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Qué se sabe de Hassan Nasrallah, el líder de Hezbollah que fue blanco de un ataque de Israel

NUEVA YORK.- Durante casi dos décadas, Hassan Nasrallah, el secretario general de Hezbollah que fue blanco de un ataque israelí el viernes y cuyo estatus aún no está claro, ha evitado apariciones públicas por temor a ser asesinado.

La barba bajo el turbante negro que lo identifica como clérigo musulmán chiita se ha vuelto casi blanca durante sus 32 años a cargo de Hezbollah, tiempo durante el cual la ha convertido en una fuerza poderosa. Hezbollah se ha convertido a la vez en una organización política que tiene influencia en los esfuerzos díscolos y disfuncionales por gobernar el Líbano y en un ejército equipado con misiles balísticos que pueden amenazar a Tel Aviv.

Nasrallah, de 64 años y líder del grupo militante más fuerte que Irán ha ayudado a crear en la región, ha extendido su alcance mucho más allá del Líbano. Los combatientes de Hezbollah contribuyeron decisivamente a apuntalar el gobierno del presidente Bashar al-Assad en Siria, cuando éste se vio amenazado por un levantamiento popular que comenzó en 2011. Hezbollah, catalogado como organización terrorista por Estados Unidos, ha ayudado a entrenar a combatientes de Hamas, así como a milicias en Irak y Yemen.

Según la tradición árabe, Nasrallah es conocido como Abu Hadi o padre de Hadi, en honor a su hijo mayor, que tenía 18 años cuando murió en septiembre de 1997 en un tiroteo con los israelíes. Nasrallah tiene al menos otros tres hijos.

Se cree que vive modestamente y rara vez socializa fuera de los círculos gobernantes de Hezbollah, evitando las apariciones públicas y el teléfono desde la guerra de 2006 contra Israel. Esa guerra, que comenzó cuando Hezbollah capturó a dos soldados israelíes durante una incursión transfronteriza, terminó después de 34 días de combates en los que ambos bandos declararon la victoria. Después, Hezbollah fue elogiado en todo el mundo árabe y asumió un papel cada vez más activo en los conflictos de la región.

Nasrallah es un orador poderoso con un sólido dominio del árabe clásico. Sus discursos están salpicados de referencias a la recuperación de la virilidad árabe perdida, un mensaje que resuena en toda la región.

Parece menos adusto que la mayoría de los clérigos chiitas, en parte debido a su leve ceceo y a su propensión a hacer chistes. Nunca ha promovido normas islámicas de línea dura, como el velo para las mujeres. El Estado dentro del Estado que ayudó a construir con financiación iraní y de expatriados mientras Líbano luchaba por salir de una larga guerra civil incluye hospitales, escuelas y otros servicios sociales.

Nacido en 1960 en Beirut, Nasrallah creció en un barrio pobre en el que vivían cristianos armenios, drusos, palestinos y chiítas. Su padre tenía un pequeño puesto de verduras.

Estudió brevemente en un seminario en Qum, Irán, en 1989 y consideró que la Revolución Islámica de Irán de 1979 era el modelo para que los chiitas pusieran fin a su tradicional estatus de segunda clase en el mundo musulmán.

La seguridad en torno a Nasrallah ha sido extraordinaria desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que un cohete israelí incineró a su predecesor. Cuando concedió una entrevista poco habitual al New York Times en 2002, al periodista y al fotógrafo les vendaron los ojos y los llevaron en coche por los suburbios del sur de Beirut durante un breve tiempo antes de la reunión. Su equipo de seguridad inspeccionó entonces absolutamente todo lo que entraba en la sala, incluso desenroscando los bolígrafos para asegurarse de que sólo contenían tinta.

Hezbollah ha intercambiado bombardeos de artillería con Israel desde que comenzó la guerra en Gaza, pero ha dudado en utilizar todo su arsenal, dado que muchos libaneses, cansados de los agobiantes problemas económicos y el caos general, no quieren otra guerra.

El 19 de septiembre, en sus últimas declaraciones televisadas, culpó a Israel de la explosión de beepers y handies que mataron a docenas de sus soldados y hirieron a varios miles más en los días anteriores. “Esta retribución llegará”, dijo. “Su forma, tamaño, cómo y dónde; son cosas que sin duda nos guardaremos para nosotros mismos, en los círculos más estrechos, incluso entre nosotros”.

Por Neil MacFarquhar

NUEVA YORK.- Durante casi dos décadas, Hassan Nasrallah, el secretario general de Hezbollah que fue blanco de un ataque israelí el viernes y cuyo estatus aún no está claro, ha evitado apariciones públicas por temor a ser asesinado.

La barba bajo el turbante negro que lo identifica como clérigo musulmán chiita se ha vuelto casi blanca durante sus 32 años a cargo de Hezbollah, tiempo durante el cual la ha convertido en una fuerza poderosa. Hezbollah se ha convertido a la vez en una organización política que tiene influencia en los esfuerzos díscolos y disfuncionales por gobernar el Líbano y en un ejército equipado con misiles balísticos que pueden amenazar a Tel Aviv.

Nasrallah, de 64 años y líder del grupo militante más fuerte que Irán ha ayudado a crear en la región, ha extendido su alcance mucho más allá del Líbano. Los combatientes de Hezbollah contribuyeron decisivamente a apuntalar el gobierno del presidente Bashar al-Assad en Siria, cuando éste se vio amenazado por un levantamiento popular que comenzó en 2011. Hezbollah, catalogado como organización terrorista por Estados Unidos, ha ayudado a entrenar a combatientes de Hamas, así como a milicias en Irak y Yemen.

Según la tradición árabe, Nasrallah es conocido como Abu Hadi o padre de Hadi, en honor a su hijo mayor, que tenía 18 años cuando murió en septiembre de 1997 en un tiroteo con los israelíes. Nasrallah tiene al menos otros tres hijos.

Se cree que vive modestamente y rara vez socializa fuera de los círculos gobernantes de Hezbollah, evitando las apariciones públicas y el teléfono desde la guerra de 2006 contra Israel. Esa guerra, que comenzó cuando Hezbollah capturó a dos soldados israelíes durante una incursión transfronteriza, terminó después de 34 días de combates en los que ambos bandos declararon la victoria. Después, Hezbollah fue elogiado en todo el mundo árabe y asumió un papel cada vez más activo en los conflictos de la región.

Nasrallah es un orador poderoso con un sólido dominio del árabe clásico. Sus discursos están salpicados de referencias a la recuperación de la virilidad árabe perdida, un mensaje que resuena en toda la región.

Parece menos adusto que la mayoría de los clérigos chiitas, en parte debido a su leve ceceo y a su propensión a hacer chistes. Nunca ha promovido normas islámicas de línea dura, como el velo para las mujeres. El Estado dentro del Estado que ayudó a construir con financiación iraní y de expatriados mientras Líbano luchaba por salir de una larga guerra civil incluye hospitales, escuelas y otros servicios sociales.

Nacido en 1960 en Beirut, Nasrallah creció en un barrio pobre en el que vivían cristianos armenios, drusos, palestinos y chiítas. Su padre tenía un pequeño puesto de verduras.

Estudió brevemente en un seminario en Qum, Irán, en 1989 y consideró que la Revolución Islámica de Irán de 1979 era el modelo para que los chiitas pusieran fin a su tradicional estatus de segunda clase en el mundo musulmán.

La seguridad en torno a Nasrallah ha sido extraordinaria desde hace mucho tiempo, sobre todo desde que un cohete israelí incineró a su predecesor. Cuando concedió una entrevista poco habitual al New York Times en 2002, al periodista y al fotógrafo les vendaron los ojos y los llevaron en coche por los suburbios del sur de Beirut durante un breve tiempo antes de la reunión. Su equipo de seguridad inspeccionó entonces absolutamente todo lo que entraba en la sala, incluso desenroscando los bolígrafos para asegurarse de que sólo contenían tinta.

Hezbollah ha intercambiado bombardeos de artillería con Israel desde que comenzó la guerra en Gaza, pero ha dudado en utilizar todo su arsenal, dado que muchos libaneses, cansados de los agobiantes problemas económicos y el caos general, no quieren otra guerra.

El 19 de septiembre, en sus últimas declaraciones televisadas, culpó a Israel de la explosión de beepers y handies que mataron a docenas de sus soldados y hirieron a varios miles más en los días anteriores. “Esta retribución llegará”, dijo. “Su forma, tamaño, cómo y dónde; son cosas que sin duda nos guardaremos para nosotros mismos, en los círculos más estrechos, incluso entre nosotros”.

Por Neil MacFarquhar

 En sus 32 años a cargo de Hezbollah, ha convertido a la milicia respaldada por Irán en una fuerza influyente en el Líbano y un potente adversario de Israel  LA NACION

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