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La furia de Milei con los “econochantas” y una frase de Maradona tan célebre como equívoca

El grupo de Whatsapp se alborotó por una serie de comentarios de Ricardo Arriazu. El analista estaba enojado por la repercusión de su charla en el almuerzo del Rotary Club Buenos Aires, la semana pasada. Allí había dicho que si se devaluaba sería el fin del gobierno de Milei, una frase que ganó los títulos de todos los medios. “Suponía que era una charla privada, pero invitaron a 15 periodistas y me avisaron un poco antes del almuerzo. Obviamente yo no iba a modificar mi presentación y tampoco diría nada de lo que no estoy convencido”, lamentó en uno de los mensajes.

El “grupo vermouth”, que reúne, entre otros, a empresarios y economistas como el exministro Domingo Cavallo, el expresidente del Banco Central Mario Blejer, el diputado de La Libertad Avanza José Luis Espert y Juan Antonio Zapata, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cuyo, fue el ámbito virtual de la catarsis. “Trato de tener un perfil bajo desde hace décadas y dentro de un límite lo logré”, explicó Arriazu. Hace poco, a un exintegrante de su consultora le llegó la sugerencia oficial de ser discreto en sus charlas pese a que el equipo económico también lo ubica del lado de los buenos. Arriazu, en cambio, aclaró que no había recibido ninguna advertencia del Gobierno ni ahora ni en el pasado.

La sensibilidad en el mundo de los analistas está en cuarto creciente. Nadie quiere quedar expuesto, con sus opiniones, a la furia del presidente Javier Milei o del ministro Luis Caputo. El costo de contrariar la visión oficialista es el escarnio público en algún foro empresario o en X (ex Twitter). Cualquier respuesta de un funcionario a alguna crítica en esa red social abre la puerta a cientos de mensajes de trolls con insultos y descalificaciones, y asegura el ingreso de la víctima del ataque al club de los “econochantas”. Ni siquiera aquellos con los que el Gobierno se identifica están a salvo de las presiones, aunque en este caso sean más sutiles.

La lista de desencuentros incluye a Cavallo. El exministro, que al comienzo de la gestión Milei se reunió en más de una ocasión con Caputo, hace ya un tiempo que evita los medios y se expresa casi exclusivamente a través de su blog. Según allegados, escribe “entre algodones” y en varias ocasiones ha decidido demorar posteos para evitar disonancias con alguna medida oficial. Su insistencia en pedir la salida del cepo y de la tablita del 2% mensual, y desdoblar el mercado de cambios en un dólar para el comercio exterior y otro libre para el turismo, los servicios y las finanzas, no cayó bien en Economía.

La creciente incomodidad que generaban esos análisis llevó a la renuncia de su amigo y coterráneo Joaquín Cottani, el exviceministro de Economía. “Era la cara ante el FMI y el único macroeconomista del equipo. Lo fueron dejando al margen”, relató una fuente de diálogo frecuente con ambos, quien dice que la sobrerreacción oficial a los comentarios de los consultores lleva a la autocensura. “Mingo quiere ayudar y no sabe cómo”, lamenta.

La relación de los gobiernos con los economistas nunca ha sido fácil, al menos en los últimos años. El actual no llega a extremos como el de Cristina Kirchner, cuando el entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno multó y persiguió judicialmente a un grupo de consultoras por medir la inflación, pero tampoco deja lugar a otra cosa que no sea la adhesión total a sus políticas. El hecho de que el Presidente sea economista le da un tono particular a la confrontación con sus colegas.

Lo sabe Marina Dal Poggetto, acusada en duros términos por un estrecho colaborador del ministro Caputo, el director del BICE Felipe Nuñez, de hacer análisis malintencionados para “tapar errores de diagnóstico”. La economista le contestó a través de una columna en LA NACION, lo que le valió una nueva rueda de críticas en X. El ingrediente extra de este episodio es que dos miembros del equipo económico, Federico Furiase y Martín Vauthier, trabajaron varios años en EcoGo, la consultora que dirige Dal Poggetto. El diálogo privado entre ellos no se rompió, pero los ahora funcionarios exhiben un convencimiento férreo que a veces potencia las discusiones, admiten allegados a los economistas.

También Fausto Spotorno, exintegrante del consejo económico de asesores del Gobierno, fue señalado públicamente. Milei lo acusó de traidor “porque quería afanarse información confidencial para hacer consultoría”. Sin embargo, fuentes familiarizadas con el funcionamiento del consejo dicen que, en realidad, ese cuerpo nunca se reunía con funcionarios justamente para evitar especulaciones de que sus miembros pudieran tener acceso a información privilegiada a la que el resto del mercado no pudiera acceder. Además, en sus escasas reuniones no se hablaba de política económica coyuntural para no interferir con las medidas tomadas por Toto Caputo.

“Si te querés ir la verdad que al Gobierno le vendría también bien porque se está generando mucho ruido”, le dijo un día Demian Reidel, presidente del Consejo Asesor a Spotorno, a Spotorno. Con “ruido” se refería a que la opinión pública tomaba expresiones críticas del economista como una visión disidente de dentro del gobierno. El economista del estudio OJF & Asociados renunció y, según dijo en ese momento, fue en buenos términos.

¿Un nuevo “plan llegar”?

Lo cierto es que hay una coincidencia entre ‘los que quieren ayudar” y los que no: la preocupación central es por el nivel de reservas y la posibilidad de que pueda haber una nueva devaluación brusca. A medida que se acerquen las elecciones del año próximo, la tentación a mantener el atraso cambiario será mayor, en un contexto en el que el BCRA sigue con reservas negativas y no hay financiamiento externo.

En el mercado hay expectativa de que el Gobierno logre reunir algún préstamo grande que le permita fortalecer las reservas y transitar 2025 sin sobresaltos. El puente hasta las elecciones sería un nuevo crédito con el FMI, con otros organismos multilaterales y bancos, y el ingreso de dólares del blanqueo. Un nuevo “plan llegar”, pero después de un fuerte ajuste sobre jubilaciones y salarios.

Al Gobierno ya le empiezan a “medir el aceite” en ese sentido. Los vencimientos de deuda en moneda extranjera en 2025 (unos US$24.000 millones) y la estrategia de acelerar la baja de la inflación siembran dudas. También los mecanismos cambiarios como el crawling peg del 2% mensual y el dólar blend.

Son argumentos que el Gobierno confía en rebatir con hechos y sin mostrar sus cartas hasta último momento. “Se van a sorprender”, suele decir Caputo. Menos diplomático, Milei acaba de dedicar a los economistas, por sus recomendaciones, “la frase célebre de Maradona”, aquella que Diego le dijo al periodista Juan Carlos Toti Pasman tras lograr, como director técnico, la clasificación de la Selección al Mundial de Sudáfrica. “Paliza teórica es poco”, se jactó en un discurso el viernes pasado en Rosario. Claro que aquella sentencia maradoniana resultó ser un festejo efímero: el paso de la Argentina por aquella Copa fue para el olvido.

El grupo de Whatsapp se alborotó por una serie de comentarios de Ricardo Arriazu. El analista estaba enojado por la repercusión de su charla en el almuerzo del Rotary Club Buenos Aires, la semana pasada. Allí había dicho que si se devaluaba sería el fin del gobierno de Milei, una frase que ganó los títulos de todos los medios. “Suponía que era una charla privada, pero invitaron a 15 periodistas y me avisaron un poco antes del almuerzo. Obviamente yo no iba a modificar mi presentación y tampoco diría nada de lo que no estoy convencido”, lamentó en uno de los mensajes.

El “grupo vermouth”, que reúne, entre otros, a empresarios y economistas como el exministro Domingo Cavallo, el expresidente del Banco Central Mario Blejer, el diputado de La Libertad Avanza José Luis Espert y Juan Antonio Zapata, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Cuyo, fue el ámbito virtual de la catarsis. “Trato de tener un perfil bajo desde hace décadas y dentro de un límite lo logré”, explicó Arriazu. Hace poco, a un exintegrante de su consultora le llegó la sugerencia oficial de ser discreto en sus charlas pese a que el equipo económico también lo ubica del lado de los buenos. Arriazu, en cambio, aclaró que no había recibido ninguna advertencia del Gobierno ni ahora ni en el pasado.

La sensibilidad en el mundo de los analistas está en cuarto creciente. Nadie quiere quedar expuesto, con sus opiniones, a la furia del presidente Javier Milei o del ministro Luis Caputo. El costo de contrariar la visión oficialista es el escarnio público en algún foro empresario o en X (ex Twitter). Cualquier respuesta de un funcionario a alguna crítica en esa red social abre la puerta a cientos de mensajes de trolls con insultos y descalificaciones, y asegura el ingreso de la víctima del ataque al club de los “econochantas”. Ni siquiera aquellos con los que el Gobierno se identifica están a salvo de las presiones, aunque en este caso sean más sutiles.

La lista de desencuentros incluye a Cavallo. El exministro, que al comienzo de la gestión Milei se reunió en más de una ocasión con Caputo, hace ya un tiempo que evita los medios y se expresa casi exclusivamente a través de su blog. Según allegados, escribe “entre algodones” y en varias ocasiones ha decidido demorar posteos para evitar disonancias con alguna medida oficial. Su insistencia en pedir la salida del cepo y de la tablita del 2% mensual, y desdoblar el mercado de cambios en un dólar para el comercio exterior y otro libre para el turismo, los servicios y las finanzas, no cayó bien en Economía.

La creciente incomodidad que generaban esos análisis llevó a la renuncia de su amigo y coterráneo Joaquín Cottani, el exviceministro de Economía. “Era la cara ante el FMI y el único macroeconomista del equipo. Lo fueron dejando al margen”, relató una fuente de diálogo frecuente con ambos, quien dice que la sobrerreacción oficial a los comentarios de los consultores lleva a la autocensura. “Mingo quiere ayudar y no sabe cómo”, lamenta.

La relación de los gobiernos con los economistas nunca ha sido fácil, al menos en los últimos años. El actual no llega a extremos como el de Cristina Kirchner, cuando el entonces secretario de Comercio Guillermo Moreno multó y persiguió judicialmente a un grupo de consultoras por medir la inflación, pero tampoco deja lugar a otra cosa que no sea la adhesión total a sus políticas. El hecho de que el Presidente sea economista le da un tono particular a la confrontación con sus colegas.

Lo sabe Marina Dal Poggetto, acusada en duros términos por un estrecho colaborador del ministro Caputo, el director del BICE Felipe Nuñez, de hacer análisis malintencionados para “tapar errores de diagnóstico”. La economista le contestó a través de una columna en LA NACION, lo que le valió una nueva rueda de críticas en X. El ingrediente extra de este episodio es que dos miembros del equipo económico, Federico Furiase y Martín Vauthier, trabajaron varios años en EcoGo, la consultora que dirige Dal Poggetto. El diálogo privado entre ellos no se rompió, pero los ahora funcionarios exhiben un convencimiento férreo que a veces potencia las discusiones, admiten allegados a los economistas.

También Fausto Spotorno, exintegrante del consejo económico de asesores del Gobierno, fue señalado públicamente. Milei lo acusó de traidor “porque quería afanarse información confidencial para hacer consultoría”. Sin embargo, fuentes familiarizadas con el funcionamiento del consejo dicen que, en realidad, ese cuerpo nunca se reunía con funcionarios justamente para evitar especulaciones de que sus miembros pudieran tener acceso a información privilegiada a la que el resto del mercado no pudiera acceder. Además, en sus escasas reuniones no se hablaba de política económica coyuntural para no interferir con las medidas tomadas por Toto Caputo.

“Si te querés ir la verdad que al Gobierno le vendría también bien porque se está generando mucho ruido”, le dijo un día Demian Reidel, presidente del Consejo Asesor a Spotorno, a Spotorno. Con “ruido” se refería a que la opinión pública tomaba expresiones críticas del economista como una visión disidente de dentro del gobierno. El economista del estudio OJF & Asociados renunció y, según dijo en ese momento, fue en buenos términos.

¿Un nuevo “plan llegar”?

Lo cierto es que hay una coincidencia entre ‘los que quieren ayudar” y los que no: la preocupación central es por el nivel de reservas y la posibilidad de que pueda haber una nueva devaluación brusca. A medida que se acerquen las elecciones del año próximo, la tentación a mantener el atraso cambiario será mayor, en un contexto en el que el BCRA sigue con reservas negativas y no hay financiamiento externo.

En el mercado hay expectativa de que el Gobierno logre reunir algún préstamo grande que le permita fortalecer las reservas y transitar 2025 sin sobresaltos. El puente hasta las elecciones sería un nuevo crédito con el FMI, con otros organismos multilaterales y bancos, y el ingreso de dólares del blanqueo. Un nuevo “plan llegar”, pero después de un fuerte ajuste sobre jubilaciones y salarios.

Al Gobierno ya le empiezan a “medir el aceite” en ese sentido. Los vencimientos de deuda en moneda extranjera en 2025 (unos US$24.000 millones) y la estrategia de acelerar la baja de la inflación siembran dudas. También los mecanismos cambiarios como el crawling peg del 2% mensual y el dólar blend.

Son argumentos que el Gobierno confía en rebatir con hechos y sin mostrar sus cartas hasta último momento. “Se van a sorprender”, suele decir Caputo. Menos diplomático, Milei acaba de dedicar a los economistas, por sus recomendaciones, “la frase célebre de Maradona”, aquella que Diego le dijo al periodista Juan Carlos Toti Pasman tras lograr, como director técnico, la clasificación de la Selección al Mundial de Sudáfrica. “Paliza teórica es poco”, se jactó en un discurso el viernes pasado en Rosario. Claro que aquella sentencia maradoniana resultó ser un festejo efímero: el paso de la Argentina por aquella Copa fue para el olvido.

 Ni siquiera aquellos analistas con los que el Gobierno se identifica están a salvo de las presiones; temor a la exposición pública y catarsis en un grupo de Whatsapp de economistas y empresarios; deuda, reservas y política cambiaria, motivos de discordia  LA NACION

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