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Murió Sergio Mendes, embajador de la música del Brasil e inventor de lo que otros creyeron inventar, a los 83 años

La muerte del pianista, arreglador y compositor Sergio Mendes, ocurrida el jueves en Los Ángeles, lleva inevitablemente a pensar que si la música del Brasil tuvo tanto éxito fuera de su territorio cultural y político, aun con las limitaciones idiomáticas que conlleva, fue por el trabajo de este hombre que se convirtió en baluarte y embajador.

Mendes, que partió a los 83 años, es una figura insoslayable de ese Brasil fuera del Brasil. Y lo seguirá siendo por la dimensión de su popularidad, una que no se talló a base de una imagen o una buena voz. Fue suficiente con estar sentado al piano para lograr, desde allí, la expansión que generó haciendo música de su país. En ese sentido, aquel menino de Niterói, fue brasileño hasta el último día, aunque llegó a los Estados Unidos a principios de los sesenta, y allí se quedó.

Convirtió en oro varias cosas que tocó. A principios de los sesenta, Jorge Ben escribió una canción titulada “Mas que nada”, que fue una de las perlitas de su primer álbum, aunque no logró el mismo éxito que luego tuvo en las manos de Mendes. “Cuando ‘Más que nada’ llegó a Estados Unidos, en 1966 -contó Mendes en una entrevista reciente con el diario O Globo-, dos meses después fue el mayor éxito también en Brasil. No es que buscara el éxito en Estados Unidos, Brasil, Japón o Filipinas. Así es la música”. Así de simple, como esas cosas simples que son difíciles de explicar, pero abren a algunos músicos una gran puerta a la fama. Aquella versión que se podía ver en programas de televisión, donde Sergio aparecía al frente de su grupo Brasil 66, fue la gran llave al éxito.

Brasil 66 era un sexteto de piano, contrabajo, batería, percusión y dos voces. Una de las cantantes era Lani Hall, la otra, Gracinha Leporace, quien fue su esposa hasta el último día de Mendes. Desde su contagio de Covid-19 el músico venía con problemas de salud que se fueron agravando con el tiempo y que no tuvieron retorno. Según un comunicado de su representante, “su esposa y compañera musical durante los últimos 54 años, Gracinha Leporace Mendes, estuvo a su lado, al igual que sus amados hijos. Mendes actuó por última vez en noviembre de 2023 en foros con entradas agotadas y muy entusiastas en París, Londres y Barcelona”.

Abandonado por su familia, dibujó su propio destino o se fue guiando por la intuición para ver lo que le marcaba el destino. Comenzó a llamar la atención como pianista y conoció a los que luego fueron grandes referentes de la música del Brasil, como Tom Jobim, Vinicius de Moraes y Baden Powell, en Beco das Garrafas, un local de música de Copacabana. Y ya como parte de ese mundillo, dijo presente, con sus jóvenes 21 años, en aquel hito de la música brasileña que fue el desembarco, el 21 de noviembre de 1961, en el Carnegie Hall de Nueva York. Fue uno de los músicos de aquel famoso concierto, donde acompañó a Carlos Lyra, João Gilberto, Tom Jobim y Milton Banana. Allí se dio cuenta de que el terreno era propicio para desarrollar ideas y para usar al gran país del Norte como amplificador de sus invenciones.

Luego de sucesivas visitas se terminó instalando, pero en la Costa Oeste, donde vivió hasta su último día. En sus pergaminos hay méritos valuados con nombres y números. Tocó y grabó con celebridades de la talla de Cannonball Adderley y Herbie Mann. Ya convertido en principal exponente del samba-jazz, se alió artísticamente a figuras consagradas como Herb Alpert y se ganó el aprecio de otros famosos, como Frank Sinatra. Las estadísticas dicen que fue el brasileño con más grabaciones que entraron en el Top 100 de los charts estadounidenses (fueron 14, en total, desde su versión de “Más que nada”, que alcanzó el puesto 47, en 1966). En 2012 fue nominado al Óscar en el rubro mejor canción original como coautor del tema “Real in Rio”, de la película de animación Río.

¿Y acaso fue el hombre que inventó lo que otros creyeron inventar? Porque mientras que desde finales del siglo pasado se comenzó a cultivar una corriente que versionaba en clima “hotelero”, músicas de diversos géneros, Sergio, ya en los sesenta y los setenta, ponía su creatividad para llevar a la bossa o el samba, la música de los Beatles o aquel “The look of love”, de Burt Bacharach. Fue el mismísimo Paul McCartney quien le dio el visto bueno luego de escuchar la versión que con Brasil 66 había hecho de “Fool On The Hill”.

Recién varias décadas después se extendía la costumbre de recrear repertorios que terminaron en álbumes con títulos del estilo: Bossa & Lounge, Bossa & Beatles o Bossa & Roll. Mendes ya lo había hecho mucho antes. Incluso, artistas famosos, entre ellos Rita Lee, fueron hacia esas experiencias, teniendo al trabajo del muchacho de Niterói como antecedente.

Con buenas ideas como productor, supo encontrar posibilidades en el universo pop. La versión de “Mas que nada”, que grabó con Black Eyed Peas, en 2006, no es mejor que la original de Jorge Ben ni la que el propio Mendes había hecho cuatro décadas atrás, pero le dio un nuevo impulso a la canción y la puso a consideración de nuevas generaciones. Quizá, del mismo modo se pudo ver aquello que había hecho con los ritmos de la bossa nova y del samba.

Sin salir de la formalidad del smoking (así se lo puede ver en muchos registros de televisión), lograba una mixtura entre lo rítmico del Brasil, ese jazz que amaba con grandes secciones orquestales, y cierta actitud “decontracté”, que fue aquella que en los sesenta comenzó a imponer el rock y la música beat. Su buen ojo y su buen oído serán siempre recordados.

La muerte del pianista, arreglador y compositor Sergio Mendes, ocurrida el jueves en Los Ángeles, lleva inevitablemente a pensar que si la música del Brasil tuvo tanto éxito fuera de su territorio cultural y político, aun con las limitaciones idiomáticas que conlleva, fue por el trabajo de este hombre que se convirtió en baluarte y embajador.

Mendes, que partió a los 83 años, es una figura insoslayable de ese Brasil fuera del Brasil. Y lo seguirá siendo por la dimensión de su popularidad, una que no se talló a base de una imagen o una buena voz. Fue suficiente con estar sentado al piano para lograr, desde allí, la expansión que generó haciendo música de su país. En ese sentido, aquel menino de Niterói, fue brasileño hasta el último día, aunque llegó a los Estados Unidos a principios de los sesenta, y allí se quedó.

Convirtió en oro varias cosas que tocó. A principios de los sesenta, Jorge Ben escribió una canción titulada “Mas que nada”, que fue una de las perlitas de su primer álbum, aunque no logró el mismo éxito que luego tuvo en las manos de Mendes. “Cuando ‘Más que nada’ llegó a Estados Unidos, en 1966 -contó Mendes en una entrevista reciente con el diario O Globo-, dos meses después fue el mayor éxito también en Brasil. No es que buscara el éxito en Estados Unidos, Brasil, Japón o Filipinas. Así es la música”. Así de simple, como esas cosas simples que son difíciles de explicar, pero abren a algunos músicos una gran puerta a la fama. Aquella versión que se podía ver en programas de televisión, donde Sergio aparecía al frente de su grupo Brasil 66, fue la gran llave al éxito.

Brasil 66 era un sexteto de piano, contrabajo, batería, percusión y dos voces. Una de las cantantes era Lani Hall, la otra, Gracinha Leporace, quien fue su esposa hasta el último día de Mendes. Desde su contagio de Covid-19 el músico venía con problemas de salud que se fueron agravando con el tiempo y que no tuvieron retorno. Según un comunicado de su representante, “su esposa y compañera musical durante los últimos 54 años, Gracinha Leporace Mendes, estuvo a su lado, al igual que sus amados hijos. Mendes actuó por última vez en noviembre de 2023 en foros con entradas agotadas y muy entusiastas en París, Londres y Barcelona”.

Abandonado por su familia, dibujó su propio destino o se fue guiando por la intuición para ver lo que le marcaba el destino. Comenzó a llamar la atención como pianista y conoció a los que luego fueron grandes referentes de la música del Brasil, como Tom Jobim, Vinicius de Moraes y Baden Powell, en Beco das Garrafas, un local de música de Copacabana. Y ya como parte de ese mundillo, dijo presente, con sus jóvenes 21 años, en aquel hito de la música brasileña que fue el desembarco, el 21 de noviembre de 1961, en el Carnegie Hall de Nueva York. Fue uno de los músicos de aquel famoso concierto, donde acompañó a Carlos Lyra, João Gilberto, Tom Jobim y Milton Banana. Allí se dio cuenta de que el terreno era propicio para desarrollar ideas y para usar al gran país del Norte como amplificador de sus invenciones.

Luego de sucesivas visitas se terminó instalando, pero en la Costa Oeste, donde vivió hasta su último día. En sus pergaminos hay méritos valuados con nombres y números. Tocó y grabó con celebridades de la talla de Cannonball Adderley y Herbie Mann. Ya convertido en principal exponente del samba-jazz, se alió artísticamente a figuras consagradas como Herb Alpert y se ganó el aprecio de otros famosos, como Frank Sinatra. Las estadísticas dicen que fue el brasileño con más grabaciones que entraron en el Top 100 de los charts estadounidenses (fueron 14, en total, desde su versión de “Más que nada”, que alcanzó el puesto 47, en 1966). En 2012 fue nominado al Óscar en el rubro mejor canción original como coautor del tema “Real in Rio”, de la película de animación Río.

¿Y acaso fue el hombre que inventó lo que otros creyeron inventar? Porque mientras que desde finales del siglo pasado se comenzó a cultivar una corriente que versionaba en clima “hotelero”, músicas de diversos géneros, Sergio, ya en los sesenta y los setenta, ponía su creatividad para llevar a la bossa o el samba, la música de los Beatles o aquel “The look of love”, de Burt Bacharach. Fue el mismísimo Paul McCartney quien le dio el visto bueno luego de escuchar la versión que con Brasil 66 había hecho de “Fool On The Hill”.

Recién varias décadas después se extendía la costumbre de recrear repertorios que terminaron en álbumes con títulos del estilo: Bossa & Lounge, Bossa & Beatles o Bossa & Roll. Mendes ya lo había hecho mucho antes. Incluso, artistas famosos, entre ellos Rita Lee, fueron hacia esas experiencias, teniendo al trabajo del muchacho de Niterói como antecedente.

Con buenas ideas como productor, supo encontrar posibilidades en el universo pop. La versión de “Mas que nada”, que grabó con Black Eyed Peas, en 2006, no es mejor que la original de Jorge Ben ni la que el propio Mendes había hecho cuatro décadas atrás, pero le dio un nuevo impulso a la canción y la puso a consideración de nuevas generaciones. Quizá, del mismo modo se pudo ver aquello que había hecho con los ritmos de la bossa nova y del samba.

Sin salir de la formalidad del smoking (así se lo puede ver en muchos registros de televisión), lograba una mixtura entre lo rítmico del Brasil, ese jazz que amaba con grandes secciones orquestales, y cierta actitud “decontracté”, que fue aquella que en los sesenta comenzó a imponer el rock y la música beat. Su buen ojo y su buen oído serán siempre recordados.

 El artista, famoso por su versión de “Mas que nada” y por darle una expansión mundial al samba y la bossa nova, vivía desde finales de los sesenta en los Estados Unidos  LA NACION

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