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Es pastelera y tenía el corazón roto cuando le encargaron un desayuno sin imaginar quién sería el cliente: “No sabíamos como saludarnos”

Belén es contadora, pastelera y amante del sur; se fue dos años a trabajar a Ushuaia como pastelera. Allá ganó experiencia laboral pero también le rompieron el corazón. Renunció a su trabajo y volvió a Bella Vista, Buenos Aires por unos meses, quería tomarse unas vacaciones antes de decidir a qué parte del sur mudarse y conocer a su sobrino nuevo. No tenía sentido alquilar un departamento por poco tiempo entonces se instaló en la casa de sus padres. Pero a los pocos días la llegada de la pandemia declaró una larga cuarentena que dejó a Belén, con sus 27 años, sin trabajo y viviendo en la casa de sus padres.

Aprovechó el tiempo libre para terminar algunas materias que le habían quedado de Organización de Eventos, pero le empezaron a llegar mensajes de conocidos pidiéndole desayunos a domicilio. Es que antes de irse al fin del mundo Belén había comenzado un emprendimiento de desayunos a domicilio y, en plena pandemia, con escasez de delivery por Bella Vista vio la oportunidad. Aceptó el trabajo siempre teniendo en claro que era algo pasajero hasta que el presidente del país diera por finalizada la cuarentena.

Mientras tanto, por Recoleta vivía Gonzalo, de treinta años, un ingeniero agrónomo que tenía un amigo del trabajo, oriundo de Bella Vista que pronto cumpliría años. Gonzalo era el encargado de enviarle de regalo un desayuno a su casa pero no encontraba cómo, entonces le escribió a la novia del homenajeado para que lo orientara.

“No me debes nada”

Para ese momento Belén se había hecho una cuenta de pastelería en Instagram y Gonzalo la contactó.

“Después de tres días de haber completado la compra la novia de mi amigo hizo de cupido y me dijo: “che, me quedé pensando, capaz Belu es para vos, es tu onda”, averiguó y Belu estaba soltera”, cuenta Gonzalo que, ante la noticia, retomó la charla. Sus compañeras de trabajo le daban ideas para poder seguir hablando con ella: que le sumara más alfajores al desayuno, que mejor le dijera de llevarlo a tal hora, cualquier ocurrencia era candidata a convertirse en alguna de las excusas que sirviera de acercamiento.

El día que Belén hizo la entrega del desayuno le mandó un mensaje a Gonzalo avisando que estaba todo bien. Él le respondió: “Gracias, estaba re contento, te debo una birra para cuando se libere un poco más la cuarentena”. Belén no entendió:“¿qué me debés si ya pagaste? No me debés nada”, pensó. Pero por supuesto que una cosa es lo que pensó y otra lo que respondió.

“Le empecé a escribir al Instagram personal y después le pedí el whatsapp. En esas dos semanas desde que encargamos el desayuno hasta que lo entregó le sacaba temas random, hablábamos a la noche, era pandemia y era la diversión del momento. Hasta que en un momento le dije que era medio fiaca solo por whatsapp y cuando se liberara la pandemia íbamos a tomar unos mates”, recuerda Gonzalo.

“No sabíamos cómo saludarnos, nos sentamos separados”

Por el trabajo en el campo Gonzalo tenía el permiso para circular, así que una vez que se flexibilizó la cuarentena decidieron concretar esa famosa birra y casi cuatro meses después acordaron la primera salida para conocerse personalmente. El punto de encuentro fue en una plaza en Bella Vista cerca de un arroyo. “Nos vimos con todas las medidas de seguridad, no sabíamos como saludarnos, cada uno llevó su mate, nos sentamos separados. Yo tenía a mi mamá asmática y era la primera salida así con alguien, eran tiempos difíciles y no sabíamos cómo manejarnos”, cuenta Belén.

Ella venía con la autoestima un poco baja por su corazón roto por su anterior historia de amor, en Ushuaia, y el tiempo que llevaba de encierro en casa de sus padres. Se había dejado los rulos aunque siempre se hacía el alisado, y subió varios kilos: “Me había ido bastante para abajo y de repente lo vi a él que es todo fit, se mata en el gimnasio. Recuerdo que después de la primera salida volví flasheada, me había encantado pero también me puse triste porque pensé que no me iba a dar bola”, se sincera Belén. Pero para su sorpresa, y alegría, esa no fue la primera y última vez que se vieron, como ella creyó, porque Gonzalo enseguida le escribió.

Sus salidas de pandemia consistían en encuentros en plazas o al departamento de Gonzalo donde él, amante de la cocina, la deleitaba con sus platos. Al mes y medio, con un balcón lleno de velas, se dio la cena romántica donde Gonzalo le propuso a Belén ser su novia.

“Me apoyó en la decisión aunque no estaba del todo de acuerdo”

Belén decidió poner orden a su vida y consiguió trabajo de contadora, había encontrado el amor y junto con él las ganas de quedarse en Buenos Aires. Quería dejar la pastelería pero no pudo, de día era contadora, de noche y los fines de semana pastelera, le gustaba mucho. Claro que este ritmo de vida difería con los horarios de Gonzalo que, llegado el fin de semana, quería descansar y salir con su novia. Pero así y todo Gonzalo siempre la acompañó y no dudó en brindarle su apoyo cuando a fines del 2022 a Belén le salió la oportunidad de ir a trabajar por seis meses a Tenerife, España, a un hotel cinco estrellas. “Gon, como siempre, me apoyó en la decisión aunque no estaba del todo de acuerdo. Y así fue como seguimos la relación esos meses a distancia. Fue difícil pero a las semanas empezamos a planear el reencuentro y un viaje juntos por Europa para que se hiciera más corta la espera. Después de ese increíble viaje, él volvía a su trabajo y su vida normal y yo tenía que decidir qué hacer de mi vida. Por primera vez y por decisión propia (y no porque una pandemia me obligara), decidí apostar todo a mi emprendimiento BDPasteleria”, cuenta Belén.

“Son cuatro años de mucho crecimiento y aprendizaje, de acompañarnos y apoyarnos en cada decisión personal. De muchas idas al campo, viajes familiares, rodeados de amigos, y también incontables fines de semana con Gon ayudándome en la pastelería: me ayudó a hacer crecer el emprendimiento en muchísimos aspectos”, dice Belén enamorada.

Pero su historia de amor no termina en estos cuatro años de noviazgo, esto es recién el primer capítulo. Hace pocos meses Gonzalo le hizo creer que tomarían unos mates con aquel amigo del trabajo y su novia, hoy marido y mujer. La buscó a Belén que venía de una clase de pilates, cansada y despeinada, y fueron a aquel arroyo bellavistense en el que se vieron por primera vez. La invasión de mosquitos, la falta de repelente en nuestro país, y los supuestos amigos que no llegaban, hicieron que Belén se pusiera de malhumor y casi arruinara la sorpresa. Ella se quería ir pero Gonzalo le dijo la verdad: “No van a venir los chicos, ¿podés venir que te escribí algo que te quiero leer? Yo siempre lo molestaba porque él es cero sentimental o expresivo y moría porque me escribiera una carta de amor. La leyó, los dos lloramos, nos emocionamos y cuando la terminó me preguntó si me quería casar con él. Estuvo re lindo, sencillo, en el lugar donde había comenzado todo hace cuatro años”, cuenta Belén.

¿La fecha para el matrimonio? 26 de abril de 2025

Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar

Belén es contadora, pastelera y amante del sur; se fue dos años a trabajar a Ushuaia como pastelera. Allá ganó experiencia laboral pero también le rompieron el corazón. Renunció a su trabajo y volvió a Bella Vista, Buenos Aires por unos meses, quería tomarse unas vacaciones antes de decidir a qué parte del sur mudarse y conocer a su sobrino nuevo. No tenía sentido alquilar un departamento por poco tiempo entonces se instaló en la casa de sus padres. Pero a los pocos días la llegada de la pandemia declaró una larga cuarentena que dejó a Belén, con sus 27 años, sin trabajo y viviendo en la casa de sus padres.

Aprovechó el tiempo libre para terminar algunas materias que le habían quedado de Organización de Eventos, pero le empezaron a llegar mensajes de conocidos pidiéndole desayunos a domicilio. Es que antes de irse al fin del mundo Belén había comenzado un emprendimiento de desayunos a domicilio y, en plena pandemia, con escasez de delivery por Bella Vista vio la oportunidad. Aceptó el trabajo siempre teniendo en claro que era algo pasajero hasta que el presidente del país diera por finalizada la cuarentena.

Mientras tanto, por Recoleta vivía Gonzalo, de treinta años, un ingeniero agrónomo que tenía un amigo del trabajo, oriundo de Bella Vista que pronto cumpliría años. Gonzalo era el encargado de enviarle de regalo un desayuno a su casa pero no encontraba cómo, entonces le escribió a la novia del homenajeado para que lo orientara.

“No me debes nada”

Para ese momento Belén se había hecho una cuenta de pastelería en Instagram y Gonzalo la contactó.

“Después de tres días de haber completado la compra la novia de mi amigo hizo de cupido y me dijo: “che, me quedé pensando, capaz Belu es para vos, es tu onda”, averiguó y Belu estaba soltera”, cuenta Gonzalo que, ante la noticia, retomó la charla. Sus compañeras de trabajo le daban ideas para poder seguir hablando con ella: que le sumara más alfajores al desayuno, que mejor le dijera de llevarlo a tal hora, cualquier ocurrencia era candidata a convertirse en alguna de las excusas que sirviera de acercamiento.

El día que Belén hizo la entrega del desayuno le mandó un mensaje a Gonzalo avisando que estaba todo bien. Él le respondió: “Gracias, estaba re contento, te debo una birra para cuando se libere un poco más la cuarentena”. Belén no entendió:“¿qué me debés si ya pagaste? No me debés nada”, pensó. Pero por supuesto que una cosa es lo que pensó y otra lo que respondió.

“Le empecé a escribir al Instagram personal y después le pedí el whatsapp. En esas dos semanas desde que encargamos el desayuno hasta que lo entregó le sacaba temas random, hablábamos a la noche, era pandemia y era la diversión del momento. Hasta que en un momento le dije que era medio fiaca solo por whatsapp y cuando se liberara la pandemia íbamos a tomar unos mates”, recuerda Gonzalo.

“No sabíamos cómo saludarnos, nos sentamos separados”

Por el trabajo en el campo Gonzalo tenía el permiso para circular, así que una vez que se flexibilizó la cuarentena decidieron concretar esa famosa birra y casi cuatro meses después acordaron la primera salida para conocerse personalmente. El punto de encuentro fue en una plaza en Bella Vista cerca de un arroyo. “Nos vimos con todas las medidas de seguridad, no sabíamos como saludarnos, cada uno llevó su mate, nos sentamos separados. Yo tenía a mi mamá asmática y era la primera salida así con alguien, eran tiempos difíciles y no sabíamos cómo manejarnos”, cuenta Belén.

Ella venía con la autoestima un poco baja por su corazón roto por su anterior historia de amor, en Ushuaia, y el tiempo que llevaba de encierro en casa de sus padres. Se había dejado los rulos aunque siempre se hacía el alisado, y subió varios kilos: “Me había ido bastante para abajo y de repente lo vi a él que es todo fit, se mata en el gimnasio. Recuerdo que después de la primera salida volví flasheada, me había encantado pero también me puse triste porque pensé que no me iba a dar bola”, se sincera Belén. Pero para su sorpresa, y alegría, esa no fue la primera y última vez que se vieron, como ella creyó, porque Gonzalo enseguida le escribió.

Sus salidas de pandemia consistían en encuentros en plazas o al departamento de Gonzalo donde él, amante de la cocina, la deleitaba con sus platos. Al mes y medio, con un balcón lleno de velas, se dio la cena romántica donde Gonzalo le propuso a Belén ser su novia.

“Me apoyó en la decisión aunque no estaba del todo de acuerdo”

Belén decidió poner orden a su vida y consiguió trabajo de contadora, había encontrado el amor y junto con él las ganas de quedarse en Buenos Aires. Quería dejar la pastelería pero no pudo, de día era contadora, de noche y los fines de semana pastelera, le gustaba mucho. Claro que este ritmo de vida difería con los horarios de Gonzalo que, llegado el fin de semana, quería descansar y salir con su novia. Pero así y todo Gonzalo siempre la acompañó y no dudó en brindarle su apoyo cuando a fines del 2022 a Belén le salió la oportunidad de ir a trabajar por seis meses a Tenerife, España, a un hotel cinco estrellas. “Gon, como siempre, me apoyó en la decisión aunque no estaba del todo de acuerdo. Y así fue como seguimos la relación esos meses a distancia. Fue difícil pero a las semanas empezamos a planear el reencuentro y un viaje juntos por Europa para que se hiciera más corta la espera. Después de ese increíble viaje, él volvía a su trabajo y su vida normal y yo tenía que decidir qué hacer de mi vida. Por primera vez y por decisión propia (y no porque una pandemia me obligara), decidí apostar todo a mi emprendimiento BDPasteleria”, cuenta Belén.

“Son cuatro años de mucho crecimiento y aprendizaje, de acompañarnos y apoyarnos en cada decisión personal. De muchas idas al campo, viajes familiares, rodeados de amigos, y también incontables fines de semana con Gon ayudándome en la pastelería: me ayudó a hacer crecer el emprendimiento en muchísimos aspectos”, dice Belén enamorada.

Pero su historia de amor no termina en estos cuatro años de noviazgo, esto es recién el primer capítulo. Hace pocos meses Gonzalo le hizo creer que tomarían unos mates con aquel amigo del trabajo y su novia, hoy marido y mujer. La buscó a Belén que venía de una clase de pilates, cansada y despeinada, y fueron a aquel arroyo bellavistense en el que se vieron por primera vez. La invasión de mosquitos, la falta de repelente en nuestro país, y los supuestos amigos que no llegaban, hicieron que Belén se pusiera de malhumor y casi arruinara la sorpresa. Ella se quería ir pero Gonzalo le dijo la verdad: “No van a venir los chicos, ¿podés venir que te escribí algo que te quiero leer? Yo siempre lo molestaba porque él es cero sentimental o expresivo y moría porque me escribiera una carta de amor. La leyó, los dos lloramos, nos emocionamos y cuando la terminó me preguntó si me quería casar con él. Estuvo re lindo, sencillo, en el lugar donde había comenzado todo hace cuatro años”, cuenta Belén.

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