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El fútbol, sacudido por la pasión: historias de temblores increíbles dentro de una cancha

En el largo recorrido de la historia del fútbol argentino (su Liga es la que acumula más temporadas ininterrumpidas, desde 1893 a la actualidad) tiene anécdotas asombrosas. Más allá de su dominio a nivel de seleccionados (es el más ganador, con 23 títulos de mayores; está cuarto en el estatus olímpico y primero en el Sub 20) e incluso de clubes (en Sudamérica, supera a Brasil en competiciones Conmebol), su riqueza también radica en muchas leyendas pequeñas… o no tanto. El siguiente es, apenas, un precioso ejemplo de los alcances del deporte más popular en la tierra en la que nacieron Diego y Lionel, los cracks a los que ya casi les sobra el apellido.

No parece verosímil, pero las situaciones que se relatan a continuación están estrictamente comprobadas. La primera es más conocida, una suerte de mito que fue realidad en la ciudad de La Plata.

Quinto día de abril de 1992, se juega el clásico de la capital de la Provincia de Buenos Aires entre Gimnasia y Estudiantes, en la antigua cancha de tablones de los pincharratas, en 1 y 57. Es la séptima fecha del Clausura y las tribunas están colmadas con hinchas de ambos equipos. Es válido decir: “Como en los viejos tiempos, con visitantes”.

Van nueve minutos del segundo tiempo. Hay un tiro libre para el Lobo, sobre el sector izquierdo del ataque, a 35 metros del arco defendido por Marcelo Yorno. Todos imaginan que lo va a patear Carlos Odriozola, el Vasco, como de costumbre. Pero no. El uruguayo José Batlle Perdomo tiene un presentimiento. Y se lo pide a su compañero. No hay problema. Hugo Guerra y Guillermo Barros Schelotto, los delanteros de aquel Gimnasia, miran la escena expectantes. El árbitro Juan Bava da la orden. El remate, fortísimo, se hace gol y se hace grito. Y algo más… También terremoto.

Las vibraciones provocadas por el festejo del gol del club platense fueron registradas en el sismógrafo del departamento de Sismología e Información Meteorológica del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de La Plata, ubicada a unas seis cuadras de la cancha. El informe indicaba que se trataba de un movimiento telúrico. Nora Sabbione, entonces jefa del Departamento de Estación Sismológica del Observatorio de La Plata, expresó: “Técnicamente fue un ruido que no queda grabado, porque no llegó a la medida necesaria, pero quienes estaban en la Estación vieron que las agujas se movían, registrando el movimiento”.

El episodio tuvo alcance internacional. La noticia llegó a las estaciones de 120 países a través de la red internacional que controla United States Geological Survey (USGS). Y en consecuencia, la CNN solicitó el video del gol para ilustrar esa locura posible del fútbol argentino: un gol y una hinchada que generan un terremoto. Ese gol, además de toda la épica a su alrededor, permitió la victoria de Gimnasia por 1-0. Y generó dos apodos: los de Gimnasia, desde entonces, se jactan de tener La Hinchada del Terremoto. Y, también desde entonces, cada vez que el uruguayo Perdomo anda por La Plata, la mitad de la ciudad le dice Terremoto, claro.

///

Ese no fue el único temblor identificado en el fútbol argentino. Hubo otro, bastante menos conocido, siete años antes, en tiempos de los viejos Nacionales.

El domingo 3 de marzo de 1985, en Mendoza, se desató un sismo con otras particularidades, pero que también afectó a un partido y hasta le cambió el rumbo. Por primera y única vez, el equipo local, Huracán Las Heras se había clasificado para el campeonato Nacional. Y por la tercera fecha, enfrentaba a Círculo Deportivo Nicanor Otamendi, de Mar del Plata.

Huracán Las Heras es, más allá de sus vaivenes de resultados, uno de los equipos más convocantes de la región cuyana. Un ejemplo: en los partidos que la selección juega en el Malvinas Argentinas, casi invariablemente se reserva una parte de las cabeceras a su hinchada, paradigma de los barrios populares, conocida como “La Número 1″. Sin embargo, en aquella ocasión, no hubo un estadio Mundialista (tal su nombre en 1985) repleto como contra San Lorenzo, por ese mismo Nacional.

Pero los alcances del terremoto sí fueron noticia: “Violento terremoto en Chile: decenas de muertos y un millar de heridos”, tituló Clarín el lunes 4 de marzo de 1985. La Capital, de Mar del Plata, por su parte, detalló que en Mendoza “fue levemente percibido, en especial en los edificios de propiedad horizontal donde dijeron haber observado la oscilación de lámparas y muebles”.

Cuando el movimiento sucedió, el equipo visitante se imponía 1-0, desde los 16 minutos del segundo tiempo, gracias a un gol de José de Pedro. En cualquier caso, el sacudón cambió la historia y el desenlace del partido. Por precaución, los espectadores fueron instados a retirarse del estadio. No era para menos: el 26 de enero de ese mismo año, en Mendoza, un terremoto se había transformado en una tragedia de seis muertos y 253 heridos.

Un puñado de minutos más tarde, el encuentro se reanudó. Y llegó como continuidad del temblor un vendaval del equipo de Las Heras. Lo contó el diario marplatense: fueron tres golazos a través de Miliki Moyano, Oscar Pinino Mas –el más reconocible del plantel huracanense- y Guillermo Grillo Guirado.

Contó el diario Los Andes, de Mendoza, sobre la situación: “El movimiento telúrico de grado 5 en la escala Mercalli detuvo las acciones, pero nadie dejó de aquietarse. Habían pasado unos siete minutos desde el gol marplatense, y los integrantes de los bancos de suplentes saltaron literalmente al campo de juego para ganar el centro, donde ya se concentraban los que actuaban de titulares. Algunos se sentaron en el piso y el árbitro no tuvo otra opción que detener el juego. Fueron minutos, no más de 5 ó 6 de zozobra hasta que el juez ordenó reiniciar las acciones. Y no pasó mucho tiempo más para que nos diéramos cuenta que algo había cambiado”.

Pero había más incertidumbre para ese domingo. Luego del tercer tanto, el partido –a instancias del árbitro Juan Carlos Demaro- sufrió una nueva postergación ante otro movimiento del suelo. El mismo fue tan amenazante que los relatores de las radios, ubicados en el palco de transmisión, dejaron de narrar lo que sucedía. El susto pudo más: casi todos huyeron.

///

En días más cercanos, hubo otros dos episodios similares en instancias relevantes de dos competiciones de las más intensas: la Champions League y las eliminatorias mundialistas de la Conmebol. Ambas situaciones más parecidas al caso del Terremoto Perdomo. Y también hubo argentinos como partícipes centrales de la cuestión.

El 8 de marzo de 2017, en el partido entre Barcelona y Paris Saint Germain, por la vuelta de los octavos de final de la Champions de la temporada 16/17, un sismómetro del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA-CSIC), ubicado a unos 500 metros del Camp Nou, captó una minúscula señal sísmica coincidiendo con la reacción de los espectadores ante cada uno de los 6 goles que llevaron a la remontada de Barcelona ante PSG, especialmente el último evento, que presentó una mayor amplitud y una magnitud aproximada de 1.0 de la escala Richter.

En el encuentro de ida, disputado el 14 de febrero en el Parque de los Príncipes, los campeones de Francia se había impuesto por 4-0, con dos goles de Ángel Di María -la gran figura de aquella noche-, uno de Julian Draxler y otro Edinson Cavani.

Parecía todo resuelto. Pero bajo el cielo catalán, en un partido memorable en el estricto sentido del término, sucedió lo que parecía imposible. Barcelona se fue al descanso con un 2-0 que invitaba a confiar. Los goles: Luis Suárez y Layvin Kurzawa en contra. Lionel Messi, de penal, en el quinto minuto del segundo tiempo marcó el tercero. El gigante culé quedaba a sólo un gol del tiempo suplementario.

Todavía tenían valor doble los goles de visitante ante la necesidad de desempatar la serie. Y, como en la ida, Cavani aportó un gol. Fue a los 16 minutos del complemento. El partido fue intenso hasta faltando casi nada, pero el local no podía contra un PSG que parecía aferrado a la clasificación.

Pero en un par de suspiros todo cambió: a dos minutos de cumplirse los 90, apareció la mejor versión de Neymar para establecer el 4-1, de penal. Quedaban 120 segundos y el descuento para convertir los dos goles necesarios. Y como en esas noches mágicas de aquel Barcelona todo sucedió: otra vez Neymar y finalmente Sergi Roberto, en el transcurso de los primeros cinco minutos adicionados por el árbitro alemán Deniz Aitekin. Entonces, por primera vez sucedía una remontada semejante en la máxima competición europea de clubes. También fue el primer terremoto vinculado al fútbol del que se tiene registro en Europa.

///

En ese mismo 2017, el 15 de noviembre, en el contexto del encuentro de vuelta del Repechaje Intercontinental por una plaza en la Copa del Mundo de Rusia, en 2018, en el Estadio Nacional de Lima, Perú -dirigido por el argentino Ricardo Gareca; “es nuestro Messi con pelo largo y rubio”, decían los hinchas locales sobre El Tigre- enfrentaba a Nueva Zelanda. En Oceanía, habían igualado sin goles.

Con un estadio colmado, con gente afuera esperando el grito soñado, con una expectativa como casi nunca antes se vivió esa jornada. A los 27 minutos del primer tiempo, Jefferson Farfán anotó el primer gol, lo que desató una locura total en el estadio. Y los festejos en la capital peruana ocasionaron vibraciones que activaron la alerta de la aplicación Sismo Detector, según lo constató la misma aplicación en conjunto a su patrocinador, Sismología Chile.

En tanto, el Instituto Geofísico de Perú (IGP) informó en su cuenta, que al momento del gol de Farfán, los acelerómetros detectaron un temblor de 1.0 en la escala de Richter (al igual que el de la remontada de Barcelona, imperceptibles para las personas). También señalaron que la vibración propagada por el suelo fue provocada por los saltos en simultáneo de las más de 50.000 personas que asistieron al estadio.

Perú ganó ese encuentro por 2-0 (el segundo tanto lo convirtió Christian Romero, a los 20 de la segunda mitad) y se clasificó a una Copa del Mundo por primera vez desde 1982. Después de tres décadas de aquella cita universal en España, los peruanos festejaron por varios días con sus noches. Pero ya sin sismos. Sólo con la alegría desbordante gracias a la épica del equipo de Gareca.

En el largo recorrido de la historia del fútbol argentino (su Liga es la que acumula más temporadas ininterrumpidas, desde 1893 a la actualidad) tiene anécdotas asombrosas. Más allá de su dominio a nivel de seleccionados (es el más ganador, con 23 títulos de mayores; está cuarto en el estatus olímpico y primero en el Sub 20) e incluso de clubes (en Sudamérica, supera a Brasil en competiciones Conmebol), su riqueza también radica en muchas leyendas pequeñas… o no tanto. El siguiente es, apenas, un precioso ejemplo de los alcances del deporte más popular en la tierra en la que nacieron Diego y Lionel, los cracks a los que ya casi les sobra el apellido.

No parece verosímil, pero las situaciones que se relatan a continuación están estrictamente comprobadas. La primera es más conocida, una suerte de mito que fue realidad en la ciudad de La Plata.

Quinto día de abril de 1992, se juega el clásico de la capital de la Provincia de Buenos Aires entre Gimnasia y Estudiantes, en la antigua cancha de tablones de los pincharratas, en 1 y 57. Es la séptima fecha del Clausura y las tribunas están colmadas con hinchas de ambos equipos. Es válido decir: “Como en los viejos tiempos, con visitantes”.

Van nueve minutos del segundo tiempo. Hay un tiro libre para el Lobo, sobre el sector izquierdo del ataque, a 35 metros del arco defendido por Marcelo Yorno. Todos imaginan que lo va a patear Carlos Odriozola, el Vasco, como de costumbre. Pero no. El uruguayo José Batlle Perdomo tiene un presentimiento. Y se lo pide a su compañero. No hay problema. Hugo Guerra y Guillermo Barros Schelotto, los delanteros de aquel Gimnasia, miran la escena expectantes. El árbitro Juan Bava da la orden. El remate, fortísimo, se hace gol y se hace grito. Y algo más… También terremoto.

Las vibraciones provocadas por el festejo del gol del club platense fueron registradas en el sismógrafo del departamento de Sismología e Información Meteorológica del Observatorio Astronómico de la Universidad Nacional de La Plata, ubicada a unas seis cuadras de la cancha. El informe indicaba que se trataba de un movimiento telúrico. Nora Sabbione, entonces jefa del Departamento de Estación Sismológica del Observatorio de La Plata, expresó: “Técnicamente fue un ruido que no queda grabado, porque no llegó a la medida necesaria, pero quienes estaban en la Estación vieron que las agujas se movían, registrando el movimiento”.

El episodio tuvo alcance internacional. La noticia llegó a las estaciones de 120 países a través de la red internacional que controla United States Geological Survey (USGS). Y en consecuencia, la CNN solicitó el video del gol para ilustrar esa locura posible del fútbol argentino: un gol y una hinchada que generan un terremoto. Ese gol, además de toda la épica a su alrededor, permitió la victoria de Gimnasia por 1-0. Y generó dos apodos: los de Gimnasia, desde entonces, se jactan de tener La Hinchada del Terremoto. Y, también desde entonces, cada vez que el uruguayo Perdomo anda por La Plata, la mitad de la ciudad le dice Terremoto, claro.

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Ese no fue el único temblor identificado en el fútbol argentino. Hubo otro, bastante menos conocido, siete años antes, en tiempos de los viejos Nacionales.

El domingo 3 de marzo de 1985, en Mendoza, se desató un sismo con otras particularidades, pero que también afectó a un partido y hasta le cambió el rumbo. Por primera y única vez, el equipo local, Huracán Las Heras se había clasificado para el campeonato Nacional. Y por la tercera fecha, enfrentaba a Círculo Deportivo Nicanor Otamendi, de Mar del Plata.

Huracán Las Heras es, más allá de sus vaivenes de resultados, uno de los equipos más convocantes de la región cuyana. Un ejemplo: en los partidos que la selección juega en el Malvinas Argentinas, casi invariablemente se reserva una parte de las cabeceras a su hinchada, paradigma de los barrios populares, conocida como “La Número 1″. Sin embargo, en aquella ocasión, no hubo un estadio Mundialista (tal su nombre en 1985) repleto como contra San Lorenzo, por ese mismo Nacional.

Pero los alcances del terremoto sí fueron noticia: “Violento terremoto en Chile: decenas de muertos y un millar de heridos”, tituló Clarín el lunes 4 de marzo de 1985. La Capital, de Mar del Plata, por su parte, detalló que en Mendoza “fue levemente percibido, en especial en los edificios de propiedad horizontal donde dijeron haber observado la oscilación de lámparas y muebles”.

Cuando el movimiento sucedió, el equipo visitante se imponía 1-0, desde los 16 minutos del segundo tiempo, gracias a un gol de José de Pedro. En cualquier caso, el sacudón cambió la historia y el desenlace del partido. Por precaución, los espectadores fueron instados a retirarse del estadio. No era para menos: el 26 de enero de ese mismo año, en Mendoza, un terremoto se había transformado en una tragedia de seis muertos y 253 heridos.

Un puñado de minutos más tarde, el encuentro se reanudó. Y llegó como continuidad del temblor un vendaval del equipo de Las Heras. Lo contó el diario marplatense: fueron tres golazos a través de Miliki Moyano, Oscar Pinino Mas –el más reconocible del plantel huracanense- y Guillermo Grillo Guirado.

Contó el diario Los Andes, de Mendoza, sobre la situación: “El movimiento telúrico de grado 5 en la escala Mercalli detuvo las acciones, pero nadie dejó de aquietarse. Habían pasado unos siete minutos desde el gol marplatense, y los integrantes de los bancos de suplentes saltaron literalmente al campo de juego para ganar el centro, donde ya se concentraban los que actuaban de titulares. Algunos se sentaron en el piso y el árbitro no tuvo otra opción que detener el juego. Fueron minutos, no más de 5 ó 6 de zozobra hasta que el juez ordenó reiniciar las acciones. Y no pasó mucho tiempo más para que nos diéramos cuenta que algo había cambiado”.

Pero había más incertidumbre para ese domingo. Luego del tercer tanto, el partido –a instancias del árbitro Juan Carlos Demaro- sufrió una nueva postergación ante otro movimiento del suelo. El mismo fue tan amenazante que los relatores de las radios, ubicados en el palco de transmisión, dejaron de narrar lo que sucedía. El susto pudo más: casi todos huyeron.

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En días más cercanos, hubo otros dos episodios similares en instancias relevantes de dos competiciones de las más intensas: la Champions League y las eliminatorias mundialistas de la Conmebol. Ambas situaciones más parecidas al caso del Terremoto Perdomo. Y también hubo argentinos como partícipes centrales de la cuestión.

El 8 de marzo de 2017, en el partido entre Barcelona y Paris Saint Germain, por la vuelta de los octavos de final de la Champions de la temporada 16/17, un sismómetro del Instituto de Ciencias de la Tierra Jaume Almera (ICTJA-CSIC), ubicado a unos 500 metros del Camp Nou, captó una minúscula señal sísmica coincidiendo con la reacción de los espectadores ante cada uno de los 6 goles que llevaron a la remontada de Barcelona ante PSG, especialmente el último evento, que presentó una mayor amplitud y una magnitud aproximada de 1.0 de la escala Richter.

En el encuentro de ida, disputado el 14 de febrero en el Parque de los Príncipes, los campeones de Francia se había impuesto por 4-0, con dos goles de Ángel Di María -la gran figura de aquella noche-, uno de Julian Draxler y otro Edinson Cavani.

Parecía todo resuelto. Pero bajo el cielo catalán, en un partido memorable en el estricto sentido del término, sucedió lo que parecía imposible. Barcelona se fue al descanso con un 2-0 que invitaba a confiar. Los goles: Luis Suárez y Layvin Kurzawa en contra. Lionel Messi, de penal, en el quinto minuto del segundo tiempo marcó el tercero. El gigante culé quedaba a sólo un gol del tiempo suplementario.

Todavía tenían valor doble los goles de visitante ante la necesidad de desempatar la serie. Y, como en la ida, Cavani aportó un gol. Fue a los 16 minutos del complemento. El partido fue intenso hasta faltando casi nada, pero el local no podía contra un PSG que parecía aferrado a la clasificación.

Pero en un par de suspiros todo cambió: a dos minutos de cumplirse los 90, apareció la mejor versión de Neymar para establecer el 4-1, de penal. Quedaban 120 segundos y el descuento para convertir los dos goles necesarios. Y como en esas noches mágicas de aquel Barcelona todo sucedió: otra vez Neymar y finalmente Sergi Roberto, en el transcurso de los primeros cinco minutos adicionados por el árbitro alemán Deniz Aitekin. Entonces, por primera vez sucedía una remontada semejante en la máxima competición europea de clubes. También fue el primer terremoto vinculado al fútbol del que se tiene registro en Europa.

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En ese mismo 2017, el 15 de noviembre, en el contexto del encuentro de vuelta del Repechaje Intercontinental por una plaza en la Copa del Mundo de Rusia, en 2018, en el Estadio Nacional de Lima, Perú -dirigido por el argentino Ricardo Gareca; “es nuestro Messi con pelo largo y rubio”, decían los hinchas locales sobre El Tigre- enfrentaba a Nueva Zelanda. En Oceanía, habían igualado sin goles.

Con un estadio colmado, con gente afuera esperando el grito soñado, con una expectativa como casi nunca antes se vivió esa jornada. A los 27 minutos del primer tiempo, Jefferson Farfán anotó el primer gol, lo que desató una locura total en el estadio. Y los festejos en la capital peruana ocasionaron vibraciones que activaron la alerta de la aplicación Sismo Detector, según lo constató la misma aplicación en conjunto a su patrocinador, Sismología Chile.

En tanto, el Instituto Geofísico de Perú (IGP) informó en su cuenta, que al momento del gol de Farfán, los acelerómetros detectaron un temblor de 1.0 en la escala de Richter (al igual que el de la remontada de Barcelona, imperceptibles para las personas). También señalaron que la vibración propagada por el suelo fue provocada por los saltos en simultáneo de las más de 50.000 personas que asistieron al estadio.

Perú ganó ese encuentro por 2-0 (el segundo tanto lo convirtió Christian Romero, a los 20 de la segunda mitad) y se clasificó a una Copa del Mundo por primera vez desde 1982. Después de tres décadas de aquella cita universal en España, los peruanos festejaron por varios días con sus noches. Pero ya sin sismos. Sólo con la alegría desbordante gracias a la épica del equipo de Gareca.

 Gimnasia La Plata, Perdomo, Huracán Las Heras, Pinino Mas, Messi, Neymar, la remontada del Barcelona, Gareca y la clasificación peruana al Mundial, vinculados por una repetida historia de sismos  LA NACION

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