En Montevideo: un hotel diseñado por un argentino que recupera la historia y tradición uruguaya
James Boyd Niven se para en la vereda de enfrente de la inmediatez en la que vivimos: no usa redes sociales. Y funda cada proyecto en sólidas raíces históricas, donde incluso tienen lugar las referencias ancestrales. Su propio árbol genealógico aporta importantes antecedentes sociales y culturales: nació en Buenos Aires en una familia británica con ascendencia escocesa e inglesa que se radicó en el sur de la provincia. Parte de su linaje se había asentado en Salto, Uruguay, por la producción de saladeros, viñedos y naranjos. Esta riqueza, el famoso crisol, se filtra en sus interiores, que se expresan como una composición de influencias. Un mestizaje en el que lo autóctono tiene su espacio. Ejemplo perfecto es el Hotel Montevideo, la esquina de la capital uruguaya en el que la naturaleza de la otra orilla del Río de La Plata se hace presente.
La propuesta del hotel es que remita al entorno y al paisaje de Uruguay. Es un espacio para reivindicar los valores culturales del lugar y contemplar esta influencia desde lo estético. Pusimos el foco ahí.
James Boyd Niven, director creativo del proyecto
La pista de las palmeras
Así, en un recorrido por el Hotel Montevideo nos encontramos con variadas palmeras nativas de todo el territorio de Uruguay, como la Butiá que está en el skybar. Cuando James vivió en Montevideo se fascinó con las palmas: sus troncos esbeltos con nervaduras, delicados y altos, con hojas que los coronan al abrirse como abanicos. Conmovido por este árbol, lo toma como un leitmotiv desde el que dialoga con el ecosistema rioplatense.
Antes de ingresar al hotel, una escultura de bronce del grupo de artistas argentinos SY propone una experiencia lúdica e inclusiva, con boquillas para que niños y adultos puedan tocar y jugar.
A la palmera Pindó la encontramos en la vereda. Es que la esencia del hotel sobrepasa sus límites edilicios, y se plasma antes de abrir la puerta. Al caminar por esta zona de Pocitos de hermosas casonas históricas -a tres cuadras de la que para muchos es la mejor playa de la capital- es imposible no reparar en la construcción vanguardista que emerge para transformar una esquina icónica. En la proa de las calles José Benito Lamas, José Ellauri y 26 de Marzo Hotel Montevideo domina con un diseño cautivante, que provoca y convoca. Su fachada tiene una clara impronta contemporánea.
Uruguay, decime qué se siente
Estamos en Pocitos. Un barrio montevideano que alguna vez fue un poblado independiente y que a principios del siglo pasado se consolidó como un balneario, con una rambla ancha y coquetas residencias de fin de semana. El cuento que James nos narra en el Hotel Montevideo nos traslada a esa época. Es una selección de los mejores momentos de la historia social y cultural del país, que se remonta a inicios del siglo XX y va hasta los años cincuenta. Justamente por eso, en esta construcción los espacios sociales son prioritarios: emulan a los emblemáticos cafés de Montevideo.
Por cierto, su restaurante Polo Bamba hace referencia a uno en particular. Así se llamaba un café de la Ciudad Vieja que funcionó hasta 1913 como punto de encuentro de los intelectuales del momento, con su charme de bohemia parisina reunía a músicos, literatos y pensadores. Este mítico sitio montevideano que fue fundado por Francisco San Román en 1885 fue epicentro de tertulias, un café literario que se relacionaba con lo que sucedía por entonces en Río de Janeiro y Buenos Aires.
El Polo Bamba de hoy, el que funciona en la planta baja del Hotel Montevideo, convoca tanto a residentes como a visitantes que quieren vincularse en un espacio que entrelaza grandiosos sabores con una decoración de pinceladas históricas: los espejos de pared son originales, y tienen más de 100 años, están hechos al mercurio, con flores de cristal de Baccarat. Las mayólicas, originarias de Escocia de la casa Craven Dunhill, fueron hechas y colocadas a mano una por una.
Relato total
Cuando James interviene un espacio, no se queda en el interiorismo. Así, cada materialidad o cada objeto aporta palabras y oraciones para su gran texto Hotel Montevideo. James escribe capítulos y crea clímax con colores, iluminación y texturas. Su misión va más allá de la estética. Aunque empezó en moda, creando escenarios para producciones, hoy es un constructor de atmósferas. La revista AD Francia lo incluyó en su nómina de los 80 mejores diseñadores de interiores del mundo.
El diseño de todas las instalaciones y el equipamiento fue resuelto por James y su equipo de producción de modo que cada pieza contribuyera al relato final: la exaltación de la historia. Desde la vajilla a la ropa de cama. “El grupo propietario del hotel es de Mónaco, trabajo con ellos hace años. Me convocaron para ser director creativo del proyecto, por lo cual me encargué de elegir absolutamente todo, del mobiliario a la copa de champagne”, expresa James.
Una instalación de pájaros en porcelana y oro firmada por la artista alemana Eva Mez reemplaza la clásica lámpara en el Lobby. Las aves suspendidas en el aire representan las especies nativas del Uruguay.
En los espacios comunes reinan los azules y verdes, con detalles en bordó claro. El terciopelo y las porcelanas. El arte siempre presente como voz fundamental de esta historia que se quiere contar. En el lobby se encuentra la primera obra que la artista alemana Eva Mez presenta en Uruguay. Su vuelo sucede frente a un empapelado de 7 metros de largo que reproduce los antiguos cuadros de Frans Post (1612-1680), pintor barroco neerlandés conocido por ser el primer europeo en pintar los paisajes de América del Sur, en especial la zona de Pernambuco en Brasil.
“El trasfondo que comparto con Uruguay es la naturaleza por sobre todo. Comparto ese valor, el tenerla muy presente”
Con altura
En el último piso del hotel, en el skybar, continúan los empapelados con escenas naturales y las palmeras nativas. Por supuesto, el bar también tiene elementos únicos a destacar, como el mural realizado por una artista argentina, el piso de calcáreo traído también de Argentina.
Acento regional
La construcción del hotel estuvo a cargo del estudio de arquitectura Gómez Platero y la constructora Norte. A pedido de Boyd Niven, el hotel se construyó en materiales nobles, como la recepción -hecha a medida con madera local-, los pisos de roble natural y mármol, los parasoles de lapacho.
En el segundo piso se ubican las residences, especialmente diseñadas para estadías prolongadas. Cada apartamento es único, con muebles cuidadosamente seleccionados y accesorios sofisticados, con un amplio dormitorio y una sala de estar con comedor, vestidor, balcón privado y cocina integrada.
Hotel Montevideo pone especial hincapié en apostar por el ecosistema emprendedor local y regional, por lo que se priorizó la mano de obra uruguaya, la carpintería local y los pequeños productores del país. Al mismo tiempo, convocaron a proveedores de todo el mundo, de Gran Bretaña, la Unión Europea, Estados Unidos: “involucramos a todos los caracteres y joyitas que podían sumar”, sintetiza James.
Las sillas son del diseñador de los años ‘70 Willy Rizzo, las lámparas de las habitaciones, fabricadas en Venecia por la marca Fortuny, el cuero vacuno bordado a mano en Paraguay y el mate, disponible en las habitaciones, cocido artesanalmente en Paraguay son algunos de los detalles que el diseñador eligió para hacer la diferencia.
“Lo inglés está muy presente. Tengo una enorme amistad con la embajadora británica para el Reino Unido en Uruguay, que es una gran promotora de los valores ingleses en el país”
El diseño en todo
En el primer piso se encuentran los espacios para eventos y un gimnasio único. Completamente equipado con piezas hechas en madera por la firma americana Waterrower, el espacio de entrenamiento exhibe diseño.
James Boyd Niven se para en la vereda de enfrente de la inmediatez en la que vivimos: no usa redes sociales. Y funda cada proyecto en sólidas raíces históricas, donde incluso tienen lugar las referencias ancestrales. Su propio árbol genealógico aporta importantes antecedentes sociales y culturales: nació en Buenos Aires en una familia británica con ascendencia escocesa e inglesa que se radicó en el sur de la provincia. Parte de su linaje se había asentado en Salto, Uruguay, por la producción de saladeros, viñedos y naranjos. Esta riqueza, el famoso crisol, se filtra en sus interiores, que se expresan como una composición de influencias. Un mestizaje en el que lo autóctono tiene su espacio. Ejemplo perfecto es el Hotel Montevideo, la esquina de la capital uruguaya en el que la naturaleza de la otra orilla del Río de La Plata se hace presente.
La propuesta del hotel es que remita al entorno y al paisaje de Uruguay. Es un espacio para reivindicar los valores culturales del lugar y contemplar esta influencia desde lo estético. Pusimos el foco ahí.
James Boyd Niven, director creativo del proyecto
La pista de las palmeras
Así, en un recorrido por el Hotel Montevideo nos encontramos con variadas palmeras nativas de todo el territorio de Uruguay, como la Butiá que está en el skybar. Cuando James vivió en Montevideo se fascinó con las palmas: sus troncos esbeltos con nervaduras, delicados y altos, con hojas que los coronan al abrirse como abanicos. Conmovido por este árbol, lo toma como un leitmotiv desde el que dialoga con el ecosistema rioplatense.
Antes de ingresar al hotel, una escultura de bronce del grupo de artistas argentinos SY propone una experiencia lúdica e inclusiva, con boquillas para que niños y adultos puedan tocar y jugar.
A la palmera Pindó la encontramos en la vereda. Es que la esencia del hotel sobrepasa sus límites edilicios, y se plasma antes de abrir la puerta. Al caminar por esta zona de Pocitos de hermosas casonas históricas -a tres cuadras de la que para muchos es la mejor playa de la capital- es imposible no reparar en la construcción vanguardista que emerge para transformar una esquina icónica. En la proa de las calles José Benito Lamas, José Ellauri y 26 de Marzo Hotel Montevideo domina con un diseño cautivante, que provoca y convoca. Su fachada tiene una clara impronta contemporánea.
Uruguay, decime qué se siente
Estamos en Pocitos. Un barrio montevideano que alguna vez fue un poblado independiente y que a principios del siglo pasado se consolidó como un balneario, con una rambla ancha y coquetas residencias de fin de semana. El cuento que James nos narra en el Hotel Montevideo nos traslada a esa época. Es una selección de los mejores momentos de la historia social y cultural del país, que se remonta a inicios del siglo XX y va hasta los años cincuenta. Justamente por eso, en esta construcción los espacios sociales son prioritarios: emulan a los emblemáticos cafés de Montevideo.
Por cierto, su restaurante Polo Bamba hace referencia a uno en particular. Así se llamaba un café de la Ciudad Vieja que funcionó hasta 1913 como punto de encuentro de los intelectuales del momento, con su charme de bohemia parisina reunía a músicos, literatos y pensadores. Este mítico sitio montevideano que fue fundado por Francisco San Román en 1885 fue epicentro de tertulias, un café literario que se relacionaba con lo que sucedía por entonces en Río de Janeiro y Buenos Aires.
El Polo Bamba de hoy, el que funciona en la planta baja del Hotel Montevideo, convoca tanto a residentes como a visitantes que quieren vincularse en un espacio que entrelaza grandiosos sabores con una decoración de pinceladas históricas: los espejos de pared son originales, y tienen más de 100 años, están hechos al mercurio, con flores de cristal de Baccarat. Las mayólicas, originarias de Escocia de la casa Craven Dunhill, fueron hechas y colocadas a mano una por una.
Relato total
Cuando James interviene un espacio, no se queda en el interiorismo. Así, cada materialidad o cada objeto aporta palabras y oraciones para su gran texto Hotel Montevideo. James escribe capítulos y crea clímax con colores, iluminación y texturas. Su misión va más allá de la estética. Aunque empezó en moda, creando escenarios para producciones, hoy es un constructor de atmósferas. La revista AD Francia lo incluyó en su nómina de los 80 mejores diseñadores de interiores del mundo.
El diseño de todas las instalaciones y el equipamiento fue resuelto por James y su equipo de producción de modo que cada pieza contribuyera al relato final: la exaltación de la historia. Desde la vajilla a la ropa de cama. “El grupo propietario del hotel es de Mónaco, trabajo con ellos hace años. Me convocaron para ser director creativo del proyecto, por lo cual me encargué de elegir absolutamente todo, del mobiliario a la copa de champagne”, expresa James.
Una instalación de pájaros en porcelana y oro firmada por la artista alemana Eva Mez reemplaza la clásica lámpara en el Lobby. Las aves suspendidas en el aire representan las especies nativas del Uruguay.
En los espacios comunes reinan los azules y verdes, con detalles en bordó claro. El terciopelo y las porcelanas. El arte siempre presente como voz fundamental de esta historia que se quiere contar. En el lobby se encuentra la primera obra que la artista alemana Eva Mez presenta en Uruguay. Su vuelo sucede frente a un empapelado de 7 metros de largo que reproduce los antiguos cuadros de Frans Post (1612-1680), pintor barroco neerlandés conocido por ser el primer europeo en pintar los paisajes de América del Sur, en especial la zona de Pernambuco en Brasil.
“El trasfondo que comparto con Uruguay es la naturaleza por sobre todo. Comparto ese valor, el tenerla muy presente”
Con altura
En el último piso del hotel, en el skybar, continúan los empapelados con escenas naturales y las palmeras nativas. Por supuesto, el bar también tiene elementos únicos a destacar, como el mural realizado por una artista argentina, el piso de calcáreo traído también de Argentina.
Acento regional
La construcción del hotel estuvo a cargo del estudio de arquitectura Gómez Platero y la constructora Norte. A pedido de Boyd Niven, el hotel se construyó en materiales nobles, como la recepción -hecha a medida con madera local-, los pisos de roble natural y mármol, los parasoles de lapacho.
En el segundo piso se ubican las residences, especialmente diseñadas para estadías prolongadas. Cada apartamento es único, con muebles cuidadosamente seleccionados y accesorios sofisticados, con un amplio dormitorio y una sala de estar con comedor, vestidor, balcón privado y cocina integrada.
Hotel Montevideo pone especial hincapié en apostar por el ecosistema emprendedor local y regional, por lo que se priorizó la mano de obra uruguaya, la carpintería local y los pequeños productores del país. Al mismo tiempo, convocaron a proveedores de todo el mundo, de Gran Bretaña, la Unión Europea, Estados Unidos: “involucramos a todos los caracteres y joyitas que podían sumar”, sintetiza James.
Las sillas son del diseñador de los años ‘70 Willy Rizzo, las lámparas de las habitaciones, fabricadas en Venecia por la marca Fortuny, el cuero vacuno bordado a mano en Paraguay y el mate, disponible en las habitaciones, cocido artesanalmente en Paraguay son algunos de los detalles que el diseñador eligió para hacer la diferencia.
“Lo inglés está muy presente. Tengo una enorme amistad con la embajadora británica para el Reino Unido en Uruguay, que es una gran promotora de los valores ingleses en el país”
El diseño en todo
En el primer piso se encuentran los espacios para eventos y un gimnasio único. Completamente equipado con piezas hechas en madera por la firma americana Waterrower, el espacio de entrenamiento exhibe diseño.
Ubicado en el barrio de Pocitos, el Hotel Montevideo busca contar la historia de Uruguay a través del diseño. Cosmopolita, contemporáneo y autóctono, el espíritu uruguayo se revela en cada detalle. LA NACION