Los Obama electrizan la convención demócrata y ungen con su mística la campaña de Kamala Harris
CHICAGO.- Barack Obama caminó hacia el atril en el escenario de la convención demócrata, se abrazó y besó durante unos segundos a su mujer, Michelle Obama –que se había llevado la mayor ovación de todas–, y apenas empezó a hablar, llevó a los demócratas de regreso a 2008. “No sé ustedes, ¡pero me siento entusiasmado! ¡Me siento listo para salir!”, arengó a la gente, y al instante soltó la broma:. “Aunque soy la única persona lo suficientemente estúpida como para hablar justo después de Michelle Obama”. A la mitad de su discurso, un público ya a esa altura electrizado por completo le devolvió otro himno suyo: “¡Si, podemos! ¡Si, podemos!”, gritó el estadio.
Los Obama erizaron unos ánimos ya elevadísimos de la demócratas en la fiesta de coronación de Kamala Harris con dos discursos estelares que refrendaron su status de rockstars en la política norteamericana –dos figuras que juegan en otra liga– y buscaron un objetivo concreto: ungir la campaña de Harris con la mística de la primera campaña de Obama, y, también, advertirles a los demócratas que la victoria está lejos de estar garantizada, y deberán trabajar duro para retener la Casa Blanca en una pelea voto a voto.
El destacado papel de los Obama en la convención –coparon el prime time de la segunda noche– reforzó una alianza política de dos décadas con Harris que ahora se encontró con su objetivo definitivo, su misión más crítica: frenar para siempre a Donald Trump, y llevar a la primera mujer al Salón Oval de la Casa Blanca.
Primero fue el turno de Michelle Obama, que recibió la mayor ovación de la noche, un estruendo testimonial de la devoción que despierta entre los demócratas. Apenas arrancó, dijo que había “algo mágico en el aire” que se estaba extendiendo por todo el país. Era el “poder contagioso” de la esperanza, la euforia, siguió, de estar en “la cúspide de un nuevo día”. “Estados Unidos, la esperanza está volviendo”, anunció.
Michelle Obama ofreció un alegato contundente a favor de Kamala Harris, a la que presentó casi como una hermana –dijo que habían construido sus vidas sobre los mismos “valores fundacionales”– y, sobre todo, en contra de Donald Trump.
“Durante años, Donald Trump hizo todo lo que estuvo a su alcance para intentar que la gente nos temiera ver su visión limitada y estrecha del mundo. Lo hizo sentir amenazado por la existencia de dos personas trabajadoras, altamente educadas y exitosas que, además, eran negras”, dijo. “¿Quién le va a decir que el trabajo que está buscando actualmente podría ser uno de esos “trabajos negros”?”, aguijoneó después.
Luego llegó el turno de su marido. Obama volvió a pisar el mismo escenario que, en 2004, lo convirtió en una estrella global de manera inmediata y terminó por catapultarlo a la presidencia. Arrancó yendo al pasado, y con un homenaje –muy breve: fueron literalmente tres párrafos– a Biden. Elogió sus valores, su decencia, su empatía, su decencia y su resiliencia, dijo que era lo que el país necesitaba, y luego rápidamente dio vuelta la página.
“La historia recordará a Joe Biden como un presidente que defendió la democracia en un momento de gran peligro. Estoy orgulloso de llamarlo mi presidente, pero estoy aún más orgulloso de llamarlo mi amigo”, expresó.
“Ahora la antorcha se ha pasado. Ahora nos toca a nosotros luchar por los Estados Unidos en los que creemos. Y no nos equivoquemos: será una lucha. A pesar de toda la increíble energía que hemos podido generar en las últimas semanas, esta seguirá siendo una carrera reñida en un país muy dividido, un país en el que demasiados estadounidenses siguen luchando y no creen que el gobierno pueda ayudar”, les advirtió a los demócratas.
El mensaje de Obama fue menos emotivo y más sesudo que el de Michelle Obama, pero tuvo ese ingrediente clásico de sus mensajes: la apelación a la historia de superación de Estados Unidos, y el llamado a la unidad, a la comunidad, a la tolerancia como un maná para una mejor sociedad.
“Porque la vasta mayoría de nosotros no quiere vivir en un país amargado y dividido. Queremos algo mejor. Queremos ser mejores. Y la alegría y el entusiasmo que estamos viendo en esta campaña nos dice que no estamos solos”, dijo.
El entusiasmo y la energía en la convención en Chicago ha llevado a muchos demócratas a trazar un paralelismo nostálgico entre la campaña de Harris y el camino de Obama a la Casa Blanca. Al igual que en 2008, Estados Unidos puede hacer historia al elegir a la primera mujer, afroamericana, hija de inmigrantes de Jamaica y la India. Un hilo une ambas campañas: el vínculo entre Obama y Harris, forjado a lo largo de las últimas dos décadas.
“Siento que estaba escrito. Obama empezó acá y fue el primer candidato presidencial afroamericano, y ahora volvemos otra vez con Kamala”, dijo Veronica Robinson, 54 años, de Alabama. “Es como si fuera el destino”, se entusiasmó.
Una amistad de dos décadas
Harris y Obama se conocieron en 2004, en el inicio de sus carreras políticas. Harris era fiscal de distrito de San Francisco, California, y Obama era senador estatal por Illinois, en campaña para una banca en el Senado. Ese año, Obama saltó a la fama con su discurso en la apertura de la convención demócrata que nominó a John Kerry. Cuatro años más tarde, cuando Obama decidió lanzarse en busca de la presidencia, Harris lo respaldó de entrada y viajó a Iowa para golpear puertas como voluntaria para su campaña. Una foto de 2007 que volvió a circular esta semana en las redes muestra a Harris en el acto de lanzamiento de la campaña presidencial de Obama, en Springfield, Illinois, en medio del público, como un simpatizante más. Ese temprano respaldo de Harris sembró la semilla de una relación que, ahora, puede terminar de torcer el destino de Estados Unidos, y el mundo.
“La llaman la Barack Obama mujer”, la bautizó la periodista Gwen Ifill, en una aparición televisiva a principios de 2009, cuando Harris ya comenzaba a perfilarse como una estrella ascendente en el partido.
Obama respaldó después a Harris en sus dos campañas en California, la primera para ser Fiscal General, y la segunda para una banca en el Senado. Ya en Washington, Harris buscó el consejo de Obama para su primera campaña presidencial, en 2019. Pero esa campaña terminó en un fiasco: sin un mensaje, una organización o una estrategia claras, Harris desangró recursos y se vio forzada a bajarse en diciembre, antes del primer voto en Iowa. Biden la resucitó políticamente al elegirla como su vicepresidenta, “la mejor decisión que tomé en de toda mi carrera política”, dijo el presidente en su discurso de despedida.
Silencio sugestivo
Obama mantuvo un sugestivo silencio en medio de la brutal campaña de presión a Biden para que renunciara a su reelección. Lo respaldó luego de su desastroso debate con Trump, pero después se llamó a silencio mientras un coro creciente de voces en el Partido Demócrata pedía que Biden, a quien ha llamado “su hermano”, se retirara. La campaña de Biden salió a responder públicamente a las críticas a Biden de Dan Pfeiffer y Jon Favreau, dos asesores de Obama en su época de la Casa Blanca. Y Obama estuvo en contacto con Pelosi, la gran arquitecta detrás de la inédita estrategia para correr a Biden.
Ahora, Obama se comprometió a hacer lo que sea necesario para que Harris gane. Uno de sus estrategas políticos, David Plouffe, ya se sumó al equipo de Harris, y muy probablemente no será el único.
Robert Darrow, un delegado de Luisiana, dijo que la campaña de Obama y la de Harris están unidas por la misma misión. Al participar de su primera convención, recordó la elección de 2008, y volvió a hablar de alegría y esperanza, una electricidad en el aire que parecía esquiva.
“Estoy eufórico”, dijo. “Es histórico participar en esta convención, esta convención en particular, es un nuevo día. Hay alegría y esperanza en la política”, afirmó.
CHICAGO.- Barack Obama caminó hacia el atril en el escenario de la convención demócrata, se abrazó y besó durante unos segundos a su mujer, Michelle Obama –que se había llevado la mayor ovación de todas–, y apenas empezó a hablar, llevó a los demócratas de regreso a 2008. “No sé ustedes, ¡pero me siento entusiasmado! ¡Me siento listo para salir!”, arengó a la gente, y al instante soltó la broma:. “Aunque soy la única persona lo suficientemente estúpida como para hablar justo después de Michelle Obama”. A la mitad de su discurso, un público ya a esa altura electrizado por completo le devolvió otro himno suyo: “¡Si, podemos! ¡Si, podemos!”, gritó el estadio.
Los Obama erizaron unos ánimos ya elevadísimos de la demócratas en la fiesta de coronación de Kamala Harris con dos discursos estelares que refrendaron su status de rockstars en la política norteamericana –dos figuras que juegan en otra liga– y buscaron un objetivo concreto: ungir la campaña de Harris con la mística de la primera campaña de Obama, y, también, advertirles a los demócratas que la victoria está lejos de estar garantizada, y deberán trabajar duro para retener la Casa Blanca en una pelea voto a voto.
El destacado papel de los Obama en la convención –coparon el prime time de la segunda noche– reforzó una alianza política de dos décadas con Harris que ahora se encontró con su objetivo definitivo, su misión más crítica: frenar para siempre a Donald Trump, y llevar a la primera mujer al Salón Oval de la Casa Blanca.
Primero fue el turno de Michelle Obama, que recibió la mayor ovación de la noche, un estruendo testimonial de la devoción que despierta entre los demócratas. Apenas arrancó, dijo que había “algo mágico en el aire” que se estaba extendiendo por todo el país. Era el “poder contagioso” de la esperanza, la euforia, siguió, de estar en “la cúspide de un nuevo día”. “Estados Unidos, la esperanza está volviendo”, anunció.
Michelle Obama ofreció un alegato contundente a favor de Kamala Harris, a la que presentó casi como una hermana –dijo que habían construido sus vidas sobre los mismos “valores fundacionales”– y, sobre todo, en contra de Donald Trump.
“Durante años, Donald Trump hizo todo lo que estuvo a su alcance para intentar que la gente nos temiera ver su visión limitada y estrecha del mundo. Lo hizo sentir amenazado por la existencia de dos personas trabajadoras, altamente educadas y exitosas que, además, eran negras”, dijo. “¿Quién le va a decir que el trabajo que está buscando actualmente podría ser uno de esos “trabajos negros”?”, aguijoneó después.
Luego llegó el turno de su marido. Obama volvió a pisar el mismo escenario que, en 2004, lo convirtió en una estrella global de manera inmediata y terminó por catapultarlo a la presidencia. Arrancó yendo al pasado, y con un homenaje –muy breve: fueron literalmente tres párrafos– a Biden. Elogió sus valores, su decencia, su empatía, su decencia y su resiliencia, dijo que era lo que el país necesitaba, y luego rápidamente dio vuelta la página.
“La historia recordará a Joe Biden como un presidente que defendió la democracia en un momento de gran peligro. Estoy orgulloso de llamarlo mi presidente, pero estoy aún más orgulloso de llamarlo mi amigo”, expresó.
“Ahora la antorcha se ha pasado. Ahora nos toca a nosotros luchar por los Estados Unidos en los que creemos. Y no nos equivoquemos: será una lucha. A pesar de toda la increíble energía que hemos podido generar en las últimas semanas, esta seguirá siendo una carrera reñida en un país muy dividido, un país en el que demasiados estadounidenses siguen luchando y no creen que el gobierno pueda ayudar”, les advirtió a los demócratas.
El mensaje de Obama fue menos emotivo y más sesudo que el de Michelle Obama, pero tuvo ese ingrediente clásico de sus mensajes: la apelación a la historia de superación de Estados Unidos, y el llamado a la unidad, a la comunidad, a la tolerancia como un maná para una mejor sociedad.
“Porque la vasta mayoría de nosotros no quiere vivir en un país amargado y dividido. Queremos algo mejor. Queremos ser mejores. Y la alegría y el entusiasmo que estamos viendo en esta campaña nos dice que no estamos solos”, dijo.
El entusiasmo y la energía en la convención en Chicago ha llevado a muchos demócratas a trazar un paralelismo nostálgico entre la campaña de Harris y el camino de Obama a la Casa Blanca. Al igual que en 2008, Estados Unidos puede hacer historia al elegir a la primera mujer, afroamericana, hija de inmigrantes de Jamaica y la India. Un hilo une ambas campañas: el vínculo entre Obama y Harris, forjado a lo largo de las últimas dos décadas.
“Siento que estaba escrito. Obama empezó acá y fue el primer candidato presidencial afroamericano, y ahora volvemos otra vez con Kamala”, dijo Veronica Robinson, 54 años, de Alabama. “Es como si fuera el destino”, se entusiasmó.
Una amistad de dos décadas
Harris y Obama se conocieron en 2004, en el inicio de sus carreras políticas. Harris era fiscal de distrito de San Francisco, California, y Obama era senador estatal por Illinois, en campaña para una banca en el Senado. Ese año, Obama saltó a la fama con su discurso en la apertura de la convención demócrata que nominó a John Kerry. Cuatro años más tarde, cuando Obama decidió lanzarse en busca de la presidencia, Harris lo respaldó de entrada y viajó a Iowa para golpear puertas como voluntaria para su campaña. Una foto de 2007 que volvió a circular esta semana en las redes muestra a Harris en el acto de lanzamiento de la campaña presidencial de Obama, en Springfield, Illinois, en medio del público, como un simpatizante más. Ese temprano respaldo de Harris sembró la semilla de una relación que, ahora, puede terminar de torcer el destino de Estados Unidos, y el mundo.
“La llaman la Barack Obama mujer”, la bautizó la periodista Gwen Ifill, en una aparición televisiva a principios de 2009, cuando Harris ya comenzaba a perfilarse como una estrella ascendente en el partido.
Obama respaldó después a Harris en sus dos campañas en California, la primera para ser Fiscal General, y la segunda para una banca en el Senado. Ya en Washington, Harris buscó el consejo de Obama para su primera campaña presidencial, en 2019. Pero esa campaña terminó en un fiasco: sin un mensaje, una organización o una estrategia claras, Harris desangró recursos y se vio forzada a bajarse en diciembre, antes del primer voto en Iowa. Biden la resucitó políticamente al elegirla como su vicepresidenta, “la mejor decisión que tomé en de toda mi carrera política”, dijo el presidente en su discurso de despedida.
Silencio sugestivo
Obama mantuvo un sugestivo silencio en medio de la brutal campaña de presión a Biden para que renunciara a su reelección. Lo respaldó luego de su desastroso debate con Trump, pero después se llamó a silencio mientras un coro creciente de voces en el Partido Demócrata pedía que Biden, a quien ha llamado “su hermano”, se retirara. La campaña de Biden salió a responder públicamente a las críticas a Biden de Dan Pfeiffer y Jon Favreau, dos asesores de Obama en su época de la Casa Blanca. Y Obama estuvo en contacto con Pelosi, la gran arquitecta detrás de la inédita estrategia para correr a Biden.
Ahora, Obama se comprometió a hacer lo que sea necesario para que Harris gane. Uno de sus estrategas políticos, David Plouffe, ya se sumó al equipo de Harris, y muy probablemente no será el único.
Robert Darrow, un delegado de Luisiana, dijo que la campaña de Obama y la de Harris están unidas por la misma misión. Al participar de su primera convención, recordó la elección de 2008, y volvió a hablar de alegría y esperanza, una electricidad en el aire que parecía esquiva.
“Estoy eufórico”, dijo. “Es histórico participar en esta convención, esta convención en particular, es un nuevo día. Hay alegría y esperanza en la política”, afirmó.
Barack y Michelle Obama cerraron la segunda noche, y refrendaron su status de rockstars con dos discursos que reforzaron una alianza política que busca frenar a Donald Trump LA NACION