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Netflix: Respira es una serie de médicos ‘a la española’ hecha a imagen y semejanza de Grey’s Anatomy

Respira (España/2024). Creador: Carlos Montero. Elenco: Aitana Sánchez-Gijón, Najwa Nimri, Blanca Suárez, Manu Ríos, Borja Luna, Antonio Bassave, Xoán Fórneas, Abril Zamora, Ana Rayo, Marwa Bakhat, Blanca Martínez. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

Dentro del panorama de las series de médicos, los años 90 fueron ejemplares: establecieron el eje narrativo en la vorágine de la profesión, a menudo tironeada entre su compromiso ético y laboral y el torbellino de sus vidas privadas. Las dos series emblema de esa década se estrenaron apenas con un día de diferencia en septiembre de 1994: la primera fue Chicago Hope, creada por David E. Kelley, y la segunda, la que más se sostuvo en la pantalla y en el imaginario del público, fue ER Emergencias, del médico y novelista Michael Crichton.

La clave, en ambas, consistía en salir apenas del espacio profesional -el hospital o la sala de urgencias-, recorriendo en cada episodio las dolencias de varios pacientes que involucraban a los personajes principales, y a la emisión siguiente renovar los enfermos y explorar la continuidad de los asuntos personales de los médicos.

Con la llegada de Grey’s Anatomy, las series de médicos abrazaron un estilo más novelado, y la búsqueda de realismo en la puesta en escena de la profesión dio paso a los tumultos sentimentales como eje de la evolución dramática de la ficción. A los largo de sus 20 temporadas -y las que vendrán- la serie creada por Shonda Rhimes -una nueva concepción en materia de showrunner, con un estilo propio que parece desbordar en todas sus ficciones- cambió de elenco, de conflictos, fue y vino en el tiempo, reflotó historias perdidas, cambió parejas y amistades, y confeccionó un manual más parecido a la ‘soap opera’ General Hospital que al nervio que habían conseguido sus predecesoras en los 90.

Es sobre esta estela más folletinesca que se posiciona la serie española Respira, creada por Carlos Montero (Élite) y sostenida por un elenco de nombres reconocidos como Aitana Sánchez Gijón, Najwa Nimri, Blanca Suárez, Borja Luna y Antonio Bassave, y los jóvenes Manu Ríos, Xoán Fórneas y Marwa Bakhat.

La historia está ambientada en el Hospital Joaquín Sorolla, un ficticio nosocomio de la ciudad de Valencia, donde se concentra la disputa entre la salud estatal y la privada que parece atravesar la discusión pública hoy en el mundo. Una huelga amenaza con suspender una importante operación a cargo de la prestigiosa cirujana Pilar Amaro (Sánchez Gijón) y su colega, el oncólogo Néstor Moa (Luna), develando la tensión latente en el ambiente médico. Desde allí el relato viaja hacia el pasado tres meses, cuando un doble frente se abrió para la política del hospital público: por un lado, la aparición de la presidenta de la Comunidad Valenciana, Patricia Segura (Najwa Nimri), como paciente oncológica de urgencia, quien encarna el choque de sus ideales de privatización con los problemas concretos de su salud; y, por el otro, la tragedia que involucra a un médico residente, responsable de la muerte de una paciente cuando queda a cargo de una operación riesgosa por falta de personal.

Lo que resulta de la exploración del conflicto médico subyacente, en tensión con la política privatista de la comunidad y la defensa corporativa de los médicos, puede ser lo más interesante, incluso si el estilo de la serie abunda en efectismos discursivos, un montaje algo frenético y la puesta automatizada que define a todas las series hoy en día. Lo que ocurre es que el ‘síndrome Grey’s Anatomy’, que inspira a bañar de romances, sexo casual y una larga lista de enredos personales a toda la dramaturgia, ya se presiente de antemano y no es fruto del desgaste de una narrativa seriada, sino de la deliberada intromisión de clisés a supuesto gusto del espectador. Por momentos, el ambiente médico resulta apenas un telón de fondo de dilemas impuestos desde el guion y las verdaderas disquisiciones sobre el estado de la sanidad pública se diluyen en discusiones bastante superficiales.

Pese a ello, la labor de los actores, sobre todo Sánchez Gijón, la siempre estelar Nimri y Blanca Suárez –que resulta uno de los mejores aciertos en la serie– consigue imprimir cierta humanidad a un tratamiento de los conflictos que parece modelado para cumplir con los condimentos de la ficción contemporánea: un poco de suspenso, amor y erotismo, y la pizca necesaria de conciencia social.

En ese sentido, Nimri se deja llevar por el estereotipo de funcionaria cínica y oportunista en los primeros episodios, y consigue desmontar esa cáscara progresivamente, incluso más allá de los mandatos el guion. Lo mismo ocurre con Suárez en su relación con el joven residente que interpreta el cantante Manu Ríos, un vínculo que consigue mucho más por fuera de las escenas eróticas de montaje, quizás en las miradas o conversaciones que dejan más luz a los actores. La humanidad de las interpretaciones consigue dar mayor peso a los conflictos que los vicios que a menudo imponen los algoritmos contemporáneos.

Respira (España/2024). Creador: Carlos Montero. Elenco: Aitana Sánchez-Gijón, Najwa Nimri, Blanca Suárez, Manu Ríos, Borja Luna, Antonio Bassave, Xoán Fórneas, Abril Zamora, Ana Rayo, Marwa Bakhat, Blanca Martínez. Disponible en: Netflix. Nuestra opinión: buena.

Dentro del panorama de las series de médicos, los años 90 fueron ejemplares: establecieron el eje narrativo en la vorágine de la profesión, a menudo tironeada entre su compromiso ético y laboral y el torbellino de sus vidas privadas. Las dos series emblema de esa década se estrenaron apenas con un día de diferencia en septiembre de 1994: la primera fue Chicago Hope, creada por David E. Kelley, y la segunda, la que más se sostuvo en la pantalla y en el imaginario del público, fue ER Emergencias, del médico y novelista Michael Crichton.

La clave, en ambas, consistía en salir apenas del espacio profesional -el hospital o la sala de urgencias-, recorriendo en cada episodio las dolencias de varios pacientes que involucraban a los personajes principales, y a la emisión siguiente renovar los enfermos y explorar la continuidad de los asuntos personales de los médicos.

Con la llegada de Grey’s Anatomy, las series de médicos abrazaron un estilo más novelado, y la búsqueda de realismo en la puesta en escena de la profesión dio paso a los tumultos sentimentales como eje de la evolución dramática de la ficción. A los largo de sus 20 temporadas -y las que vendrán- la serie creada por Shonda Rhimes -una nueva concepción en materia de showrunner, con un estilo propio que parece desbordar en todas sus ficciones- cambió de elenco, de conflictos, fue y vino en el tiempo, reflotó historias perdidas, cambió parejas y amistades, y confeccionó un manual más parecido a la ‘soap opera’ General Hospital que al nervio que habían conseguido sus predecesoras en los 90.

Es sobre esta estela más folletinesca que se posiciona la serie española Respira, creada por Carlos Montero (Élite) y sostenida por un elenco de nombres reconocidos como Aitana Sánchez Gijón, Najwa Nimri, Blanca Suárez, Borja Luna y Antonio Bassave, y los jóvenes Manu Ríos, Xoán Fórneas y Marwa Bakhat.

La historia está ambientada en el Hospital Joaquín Sorolla, un ficticio nosocomio de la ciudad de Valencia, donde se concentra la disputa entre la salud estatal y la privada que parece atravesar la discusión pública hoy en el mundo. Una huelga amenaza con suspender una importante operación a cargo de la prestigiosa cirujana Pilar Amaro (Sánchez Gijón) y su colega, el oncólogo Néstor Moa (Luna), develando la tensión latente en el ambiente médico. Desde allí el relato viaja hacia el pasado tres meses, cuando un doble frente se abrió para la política del hospital público: por un lado, la aparición de la presidenta de la Comunidad Valenciana, Patricia Segura (Najwa Nimri), como paciente oncológica de urgencia, quien encarna el choque de sus ideales de privatización con los problemas concretos de su salud; y, por el otro, la tragedia que involucra a un médico residente, responsable de la muerte de una paciente cuando queda a cargo de una operación riesgosa por falta de personal.

Lo que resulta de la exploración del conflicto médico subyacente, en tensión con la política privatista de la comunidad y la defensa corporativa de los médicos, puede ser lo más interesante, incluso si el estilo de la serie abunda en efectismos discursivos, un montaje algo frenético y la puesta automatizada que define a todas las series hoy en día. Lo que ocurre es que el ‘síndrome Grey’s Anatomy’, que inspira a bañar de romances, sexo casual y una larga lista de enredos personales a toda la dramaturgia, ya se presiente de antemano y no es fruto del desgaste de una narrativa seriada, sino de la deliberada intromisión de clisés a supuesto gusto del espectador. Por momentos, el ambiente médico resulta apenas un telón de fondo de dilemas impuestos desde el guion y las verdaderas disquisiciones sobre el estado de la sanidad pública se diluyen en discusiones bastante superficiales.

Pese a ello, la labor de los actores, sobre todo Sánchez Gijón, la siempre estelar Nimri y Blanca Suárez –que resulta uno de los mejores aciertos en la serie– consigue imprimir cierta humanidad a un tratamiento de los conflictos que parece modelado para cumplir con los condimentos de la ficción contemporánea: un poco de suspenso, amor y erotismo, y la pizca necesaria de conciencia social.

En ese sentido, Nimri se deja llevar por el estereotipo de funcionaria cínica y oportunista en los primeros episodios, y consigue desmontar esa cáscara progresivamente, incluso más allá de los mandatos el guion. Lo mismo ocurre con Suárez en su relación con el joven residente que interpreta el cantante Manu Ríos, un vínculo que consigue mucho más por fuera de las escenas eróticas de montaje, quizás en las miradas o conversaciones que dejan más luz a los actores. La humanidad de las interpretaciones consigue dar mayor peso a los conflictos que los vicios que a menudo imponen los algoritmos contemporáneos.

 La ficción de Carlos Montero (Elite) es arbitraria y superficial en sus decisiones narrativas, pero son redimidas por la profundidad de las actuaciones de su excelente elenco, en el que brillan Aitana Sánchez Gijón, Najwa Nimri y Blanca Suárez  LA NACION

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