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El peronismo sufre una nueva crisis a causa de Alberto Fernández, pero encuentra un aliado impensado

El peronismo buscaba desembarazarse de Alberto Fernández. La plana mayor de la principal fuerza de oposición ya lo había marginado del PJ, al que lo forzó a pedir licencia, y lo consideraba un electrón suelto que no tendría lugar en la nueva etapa, con proa a las elecciones legislativas de 2025. Figuras como Cristina Kirchner y Sergio Massa, aún desde el silencio recurrente, o un Axel Kicillof que se presenta como la contracara de Javier Milei, no consideraban su futuro político junto al expresidente. Pero “la pesadilla de Olivos” volvió a irrumpir para frustrar esos planes.

La denuncia de violencia de género que Fabiola Yañez presentó finalmente ante la Justicia contra Fernández opera, en los hechos, como revolver en una herida que nunca cerró y que cada vez se va haciendo más grande. Porque en términos cronológicos, aparece vinculada a la fiesta de cumpleaños de la ex primera dama en la quinta de Olivos en plena pandemia, en 2020, cuyo impacto social fue tan determinante que le costó una derrota electoral al Frente de Todos -ahora Unión por la Patria- en los comicios de 2021, al conocerse las fotos pocas semanas antes de las PASO.

Ahora, el impacto de las imágenes en las que Yañez aparece golpeada en la cara y el cuerpo -divulgadas el jueves pasado- preanuncia tormentas para el peronismo a un año de las próximas elecciones primarias, porque vuelve a correr el foco del escenario de polarización que plantearon sus dirigentes en los últimos meses, basándose en un supuesto fracaso económico del gobierno libertario. Pero aún si eso sucediera, el escollo más grande que se le presenta al PJ es político: cómo superar el castigo de una sociedad que vuelve a decepcionarse y enojarse con sus representantes.

Las primeras reacciones al escándalo protagonizado por Fernández fueron sintomáticas. Cristina Kirchner mandó a sus fieles Mayra Mendoza y Anabel Fernández Sagasti -desde México, donde la acompañaron en una infrecuente visita- a recordar que su excompañero de fórmula había tenido con ella actitudes machistas porque no aceptó la conducción política de una mujer. La resignificación de la pelea que hizo fracasar al gobierno anterior, surgida de las usinas de La Cámpora, tendió a exculpar a la exvicepresidenta, pese a que fue la gran electora de Fernández.

Massa, por su parte, optó por promover un comunicado de las mujeres del Frente Renovador, entre las que se destaca su esposa Malena Galmarini, que repudió la violencia de género y se solidarizó con Yañez, aunque el líder del espacio no hizo todavía un pronunciamiento personal. El exministro de Economía se concibió a sí mismo como el fiel de la balanza entre el albertismo y el kirchnerismo en el gobierno anterior, a tal punto que terminó quedándose con la candidatura presidencial a modo de síntesis, pero ahora le cerró la puerta a Fernández, al tiempo que se la deja abierta a Cristina.

El massismo exudó fastidio en los últimos días. Había preparado un encuentro partidario en Sierra de la Ventana, desde donde se haría una autocrítica sobre el momento que atraviesa el peronismo y los referentes podrían escuchar un primer análisis de Massa sobre la marcha del gobierno de Milei, pero el impacto del affaire de Alberto Fernández obligó a los renovadores a suspender la reunión. El mismo fastidio se expandió entre los partidarios de Kicillof, que pretendían exhibir esta semana su alianza con el riojano Ricardo Quintela y promoverlo hacia la presidencia del PJ nacional.

Pero el acto en el que formalmente se presentó la nueva Constitución de La Rioja, a la que Kicillof equiparó a la carta magna peronista de 1949, quedó opacado por las fotos de Yañez golpeada y las guardias periodísticas en la torre de Puerto Madero donde vive Fernández. El gobernador bonaerense dijo estar “en shock” por las revelaciones en torno a la expareja presidencial, mientras que Andrés Larroque -el ministro que suele hablar un tono más arriba que su actual jefe- buscó encapsular el daño: “Por los errores de las personas no puede pagar el precio la doctrina peronista”, dijo.

En el bloque de diputados de UP se registró una discusión interna entre los que mantuvieron una línea jurídica -la presunción de inocencia- y las que plantearon la “convicción feminista” de que hay que creerle a una mujer que denuncia violencia. Con Mónica Macha a la cabeza, emitieron un comunicado de repudio a Fernández en nombre de la bancada, algo que no habían logrado hacer en los casos de Fernando Espinoza y José Alperovich. Ahora, con las pruebas a la vista, salieron a rechazar el comportamiento de un “aliado” que incorporó a su gestión la agenda de género.

Si para el feminismo de cuño peronista la violencia ejercida por Fernández contra Yañez se convirtió en un golpe simbólico al propio movimiento, para los dirigentes del PJ porteño que acompañaron al expresidente en toda su vida política la aparición de las fotos fue devastadora. Algunos de ellos, como Julio Vitobello y Alberto Iribarne, lo acompañaron a Fernández en sus horas más oscuras, cuando tuvo una descompensación emocional en la torre de Puerto Madero donde vive. Otros no saben qué pensar y dudan de que el exmandatario les “mienta como con las fotos de Olivos”.

En medio de una crisis profunda, alimentada por las desventuras de Fernández, que lo persiguen desde 2020, el peronismo cuenta sin embargo con un aliado impensado: el presidente Milei. La intención de la mesa chica libertaria de regenerar la polarización política y electoral con el kirchnerismo de cara a las elecciones legislativas de 2025 volvió a evidenciarse en los últimos días cuando el mandatario y sus seguidores hablaron de la “hipocresía progresista” que guió al país hasta el año pasado. Para ellos, se trata de confrontar el nuevo modelo libertario con el corporativismo justicialista.

El escenario de tercios que se rompió con el colapso de Juntos por el Cambio, lo que abrió un proceso de cooptación de dirigentes de ese espacio por parte de La Libertad Avanza, tiene paradójicamente como interesados en que no resurja tanto a Milei y su asesor principal Santiago Caputo, como así también a Cristina Kirchner, Massa y Kicillof. Más allá de las especulaciones electorales, ese entendimiento tácito se refleja en la candidatura del juez Ariel Lijo a la Corte Suprema. Y en los contactos subterráneos que siguen fluyendo entre la Casa Rosada y las terminales peronistas.

Fernández les dice por estas horas a sus allegados, los pocos que le quedan: “No me merezco lo que me está pasando”. Pero no para de sufrir contratiempos ingratos para él, como un pronunciamiento del club de sus amores, Argentinos Juniors, del cual es “socio honorario”, el pedido de la UBA para que no dicte clases el próximo cuatrimestre -algo que hace desde 1985- y un comunicado del bloque de legisladores porteños de UP que pide “determinar las responsabilidades pertinentes”. No se puede imaginar nada más parecido a un camino al destierro político y social.

El peronismo buscaba desembarazarse de Alberto Fernández. La plana mayor de la principal fuerza de oposición ya lo había marginado del PJ, al que lo forzó a pedir licencia, y lo consideraba un electrón suelto que no tendría lugar en la nueva etapa, con proa a las elecciones legislativas de 2025. Figuras como Cristina Kirchner y Sergio Massa, aún desde el silencio recurrente, o un Axel Kicillof que se presenta como la contracara de Javier Milei, no consideraban su futuro político junto al expresidente. Pero “la pesadilla de Olivos” volvió a irrumpir para frustrar esos planes.

La denuncia de violencia de género que Fabiola Yañez presentó finalmente ante la Justicia contra Fernández opera, en los hechos, como revolver en una herida que nunca cerró y que cada vez se va haciendo más grande. Porque en términos cronológicos, aparece vinculada a la fiesta de cumpleaños de la ex primera dama en la quinta de Olivos en plena pandemia, en 2020, cuyo impacto social fue tan determinante que le costó una derrota electoral al Frente de Todos -ahora Unión por la Patria- en los comicios de 2021, al conocerse las fotos pocas semanas antes de las PASO.

Ahora, el impacto de las imágenes en las que Yañez aparece golpeada en la cara y el cuerpo -divulgadas el jueves pasado- preanuncia tormentas para el peronismo a un año de las próximas elecciones primarias, porque vuelve a correr el foco del escenario de polarización que plantearon sus dirigentes en los últimos meses, basándose en un supuesto fracaso económico del gobierno libertario. Pero aún si eso sucediera, el escollo más grande que se le presenta al PJ es político: cómo superar el castigo de una sociedad que vuelve a decepcionarse y enojarse con sus representantes.

Las primeras reacciones al escándalo protagonizado por Fernández fueron sintomáticas. Cristina Kirchner mandó a sus fieles Mayra Mendoza y Anabel Fernández Sagasti -desde México, donde la acompañaron en una infrecuente visita- a recordar que su excompañero de fórmula había tenido con ella actitudes machistas porque no aceptó la conducción política de una mujer. La resignificación de la pelea que hizo fracasar al gobierno anterior, surgida de las usinas de La Cámpora, tendió a exculpar a la exvicepresidenta, pese a que fue la gran electora de Fernández.

Massa, por su parte, optó por promover un comunicado de las mujeres del Frente Renovador, entre las que se destaca su esposa Malena Galmarini, que repudió la violencia de género y se solidarizó con Yañez, aunque el líder del espacio no hizo todavía un pronunciamiento personal. El exministro de Economía se concibió a sí mismo como el fiel de la balanza entre el albertismo y el kirchnerismo en el gobierno anterior, a tal punto que terminó quedándose con la candidatura presidencial a modo de síntesis, pero ahora le cerró la puerta a Fernández, al tiempo que se la deja abierta a Cristina.

El massismo exudó fastidio en los últimos días. Había preparado un encuentro partidario en Sierra de la Ventana, desde donde se haría una autocrítica sobre el momento que atraviesa el peronismo y los referentes podrían escuchar un primer análisis de Massa sobre la marcha del gobierno de Milei, pero el impacto del affaire de Alberto Fernández obligó a los renovadores a suspender la reunión. El mismo fastidio se expandió entre los partidarios de Kicillof, que pretendían exhibir esta semana su alianza con el riojano Ricardo Quintela y promoverlo hacia la presidencia del PJ nacional.

Pero el acto en el que formalmente se presentó la nueva Constitución de La Rioja, a la que Kicillof equiparó a la carta magna peronista de 1949, quedó opacado por las fotos de Yañez golpeada y las guardias periodísticas en la torre de Puerto Madero donde vive Fernández. El gobernador bonaerense dijo estar “en shock” por las revelaciones en torno a la expareja presidencial, mientras que Andrés Larroque -el ministro que suele hablar un tono más arriba que su actual jefe- buscó encapsular el daño: “Por los errores de las personas no puede pagar el precio la doctrina peronista”, dijo.

En el bloque de diputados de UP se registró una discusión interna entre los que mantuvieron una línea jurídica -la presunción de inocencia- y las que plantearon la “convicción feminista” de que hay que creerle a una mujer que denuncia violencia. Con Mónica Macha a la cabeza, emitieron un comunicado de repudio a Fernández en nombre de la bancada, algo que no habían logrado hacer en los casos de Fernando Espinoza y José Alperovich. Ahora, con las pruebas a la vista, salieron a rechazar el comportamiento de un “aliado” que incorporó a su gestión la agenda de género.

Si para el feminismo de cuño peronista la violencia ejercida por Fernández contra Yañez se convirtió en un golpe simbólico al propio movimiento, para los dirigentes del PJ porteño que acompañaron al expresidente en toda su vida política la aparición de las fotos fue devastadora. Algunos de ellos, como Julio Vitobello y Alberto Iribarne, lo acompañaron a Fernández en sus horas más oscuras, cuando tuvo una descompensación emocional en la torre de Puerto Madero donde vive. Otros no saben qué pensar y dudan de que el exmandatario les “mienta como con las fotos de Olivos”.

En medio de una crisis profunda, alimentada por las desventuras de Fernández, que lo persiguen desde 2020, el peronismo cuenta sin embargo con un aliado impensado: el presidente Milei. La intención de la mesa chica libertaria de regenerar la polarización política y electoral con el kirchnerismo de cara a las elecciones legislativas de 2025 volvió a evidenciarse en los últimos días cuando el mandatario y sus seguidores hablaron de la “hipocresía progresista” que guió al país hasta el año pasado. Para ellos, se trata de confrontar el nuevo modelo libertario con el corporativismo justicialista.

El escenario de tercios que se rompió con el colapso de Juntos por el Cambio, lo que abrió un proceso de cooptación de dirigentes de ese espacio por parte de La Libertad Avanza, tiene paradójicamente como interesados en que no resurja tanto a Milei y su asesor principal Santiago Caputo, como así también a Cristina Kirchner, Massa y Kicillof. Más allá de las especulaciones electorales, ese entendimiento tácito se refleja en la candidatura del juez Ariel Lijo a la Corte Suprema. Y en los contactos subterráneos que siguen fluyendo entre la Casa Rosada y las terminales peronistas.

Fernández les dice por estas horas a sus allegados, los pocos que le quedan: “No me merezco lo que me está pasando”. Pero no para de sufrir contratiempos ingratos para él, como un pronunciamiento del club de sus amores, Argentinos Juniors, del cual es “socio honorario”, el pedido de la UBA para que no dicte clases el próximo cuatrimestre -algo que hace desde 1985- y un comunicado del bloque de legisladores porteños de UP que pide “determinar las responsabilidades pertinentes”. No se puede imaginar nada más parecido a un camino al destierro político y social.

 La denuncia contra el expresidente y su comportamiento impropio impactan en la principal fuerza de oposición; las reacciones de Cristina, Massa y Kicillof; y cómo los beneficia la polarización con Milei  LA NACION

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