“Cambio de época” y de métodos. Los motivos por los cuales, por primera vez en 11 años, hubo un mes sin homicidios en Rosario
Hace un año atrás, en medio de la campaña electoral, a ningún candidato se le hubiera ocurrido prometer que no iba a producirse ningún homicidio en todo un mes, como ocurrió en agosto. Ni siquiera en el fragor proselitista Patricia Bullrich –entonces candidata presidencial, hoy ministra de Seguridad– ni Maximiliano Pullaro –postulante a la gobernación y actual mandatario provincial– lo señalaban como una meta, porque parecía imposible, después de que en 2022 se rompiera el récord de 288 asesinatos.
En agosto de 2023 se cometieron en el departamento Rosario 24 homicidios, gran parte, casi un 80%, fruto de las disputas por territorio y ajustes de cuentas dentro de la matriz del narcomenudeo. La ministra Bullrich difundió este dato a través de un video para exaltar el trabajo de los agentes federales y provinciales. En el gobierno de Santa Fe mantienen otra línea de exposición, que apunta a evitar difundir como una victoria este tipo de coyuntura, porque si los crímenes recrudecen, algo que puede ocurrir –siempre insisten– la población tomará el nuevo dato como una derrota.
Bullrich resaltó en un video promocional el “nuevo hito en el Plan Bandera: un mes sin homicidios en Rosario” y remarcó que cuando les tocó asumir el Gobierno, en diciembre de 2023, “Rosario estaba incendiada, muertes todos los días y asesinatos que llegaron a 400 en un año”, apuntó. Si la ministra se refería a Rosario, nunca los crímenes llegaron a esa cifra. El número más alto de homicidios fue de 288.
1 MES SIN HOMICIDIOS EN ROSARIO pic.twitter.com/Q5xbCiXXNu
— Patricia Bullrich (@PatoBullrich) September 3, 2024
En agosto pasado no se registró ni un solo homicidio en Rosario, según datos oficiales. En lo que va de este año el descenso en la violencia extrema es de un 62% con respecto a 2023, cuando se produjeron 150 asesinatos en Rosario, la mayoría relacionados con las luchas territoriales entre las bandas narco. En el mismo periodo, durante este año, los crímenes bajaron a 57, según datos del Ministerio de Seguridad de la Nación.
Los motivos
Los argumentos que se expusieron desde el Estado apuntan a que las medidas de urgencia que se tomaron en materia de seguridad, tanto a nivel nacional como provincial, contribuyeron directamente a bajar los altos niveles de violencia en la ciudad, que llegó a tener una tasa de 21 homicidios cada 100.000 habitantes, cuatro veces más que la media nacional.
Hay dos temas claves que, según coincidieron fuentes del gobierno y de la Justicia provincial fueron prioritarios, como los mayores controles en las cárceles, tanto federales como provinciales, a los presos de alto perfil, es decir, a cuadros de relevancia dentro de las organizaciones criminales, como Los Monos y el clan Alvarado, entre otros. Y, por otro lado, la recuperación del control de las calles de parte de las fuerzas de seguridad.
El ministro de Seguridad de Santa Fe, Pablo Coccoccioni, explicó a LA NACION que a finales del año pasado en Rosario había solo 20 patrulleros en las calles, mientras que ahora, con el refuerzo de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, hay 247.
“Se empieza a ver que hay un cambio. Antes cualquiera salía en una moto con 9 milímetros porque sabía que nadie lo iba a detener. Ahora tiene mayores riesgos y para evitar ir preso y que le secuestren el arma sale “limpio”. Vemos que las medidas que se tomaron empiezan a calar hondo en las organizaciones criminales, que ven un cambio de época, que es advertido por los delincuentes”, consideró el titular de la cartera de Seguridad. “No es menor que haya, frente a este tema, un discurso unificado entre la Nación, la provincia y el municipio, sin grietas”, apuntó.
Acción coordinada de todas las fuerzas, control en las cárceles, patrullaje, persecución y detención. Lo que siempre pedimos, está sucediendo. Los resultados están a la vista. https://t.co/YFLKPUOAAf
— Pablo Javkin (@pablojavkin) September 3, 2024
En su cuenta de X, el intendente de Rosario, Pablo Javkin, expresó: “Acción coordinada de todas las fuerzas, control en las cárceles, patrullaje, persecución y detención. Lo que siempre pedimos, está sucediendo y los resultados están a la vista”. Y agregó: “Lo mismo con los nuevos patrulleros de la Policía provincial. Las luces azules que tanto pedíamos. No vamos a dar un paso atrás para recuperar la paz”.
La hipótesis de Coccoccioni es compartida por otros eslabones de la Justicia que investigaron a estas organizaciones criminales. “Lo que se puede ver es que hay una reacción de parte de los grupos que mantenían el negocio de la droga en base a la violencia, porque no había un dominio territorial. A pesar de las falencias estructurales, la policía y la intervención con agentes federales recuperó en parte el dominio del Estado en los territorios”, señaló un fiscal que estuvo al frente de las causas más relevantes.
La violencia extrema que golpeó a Rosario por más de una década tenía como protagonistas a grupos criminales que se mantuvieron a lo largo del tiempo, como la banda de Los Momos, pero que nunca lograron transformarse en organizaciones más sofisticadas ni consiguieron tejer alianzas internacionales. Su mayor fortaleza era la inserción social en determinados sectores marginales –de donde salían los llamados “soldaditos”, jóvenes fuera del sistema– y un uso de la violencia sin control.
A partir de que los líderes de estas bandas fueron detenidos y asesinados, junto con los cuadros medios, las cárceles se transformaron en el principal problema, porque el funcionamiento del negocio criminal seguía intacto.
En marzo pasado se produjo una reacción de estos grupos ante la nueva política penitenciaria; fueron ordenados cuatros crímenes al azar, cuatro trabajadores, y eso provocó una fuerte conmoción en Rosario, que quedó varios días en estado de shock, literalmente paralizada por el miedo del narcoterrorismo.
Esta mecánica de irradiar terror no se repitió desde entonces, pero en el gobierno provincial nadie descarta que la calma que reina ahora se rompa. “Ahora tenemos otra fortaleza desde el Estado. Si esto recrudece tenemos herramientas para enfrentarlo, que antes no teníamos. Y eso es lo que va a demandar una mayor inversión”, sostuvo Coccoccioni.
Una de los cambios que ven en el Ministerio de Seguridad de Santa Fe en cuanto a las estrategias de las bandas está relacionado con la venta de drogas. “El búnker perdió protagonismo frente a los mayores controles. Primero abandonaron el búnker como existió siempre, que era un centro de distribución y venta. Dejaron a chicos, en su mayoría menores, con pocas dosis, por si enfrentaban un secuestro de estupefacientes. Después cerraron el kiosco y pusieron un ‘transa’ en la esquina. Y ahora lo que más impera es el delivery”, señaló una calificada fuente de la cartera de Seguridad.
El objetivo principal, recalcan en el ministerio, es intervenir en situaciones donde hay violencia. “El tema de la tenencia de droga sin violencia es un problema de salud, no de seguridad”, graficaron.
Este año Santa Fe se adhirió a la ley de desfederalización del narcomenudeo, que ahora está bajo la órbita de una unidad del Ministerio Público de la Acusación y de la policía. La prioridad, según delinearon fuentes judiciales, es intervenir cuando haya episodios de violencia que provoquen problemas en el lugar.
Ofrendas y “redención”
Hay otro punto dentro del análisis que hacen cerca del gobernador de Santa Fe que provoca cierta sorpresa, porque no es frecuente ponerlo sobre la mesa. En torno a Pullaro piensan que en Rosario el crimen organizado tiene un sustento místico que creció en los últimos años, con la veneración de “santos” paganos a los que, incluso, se le llegó a ofrendar la muerte de personas.
Uno de ellos es San la Muerte, repiten, un fenómeno que se impuso en desde hace por lo menos dos décadas en países que atraviesan problemas endémicos con la violencia, como Colombia, Venezuela, México y Ecuador, donde es frecuente el sostén místico de los criminales.
El 21 de noviembre pasado, la escenografía morbosa de un doble crimen era un mural recién pintado de San la Muerte, o como le llaman en México, La Niña Blanca. En medio de casas precarias, mugre y yuyos lo único que se destacaba era el mural de la calavera con la guadaña. Ese día fueron asesinados de decenas de tiros Francisco García y Karina Ferreyra. Ambos tenían 23 años y manejaban un búnker en el barrio Gráfico, que después del crimen fue incendiado. Ese mural tenía una razón en ese lugar, que se alimentaba con violencia y con sangre.
Los santuarios para venerar a estas figuras paganas se diseminan por toda la ciudad, y también dentro de las cárceles, donde ahora se controla en las requisas que no se realicen altares de este tipo. Lo que exaltan en torno al gobernador es que los pastores generaron cambios en los comportamientos de jóvenes que provocaron un reguero de sangre en la ciudad.
Hace poco más de un mes un pastor evangélico que visita de manera frecuente el pabellón de alto perfil N°27 de Piñero recibió una carta. Era de un grupo de presos a los que apodaban “los diablos”. La carta la había escrito de puño y letra uno de los narcos más violentos de Rosario, Matías César, a quien en el mundo criminal se lo conoce como Pino. Este muchacho de 27 años, que se sacaba fotos con cadenas que le colgaban del cuello con dijes de San la Muerte, cumple una condena a 20 años de prisión por haber baleado, en nombre de Los Monos, residencias de jueces y edificios judiciales. Matías César fue uno de los responsables de desangrar la zona oeste de Rosario, con enfrentamientos con una franquicia de Esteban Alvarado liderada por Francisco Riquelme. Todos estaban presos y ordenaban a sus sicarios reventarse a tiros para controlar el territorio.
Matías César encarna además una historia familiar atravesada por las balas que pertenecían a quienes luego él sirvió, como Ariel “Guille” Cantero. Porque cuando Pino tenía 14 años, Los Monos acribillaron a su familia en 2013. Dos días después del crimen de Claudio “Pájaro” Cantero, Los Monos salieron a vengar su muerte de manera desenfrenada. Uno de los apuntados por mensajes que les llegaban por Facebook era Milton César, un pibe del barrio La Tablada señalado como uno de los posibles sicarios. La información era falsa, pero Los Monos mataron a Nahuel y Norma César frente a una escuela en Francia y Acevedo. Años después, Matías César, primo de Milton, se enroló en la banda de los asesinos de su propia familia.
En la carta que le escribió al pastor que visita Piñero le contó que hace “ocho meses dejó la vieja vida”, aquella recargada con balas, sicarios y muerte. “Hasta el 9 de octubre de 2023 veneraba a San La Muerte. Durante seis años fui devoto de San La Muerte, de la magia negra y la macumba […] Por el diablo mataron a mi padre, en abril de 2020. Me autodestruí y también mi familia”, cuenta el recluso en la carta, en la que manifiesta que junto a otros siete presos de alto perfil abandonaron esos ritos.
“El quiebre de las personas es cuando llegan al lugar más bajo”
Es difícil de creerle a una persona que provocó crímenes y destruyó familias enteras al ordenar ejecuciones desde la cárcel. Los pastores que trabajan con los presos tienen otra mirada.
Oscar Sensini, que lidera “El Redil de Cristo” y recorre desde hace 30 años en las prisiones, señaló que “el quiebre de las personas es cuando llegan al lugar más bajo”. El pastor, que trabaja en tres pabellones en Coronda, cuenta como anécdota de ese cambio que uno de los expresidiarios que lo quiso secuestrar hoy es misionero, como él.
“Hay gente que puede salir. Hay que tocarle no solo el corazón, sino la mente”, advierte. “Los líderes van al ingreso a convencer a los internos para que vayan a los pabellones evangelistas. Hay un periodo de prueba de 30 días. Tienen que cumplir todas las reglas. Si uno no ve que hicieron un cambio se van a otro pabellón. Es simple”, explica Sensini. “Es muy fuerte que muchos agentes del Servicio Penitenciario se hacen evangelistas porque ven lo que pasa con los presos”, apunta.
David Sensini, hijo de Oscar y pastor como él, es asesor ad honórem de la vicegobernadora santafesina, Gisela Scaglia. Los pastores evangélicos ganaron terreno en el gobierno de Pullaro con uno de los principales referentes en la provincia: el diputado provincial Walter Ghione, un aliado incondicional de la actual gestión y uno de los impulsores de la reforma constitucional.
La influencia y la penetración que tiene este sector religioso en las cárceles y en los barrios más golpeados por la violencia provocó que surgiera un interés y un compromiso de la política, en este caso, del gobierno provincial, donde, por ejemplo, delegó en los evangélicos la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (Aprecod) y el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil, dos dependencias que atienden problemas complejos en Rosario.
En este momento político, recargado de pragmatismo y con horizontes difusos, aparece la necesidad de mostrar más resultados que ideas creativas. Y los evangélicos aportan un compromiso “militante” que no lo tiene ningún partido, no solo a nivel de volumen, sino también de resultados concretos.
Hace un año atrás, en medio de la campaña electoral, a ningún candidato se le hubiera ocurrido prometer que no iba a producirse ningún homicidio en todo un mes, como ocurrió en agosto. Ni siquiera en el fragor proselitista Patricia Bullrich –entonces candidata presidencial, hoy ministra de Seguridad– ni Maximiliano Pullaro –postulante a la gobernación y actual mandatario provincial– lo señalaban como una meta, porque parecía imposible, después de que en 2022 se rompiera el récord de 288 asesinatos.
En agosto de 2023 se cometieron en el departamento Rosario 24 homicidios, gran parte, casi un 80%, fruto de las disputas por territorio y ajustes de cuentas dentro de la matriz del narcomenudeo. La ministra Bullrich difundió este dato a través de un video para exaltar el trabajo de los agentes federales y provinciales. En el gobierno de Santa Fe mantienen otra línea de exposición, que apunta a evitar difundir como una victoria este tipo de coyuntura, porque si los crímenes recrudecen, algo que puede ocurrir –siempre insisten– la población tomará el nuevo dato como una derrota.
Bullrich resaltó en un video promocional el “nuevo hito en el Plan Bandera: un mes sin homicidios en Rosario” y remarcó que cuando les tocó asumir el Gobierno, en diciembre de 2023, “Rosario estaba incendiada, muertes todos los días y asesinatos que llegaron a 400 en un año”, apuntó. Si la ministra se refería a Rosario, nunca los crímenes llegaron a esa cifra. El número más alto de homicidios fue de 288.
1 MES SIN HOMICIDIOS EN ROSARIO pic.twitter.com/Q5xbCiXXNu
— Patricia Bullrich (@PatoBullrich) September 3, 2024
En agosto pasado no se registró ni un solo homicidio en Rosario, según datos oficiales. En lo que va de este año el descenso en la violencia extrema es de un 62% con respecto a 2023, cuando se produjeron 150 asesinatos en Rosario, la mayoría relacionados con las luchas territoriales entre las bandas narco. En el mismo periodo, durante este año, los crímenes bajaron a 57, según datos del Ministerio de Seguridad de la Nación.
Los motivos
Los argumentos que se expusieron desde el Estado apuntan a que las medidas de urgencia que se tomaron en materia de seguridad, tanto a nivel nacional como provincial, contribuyeron directamente a bajar los altos niveles de violencia en la ciudad, que llegó a tener una tasa de 21 homicidios cada 100.000 habitantes, cuatro veces más que la media nacional.
Hay dos temas claves que, según coincidieron fuentes del gobierno y de la Justicia provincial fueron prioritarios, como los mayores controles en las cárceles, tanto federales como provinciales, a los presos de alto perfil, es decir, a cuadros de relevancia dentro de las organizaciones criminales, como Los Monos y el clan Alvarado, entre otros. Y, por otro lado, la recuperación del control de las calles de parte de las fuerzas de seguridad.
El ministro de Seguridad de Santa Fe, Pablo Coccoccioni, explicó a LA NACION que a finales del año pasado en Rosario había solo 20 patrulleros en las calles, mientras que ahora, con el refuerzo de Gendarmería, Prefectura y Policía Federal, hay 247.
“Se empieza a ver que hay un cambio. Antes cualquiera salía en una moto con 9 milímetros porque sabía que nadie lo iba a detener. Ahora tiene mayores riesgos y para evitar ir preso y que le secuestren el arma sale “limpio”. Vemos que las medidas que se tomaron empiezan a calar hondo en las organizaciones criminales, que ven un cambio de época, que es advertido por los delincuentes”, consideró el titular de la cartera de Seguridad. “No es menor que haya, frente a este tema, un discurso unificado entre la Nación, la provincia y el municipio, sin grietas”, apuntó.
Acción coordinada de todas las fuerzas, control en las cárceles, patrullaje, persecución y detención. Lo que siempre pedimos, está sucediendo. Los resultados están a la vista. https://t.co/YFLKPUOAAf
— Pablo Javkin (@pablojavkin) September 3, 2024
En su cuenta de X, el intendente de Rosario, Pablo Javkin, expresó: “Acción coordinada de todas las fuerzas, control en las cárceles, patrullaje, persecución y detención. Lo que siempre pedimos, está sucediendo y los resultados están a la vista”. Y agregó: “Lo mismo con los nuevos patrulleros de la Policía provincial. Las luces azules que tanto pedíamos. No vamos a dar un paso atrás para recuperar la paz”.
La hipótesis de Coccoccioni es compartida por otros eslabones de la Justicia que investigaron a estas organizaciones criminales. “Lo que se puede ver es que hay una reacción de parte de los grupos que mantenían el negocio de la droga en base a la violencia, porque no había un dominio territorial. A pesar de las falencias estructurales, la policía y la intervención con agentes federales recuperó en parte el dominio del Estado en los territorios”, señaló un fiscal que estuvo al frente de las causas más relevantes.
La violencia extrema que golpeó a Rosario por más de una década tenía como protagonistas a grupos criminales que se mantuvieron a lo largo del tiempo, como la banda de Los Momos, pero que nunca lograron transformarse en organizaciones más sofisticadas ni consiguieron tejer alianzas internacionales. Su mayor fortaleza era la inserción social en determinados sectores marginales –de donde salían los llamados “soldaditos”, jóvenes fuera del sistema– y un uso de la violencia sin control.
A partir de que los líderes de estas bandas fueron detenidos y asesinados, junto con los cuadros medios, las cárceles se transformaron en el principal problema, porque el funcionamiento del negocio criminal seguía intacto.
En marzo pasado se produjo una reacción de estos grupos ante la nueva política penitenciaria; fueron ordenados cuatros crímenes al azar, cuatro trabajadores, y eso provocó una fuerte conmoción en Rosario, que quedó varios días en estado de shock, literalmente paralizada por el miedo del narcoterrorismo.
Esta mecánica de irradiar terror no se repitió desde entonces, pero en el gobierno provincial nadie descarta que la calma que reina ahora se rompa. “Ahora tenemos otra fortaleza desde el Estado. Si esto recrudece tenemos herramientas para enfrentarlo, que antes no teníamos. Y eso es lo que va a demandar una mayor inversión”, sostuvo Coccoccioni.
Una de los cambios que ven en el Ministerio de Seguridad de Santa Fe en cuanto a las estrategias de las bandas está relacionado con la venta de drogas. “El búnker perdió protagonismo frente a los mayores controles. Primero abandonaron el búnker como existió siempre, que era un centro de distribución y venta. Dejaron a chicos, en su mayoría menores, con pocas dosis, por si enfrentaban un secuestro de estupefacientes. Después cerraron el kiosco y pusieron un ‘transa’ en la esquina. Y ahora lo que más impera es el delivery”, señaló una calificada fuente de la cartera de Seguridad.
El objetivo principal, recalcan en el ministerio, es intervenir en situaciones donde hay violencia. “El tema de la tenencia de droga sin violencia es un problema de salud, no de seguridad”, graficaron.
Este año Santa Fe se adhirió a la ley de desfederalización del narcomenudeo, que ahora está bajo la órbita de una unidad del Ministerio Público de la Acusación y de la policía. La prioridad, según delinearon fuentes judiciales, es intervenir cuando haya episodios de violencia que provoquen problemas en el lugar.
Ofrendas y “redención”
Hay otro punto dentro del análisis que hacen cerca del gobernador de Santa Fe que provoca cierta sorpresa, porque no es frecuente ponerlo sobre la mesa. En torno a Pullaro piensan que en Rosario el crimen organizado tiene un sustento místico que creció en los últimos años, con la veneración de “santos” paganos a los que, incluso, se le llegó a ofrendar la muerte de personas.
Uno de ellos es San la Muerte, repiten, un fenómeno que se impuso en desde hace por lo menos dos décadas en países que atraviesan problemas endémicos con la violencia, como Colombia, Venezuela, México y Ecuador, donde es frecuente el sostén místico de los criminales.
El 21 de noviembre pasado, la escenografía morbosa de un doble crimen era un mural recién pintado de San la Muerte, o como le llaman en México, La Niña Blanca. En medio de casas precarias, mugre y yuyos lo único que se destacaba era el mural de la calavera con la guadaña. Ese día fueron asesinados de decenas de tiros Francisco García y Karina Ferreyra. Ambos tenían 23 años y manejaban un búnker en el barrio Gráfico, que después del crimen fue incendiado. Ese mural tenía una razón en ese lugar, que se alimentaba con violencia y con sangre.
Los santuarios para venerar a estas figuras paganas se diseminan por toda la ciudad, y también dentro de las cárceles, donde ahora se controla en las requisas que no se realicen altares de este tipo. Lo que exaltan en torno al gobernador es que los pastores generaron cambios en los comportamientos de jóvenes que provocaron un reguero de sangre en la ciudad.
Hace poco más de un mes un pastor evangélico que visita de manera frecuente el pabellón de alto perfil N°27 de Piñero recibió una carta. Era de un grupo de presos a los que apodaban “los diablos”. La carta la había escrito de puño y letra uno de los narcos más violentos de Rosario, Matías César, a quien en el mundo criminal se lo conoce como Pino. Este muchacho de 27 años, que se sacaba fotos con cadenas que le colgaban del cuello con dijes de San la Muerte, cumple una condena a 20 años de prisión por haber baleado, en nombre de Los Monos, residencias de jueces y edificios judiciales. Matías César fue uno de los responsables de desangrar la zona oeste de Rosario, con enfrentamientos con una franquicia de Esteban Alvarado liderada por Francisco Riquelme. Todos estaban presos y ordenaban a sus sicarios reventarse a tiros para controlar el territorio.
Matías César encarna además una historia familiar atravesada por las balas que pertenecían a quienes luego él sirvió, como Ariel “Guille” Cantero. Porque cuando Pino tenía 14 años, Los Monos acribillaron a su familia en 2013. Dos días después del crimen de Claudio “Pájaro” Cantero, Los Monos salieron a vengar su muerte de manera desenfrenada. Uno de los apuntados por mensajes que les llegaban por Facebook era Milton César, un pibe del barrio La Tablada señalado como uno de los posibles sicarios. La información era falsa, pero Los Monos mataron a Nahuel y Norma César frente a una escuela en Francia y Acevedo. Años después, Matías César, primo de Milton, se enroló en la banda de los asesinos de su propia familia.
En la carta que le escribió al pastor que visita Piñero le contó que hace “ocho meses dejó la vieja vida”, aquella recargada con balas, sicarios y muerte. “Hasta el 9 de octubre de 2023 veneraba a San La Muerte. Durante seis años fui devoto de San La Muerte, de la magia negra y la macumba […] Por el diablo mataron a mi padre, en abril de 2020. Me autodestruí y también mi familia”, cuenta el recluso en la carta, en la que manifiesta que junto a otros siete presos de alto perfil abandonaron esos ritos.
“El quiebre de las personas es cuando llegan al lugar más bajo”
Es difícil de creerle a una persona que provocó crímenes y destruyó familias enteras al ordenar ejecuciones desde la cárcel. Los pastores que trabajan con los presos tienen otra mirada.
Oscar Sensini, que lidera “El Redil de Cristo” y recorre desde hace 30 años en las prisiones, señaló que “el quiebre de las personas es cuando llegan al lugar más bajo”. El pastor, que trabaja en tres pabellones en Coronda, cuenta como anécdota de ese cambio que uno de los expresidiarios que lo quiso secuestrar hoy es misionero, como él.
“Hay gente que puede salir. Hay que tocarle no solo el corazón, sino la mente”, advierte. “Los líderes van al ingreso a convencer a los internos para que vayan a los pabellones evangelistas. Hay un periodo de prueba de 30 días. Tienen que cumplir todas las reglas. Si uno no ve que hicieron un cambio se van a otro pabellón. Es simple”, explica Sensini. “Es muy fuerte que muchos agentes del Servicio Penitenciario se hacen evangelistas porque ven lo que pasa con los presos”, apunta.
David Sensini, hijo de Oscar y pastor como él, es asesor ad honórem de la vicegobernadora santafesina, Gisela Scaglia. Los pastores evangélicos ganaron terreno en el gobierno de Pullaro con uno de los principales referentes en la provincia: el diputado provincial Walter Ghione, un aliado incondicional de la actual gestión y uno de los impulsores de la reforma constitucional.
La influencia y la penetración que tiene este sector religioso en las cárceles y en los barrios más golpeados por la violencia provocó que surgiera un interés y un compromiso de la política, en este caso, del gobierno provincial, donde, por ejemplo, delegó en los evangélicos la Agencia de Prevención de Consumo de Drogas y Tratamiento Integral de las Adicciones (Aprecod) y el Centro Especializado de Responsabilidad Penal Juvenil, dos dependencias que atienden problemas complejos en Rosario.
En este momento político, recargado de pragmatismo y con horizontes difusos, aparece la necesidad de mostrar más resultados que ideas creativas. Y los evangélicos aportan un compromiso “militante” que no lo tiene ningún partido, no solo a nivel de volumen, sino también de resultados concretos.
En Santa Fe señalaron que “los grupos criminales vieron” que el Estado retomó el control de las calles y de las cárceles; pero también influyó que las bandas desplegaron nuevas formas para vender droga LA NACION