitáramos. Había mucha camaradería en la camada de esa época y no recuerdo que fuera un “sálvese quien pueda, que acá vengo con el cuchillo entre los dientes”. Nada que ver. Fue una época muy bonita, todas estábamos en la misma página de trabajar, ir hacia adelante y apoyarnos. No sé qué vino después.

-Y tuviste tu momento como actriz. ¿Cómo se dio?

-Con 90-60-90 modelos. Lo hice porque se dio la oportunidad y me divertía; parte del elenco éramos modelos y no se nos exigía actuar sino seguir las instrucciones del director y lo que nos sugería en cuanto a la intención. Mi personaje era la mala, la que competía, todo lo opuesto a lo que soy yo en la vida real, y por eso era divertido hacerlo. La novela tuvo una gran audiencia y hasta el día de hoy me hablan de eso; mis hijas se sorprenden cuando me reconocen porque no saben de etapa mía de exposición pública. A la novela le iba fantástico y nosotras jugábamos actuar, porque nunca me consideré actriz; no era lo mío. Era un grupo de trabajo hermoso, con las chicas modelos nos hicimos muy amigas y algunas de esas amistades muy sólidas continúan hasta hoy. Después hice participaciones en Vulnerables, Chiquititas, una comedia con Adrián Suar en Canal 13. Pequeñas cosas, pero no era lo mío.

-¿Cómo fue que te subiste por primera vez a una pasarela?

-Yo iba al colegio Northlands y siempre se hacía un desfile en quinto año para juntar fondos; me tocó desfilar y hablaban de mi altura y mi sonrisa. Entonces decidí ir a aprender a caminar porque era un desastre. Hice un curso en la escuela de Tini de Bocourt y ella me contactó con Pelito Gálvez, que trabajaba como modelo en París y para una agencia que buscaba modelos que quisieran ir a trabajar a Francia. Me hizo unas fotos, las mandó a la agencia y me llamaron. Así que empecé a trabajar en París antes que en Buenos Aires. Después fui a España y cuando volví enseguida me sumé a la agencia de Pancho Dotto. Empecé al revés y fue todo muy divertido. La vida me llevó a trabajar rápidamente cuando terminé la escuela y me subí a ese tren porque me gustaba viajar, ser independiente económicamente.

-¿Fue difícil despedirte de tu vida profesional para iniciar una etapa nueva en Miami?

-La verdad que no porque trabajé mucho sobre esa decisión para que, pasara lo que pasase con José, no le cargara esa cuenta a él. Sentí que la relación valía la pena y nos fue bien porque seguimos juntos y tenemos una familia súper linda.

-¿Cómo se conocieron?

-Él vivía en Miami y yo en Buenos Aires. Nos conocimos a través de Paola de la Torre porque ella estaba saliendo con el hermano de José, Joaquín, con quien después se casó y tuvo hijos, por eso nuestros hijos son primos hermanos. Nos vimos una vez que José viajó a Buenos Aires y después de que Paola me quemara la cabeza diciendo que lo tenía que conocer (risas). Y la verdad es que fue muy intuitiva. Además, se daba la casualidad que yo le alquilaba un departamento a José sin conocerlo, porque trataba con su mamá. Así que fui su inquilina bastante tiempo antes de vernos por primera vez.

-Fuiste inquilina de tu futuro marido sin conocerlo…

-Exacto. Finalmente nos conocimos, al principio no pasó nada y después nos enamoramos. Durante un tiempo viajábamos cada vez que podíamos, hasta que tomé la decisión de mudarme a Miami.

-Te mudaste por amor. Fue una decisión valiente haber arriesgado tu carrera, porque eras una top model.

-Tenía todo, es verdad. Fue una etapa muy linda. Para mí el modelaje era un trabajo. Quiero decir que no me definía como modelo sino que trabajaba de modelo. Y nunca fui de involucrarme con la parte social del trabajo, de hecho siempre fue una guerra con Pancho Dotto, porque quería que vaya a los eventos y yo no quería, o iba cinco minutos y me volvía a mi casa. Fue una etapa divertida, se pagaba bien y me quedan muchas amigas de esa época. Tengo los mejores recuerdos, y Pancho era un manager espectacular que te cuidaba muchísimo, estaba detrás de todos los detalles; nunca tuve ningún problema.

El mundo espiritual

-Comentaste que prácticas el Budismo, incluso conoces al Dalai Lama. ¿Cómo te interesaste por esa filosofía?

-A los veintipico empezó a interesarme mucho la meditación y la filosofía budista, pero en ese momento no tenía un maestro y era autodidacta, aunque tampoco tenía la constancia de una práctica. Después conocí a una terapeuta y algunas de las partes de esa terapia tenían que ver con la filosofía budista. Estaba conectada con la meditación, pero no lo sostenía en el tiempo hasta que hace 11 años tuve cáncer de tiroides y cuando me diagnosticaron se me volaron los patos. Me asusté mucho, tuve mucha ansiedad y preocupación. Después de la cirugía me sentí muy mal físicamente, emocionalmente, y con mis hijas muy chicas. En un momento mi mamá viajó para ayudarme con las chicas y recuerdo que un día me dijo que descansara que ella se ocupaba. Y me fui a mi cuarto, encendí la computadora y googleé budismo; sabía que esa filosofía iba a ayudarme porque te da herramientas para trabajar tu mundo interno y entender bastantes cosas. Miré videos de un curso que se llama Descubriendo el budismo, presentado por Richard Gere. Sabía que él era un discípulo del Dalai Lama y me dio confianza, y a raíz de escuchar a los maestros por primera vez me calmé y tuve la certeza de que tenía que aprender eso. Me enganché con una de las maestras que es una monja, le escribí por Facebook, le di las gracias, le conté la situación por la que estaba pasando y empezamos a tener una correspondencia, me mandaba meditaciones, prácticas. Al tiempo viajé a conocerla a Londres y me hice budista porque era lo que necesitaba. En 2019 cumplí 50 años y desde hacía tiempo decía que quería viajar a la India y conocer al Dalai Lama. No sabía cómo hacer, porque no es tan fácil, hasta que unos amigos me dijeron que había una posibilidad de conocerlo y viajamos con un grupo a la India, en diciembre.

-Fue tu regalo de 50, como lo deseabas…

-Sí, cumplí 50 el 3 de diciembre y el 11 estaba agarrándole la mano al Dalai Lama. Fue un viaje increíble y pude compartir algunos momentos con un grupo espectacular. Viviendo en un monasterio y asistiendo a enseñanzas del Dalai Lama, y tuvimos una audiencia que me movilizó mucho. Después volví a la India hace dos años y volví a verlo. Y el año pasado tuve la oportunidad de agradecerle a Richard Gere, porque lo encontré en unas enseñanzas de una maestra tibetana, en Nueva York. Estaba él, como uno más, y cuando terminó la charla me acerqué y le agradecí, le conté un poco lo que me había pasado y que me ayudaron mucho sus videos. Fue muy amoroso, me escuchó atentamente y se preocupó por saber si estaba bien de salud; me dijo que en los momentos más difíciles es cuando encontramos a nuestros maestros espirituales. Además, como consecuencia de eso, fundé un grupo de estudios budistas en Miami que funcionó durante siete años y después cerró en pandemia.

-¿Y de salud, cómo estás?

-Bien. Es muy cliché, pero el peor momento de mi vida me trajo muchas bendiciones y algo muy rico para mí y quienes me rodean.

Fue una de las top model de los 90 y tuvo su paso por televisión cuando protagonizó 90-60-90 Modelos en Canal 9, junto con otras colegas. Hace 20 años que María Cersósimo vive en Miami, donde se mudó por amor y formó una familia con José Mollá y sus hijas, Luna y Kayla. Hace unos años se certificó como coaching en Conscious Parenting (crianza consciente), una metodología que, cuenta, la ayudó en su vida privada y que ahora también ejerce. En diálogo con LA NACIÓN, María Cersósimo narró cómo es su vida en los Estados Unidos, su historia con el publicista del que se enamoró, recordó su paso por las pasarelas y la televisión y habló de la filosofía budista que abrazó hace un tiempo, luego de que le diagnosticaran un cáncer de tiroides.

-¿Cómo es tu vida hoy?

-Vengo haciendo varias cosas lo largo de los años, pero siempre muy presente en casa y en la familia. Y hace un tiempo me certifiqué en crianza consciente y soy coach de esta metodología. Todo empezó cuando mis hijas, Luna (17) y Kayla (15), entraron en la adolescencia. Ahí dije: “¿Y ahora que hago?” (risas). Porque que cambian todas las reglas del juego. Sentí que tenía que aprender nuevas herramientas para enfrentar esa etapa; estaba miedosa, controladora y creando una situación que me alejaba de mis hijas en lugar de ser parte de la vida de ellas. Sucedía lo contrario a lo que yo quería, que era estar cerca. Y la doctora Shefali Tsabary creó este método cuya filosofía es ahondar en la conexión con tu hijo, y trabajar en uno mismo para poder acompañar sus procesos. Me ayudaron mucho personalmente y ahora estoy creando workshops con otras madres, porque siempre hay desafíos y nadie nace sabiendo cómo ser padres. Con esta certificación en esta metodología también tengo clientes, como los llaman acá, o voy a colegios a dar charlas. Es un método bastante revolucionario. Además, me gusta porque esta doctora nació en India y combina muchos aspectos de la filosofía budista que yo sigo desde hace varios años.

-¿Dejaste de lado tu profesión de modelo y actriz?

-Si y no. Todavía hoy hago alguna que otra cosa como modelo, cuando me divierte y sale algo interesante. Y como actriz no volví a trabajar porque siempre supe que no era lo mío. Lo último que hice antes de mudarme fue el noticiero de Fox Sports y, sin ser periodista deportiva porque empecé la carrera pero no la terminé, trabajaba como presentadora en un canal de deportes.

-Siempre se dijo que había una competencia feroz en el mundo de las modelos y que se hacían maldades. ¿Cómo viviste ese momento?

-Trabajo desde los 18 años y la verdad es que no recuerdo que hubiera competencia entre nosotras. Más bien nos ayudábamos, nos prestábamos los maquillajes o lo que necesitáramos. Había mucha camaradería en la camada de esa época y no recuerdo que fuera un “sálvese quien pueda, que acá vengo con el cuchillo entre los dientes”. Nada que ver. Fue una época muy bonita, todas estábamos en la misma página de trabajar, ir hacia adelante y apoyarnos. No sé qué vino después.

-Y tuviste tu momento como actriz. ¿Cómo se dio?

-Con 90-60-90 modelos. Lo hice porque se dio la oportunidad y me divertía; parte del elenco éramos modelos y no se nos exigía actuar sino seguir las instrucciones del director y lo que nos sugería en cuanto a la intención. Mi personaje era la mala, la que competía, todo lo opuesto a lo que soy yo en la vida real, y por eso era divertido hacerlo. La novela tuvo una gran audiencia y hasta el día de hoy me hablan de eso; mis hijas se sorprenden cuando me reconocen porque no saben de etapa mía de exposición pública. A la novela le iba fantástico y nosotras jugábamos actuar, porque nunca me consideré actriz; no era lo mío. Era un grupo de trabajo hermoso, con las chicas modelos nos hicimos muy amigas y algunas de esas amistades muy sólidas continúan hasta hoy. Después hice participaciones en Vulnerables, Chiquititas, una comedia con Adrián Suar en Canal 13. Pequeñas cosas, pero no era lo mío.

-¿Cómo fue que te subiste por primera vez a una pasarela?

-Yo iba al colegio Northlands y siempre se hacía un desfile en quinto año para juntar fondos; me tocó desfilar y hablaban de mi altura y mi sonrisa. Entonces decidí ir a aprender a caminar porque era un desastre. Hice un curso en la escuela de Tini de Bocourt y ella me contactó con Pelito Gálvez, que trabajaba como modelo en París y para una agencia que buscaba modelos que quisieran ir a trabajar a Francia. Me hizo unas fotos, las mandó a la agencia y me llamaron. Así que empecé a trabajar en París antes que en Buenos Aires. Después fui a España y cuando volví enseguida me sumé a la agencia de Pancho Dotto. Empecé al revés y fue todo muy divertido. La vida me llevó a trabajar rápidamente cuando terminé la escuela y me subí a ese tren porque me gustaba viajar, ser independiente económicamente.

-¿Fue difícil despedirte de tu vida profesional para iniciar una etapa nueva en Miami?

-La verdad que no porque trabajé mucho sobre esa decisión para que, pasara lo que pasase con José, no le cargara esa cuenta a él. Sentí que la relación valía la pena y nos fue bien porque seguimos juntos y tenemos una familia súper linda.

-¿Cómo se conocieron?

-Él vivía en Miami y yo en Buenos Aires. Nos conocimos a través de Paola de la Torre porque ella estaba saliendo con el hermano de José, Joaquín, con quien después se casó y tuvo hijos, por eso nuestros hijos son primos hermanos. Nos vimos una vez que José viajó a Buenos Aires y después de que Paola me quemara la cabeza diciendo que lo tenía que conocer (risas). Y la verdad es que fue muy intuitiva. Además, se daba la casualidad que yo le alquilaba un departamento a José sin conocerlo, porque trataba con su mamá. Así que fui su inquilina bastante tiempo antes de vernos por primera vez.

-Fuiste inquilina de tu futuro marido sin conocerlo…

-Exacto. Finalmente nos conocimos, al principio no pasó nada y después nos enamoramos. Durante un tiempo viajábamos cada vez que podíamos, hasta que tomé la decisión de mudarme a Miami.

-Te mudaste por amor. Fue una decisión valiente haber arriesgado tu carrera, porque eras una top model.

-Tenía todo, es verdad. Fue una etapa muy linda. Para mí el modelaje era un trabajo. Quiero decir que no me definía como modelo sino que trabajaba de modelo. Y nunca fui de involucrarme con la parte social del trabajo, de hecho siempre fue una guerra con Pancho Dotto, porque quería que vaya a los eventos y yo no quería, o iba cinco minutos y me volvía a mi casa. Fue una etapa divertida, se pagaba bien y me quedan muchas amigas de esa época. Tengo los mejores recuerdos, y Pancho era un manager espectacular que te cuidaba muchísimo, estaba detrás de todos los detalles; nunca tuve ningún problema.

El mundo espiritual

-Comentaste que prácticas el Budismo, incluso conoces al Dalai Lama. ¿Cómo te interesaste por esa filosofía?

-A los veintipico empezó a interesarme mucho la meditación y la filosofía budista, pero en ese momento no tenía un maestro y era autodidacta, aunque tampoco tenía la constancia de una práctica. Después conocí a una terapeuta y algunas de las partes de esa terapia tenían que ver con la filosofía budista. Estaba conectada con la meditación, pero no lo sostenía en el tiempo hasta que hace 11 años tuve cáncer de tiroides y cuando me diagnosticaron se me volaron los patos. Me asusté mucho, tuve mucha ansiedad y preocupación. Después de la cirugía me sentí muy mal físicamente, emocionalmente, y con mis hijas muy chicas. En un momento mi mamá viajó para ayudarme con las chicas y recuerdo que un día me dijo que descansara que ella se ocupaba. Y me fui a mi cuarto, encendí la computadora y googleé budismo; sabía que esa filosofía iba a ayudarme porque te da herramientas para trabajar tu mundo interno y entender bastantes cosas. Miré videos de un curso que se llama Descubriendo el budismo, presentado por Richard Gere. Sabía que él era un discípulo del Dalai Lama y me dio confianza, y a raíz de escuchar a los maestros por primera vez me calmé y tuve la certeza de que tenía que aprender eso. Me enganché con una de las maestras que es una monja, le escribí por Facebook, le di las gracias, le conté la situación por la que estaba pasando y empezamos a tener una correspondencia, me mandaba meditaciones, prácticas. Al tiempo viajé a conocerla a Londres y me hice budista porque era lo que necesitaba. En 2019 cumplí 50 años y desde hacía tiempo decía que quería viajar a la India y conocer al Dalai Lama. No sabía cómo hacer, porque no es tan fácil, hasta que unos amigos me dijeron que había una posibilidad de conocerlo y viajamos con un grupo a la India, en diciembre.

-Fue tu regalo de 50, como lo deseabas…

-Sí, cumplí 50 el 3 de diciembre y el 11 estaba agarrándole la mano al Dalai Lama. Fue un viaje increíble y pude compartir algunos momentos con un grupo espectacular. Viviendo en un monasterio y asistiendo a enseñanzas del Dalai Lama, y tuvimos una audiencia que me movilizó mucho. Después volví a la India hace dos años y volví a verlo. Y el año pasado tuve la oportunidad de agradecerle a Richard Gere, porque lo encontré en unas enseñanzas de una maestra tibetana, en Nueva York. Estaba él, como uno más, y cuando terminó la charla me acerqué y le agradecí, le conté un poco lo que me había pasado y que me ayudaron mucho sus videos. Fue muy amoroso, me escuchó atentamente y se preocupó por saber si estaba bien de salud; me dijo que en los momentos más difíciles es cuando encontramos a nuestros maestros espirituales. Además, como consecuencia de eso, fundé un grupo de estudios budistas en Miami que funcionó durante siete años y después cerró en pandemia.

-¿Y de salud, cómo estás?

-Bien. Es muy cliché, pero el peor momento de mi vida me trajo muchas bendiciones y algo muy rico para mí y quienes me rodean.

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