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Milei conduce, pero Villarruel no verticaliza

“No creo que haya sido la mejor elección y simplemente ha sido una candidatura controversial. Todos hubiéramos querido tener un candidato, que nos enorgullezca, que va a poder desenvolver la más alta judicatura con la suficiente rectitud, honestidad y sabiduría posible; y no es este el caso”, afirmó la vicepresidenta Victoria Villarruel, tomando distancia de la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia, una de las decisiones que le quita el sueño al presidente Javier Milei y a su grupo más cercano en el poder.

Villarruel está sentida, desde que asumió el gobierno y la postergaron en el manejo de áreas como Seguridad y sobre todo Defensa, después de que en la misma campaña el propio Milei anunciaba, cuando daban entrevistas juntos, que ella se iba a encargar de esas políticas. Pero sucedió que, al tomar el poder, la postergaron para incluir a la fórmula de Juntos por el Cambio en el gabinete sin previa consulta. Bullrich y Petri (que tuvo una pelea pública con Villarruel en la campaña y la trató de autoritaria) se quedaron con lo que ella creía le correspondía por aportar su figura y trabajo en la construcción de esa alternativa. Cosas de la política argentina, tanto Patricia Bullrich y Luis Petri jamás hubiesen apoyado a Ariel Lijo a un cargo en la Corte Suprema si se mantenían en su partido y propuesta de origen. Eso debe enojar aún más a la vicepresidenta. Luego vino su posteo en X contra Francia que provocó el enojo de Milei y la poderosa Karina y la cantidad de veces que, a propósito, para limitar su exposición, la dejaron afuera de actos públicos o a los que ella directamente rechazó asistir, como la firma del Pacto de Mayo en Tucumán.

Sobre peleas entre el Presidente y su vice, los argentinos tenemos un posgrado en experiencias, todas tuvieron su capítulo y ninguna fue igual, pero esta coyuntura política tiene una particularidad. Al igual que Julio Cobos, cuando desairó a Cristina Kirchner en la crisis del campo con su voto “no positivo” y despertó la ira de todo el kirchnerismo duro, Villarruel comenzó a sufrir un ataque brutal en las redes sociales de parte de las espadas más filosas de Milei, como la diputada Lemoine, que cree que la posición de Victoria Villarruel es “egoísta” y la instó a recordar “que es parte de La Libertad Avanza, no de Cambiemos”. No fue la única agraviada, horas antes el senador Francisco Paoltroni, que acusa Lijo de haber beneficiado al gobernador de Formosa Gildo Insfrán en la causa Ciccone, recibió una andanada de insultos y exigencias para que se alinee con la postura de Javier Milei: “hay que verticalizar o irse” le decían, por citar solo los que no insultaron tal como acostumbran en la red social X, donde los libertarios se sienten amos y señores. Paoltroni no se calló, incluso le puso nombre y apellido al responsable de esos ataques: “El máximo responsable es Santiago Caputo; es la cabeza que tiene que rodar”, soltó el formoseño sobre el hombre fuerte, sin cargo, que conduce en paralelo la marcha del gobierno. Como hacen con todo el arco político opositor, el periodismo crítico y los simples ciudadanos que acuden a ese espacio a decir lo que piensan, los insultan, denigran y atacan con mentiras solo desde la cobardía del anonimato que le permite la plataforma, exigiendo pruebas o certezas a quienes sí dan a conocer su identidad, algo que ellos no hacen. Sobre todo cuando se critican los sospechosos fondos reservados, 100 mil millones de pesos, que según el diputado Maximiliano Ferraro, incrementaron un 3100% -ninguna partida publica recibió ni un 10% de ese beneficio, ni salud, ni educación, ni obra pública, entre otros- y de los que ya gastaron el 80%. Esto sería un escándalo en cualquier país que no haya atravesado dos décadas de populismo dejando los resortes de control público abandonados, algo de lo que se sirve hoy el gobierno libertario. En la oposición dialoguista tomaron nota de este despropósito y rechazaron en Diputados, en una sesión exprés, el DNU que asigna estos fondos. El propio Mauricio Macri trabajó para reunir mayoría y aclaró a través de un comunicado de la mesa del Pro: “Este DNU de $100 mil millones para inteligencia, en un contexto en el que no hay plata, y sin aclarar el uso de los fondos, no es el cambio”. Esto, más su rechazo a la candidatura de Lijo, es un salto con dudoso retorno.

Tampoco pasó inadvertido lo que planteó Elisa Carrió: “dudo que este gobierno sea honesto. ¿Sabés que datos vi que me hace dudar? Primero la designación de Lijo y segundo los fondos de la SIDE. Si le dan 100 mil millones de plata liberada para la SIDE, están diciendo roben como quieran”, aseguró la líder de la Coalición Cívica. ¿Cómo no detenerse a escuchar a quien fue pionera en las denuncias por corrupción contra el kirchnerismo cuando éste recién amanecía y la mayoría de la política miraba para otro lado?

Hoy hay un encono salvaje contra todo aquel que critique al Gobierno y de esto se encargan de demostrarlo los famosos trolls, que como las brujas “no existen (pero que las hay las hay)”. Basta ver los miles de cuentas en X que fueron creadas en los últimos meses, todas anónimas y con no más de un centenar de seguidores, con la función de hostigar e insultar a quien critique o incomode al gobierno. Podríamos estar frente a una nueva versión de las llamadas “milicias digitales”, con experiencia previa en Brasil, donde el Supremo Tribunal Federal lleva adelante una causa en la que se investiga a una presunta organización criminal dedicada a difundir desinformaciones en redes sociales sobre el sistema electoral brasilero y a cuestionar al sistema democrático de ese país. Esta causa, conocida como “milicias digitales”, la instruye, como relator, Alexandre de Moraes, juez del STF brasileño y la investigación la lleva a cabo la Policía Federal de Brasil. Uno de los acusados e investigado es Fernando Cerimedo, uno de los principales asesores de campaña de Javier Milei, que presuntamente actuó en coordinación con algunos colaboradores del expresidente Jair Bolsonaro y con militares brasileños para atacar el sistema electoral y realizar acusaciones falsas de fraude en las elecciones presidenciales de 2022. Un signo de época.

Esta reacción es similar a la utilizada por el kirchnerismo hace 15 años, cuando a muchos periodistas nos acosaban en la calle al grito de “devuelvan los nietos” o “cipayos”, solo por trabajar en medios que ellos querían “colonizar” con la funesta Ley de Medios. Hoy tienen otros métodos, las redes le brindan un escenario más cómodo, pero no tan barato, pero la intención es la misma, atosigar y callar voces e imponer el pensamiento único. El kirchnerismo tuvo un éxito parcial, quizás con el tiempo este oficialismo corra la misma suerte. La diferencia entre ambos es que el kirchnerismo hostigaba públicamente y luego se disculpaba en privado (“no podemos contener la militancia” nos decían algunos funcionarios, justificando con hipocresía la violencia en el trato). Los libertarios, en cambio, se regocijan y celebran esos ataques. Si lo hace el mismo Presidente, ¿por qué no lo haría un militante o un influencer que participa en ese espacio?

Ahora en el propio oficialismo saben y conocen esas conductas, porque son víctimas la propia vicepresidenta, un senador y algunos de los exfuncionarios o militantes que tuvieron que callarse por no soportar la presión y el escarnio al que fueron sometidos.

Pero con Villarruel es distinto. La vice tiene juego propio, porque lo que más le molesta a Milei son las encuestas que le dan a la vicepresidenta un mayor porcentaje de imagen positiva que la suya y que hay sectores de la oposición que pueden tener un diálogo fluido y civilizado en su despacho del Senado. Y, como dialogar es algo a lo que Milei es poco proclive, hizo que Villarruel se vuelva peligrosa para el propio proyecto político.

Esta semana afloró que en el seno del “mileísmo” un gen peronista, que lo tiene muy arraigado en sus cimientos populistas. Hay un común denominador que los lleva a comportarse como el justicialismo: el llamado y la exigencia a ser verticalistas y obedecer al Presidente en todo. Traen el recuerdo del regreso de Perón, en 1973, cuando quedó en claro que el enemigo era todo aquel que cuestionara el rumbo al General. Allí nació el “Perón conduce-Isabel verticaliza”, un dogma que abrazó e impuso el Comando de Organización (CdO), para algunos historiadores el brazo político de la Triple A, para encolumnar a toda la izquierda peronista, a los independientes y aliados, que creían en el líder, pero no en su proyecto: “Al líder se le obedece, no se le discute”, un antagonismo para cualquiera que se precie de liberal en algunas de sus formas de expresión, pero que parece identificar a este gobierno libertario.

El escándalo de la denuncia de Fabiola Yañez por violencia de género contra el expresidente Alberto Fernández, que tiene a toda la opinión pública indignada, es bien utilizado por el gobierno para mostrarle a la sociedad que su proyecto avanza a toda velocidad intentando no ser alcanzado por el enemigo kirchnerista que asoma en el espejo retrovisor, como el pasado que hay que dejar atrás, fortaleciéndose así con su sola amenaza. El oficialismo olvidó que, al lado del conductor Javier Milei viajaban los únicos políticos que pueden alterar ese camino porque comparten e influyen en el mismo electorado: Mauricio Macri y Victoria Villarruel. Ambos tomaron esta semana una distancia considerable con el Presidente y ponen en duda el futuro de ese andar.

Además, Villarruel tiene un gran desafío por delante y es sostener un equilibrio entre sus diferencias a cielo abierto con Milei, sin descuidar la gobernabilidad. Ella no aceptó mansamente la provocación y el acoso al que fue sometida, entonces ahora debe decidir: o ser una simple funcionaria destinada a “sonar la chicharra” para que el Senado de la Nación funcione cuando el Ejecutivo lo necesite o hacer valer su posición política, que hoy tiene en la opinión pública su mejor aliado. Con todo lo bueno y lo malo que esto pueda encerrar.

“No creo que haya sido la mejor elección y simplemente ha sido una candidatura controversial. Todos hubiéramos querido tener un candidato, que nos enorgullezca, que va a poder desenvolver la más alta judicatura con la suficiente rectitud, honestidad y sabiduría posible; y no es este el caso”, afirmó la vicepresidenta Victoria Villarruel, tomando distancia de la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia, una de las decisiones que le quita el sueño al presidente Javier Milei y a su grupo más cercano en el poder.

Villarruel está sentida, desde que asumió el gobierno y la postergaron en el manejo de áreas como Seguridad y sobre todo Defensa, después de que en la misma campaña el propio Milei anunciaba, cuando daban entrevistas juntos, que ella se iba a encargar de esas políticas. Pero sucedió que, al tomar el poder, la postergaron para incluir a la fórmula de Juntos por el Cambio en el gabinete sin previa consulta. Bullrich y Petri (que tuvo una pelea pública con Villarruel en la campaña y la trató de autoritaria) se quedaron con lo que ella creía le correspondía por aportar su figura y trabajo en la construcción de esa alternativa. Cosas de la política argentina, tanto Patricia Bullrich y Luis Petri jamás hubiesen apoyado a Ariel Lijo a un cargo en la Corte Suprema si se mantenían en su partido y propuesta de origen. Eso debe enojar aún más a la vicepresidenta. Luego vino su posteo en X contra Francia que provocó el enojo de Milei y la poderosa Karina y la cantidad de veces que, a propósito, para limitar su exposición, la dejaron afuera de actos públicos o a los que ella directamente rechazó asistir, como la firma del Pacto de Mayo en Tucumán.

Sobre peleas entre el Presidente y su vice, los argentinos tenemos un posgrado en experiencias, todas tuvieron su capítulo y ninguna fue igual, pero esta coyuntura política tiene una particularidad. Al igual que Julio Cobos, cuando desairó a Cristina Kirchner en la crisis del campo con su voto “no positivo” y despertó la ira de todo el kirchnerismo duro, Villarruel comenzó a sufrir un ataque brutal en las redes sociales de parte de las espadas más filosas de Milei, como la diputada Lemoine, que cree que la posición de Victoria Villarruel es “egoísta” y la instó a recordar “que es parte de La Libertad Avanza, no de Cambiemos”. No fue la única agraviada, horas antes el senador Francisco Paoltroni, que acusa Lijo de haber beneficiado al gobernador de Formosa Gildo Insfrán en la causa Ciccone, recibió una andanada de insultos y exigencias para que se alinee con la postura de Javier Milei: “hay que verticalizar o irse” le decían, por citar solo los que no insultaron tal como acostumbran en la red social X, donde los libertarios se sienten amos y señores. Paoltroni no se calló, incluso le puso nombre y apellido al responsable de esos ataques: “El máximo responsable es Santiago Caputo; es la cabeza que tiene que rodar”, soltó el formoseño sobre el hombre fuerte, sin cargo, que conduce en paralelo la marcha del gobierno. Como hacen con todo el arco político opositor, el periodismo crítico y los simples ciudadanos que acuden a ese espacio a decir lo que piensan, los insultan, denigran y atacan con mentiras solo desde la cobardía del anonimato que le permite la plataforma, exigiendo pruebas o certezas a quienes sí dan a conocer su identidad, algo que ellos no hacen. Sobre todo cuando se critican los sospechosos fondos reservados, 100 mil millones de pesos, que según el diputado Maximiliano Ferraro, incrementaron un 3100% -ninguna partida publica recibió ni un 10% de ese beneficio, ni salud, ni educación, ni obra pública, entre otros- y de los que ya gastaron el 80%. Esto sería un escándalo en cualquier país que no haya atravesado dos décadas de populismo dejando los resortes de control público abandonados, algo de lo que se sirve hoy el gobierno libertario. En la oposición dialoguista tomaron nota de este despropósito y rechazaron en Diputados, en una sesión exprés, el DNU que asigna estos fondos. El propio Mauricio Macri trabajó para reunir mayoría y aclaró a través de un comunicado de la mesa del Pro: “Este DNU de $100 mil millones para inteligencia, en un contexto en el que no hay plata, y sin aclarar el uso de los fondos, no es el cambio”. Esto, más su rechazo a la candidatura de Lijo, es un salto con dudoso retorno.

Tampoco pasó inadvertido lo que planteó Elisa Carrió: “dudo que este gobierno sea honesto. ¿Sabés que datos vi que me hace dudar? Primero la designación de Lijo y segundo los fondos de la SIDE. Si le dan 100 mil millones de plata liberada para la SIDE, están diciendo roben como quieran”, aseguró la líder de la Coalición Cívica. ¿Cómo no detenerse a escuchar a quien fue pionera en las denuncias por corrupción contra el kirchnerismo cuando éste recién amanecía y la mayoría de la política miraba para otro lado?

Hoy hay un encono salvaje contra todo aquel que critique al Gobierno y de esto se encargan de demostrarlo los famosos trolls, que como las brujas “no existen (pero que las hay las hay)”. Basta ver los miles de cuentas en X que fueron creadas en los últimos meses, todas anónimas y con no más de un centenar de seguidores, con la función de hostigar e insultar a quien critique o incomode al gobierno. Podríamos estar frente a una nueva versión de las llamadas “milicias digitales”, con experiencia previa en Brasil, donde el Supremo Tribunal Federal lleva adelante una causa en la que se investiga a una presunta organización criminal dedicada a difundir desinformaciones en redes sociales sobre el sistema electoral brasilero y a cuestionar al sistema democrático de ese país. Esta causa, conocida como “milicias digitales”, la instruye, como relator, Alexandre de Moraes, juez del STF brasileño y la investigación la lleva a cabo la Policía Federal de Brasil. Uno de los acusados e investigado es Fernando Cerimedo, uno de los principales asesores de campaña de Javier Milei, que presuntamente actuó en coordinación con algunos colaboradores del expresidente Jair Bolsonaro y con militares brasileños para atacar el sistema electoral y realizar acusaciones falsas de fraude en las elecciones presidenciales de 2022. Un signo de época.

Esta reacción es similar a la utilizada por el kirchnerismo hace 15 años, cuando a muchos periodistas nos acosaban en la calle al grito de “devuelvan los nietos” o “cipayos”, solo por trabajar en medios que ellos querían “colonizar” con la funesta Ley de Medios. Hoy tienen otros métodos, las redes le brindan un escenario más cómodo, pero no tan barato, pero la intención es la misma, atosigar y callar voces e imponer el pensamiento único. El kirchnerismo tuvo un éxito parcial, quizás con el tiempo este oficialismo corra la misma suerte. La diferencia entre ambos es que el kirchnerismo hostigaba públicamente y luego se disculpaba en privado (“no podemos contener la militancia” nos decían algunos funcionarios, justificando con hipocresía la violencia en el trato). Los libertarios, en cambio, se regocijan y celebran esos ataques. Si lo hace el mismo Presidente, ¿por qué no lo haría un militante o un influencer que participa en ese espacio?

Ahora en el propio oficialismo saben y conocen esas conductas, porque son víctimas la propia vicepresidenta, un senador y algunos de los exfuncionarios o militantes que tuvieron que callarse por no soportar la presión y el escarnio al que fueron sometidos.

Pero con Villarruel es distinto. La vice tiene juego propio, porque lo que más le molesta a Milei son las encuestas que le dan a la vicepresidenta un mayor porcentaje de imagen positiva que la suya y que hay sectores de la oposición que pueden tener un diálogo fluido y civilizado en su despacho del Senado. Y, como dialogar es algo a lo que Milei es poco proclive, hizo que Villarruel se vuelva peligrosa para el propio proyecto político.

Esta semana afloró que en el seno del “mileísmo” un gen peronista, que lo tiene muy arraigado en sus cimientos populistas. Hay un común denominador que los lleva a comportarse como el justicialismo: el llamado y la exigencia a ser verticalistas y obedecer al Presidente en todo. Traen el recuerdo del regreso de Perón, en 1973, cuando quedó en claro que el enemigo era todo aquel que cuestionara el rumbo al General. Allí nació el “Perón conduce-Isabel verticaliza”, un dogma que abrazó e impuso el Comando de Organización (CdO), para algunos historiadores el brazo político de la Triple A, para encolumnar a toda la izquierda peronista, a los independientes y aliados, que creían en el líder, pero no en su proyecto: “Al líder se le obedece, no se le discute”, un antagonismo para cualquiera que se precie de liberal en algunas de sus formas de expresión, pero que parece identificar a este gobierno libertario.

El escándalo de la denuncia de Fabiola Yañez por violencia de género contra el expresidente Alberto Fernández, que tiene a toda la opinión pública indignada, es bien utilizado por el gobierno para mostrarle a la sociedad que su proyecto avanza a toda velocidad intentando no ser alcanzado por el enemigo kirchnerista que asoma en el espejo retrovisor, como el pasado que hay que dejar atrás, fortaleciéndose así con su sola amenaza. El oficialismo olvidó que, al lado del conductor Javier Milei viajaban los únicos políticos que pueden alterar ese camino porque comparten e influyen en el mismo electorado: Mauricio Macri y Victoria Villarruel. Ambos tomaron esta semana una distancia considerable con el Presidente y ponen en duda el futuro de ese andar.

Además, Villarruel tiene un gran desafío por delante y es sostener un equilibrio entre sus diferencias a cielo abierto con Milei, sin descuidar la gobernabilidad. Ella no aceptó mansamente la provocación y el acoso al que fue sometida, entonces ahora debe decidir: o ser una simple funcionaria destinada a “sonar la chicharra” para que el Senado de la Nación funcione cuando el Ejecutivo lo necesite o hacer valer su posición política, que hoy tiene en la opinión pública su mejor aliado. Con todo lo bueno y lo malo que esto pueda encerrar.

 “No creo que haya sido la mejor elección y simplemente ha sido una candidatura controversial. Todos hubiéramos querido tener un candidato, que nos enorgullezca, que va a poder desenvolver la más alta judicatura con la suficiente rectitud, honestidad y sabiduría posible; y no es este el caso”, afirmó la vicepresidenta Victoria Villarruel, tomando distancia de la candidatura de Ariel Lijo a la Corte Suprema de Justicia, una de las decisiones que le quita el sueño al presidente Javier Milei y a su grupo más cercano en el poder.Villarruel está sentida, desde que asumió el gobierno y la postergaron en el manejo de áreas como Seguridad y sobre todo Defensa, después de que en la misma campaña el propio Milei anunciaba, cuando daban entrevistas juntos, que ella se iba a encargar de esas políticas. Pero sucedió que, al tomar el poder, la postergaron para incluir a la fórmula de Juntos por el Cambio en el gabinete sin previa consulta. Bullrich y Petri (que tuvo una pelea pública con Villarruel en la campaña y la trató de autoritaria) se quedaron con lo que ella creía le correspondía por aportar su figura y trabajo en la construcción de esa alternativa. Cosas de la política argentina, tanto Patricia Bullrich y Luis Petri jamás hubiesen apoyado a Ariel Lijo a un cargo en la Corte Suprema si se mantenían en su partido y propuesta de origen. Eso debe enojar aún más a la vicepresidenta. Luego vino su posteo en X contra Francia que provocó el enojo de Milei y la poderosa Karina y la cantidad de veces que, a propósito, para limitar su exposición, la dejaron afuera de actos públicos o a los que ella directamente rechazó asistir, como la firma del Pacto de Mayo en Tucumán.Sobre peleas entre el Presidente y su vice, los argentinos tenemos un posgrado en experiencias, todas tuvieron su capítulo y ninguna fue igual, pero esta coyuntura política tiene una particularidad. Al igual que Julio Cobos, cuando desairó a Cristina Kirchner en la crisis del campo con su voto “no positivo” y despertó la ira de todo el kirchnerismo duro, Villarruel comenzó a sufrir un ataque brutal en las redes sociales de parte de las espadas más filosas de Milei, como la diputada Lemoine, que cree que la posición de Victoria Villarruel es “egoísta” y la instó a recordar “que es parte de La Libertad Avanza, no de Cambiemos”. No fue la única agraviada, horas antes el senador Francisco Paoltroni, que acusa Lijo de haber beneficiado al gobernador de Formosa Gildo Insfrán en la causa Ciccone, recibió una andanada de insultos y exigencias para que se alinee con la postura de Javier Milei: “hay que verticalizar o irse” le decían, por citar solo los que no insultaron tal como acostumbran en la red social X, donde los libertarios se sienten amos y señores. Paoltroni no se calló, incluso le puso nombre y apellido al responsable de esos ataques: “El máximo responsable es Santiago Caputo; es la cabeza que tiene que rodar”, soltó el formoseño sobre el hombre fuerte, sin cargo, que conduce en paralelo la marcha del gobierno. Como hacen con todo el arco político opositor, el periodismo crítico y los simples ciudadanos que acuden a ese espacio a decir lo que piensan, los insultan, denigran y atacan con mentiras solo desde la cobardía del anonimato que le permite la plataforma, exigiendo pruebas o certezas a quienes sí dan a conocer su identidad, algo que ellos no hacen. Sobre todo cuando se critican los sospechosos fondos reservados, 100 mil millones de pesos, que según el diputado Maximiliano Ferraro, incrementaron un 3100% -ninguna partida publica recibió ni un 10% de ese beneficio, ni salud, ni educación, ni obra pública, entre otros- y de los que ya gastaron el 80%. Esto sería un escándalo en cualquier país que no haya atravesado dos décadas de populismo dejando los resortes de control público abandonados, algo de lo que se sirve hoy el gobierno libertario. En la oposición dialoguista tomaron nota de este despropósito y rechazaron en Diputados, en una sesión exprés, el DNU que asigna estos fondos. El propio Mauricio Macri trabajó para reunir mayoría y aclaró a través de un comunicado de la mesa del Pro: “Este DNU de $100 mil millones para inteligencia, en un contexto en el que no hay plata, y sin aclarar el uso de los fondos, no es el cambio”. Esto, más su rechazo a la candidatura de Lijo, es un salto con dudoso retorno.Tampoco pasó inadvertido lo que planteó Elisa Carrió: “dudo que este gobierno sea honesto. ¿Sabés que datos vi que me hace dudar? Primero la designación de Lijo y segundo los fondos de la SIDE. Si le dan 100 mil millones de plata liberada para la SIDE, están diciendo roben como quieran”, aseguró la líder de la Coalición Cívica. ¿Cómo no detenerse a escuchar a quien fue pionera en las denuncias por corrupción contra el kirchnerismo cuando éste recién amanecía y la mayoría de la política miraba para otro lado?Hoy hay un encono salvaje contra todo aquel que critique al Gobierno y de esto se encargan de demostrarlo los famosos trolls, que como las brujas “no existen (pero que las hay las hay)”. Basta ver los miles de cuentas en X que fueron creadas en los últimos meses, todas anónimas y con no más de un centenar de seguidores, con la función de hostigar e insultar a quien critique o incomode al gobierno. Podríamos estar frente a una nueva versión de las llamadas “milicias digitales”, con experiencia previa en Brasil, donde el Supremo Tribunal Federal lleva adelante una causa en la que se investiga a una presunta organización criminal dedicada a difundir desinformaciones en redes sociales sobre el sistema electoral brasilero y a cuestionar al sistema democrático de ese país. Esta causa, conocida como “milicias digitales”, la instruye, como relator, Alexandre de Moraes, juez del STF brasileño y la investigación la lleva a cabo la Policía Federal de Brasil. Uno de los acusados e investigado es Fernando Cerimedo, uno de los principales asesores de campaña de Javier Milei, que presuntamente actuó en coordinación con algunos colaboradores del expresidente Jair Bolsonaro y con militares brasileños para atacar el sistema electoral y realizar acusaciones falsas de fraude en las elecciones presidenciales de 2022. Un signo de época.Esta reacción es similar a la utilizada por el kirchnerismo hace 15 años, cuando a muchos periodistas nos acosaban en la calle al grito de “devuelvan los nietos” o “cipayos”, solo por trabajar en medios que ellos querían “colonizar” con la funesta Ley de Medios. Hoy tienen otros métodos, las redes le brindan un escenario más cómodo, pero no tan barato, pero la intención es la misma, atosigar y callar voces e imponer el pensamiento único. El kirchnerismo tuvo un éxito parcial, quizás con el tiempo este oficialismo corra la misma suerte. La diferencia entre ambos es que el kirchnerismo hostigaba públicamente y luego se disculpaba en privado (“no podemos contener la militancia” nos decían algunos funcionarios, justificando con hipocresía la violencia en el trato). Los libertarios, en cambio, se regocijan y celebran esos ataques. Si lo hace el mismo Presidente, ¿por qué no lo haría un militante o un influencer que participa en ese espacio?Ahora en el propio oficialismo saben y conocen esas conductas, porque son víctimas la propia vicepresidenta, un senador y algunos de los exfuncionarios o militantes que tuvieron que callarse por no soportar la presión y el escarnio al que fueron sometidos.Pero con Villarruel es distinto. La vice tiene juego propio, porque lo que más le molesta a Milei son las encuestas que le dan a la vicepresidenta un mayor porcentaje de imagen positiva que la suya y que hay sectores de la oposición que pueden tener un diálogo fluido y civilizado en su despacho del Senado. Y, como dialogar es algo a lo que Milei es poco proclive, hizo que Villarruel se vuelva peligrosa para el propio proyecto político.Esta semana afloró que en el seno del “mileísmo” un gen peronista, que lo tiene muy arraigado en sus cimientos populistas. Hay un común denominador que los lleva a comportarse como el justicialismo: el llamado y la exigencia a ser verticalistas y obedecer al Presidente en todo. Traen el recuerdo del regreso de Perón, en 1973, cuando quedó en claro que el enemigo era todo aquel que cuestionara el rumbo al General. Allí nació el “Perón conduce-Isabel verticaliza”, un dogma que abrazó e impuso el Comando de Organización (CdO), para algunos historiadores el brazo político de la Triple A, para encolumnar a toda la izquierda peronista, a los independientes y aliados, que creían en el líder, pero no en su proyecto: “Al líder se le obedece, no se le discute”, un antagonismo para cualquiera que se precie de liberal en algunas de sus formas de expresión, pero que parece identificar a este gobierno libertario.El escándalo de la denuncia de Fabiola Yañez por violencia de género contra el expresidente Alberto Fernández, que tiene a toda la opinión pública indignada, es bien utilizado por el gobierno para mostrarle a la sociedad que su proyecto avanza a toda velocidad intentando no ser alcanzado por el enemigo kirchnerista que asoma en el espejo retrovisor, como el pasado que hay que dejar atrás, fortaleciéndose así con su sola amenaza. El oficialismo olvidó que, al lado del conductor Javier Milei viajaban los únicos políticos que pueden alterar ese camino porque comparten e influyen en el mismo electorado: Mauricio Macri y Victoria Villarruel. Ambos tomaron esta semana una distancia considerable con el Presidente y ponen en duda el futuro de ese andar.Además, Villarruel tiene un gran desafío por delante y es sostener un equilibrio entre sus diferencias a cielo abierto con Milei, sin descuidar la gobernabilidad. Ella no aceptó mansamente la provocación y el acoso al que fue sometida, entonces ahora debe decidir: o ser una simple funcionaria destinada a “sonar la chicharra” para que el Senado de la Nación funcione cuando el Ejecutivo lo necesite o hacer valer su posición política, que hoy tiene en la opinión pública su mejor aliado. Con todo lo bueno y lo malo que esto pueda encerrar.  LA NACION

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