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Palio di Siena: la tradición medieval que reúne multitudes en una de las plazas más lindas de Europa

Es verano en Italia y Siena es una fiesta. Ciudad ocre edificada sobre colinas en el corazón de la Toscana, fue originalmente una urbe rodeada de murallas. Sus calles, plagadas de pequeños palacios, convergen en la Plaza del Palio, una de las plazas más lindas de Europa donde se festeja una competencia entre comunas, que mantiene viva la tradición medieval del lugar.

Se trata del Palio della Contrade, que tiene lugar cada 2 julio y el 16 agosto: una festividad comunal que reúne a la población vestida en sus trajes típicos para una conmemoración que mantiene viva la tradición. Es una manifestación donde este pueblo de la Toscana expresa devoción religiosa y pasión terrenal: hay juegos, carreras y toda una procesión que recrea los días de la República de Siena.

La celebración de agosto se dedica a la virgen de la Asunción y está precedida por una serie de rituales cristianos y paganos que se mantienen intactos hace siglos. En cambio, el Palio de julio es en honor a la Virgen de Provenzano. Sólo en épocas de excepción, como la llegada del hombre a la luna o la unificación de Italia, se realizó un tercer Palio anual.

“Todas las comunas participan de los preparativos. No sólo es el palio: todo el año las comunidades se reúnen en torno a esta tradición”, sostiene Antonio Carapelli, presidente del consorcio para la tutela del Palio.

La fiesta refleja la organización medieval de la ciudad, dado que entonces la urbe se dividía en tres grandes barrios subdivididos en parroquias, que se enfrentaban en la plaza, con desfiles y carreras de caballo. Aún hoy gana el equino del distrito que haya cumplido tres vueltas a la plaza, con o sin jinete, mientras mantenga puesta durante la corrida la escarapela del barrio.

En la actualidad compiten diez de los diecisiete barrios de la ciudad, mediante un sistema de sorteos y rotaciones. El vencedor de la última competencia se lleva a su distrito el estandarte del Palio: un plato de plata que lleva incrustado un lienzo de seda pintado por artistas denominado “cencio”.

“El lienzo de julio tradicionalmente lo pintan artistas locales y el de agosto artistas internacionales: alguna vez por ejemplo, lo hizo Fernando Botero”, detalla Carapelli. Y agrega: “Siempre tiene el símbolo de la patrona protectora de la ciudad que claro, es de libre interpretación”.

El artista que ilustrará cada lienzo se da a conocer pocos días antes de la carrera. Es una sorpresa también para los competidores y sus equipo: cada barrio moviliza entre dos mil y tres mil personas para la competencia.

El Palio está precedido por tres días de ensayos, sorteos y bendiciones de caballos. La tradición procede de 1238. Los rituales fueron variando para tomar su forma definitiva en 1729.

Desde entonces, cada carrera es precedida por un desfile de jinetes y abanderados de los distintos barrios que se distinguen en la procesión por su propio escudo heráldico. Los mismos escudos que el turista descubre exhibidos, como banderas en las esquinas de la ciudad, patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1995.

Durante los juegos del Palio los jinetes de cada contrade o parroquia, cabalgan a toda velocidad alrededor de la plaza en una prueba de pocos minutos en que el equipo vencedor recibe como premio el estandarte que realizó un artista para cada ceremonia.

“El barrio ganador pasea por las calles de la ciudad exhibiendo el trofeo, con cánticos y festejos”, sostiene Carapelli. “Es una juerga genuina de toda esa parroquia que luego lleva el trofeo a su museo local”.

“El palio es toda una experiencia vivencial. Es un atractivo extraordinario para visitar esta ciudad de la Toscana dada la oportunidad de experimentar una tradición milenaria”, asegura Verónica Morello, responsable del ente nacional italiano de turismo en argentina.

“No es una competencia deportiva: es una forma de vida de toda la comunidad que se junta para hacer los trajes, para entrenar, para armar los desfiles y luego también para celebrar”, afirma Carapelli.

¿Dónde se corre?

La competencia de cada julio y agosto tiene lugar en la plaza del campo. Es el punto neurálgico de la ciudad. La plaza tiene forma de abanico y presenta una ligera inclinación en el suelo. El pavimento de ladrillo está rodeado de un anillo de piedra.

En el centro de la escena está el Palacio Público, del que irradian ocho líneas blancas que dividen el campo en nueve sectores. Esta división es un símbolo para recordar a los gobiernos de Siena constituidos por nueve miembros procedentes de artesanos y banqueros, en su constitución, gracias a quienes la ciudad alcanzó su máximo esplendor a fines del siglo XIII.

Palacio Público

Desde uno de los extremos del palacio emerge la Torre del Mangia, una torre de 88 metros de altura, que es símbolo de la ciudad. El interior del palacio merece una visita ya que conserva pinturas de los artistas más celebres locales.

La sala de los priores conserva frescos de Spinello Aretino, que relatan los enfrentamientos entre Alejandro III y Federico Barbaroja. La Mapamundi guarda una virgen en majestad, obra de Simone Martini, que tiene en frente un retrato ecuestre de Guidorccio da Fogliano. La sala de la Paz está decorada con pinturas de Amroggio Lorenzetti entre 1335 y 1340 para evocar los efectos del Buen y del Mal gobierno, restaurados en la actualidad. Y la capilla contiene frescos de Taddeo di Bartolo donde narra la vida de la Virgen con frescos inspirados en el Credo. Tiene además un altar con una pintura de la Sagrada Familia de Sodoma.

La Torre del Mangia se puede visitar y obtener una de las vistas más magníficas de la ciudad, que alcanza incluso por el horizonte a la campiña toscana. Pero no abre al público el día de la competencia del palio.

Una plaza única

En la parte superior de la plaza se halla la fuente de la alegría, que recibió ese nombre por la buena acogida que tuvo en el momento de su inauguración en 1348. Más tarde, en 1419, se le añadieron paneles esculpidos por Jacobo Della Quercia.

Siena para entonces ya era una ciudad hace siglos: la ciudad pasó de ser una comuna rural a un municipio en el año 30 dc. Una primera mención histórica de la ciudad se remonta al año 70 dc, cuando fue descrita como una pequeña colonia militar de la Toscana. Con el advenimiento del cristianismo fue un arzobispado. Desde el siglo VIII se establecieron abadías y condados.

La riqueza de la ciudad se constituyó en los siglos XII y XIV época en la que alcanzó prosperidad: por entonces se enfrentó a la vecina Florencia y mantuvo una larga disputa con un episodio saliente en 1260 cuando los gibelinos de Siena se impusieron sobre los güelfos de Florencia. Fue en ese período en que se construyeron los monumentos más prestigiosos de la ciudad, al tiempo que tomaba fuerza la escuela de pintura de Siena, que tuvo relevancia en el arte italiano. Con la peste de 1348, en la que murieron dos tercios de los habitantes, comenzó una decadencia en la ciudad.

A principios del siglo XV terminó definitivamente el esplendor de Siena, que en tiempos feudales había llegado a ser una república. El enfrentamiento entre Siena y Florencia no fue sólo político: mientras en la ciudad de Dante se afirmaba el modelo romano que perseguía el equilibrio y el realismo que conduciría al renacimiento, en Siena se insistió en perpetuar el modelo griego o bizantino. La ciudad se convirtió luego en refugio de la sensibilidad gótica: no sólo en el arte, más aún en la arquitectura.

El campo tomo un carácter particular por la combinación de ladrillo y piedra en la parte inferior de los edificios, más los doble arcos. Hay tantas pinturas para ver en el interior del edificio del Palacio Público que los fanáticos del arte deberán considerar visitar el lugar un día que no se corra el Palio.

A pocas cuadras de la plaza principal, la Catedral es la culminación del gótico flamífero donde se halla Santa María della Scalla: un edificio que al caer el sol es un espectáculo único: tiene un resplandor que destaca, entre sus muros, su aura celestial.

La Catedral dedicada a la Asunción -como el Palio de Agosto-, con su fachada en blanco y negro y su piso lleno de símbolos esotéricos, conserva en su interior estatuas de Miguel Ángel y frescos de Pinturicchio.

Es verano en Italia y Siena es una fiesta. Ciudad ocre edificada sobre colinas en el corazón de la Toscana, fue originalmente una urbe rodeada de murallas. Sus calles, plagadas de pequeños palacios, convergen en la Plaza del Palio, una de las plazas más lindas de Europa donde se festeja una competencia entre comunas, que mantiene viva la tradición medieval del lugar.

Se trata del Palio della Contrade, que tiene lugar cada 2 julio y el 16 agosto: una festividad comunal que reúne a la población vestida en sus trajes típicos para una conmemoración que mantiene viva la tradición. Es una manifestación donde este pueblo de la Toscana expresa devoción religiosa y pasión terrenal: hay juegos, carreras y toda una procesión que recrea los días de la República de Siena.

La celebración de agosto se dedica a la virgen de la Asunción y está precedida por una serie de rituales cristianos y paganos que se mantienen intactos hace siglos. En cambio, el Palio de julio es en honor a la Virgen de Provenzano. Sólo en épocas de excepción, como la llegada del hombre a la luna o la unificación de Italia, se realizó un tercer Palio anual.

“Todas las comunas participan de los preparativos. No sólo es el palio: todo el año las comunidades se reúnen en torno a esta tradición”, sostiene Antonio Carapelli, presidente del consorcio para la tutela del Palio.

La fiesta refleja la organización medieval de la ciudad, dado que entonces la urbe se dividía en tres grandes barrios subdivididos en parroquias, que se enfrentaban en la plaza, con desfiles y carreras de caballo. Aún hoy gana el equino del distrito que haya cumplido tres vueltas a la plaza, con o sin jinete, mientras mantenga puesta durante la corrida la escarapela del barrio.

En la actualidad compiten diez de los diecisiete barrios de la ciudad, mediante un sistema de sorteos y rotaciones. El vencedor de la última competencia se lleva a su distrito el estandarte del Palio: un plato de plata que lleva incrustado un lienzo de seda pintado por artistas denominado “cencio”.

“El lienzo de julio tradicionalmente lo pintan artistas locales y el de agosto artistas internacionales: alguna vez por ejemplo, lo hizo Fernando Botero”, detalla Carapelli. Y agrega: “Siempre tiene el símbolo de la patrona protectora de la ciudad que claro, es de libre interpretación”.

El artista que ilustrará cada lienzo se da a conocer pocos días antes de la carrera. Es una sorpresa también para los competidores y sus equipo: cada barrio moviliza entre dos mil y tres mil personas para la competencia.

El Palio está precedido por tres días de ensayos, sorteos y bendiciones de caballos. La tradición procede de 1238. Los rituales fueron variando para tomar su forma definitiva en 1729.

Desde entonces, cada carrera es precedida por un desfile de jinetes y abanderados de los distintos barrios que se distinguen en la procesión por su propio escudo heráldico. Los mismos escudos que el turista descubre exhibidos, como banderas en las esquinas de la ciudad, patrimonio de la Humanidad de la Unesco desde 1995.

Durante los juegos del Palio los jinetes de cada contrade o parroquia, cabalgan a toda velocidad alrededor de la plaza en una prueba de pocos minutos en que el equipo vencedor recibe como premio el estandarte que realizó un artista para cada ceremonia.

“El barrio ganador pasea por las calles de la ciudad exhibiendo el trofeo, con cánticos y festejos”, sostiene Carapelli. “Es una juerga genuina de toda esa parroquia que luego lleva el trofeo a su museo local”.

“El palio es toda una experiencia vivencial. Es un atractivo extraordinario para visitar esta ciudad de la Toscana dada la oportunidad de experimentar una tradición milenaria”, asegura Verónica Morello, responsable del ente nacional italiano de turismo en argentina.

“No es una competencia deportiva: es una forma de vida de toda la comunidad que se junta para hacer los trajes, para entrenar, para armar los desfiles y luego también para celebrar”, afirma Carapelli.

¿Dónde se corre?

La competencia de cada julio y agosto tiene lugar en la plaza del campo. Es el punto neurálgico de la ciudad. La plaza tiene forma de abanico y presenta una ligera inclinación en el suelo. El pavimento de ladrillo está rodeado de un anillo de piedra.

En el centro de la escena está el Palacio Público, del que irradian ocho líneas blancas que dividen el campo en nueve sectores. Esta división es un símbolo para recordar a los gobiernos de Siena constituidos por nueve miembros procedentes de artesanos y banqueros, en su constitución, gracias a quienes la ciudad alcanzó su máximo esplendor a fines del siglo XIII.

Palacio Público

Desde uno de los extremos del palacio emerge la Torre del Mangia, una torre de 88 metros de altura, que es símbolo de la ciudad. El interior del palacio merece una visita ya que conserva pinturas de los artistas más celebres locales.

La sala de los priores conserva frescos de Spinello Aretino, que relatan los enfrentamientos entre Alejandro III y Federico Barbaroja. La Mapamundi guarda una virgen en majestad, obra de Simone Martini, que tiene en frente un retrato ecuestre de Guidorccio da Fogliano. La sala de la Paz está decorada con pinturas de Amroggio Lorenzetti entre 1335 y 1340 para evocar los efectos del Buen y del Mal gobierno, restaurados en la actualidad. Y la capilla contiene frescos de Taddeo di Bartolo donde narra la vida de la Virgen con frescos inspirados en el Credo. Tiene además un altar con una pintura de la Sagrada Familia de Sodoma.

La Torre del Mangia se puede visitar y obtener una de las vistas más magníficas de la ciudad, que alcanza incluso por el horizonte a la campiña toscana. Pero no abre al público el día de la competencia del palio.

Una plaza única

En la parte superior de la plaza se halla la fuente de la alegría, que recibió ese nombre por la buena acogida que tuvo en el momento de su inauguración en 1348. Más tarde, en 1419, se le añadieron paneles esculpidos por Jacobo Della Quercia.

Siena para entonces ya era una ciudad hace siglos: la ciudad pasó de ser una comuna rural a un municipio en el año 30 dc. Una primera mención histórica de la ciudad se remonta al año 70 dc, cuando fue descrita como una pequeña colonia militar de la Toscana. Con el advenimiento del cristianismo fue un arzobispado. Desde el siglo VIII se establecieron abadías y condados.

La riqueza de la ciudad se constituyó en los siglos XII y XIV época en la que alcanzó prosperidad: por entonces se enfrentó a la vecina Florencia y mantuvo una larga disputa con un episodio saliente en 1260 cuando los gibelinos de Siena se impusieron sobre los güelfos de Florencia. Fue en ese período en que se construyeron los monumentos más prestigiosos de la ciudad, al tiempo que tomaba fuerza la escuela de pintura de Siena, que tuvo relevancia en el arte italiano. Con la peste de 1348, en la que murieron dos tercios de los habitantes, comenzó una decadencia en la ciudad.

A principios del siglo XV terminó definitivamente el esplendor de Siena, que en tiempos feudales había llegado a ser una república. El enfrentamiento entre Siena y Florencia no fue sólo político: mientras en la ciudad de Dante se afirmaba el modelo romano que perseguía el equilibrio y el realismo que conduciría al renacimiento, en Siena se insistió en perpetuar el modelo griego o bizantino. La ciudad se convirtió luego en refugio de la sensibilidad gótica: no sólo en el arte, más aún en la arquitectura.

El campo tomo un carácter particular por la combinación de ladrillo y piedra en la parte inferior de los edificios, más los doble arcos. Hay tantas pinturas para ver en el interior del edificio del Palacio Público que los fanáticos del arte deberán considerar visitar el lugar un día que no se corra el Palio.

A pocas cuadras de la plaza principal, la Catedral es la culminación del gótico flamífero donde se halla Santa María della Scalla: un edificio que al caer el sol es un espectáculo único: tiene un resplandor que destaca, entre sus muros, su aura celestial.

La Catedral dedicada a la Asunción -como el Palio de Agosto-, con su fachada en blanco y negro y su piso lleno de símbolos esotéricos, conserva en su interior estatuas de Miguel Ángel y frescos de Pinturicchio.

 En la ciudad toscana de Siena, se celebra el Palio el 16 de agosto. Se trata de un espectáculo único que combina tradición milenaria y fervor mundano en la plaza central.  LA NACION

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