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El futuro de la moneda propia: ¿el peso vuelve a ser demandado por los argentinos y ya no es “excremento”?

Vladimir Werning, vicepresidente del Banco Central (BCRA), se paró el viernes pasado frente a un auditorio de expertos en Cartagena, Colombia. Aseguró –con números frescos– que los argentinos comenzaron a querer de nuevo al peso. Es la misma moneda a la que Javier Milei había llamado “excremento” al cierre del cuarto kirchnerismo y cuando la dolarización era su objetivo.

Sólo unos meses después, explicó Werning, el Gobierno liquidó la posibilidad de una inminente hiperinflación servida en bandeja por la gestión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y creó las condiciones para la “remonetización” de una economía bimonetaria en la que el crédito (en pesos y en dólares) comienza ser volcado por los bancos a financiar –no ya el eternizado rojo en las cuentas del Estado– sino a las empresas privadas.

Todo, contó, está enmarcado en pequeños atisbos de recuperación económica en algunos sectores y del salario en otros (el privado registrado acumuló a junio casi una suba de 10%, pero sigue por debajo del nivel previo a la devaluación). En el Gobierno saben que falta. Pero Werning dio cuenta de que gozan de un apoyo político que aún no fue consumido por el ajuste. Se sostiene, además, gracias a las ayudas que escándalos como el de Alberto Fernández y Fabiola Yañez brindan dejando una clara sensación: Milei no tiene a nadie enfrente, sólo a la “casta”.

El rebote es una visión que comienza a aparecer en los datos oficiales y también en la disgregada oposición lo reconocen. Allí, no obstante, aclaran que no será en forma de “V”, sino “oscilante” y “heterogénea”. Basta ver los números de Facimex o de Alphacast sobre julio.

¿El cepo? No hay apuro. Hasta que los stocks de pesos acumulados durante cuatro años de restricciones y gasto desbordado no se equilibren con los de reservas internacionales fuertemente diezmadas (pero en recuperación) no se abrirán del todo las canillas. Un efecto “puerta doce”, contó, afectaría artificialmente el actual tipo de cambio y golpearía nuevamente a los salarios de los trabajadores. Por ahora, será retirado de manera ordenada, lentamente y en capas.

¿El bajón en las reservas de los últimos dos meses? Estaba previsto, incluso, negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde enero pasado. Para el BCRA, no existe “un desvío”. De hecho, el repo (repurchase agreement) que se negocia es sólo un paso intermedio, aclaran, hacia la vuelta a los mercados voluntarios. “Si los bancos nos creen; los mercados nos van a creer”, se piensa en el equipo económico. Ese paso será clave para no tener que seguir utilizando reservas para pagar deuda o sobreajustar en el frente fiscal, lo que dificulta la recuperación. El giro de 180°, explicó Werning, ya se dio. El Gobierno muestra meses de superávit financiero, un dólar estable y así construye poco a poco un track record de un intangible perdido hace mucho tiempo: la confianza.

Las fases de gravedad

Werning comenzó su presentación contando cómo los rojos recurrentes en las cuentas públicas fueron minando, en diferentes grados, los objetivos del BCRA. Marcó cuatro fases de gravedad. En las primeras, la entidad comienza a perder sus instrumentos, luego entrega el balance del BCRA (oculta la falta de dólares y los problemas fiscales del Tesoro allí). En la última, el banco es el prestamista de última instancia: se comen los dólares, se empapela con letras intransferibles, y entrega pesos de manera directa o indirecta al ministro de Economía. “El BCRA no tenía credibilidad y se había quedado sin recursos ante la insaciabilidad del fisco. Se había tomado el balance del BCRA a tal punto que se había comprometido el futuro”, explicó Werning sobre cómo recibió la entidad monetaria su jefe, Santiago Bausili.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner dejaron un rojo primario de 14,5 puntos del PBI, según la presentación de Werning. Se financiaron con 19 puntos del producto de emisión acumulada y ventas de reservas por 3,3 puntos. La desconfianza, y la inflación galopante, llevó a los argentinos a deshacerse del peso. Milei lo llamó entonces “excremento”.

“El descenso a la fase terminal de la dominancia fiscal genera un colapso en la demanda de dinero”, explicó Werning en un gráfico. Se llegó “al borde del precipicio hiperinflacionario”, dramatizó. Todo mientras las reservas se desplomaban y los pasivos remunerados (más allá de las leliqs, los puts sumaban $25.000 millones y a eso se agregaban los bid) aumentaban desproporcionadamente gracias a una tasa que iba por las nubes.

El equipo económico, apenas asumió, decidió dar un giro “drástico”. Superávit fiscal desde el arranque en la fase uno. A mediados de año, explicó Werning y mostró las curvas, la masa salarial (salario por empleo) comenzó a pegar la vuelta y fue entonces cuando el Gobierno entró en fase dos: emisión cero.

Mientras, ayudada por la recesión y un dólar moviéndose al 2%, la inflación se acomodó. En un gráfico que presentó el vice del BCRA, en julio –el dato sale en horas–, se estima un 3,7% (3,2% en la núcleo).

En el tercer y cuarto trimestre se espera una remonetización gracias al superávit (el Estado no absorbe deuda) y a la escasez de pesos. El crédito comienza a crecer –los últimos tres meses– con un apalancamiento muy bajo de las empresas privadas. El blanqueo, que acaba de ser aprobado, ayudará, estimó. El superávit energético también.

La salida del cepo

Las ansiedades por el cepo se disparan. “Respecto al tipo de cambio real, el Gobierno trata de convencerse y convencer al resto del mundo (acá y en el exterior), que el dólar oficial está bien, y que la brecha cambiaria, debe bajar vía baja del CCL. Ambas cuestiones se presentan dudosa”, escribió el exviceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, que criticó la venta de dólares para bajar la brecha y que alertó sobre una posible unificación cambiaria con la percepción de un tipo de cambio atrasado.

“Todavía no se perciben avances significativos para bajar estos riesgos”, dijo Rubinstein sobre la posibilidad de sacar el cepo y evitar una devaluación brusca y aseguró que el único objetivo del Gobierno, bajar la inflación, no alcanza.

“La inflación puede bajar (y debiera hacerlo, como se logró con el Plan Austral, la Convertibilidad, y en la post Convertibilidad). Pero pensar que ello ‘completa’ las condiciones para levantar el cepo….. Asimismo, el supuesto de que bajando la inflación bajará (y mucho) la brecha, no luce ni claro ni realista”, agregó el exministro.

“Siempre va a haber riesgos”, consienten en el Ministerio de Economía, donde, de hecho, están “ocupados” siguiendo de cerca el clima financiero global y el precio de la soja.

Allí una máxima se escucha en los pasillos: “El tipo de cambo te lo va a dar la macro”. La apuesta es que la baja de la inflación juegue en las expectativas, liquide la sensación de que puede haber un nuevo salto brusco y achique la brecha del financiero al oficial.

“El objetivo número uno es bajar la inflación”, confirman cerca del ministro de Economía, Luis Caputo. “Todo el tiempo está en el candelero la necesidad de salir del cepo. Pero, ¿a qué costo?”, se preguntan en sintonía con el efecto “puerta 12″ explicado por el BCRA. “El tipo de cambio es un resultado; no un objetivo. Que se aprecie es normal. En la convertibilidad era de $580, la mitad de lo que es hoy”.

Werning cerró subrayando en sus slides dos puntos firmados en el Pacto de Mayo y que para Milei, Caputo y el BCRA son centrales: seguirá un compromiso no negociable con el equilibrio fiscal y se seguirá reduciendo el gasto del gobierno central hasta que sea del 25% del PBI.

Vladimir Werning, vicepresidente del Banco Central (BCRA), se paró el viernes pasado frente a un auditorio de expertos en Cartagena, Colombia. Aseguró –con números frescos– que los argentinos comenzaron a querer de nuevo al peso. Es la misma moneda a la que Javier Milei había llamado “excremento” al cierre del cuarto kirchnerismo y cuando la dolarización era su objetivo.

Sólo unos meses después, explicó Werning, el Gobierno liquidó la posibilidad de una inminente hiperinflación servida en bandeja por la gestión de Alberto Fernández y Cristina Kirchner, y creó las condiciones para la “remonetización” de una economía bimonetaria en la que el crédito (en pesos y en dólares) comienza ser volcado por los bancos a financiar –no ya el eternizado rojo en las cuentas del Estado– sino a las empresas privadas.

Todo, contó, está enmarcado en pequeños atisbos de recuperación económica en algunos sectores y del salario en otros (el privado registrado acumuló a junio casi una suba de 10%, pero sigue por debajo del nivel previo a la devaluación). En el Gobierno saben que falta. Pero Werning dio cuenta de que gozan de un apoyo político que aún no fue consumido por el ajuste. Se sostiene, además, gracias a las ayudas que escándalos como el de Alberto Fernández y Fabiola Yañez brindan dejando una clara sensación: Milei no tiene a nadie enfrente, sólo a la “casta”.

El rebote es una visión que comienza a aparecer en los datos oficiales y también en la disgregada oposición lo reconocen. Allí, no obstante, aclaran que no será en forma de “V”, sino “oscilante” y “heterogénea”. Basta ver los números de Facimex o de Alphacast sobre julio.

¿El cepo? No hay apuro. Hasta que los stocks de pesos acumulados durante cuatro años de restricciones y gasto desbordado no se equilibren con los de reservas internacionales fuertemente diezmadas (pero en recuperación) no se abrirán del todo las canillas. Un efecto “puerta doce”, contó, afectaría artificialmente el actual tipo de cambio y golpearía nuevamente a los salarios de los trabajadores. Por ahora, será retirado de manera ordenada, lentamente y en capas.

¿El bajón en las reservas de los últimos dos meses? Estaba previsto, incluso, negociado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) desde enero pasado. Para el BCRA, no existe “un desvío”. De hecho, el repo (repurchase agreement) que se negocia es sólo un paso intermedio, aclaran, hacia la vuelta a los mercados voluntarios. “Si los bancos nos creen; los mercados nos van a creer”, se piensa en el equipo económico. Ese paso será clave para no tener que seguir utilizando reservas para pagar deuda o sobreajustar en el frente fiscal, lo que dificulta la recuperación. El giro de 180°, explicó Werning, ya se dio. El Gobierno muestra meses de superávit financiero, un dólar estable y así construye poco a poco un track record de un intangible perdido hace mucho tiempo: la confianza.

Las fases de gravedad

Werning comenzó su presentación contando cómo los rojos recurrentes en las cuentas públicas fueron minando, en diferentes grados, los objetivos del BCRA. Marcó cuatro fases de gravedad. En las primeras, la entidad comienza a perder sus instrumentos, luego entrega el balance del BCRA (oculta la falta de dólares y los problemas fiscales del Tesoro allí). En la última, el banco es el prestamista de última instancia: se comen los dólares, se empapela con letras intransferibles, y entrega pesos de manera directa o indirecta al ministro de Economía. “El BCRA no tenía credibilidad y se había quedado sin recursos ante la insaciabilidad del fisco. Se había tomado el balance del BCRA a tal punto que se había comprometido el futuro”, explicó Werning sobre cómo recibió la entidad monetaria su jefe, Santiago Bausili.

Alberto Fernández y Cristina Kirchner dejaron un rojo primario de 14,5 puntos del PBI, según la presentación de Werning. Se financiaron con 19 puntos del producto de emisión acumulada y ventas de reservas por 3,3 puntos. La desconfianza, y la inflación galopante, llevó a los argentinos a deshacerse del peso. Milei lo llamó entonces “excremento”.

“El descenso a la fase terminal de la dominancia fiscal genera un colapso en la demanda de dinero”, explicó Werning en un gráfico. Se llegó “al borde del precipicio hiperinflacionario”, dramatizó. Todo mientras las reservas se desplomaban y los pasivos remunerados (más allá de las leliqs, los puts sumaban $25.000 millones y a eso se agregaban los bid) aumentaban desproporcionadamente gracias a una tasa que iba por las nubes.

El equipo económico, apenas asumió, decidió dar un giro “drástico”. Superávit fiscal desde el arranque en la fase uno. A mediados de año, explicó Werning y mostró las curvas, la masa salarial (salario por empleo) comenzó a pegar la vuelta y fue entonces cuando el Gobierno entró en fase dos: emisión cero.

Mientras, ayudada por la recesión y un dólar moviéndose al 2%, la inflación se acomodó. En un gráfico que presentó el vice del BCRA, en julio –el dato sale en horas–, se estima un 3,7% (3,2% en la núcleo).

En el tercer y cuarto trimestre se espera una remonetización gracias al superávit (el Estado no absorbe deuda) y a la escasez de pesos. El crédito comienza a crecer –los últimos tres meses– con un apalancamiento muy bajo de las empresas privadas. El blanqueo, que acaba de ser aprobado, ayudará, estimó. El superávit energético también.

La salida del cepo

Las ansiedades por el cepo se disparan. “Respecto al tipo de cambio real, el Gobierno trata de convencerse y convencer al resto del mundo (acá y en el exterior), que el dólar oficial está bien, y que la brecha cambiaria, debe bajar vía baja del CCL. Ambas cuestiones se presentan dudosa”, escribió el exviceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, que criticó la venta de dólares para bajar la brecha y que alertó sobre una posible unificación cambiaria con la percepción de un tipo de cambio atrasado.

“Todavía no se perciben avances significativos para bajar estos riesgos”, dijo Rubinstein sobre la posibilidad de sacar el cepo y evitar una devaluación brusca y aseguró que el único objetivo del Gobierno, bajar la inflación, no alcanza.

“La inflación puede bajar (y debiera hacerlo, como se logró con el Plan Austral, la Convertibilidad, y en la post Convertibilidad). Pero pensar que ello ‘completa’ las condiciones para levantar el cepo….. Asimismo, el supuesto de que bajando la inflación bajará (y mucho) la brecha, no luce ni claro ni realista”, agregó el exministro.

“Siempre va a haber riesgos”, consienten en el Ministerio de Economía, donde, de hecho, están “ocupados” siguiendo de cerca el clima financiero global y el precio de la soja.

Allí una máxima se escucha en los pasillos: “El tipo de cambo te lo va a dar la macro”. La apuesta es que la baja de la inflación juegue en las expectativas, liquide la sensación de que puede haber un nuevo salto brusco y achique la brecha del financiero al oficial.

“El objetivo número uno es bajar la inflación”, confirman cerca del ministro de Economía, Luis Caputo. “Todo el tiempo está en el candelero la necesidad de salir del cepo. Pero, ¿a qué costo?”, se preguntan en sintonía con el efecto “puerta 12″ explicado por el BCRA. “El tipo de cambio es un resultado; no un objetivo. Que se aprecie es normal. En la convertibilidad era de $580, la mitad de lo que es hoy”.

Werning cerró subrayando en sus slides dos puntos firmados en el Pacto de Mayo y que para Milei, Caputo y el BCRA son centrales: seguirá un compromiso no negociable con el equilibrio fiscal y se seguirá reduciendo el gasto del gobierno central hasta que sea del 25% del PBI.

 Los detalles de la presentación del vicepresidente del Banco Central, Vladimir Werning, en Colombia; el debate sobre el plan económico y qué falta  LA NACION

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