La inédita experiencia de Alfonso Prat Gay en Ucrania: el sótano secreto en Jarkov, el hospital Ubronken y la alarma en el Ministerio de Defensa
El exministro de Economía Alfonso Prat Gay reveló inéditos detalles acerca de un viaje que realizó recientemente a Ucrania. Entrevistado por el periodista Carlos Pagni en el programa de LN+ Odisea Argentina, el economista contó que hace un par de meses visitó el país europeo como miembro del directorio de la fundación The Brenthurst Foundation con la intención de acompañar a Ucrania en su viaje para “ganar las voluntades en Naciones Unidas”.
Según narró conoció sótanos secretos con la última tecnología militar, visitó uno de los principales hospitales del país en el que se atienden a los heridos y hasta vivió una tensa situación cuando sonaron alarmas en el Ministerio de Defensa ucraniano.
“Este viaje tenía pensado llevar a 16 dirigentes africanos a Ucrania, muchos de ellos de la oposición de regímenes autocráticos financiados y apoyados por Vladimir Putin. Sin embargo, por esas cuestiones extrañas de la vida y la burocracia, la mitad de los funcionarios no obtuvieron la visa en la embajada de Ucrania en Johannesburgo y entonces el viaje mutó hasta quedar en una cuestión de los miembros del directorio y el staff de la fundación”, contó el exfuncionario de Cambiemos.
Prat Gay reconoció que nunca había tenido la experiencia de ingresar a un país en guerra y que desde que se adentró en territorio ucraniano fue descubriendo en persona las consecuencias de un conflicto bélico. “Entramos por la frontera con Polonia porque el espacio aéreo no permite la circulación de aviones y los trenes tienen problemas de seguridad. Íbamos en una combi con dos personas y miembros de las Fuerzas de Ucrania”, narró y describió que a lo largo de la frontera se ubica una larga fila de camiones y agentes de seguridad que controlan el ingreso y la salida. “En la parte occidental no te enterás que está en guerra”, sostuvo.
El exministro de Economía relató que uno de los sitios que más lo impresionó fue el trabajo realizado en el hospital Unbroken, ubicado a 1000 kilómetros de la línea de batalla en Lviv y que fue reconstruido con altísima tecnología con fondos de diferentes países. “Lo que vimos ahí fue espeluznante”, afirmó y siguió: “Pasaron 18.000 personas por ese hospital. Algunos que han perdido uno o dos brazos, piernas o lo que sea. La última tecnología es impactante, pero también se ven los soldados y civiles que sufrieron el impacto de un misil y perdieron algún miembro. La directora nos contaba que veíamos el dolor físico, pero que lo peor está en el pabellón psicológico. Es un país al que le están pasando cosas terribles”.
Una publicación compartida de Alfonso Prat-Gay (@alfonsopratgayok)
Por otro lado, narró cómo fue el contacto con la tecnología militar más avanzada del planeta. “Estuvimos en un sótano en Jarkov, a 20 kilómetros de la línea de fuego y se escuchaban los tiroteos. En ese sótano hay un centro control de operaciones de todo lo que son los drones. No se puede creer lo que es esa tecnología. Hay chicos de 23 y 24 años controlando con el joystick y dispositivos los drones. Ucrania aprendió rápido esa tecnología y la está desarrollando”.
Siendo un país con menos territorio, ciudadanos y menos poder económico, Prat Gay destacó que gracias al apoyo tecnológico y financiación occidental que recibe, Urania logró “compensar la disparidad en números”. “En el fondo Occidente tiene que decidir qué hará con Rusia. Le da las armas a Ucrania, pero le dice que no las use de largas distancias para que no se enoje Putin”, criticó.
Otro de los aspectos que ponderó fue el sofisticado sistema de defensa aéreo ucraniano el cual equiparó al de Israel, conocido como la Cúpula de Hierro, pero contó una experiencia en donde llegó a dudar de su efectividad: “Estábamos reunidos con el viceministro en el Ministerio de Defensa, y de repente hubo una alarma fuertísima, con una voz en ucraniano que vaya a saber uno qué decía. Estuvimos tres minutos en silencio mirándonos y yo pensaba: ‘Qué mejor lugar para lanzar una bomba que en el mismísimo Ministerio de Defensa’”.
Sin embargo, más allá de las anécdotas, Prat Gay se mostró preocupado por la situación de la guerra y cómo podría concluir. “En esa semana descubrí que para Ucrania no hay una paz que no implique recuperar todos los territorios, que haya castigo por los crímenes de guerra y garantías de que no vuelva a suceder. Esto último con el ingreso a la OTAN para tener protección de que no los vuelvan a invadir. Tienen un punto. Dicen que tienen seis o siete propuestas de paz, pero que todas son a expensas de Ucrania. La postura de ellos es total”.
En ese sentido, analizó la conducta y visión de Putin: “Tiene una concepción imperialista que es parte de la cultura rusa, y está siempre en expansión. Ese el desafío que tiene Occidente, pero también China o India”.
“Ucrania y su infraestructura tuvo por muchos años la influencia soviética y de golpe les metieron los anabólicos de la tecnología occidental. Es una especie de Frankenstein que no sabés hacia a dónde va a ir”, concluyó.
El exministro de Economía Alfonso Prat Gay reveló inéditos detalles acerca de un viaje que realizó recientemente a Ucrania. Entrevistado por el periodista Carlos Pagni en el programa de LN+ Odisea Argentina, el economista contó que hace un par de meses visitó el país europeo como miembro del directorio de la fundación The Brenthurst Foundation con la intención de acompañar a Ucrania en su viaje para “ganar las voluntades en Naciones Unidas”.
Según narró conoció sótanos secretos con la última tecnología militar, visitó uno de los principales hospitales del país en el que se atienden a los heridos y hasta vivió una tensa situación cuando sonaron alarmas en el Ministerio de Defensa ucraniano.
“Este viaje tenía pensado llevar a 16 dirigentes africanos a Ucrania, muchos de ellos de la oposición de regímenes autocráticos financiados y apoyados por Vladimir Putin. Sin embargo, por esas cuestiones extrañas de la vida y la burocracia, la mitad de los funcionarios no obtuvieron la visa en la embajada de Ucrania en Johannesburgo y entonces el viaje mutó hasta quedar en una cuestión de los miembros del directorio y el staff de la fundación”, contó el exfuncionario de Cambiemos.
Prat Gay reconoció que nunca había tenido la experiencia de ingresar a un país en guerra y que desde que se adentró en territorio ucraniano fue descubriendo en persona las consecuencias de un conflicto bélico. “Entramos por la frontera con Polonia porque el espacio aéreo no permite la circulación de aviones y los trenes tienen problemas de seguridad. Íbamos en una combi con dos personas y miembros de las Fuerzas de Ucrania”, narró y describió que a lo largo de la frontera se ubica una larga fila de camiones y agentes de seguridad que controlan el ingreso y la salida. “En la parte occidental no te enterás que está en guerra”, sostuvo.
El exministro de Economía relató que uno de los sitios que más lo impresionó fue el trabajo realizado en el hospital Unbroken, ubicado a 1000 kilómetros de la línea de batalla en Lviv y que fue reconstruido con altísima tecnología con fondos de diferentes países. “Lo que vimos ahí fue espeluznante”, afirmó y siguió: “Pasaron 18.000 personas por ese hospital. Algunos que han perdido uno o dos brazos, piernas o lo que sea. La última tecnología es impactante, pero también se ven los soldados y civiles que sufrieron el impacto de un misil y perdieron algún miembro. La directora nos contaba que veíamos el dolor físico, pero que lo peor está en el pabellón psicológico. Es un país al que le están pasando cosas terribles”.
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Por otro lado, narró cómo fue el contacto con la tecnología militar más avanzada del planeta. “Estuvimos en un sótano en Jarkov, a 20 kilómetros de la línea de fuego y se escuchaban los tiroteos. En ese sótano hay un centro control de operaciones de todo lo que son los drones. No se puede creer lo que es esa tecnología. Hay chicos de 23 y 24 años controlando con el joystick y dispositivos los drones. Ucrania aprendió rápido esa tecnología y la está desarrollando”.
Siendo un país con menos territorio, ciudadanos y menos poder económico, Prat Gay destacó que gracias al apoyo tecnológico y financiación occidental que recibe, Urania logró “compensar la disparidad en números”. “En el fondo Occidente tiene que decidir qué hará con Rusia. Le da las armas a Ucrania, pero le dice que no las use de largas distancias para que no se enoje Putin”, criticó.
Otro de los aspectos que ponderó fue el sofisticado sistema de defensa aéreo ucraniano el cual equiparó al de Israel, conocido como la Cúpula de Hierro, pero contó una experiencia en donde llegó a dudar de su efectividad: “Estábamos reunidos con el viceministro en el Ministerio de Defensa, y de repente hubo una alarma fuertísima, con una voz en ucraniano que vaya a saber uno qué decía. Estuvimos tres minutos en silencio mirándonos y yo pensaba: ‘Qué mejor lugar para lanzar una bomba que en el mismísimo Ministerio de Defensa’”.
Sin embargo, más allá de las anécdotas, Prat Gay se mostró preocupado por la situación de la guerra y cómo podría concluir. “En esa semana descubrí que para Ucrania no hay una paz que no implique recuperar todos los territorios, que haya castigo por los crímenes de guerra y garantías de que no vuelva a suceder. Esto último con el ingreso a la OTAN para tener protección de que no los vuelvan a invadir. Tienen un punto. Dicen que tienen seis o siete propuestas de paz, pero que todas son a expensas de Ucrania. La postura de ellos es total”.
En ese sentido, analizó la conducta y visión de Putin: “Tiene una concepción imperialista que es parte de la cultura rusa, y está siempre en expansión. Ese el desafío que tiene Occidente, pero también China o India”.
“Ucrania y su infraestructura tuvo por muchos años la influencia soviética y de golpe les metieron los anabólicos de la tecnología occidental. Es una especie de Frankenstein que no sabés hacia a dónde va a ir”, concluyó.
El exministro de Economía contó detalles de un reciente viaje a territorio ucraniano como parte de una fundación que buscaba acercar posiciones entre ese país y Naciones Unidas para llegar a un acuerdo de paz con Rusia LA NACION