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El regreso de Suéter: el hit que solo Charly vio, la banda que sonaba como de “colegio secundario” y el buen momento para volver

A principios de los 80, cuando la Junta Militar aún presidía el país, fueron surgiendo distintas bandas que respondían a la corriente new wave y, de esa manera, se oponían al “bajón musical” que acompañaba la época. Estaban Virus, Los Twist, Viuda e Hijas del Roque Enroll, GIT, Soda Stereo y Los Helicópteros. Eran los músicos divertidos, los que en medio del horror hacían (en mayor o menor medida) música bailable. El precursor de aquella corriente dentro del rock nacional fue Suéter, el grupo nacido en 1981 que estaba compuesto por Miguel Zavaleta (voz), Jorge Minissale (guitarra), Gustavo Donés (bajo) y Juan del Barrio (teclados).

Como cada uno de sus integrantes venía tocando por su cuenta desde la década anterior, cultivaban un estilo más rico –que abrevaba tanto en la new wave como en el rock, el pop y el reggae–, con pedigrí vanguardista, mucho humor y cierta crítica social, un combo que fue su marca en el orillo. A lo largo de su historia, la banda llegó a grabar seis discos en estudio y contar, también, con varios compilados. Entre sus hits se encuentran “Vía México”, “Extraño ser”, “Mamá, plánchame la camisa”, “El anda diciendo”, “Elefantes en el techo” y “Amanece en la ruta”, hoy un clásico entre los clásicos, el tema por el que el grupo es más recordado.

El año pasado, después de dos separaciones, Suéter volvió a tomar forma, esta vez integrado por dos de sus integrantes originales, Miguel Zavaleta y Jorge Minissale, más Fernando Samalea en batería, Rafa León en bajo y Karina Brosio en teclados. Y junto a un nutrido grupo de invitados regrabaron los temas más emblemáticos de la banda bajo el título La reserva moral de Occidente, álbum editado en abril de este año. Con la excusa de que este jueves 3 de octubre, a las 20.30, lo presentarán en La Trastienda (Balcarce 460), LA NACIÓN tomó contacto con sus fundadores y los convocó a pasar revista a los momentos más sobresalientes de la historia del grupo.

–¿Qué recuerdos tienen de los comienzos de Suéter?

Miguel Zavaleta: –Yo venía de vivir en Inglaterra.

Jorge Minissale: –Y yo era un niño que venía de tocar con un grupo de amigos de Ramos Mejía y estaba tratando de subir un escalón, de pasar del underground al circuito profesional, de llegar a la Capital y conocer a la gente que veía en las revistas. Con Miguel nos conocimos de casualidad, cuando fuimos contratados para acompañar a un cantante del que hoy ni recuerdo el nombre. Luego, los que integrábamos esa banda soporte nos independizamos y creamos Suéter.

Zavaleta: –Yo no recuerdo que la historia haya empezado así. De entrada quise armar un grupo para tocar mis temas, alguien me pasó los teléfonos de varios músicos y los fui llamando uno por uno hasta completar el grupo. Lo que me contás es como si yo hubiera estado viviendo en otra dimensión (risas).

–¿Al principio iban a llamarse La banda del fin del mundo?

Zavaleta: –¡Sí! ¡¿Cómo sábés eso?! Yo siempre estuve obsesionado con el fin del mundo. Desde los 70 pienso que estamos entrando en un embudo y que sonaremos en cualquier momento. Conozco mucho de profecías y, al respecto, el 2024 tiene muy mal pronóstico. Sólo espero que el mundo no se acabe antes del 3 de octubre, que es la fecha de nuestro show. Volviendo al nombre del grupo, luego opté por algo completamente distinto, por uno que fuera fresco, canchero y americano, pero también argentino. Y así surgió de la nada: ¡Suéter! Y al toque, a mediados del 82, grabamos el primer disco gracias a Daniel Grinbank, quien me conocía por mi anterior grupo, Bubú, y me tenía fe.

–Debutaron oficialmente como teloneros de Charly García en el mítico recital en el Estadio de Ferro, donde presentó Yendo de la cama al living. Pero no fue un buen comienzo, ¿no?

Zabaleta: –No, ¡fue pésimo! Yo estaba muy loco y la gente más todavía. La primera fila me abucheó y los reputié a todos. Así empezó el descalabro.

Minissale: –Luego, pasaron a tirarnos cosas. Mi guitarra al día de hoy tiene la marca de un monedazo.

Zabaleta: –Estaba tan convencido de que lo nuestro iba a ser un éxito y de que me iban a gritar ‘ídolo, genio’, que ante la primera persona que me gritó otra cosa me surgió el demonio. Hoy, aunque muchos recuerdan aquello como un acto heroico, sé que me equivoqué. Tuve algo de víctima, pero de estúpido mucho más.

Minissale: –Después nos pusieron el sayo de luchadores. Un disparate que dio pie a una leyenda inverosímil, la de los hombres duros que van para adelante pese a los contratiempos. Lo que hay que recordar es que aquel día salimos a tocar después de Los Abuelos de la Nada, y que a esa altura la gente sólo quería escuchar a Charly. Todos estaban impacientes, no había espacio para un grupo más.

–¿La respuesta del público mejoró tras el advenimiento de la democracia y el cambio de humor social?

Zavaleta: –Sí, de todos modos seguíamos siendo una banda rara, lo cual nunca me importó. Como tampoco me importó seguir una moda, por eso no entré de lleno en los 80 ni en ningún otro período musical. En todo caso, teníamos puestas las patas en los 70, cuando los músicos eran músicos y no buscaban zafar haciendo jingles, como ocurrió en los 80. Si te sumás a las modas terminás pagando un precio y nosotros nunca lo pagamos. Por eso seguimos vigentes.

“Amanece en la ruta”, el hit que casi no fue

–¿El espaldarazo vino, concretamente, con “Amanece en la ruta”? ¿Es verdad que casi queda afuera del segundo álbum de la banda?

Zavaleta: –Cuando sale “Amanece en la ruta” a la gente le encantó y hubo una respuesta favorable, es cierto, pero no levantamos demasiado comercialmente. Casi no queda en el disco porque nunca esperé que pasara gran cosa con el tema. Es una balada que pensé que iba a pasar sin pena ni gloria. Como la canción habla de alguien que ve su propia muerte…dije: ¿a quién le va a interesar esto? No obstante, a la banda le gustaba porque era el único tema del segundo álbum que hacía pie en el primero y ayudaba a “digerir” la nueva producción, que era muy distinta. Así que lo dejamos de reserva, hasta que un día vino Charly (García) al estudio, lo escuchó y sin dudar dijo: “Inclúyanlo ya”. Como gran productor que era, Charly sabía qué pasaba por las cabezas de los demás y, por lo tanto, qué podía funcionar y qué no. Yo nunca tuve idea de eso.

–Recién dijiste que se los definía como “raros”. También como generadores de “música divertida”. ¿Aceptaban de buen agrado ese mote?

Zavaleta: –Eso pasó porque prácticamente aparecimos en la escena musical junto a Los Abuelos de la Nada. Ellos eran mis amigos, yo los presenté a Miguel (Abuelo) y Daniel (Melingo). Ellos, junto a Cachorro (López), (Gustavo) Bazterrica, Andrés (Calamaro) y (Polo) Corbella, se armaron delante mío. Yo los vi nacer, por eso éramos dos bandas muy intercomunicadas. Veníamos de una época muy triste (aunque también de mucho talento), la de La Trova Rosarina, con esos temas que iban del que volvía de la cárcel a la que perdía su embarazo. Y nosotros éramos lo contrario. Los verdaderamente divertidos eran Los Abuelos, nosotros no tanto, pero en comparación con La Trova quedábamos implicados en el mismo grupo.

Minissale: –A nosotros no nos molestaba para nada que nos tildaran de divertidos, pero no éramos sólo eso. En el primer disco teníamos una canción como “Su única diferencia” [escrita por Zavaleta y dedicada a su hermano, un joven con capacidades diferentes] y en el segundo otra sobre las Madres de Plaza de Mayo (“Nada es como fue”), que eran profundas, poderosas y, por su temática, obviamente nada divertidas.

–A Suéter, además, se lo relacionaba con Virus y Los Twits. ¿Eran todos amigos?

Zavaleta: –Ahora los quiero mucho y los respeto, pero cuando vi por primera vez a Virus pensé que se trataba de una banda de colegio secundario, porque eran todos chiquitos, flaquitos y con camperas negras. Y sonaban muy “chingui chingui”. Me parecían divertidos pero no me golpeaban. Durante un largo tiempo los miré con recelo hasta que un día, viendo cómo Federico se movía en el escenario, comprendí que estaba ante una de las bandas más importante de la historia del rock nacional. Los Twist, que son un poco posteriores, también me terminaron de parecer sensacionales. Aunque con diferentes estilos, todos éramos parte de la misma movida. Mi grupo de amigos eran Cachorro, Melingo, Hilda (Lizarazu) y Fabiana (Cantilo). Yo estaba seguro de mi destino, pero jamás pensé que cada uno de ellos iba a tener una historia en la música. Fundamentalmente porque yo no sirvo para otra cosa y ellos sí. Lo concreto es que de buenas a primeras todo mi grupo de amigos estuvo en el centro del caldero. Por eso fueron años re alegres.

–Si la estaban pasando tan bien, y Suéter era uno de los grupos más convocantes de los 80, ¿Por qué se separaron en 1989?

Zavaleta: –Porque me sentí estafado por el nuevo sello discográfico (Polygram). Me usaron para cobrar guita para la casa central. Eso me condicionó porque me impedía tener éxito. Es más, debía fracasar para que la casa central cobrara. Aunque cueste creerlo, hay veces que te contratan para anularte.

–Vos, Jorge, habías abandonado el grupo unos años antes. Cuenta la leyenda que fue a causa de Charly García…

Minissale: –Ah, ¿pero esta es una nota para Intrusos? (Risas). Es verdad. Yo me fui en el 86 por él. Estábamos escuchando completo 20 caras bonitas, nuestro tercer álbum, que habíamos terminado de grabar en los estudios ION cuando, de repente, Charly, que oficiaba de productor, me mira y me dice: “Che, muy lindos tus temas, pero son para otro disco”. Yo lo tomé tan literal que me fui para armar otro grupo y hacer otro disco. Yo no me enojé, pero en ese momento Charly era un caballo de fuego que atropellaba todo a su paso y yo era un nene con ínfulas.

–¿Qué fue de tu vida, Miguel, después de la separación de Suéter?

Zavaleta: –Como nuestro cuarto álbum tuvo muy poca repercusión [Misión ciudadano I, de 1987, sobre una hipotética primera expedición argentina a la luna], me fundí. Acá todo el mundo me conocía, pero no tenía trabajo ni plata, nada de nada. Entonces estuve por irme a México a trabajar de mozo. Mi situación era desesperante. Y si el 88 había sido económicamente siniestro, el 89 empieza con la hiperinflación. Así que imaginate, pero justo fallece mi padre y cobro parte de la herencia.

–Luego el grupo protagonizó dos regresos, uno en 1994 y otro en 2002. Ahora, a 17 años de la última separación, vuelven a reunirse. ¿Este es el retorno definitivo?

Zavaleta: –Mmm, no lo sé. A esta altura no puedo asegurarte nada (risas). Lo que sé es que cuando hice esas pequeñas vueltas es porque estaba aburrido. Para colmo, en el segundo regreso, no nos ayudó el país. Justo acababa de desatarse la crisis económica de 2001 y Telefónica, que nos iba a llevar por todo el país, sólo nos hizo actuar en Mar del Plata. Seguimos unos años más hasta que dije basta. El horno no estaba para bollos: veía que la música que se escuchaba en aquel momento no tenía ningún punto de semejanza con lo que nos gustaba hacer. Así que grabamos un disco en 2007 y lo saqué como pude, independientemente, que fue lo mismo que no sacarlo. Porque nadie se enteró. Después nos separamos. Ahora, esta vuelta es distinta.

–¿Por qué?

Zavaleta: –Primero porque hubo gente que me llamó y me dijo: “Ya es hora de que vuelvas”. Después, hubo un contacto concreto, el de Fernando Samalea, que me dijo: “Miguel, ¿qué te parece si rearmás Suéter conmigo de baterista y vamos para adelante?”. Lo pensé y lo pensé y me di cuenta que tenían razón. Porque ahora sí el horno está para bollos, o, mejor dicho, ya no hay horno. Hoy hay un montón de bandas de chicos que son parientes de la nuestra, que hacen una música emparejada con la que a mí me gusta. Hoy hay un espacio para que, más allá del rock chabón o futbolero (que me raya profundamente), existamos nosotros, que somos todo lo contrario. Entendí que el regreso ahora valía la pena.

Una nueva etapa

–¿Es entonces que deciden volver a grabar los temas más emblemáticos de Suéter e incluirlos todos en un solo álbum? ¿Lo hacen para reafirmar la vigencia del grupo?

Minissale: –Este disco, La reserva moral de Occidente, que presentaremos este jueves 3 de octubre en La Trastienda, es un muestreo a las nuevas generaciones de toda nuestra historia. Los temas los regrabamos juntos a varios invitados (Nahuel Pennisi, Hilda Lizarazu, Leo García, Daniel Melingo, Rubén Rada, Julián Kartún, Aleto Alvarez, Javier Malosetti, Marcelo Moura, Pollo Raffo y Mia Folino), pero las versiones son casi las mismas porque los arreglos son muy parecidos a los originales. En general se trata de canciones no comerciales, o que al menos no fueron hechas para ser éxito. La excepción, sin dudas es “Amanece en la ruta” que, sin buscarlo, pegó con todo en la gente. Nosotros ya somos músicos mayores, nos criamos de otra manera. Y nuestro proceder siempre fue el siguiente: cambiarle la cabeza a la gente, musicalmente hablando, digo. Eso es lo que conseguimos con el primer disco y por eso después Charly (García) nos puso tantas fichas [produciendo el tercer álbum de la banda, 20 caras bonitas]. Bueno, eso es lo que queremos volver a lograr.

–La reserva moral de Occidente iba a ser el título del primer disco de Suéter, como una humorada hacia los militares que aún detentaban el poder. ¿Ahora se trata de un homenaje a los comienzos de la banda?

Minissale: –Aunque oficialmente el disco se llamó Suéter, a secas, mucha gente lo llamaba de esa otra manera. Lo que pasa es que cuando subíamos al escenario, en aquel entonces, Miguel siempre decía: “Somos la reserva moral de Occidente”. Y lo seguimos siendo, nomás. Por eso, después de 40 años, propuse que finalmente usáramos esa frase para nombrar un disco nuestro, y qué mejor que uno que tiene temas de toda nuestra historia. Esa frase era un eslogan de los milicos, que no eran precisamente ninguna reserva moral. De ahí el sarcasmo. Otro título que casi le cabe a nuestro primer disco fue Los titanes de la ignorancia.

–¿Van a componer temas nuevos?

Zavaleta: –Bueno, precisamente en el recital tocaremos algunos temas inéditos, entre ellos uno mío, que nunca grabé ni toqué en ningún lado: “Sábanas de seda azul”. La idea es que los nuevos temas cuenten con dos tecladistas y sean bailables. Así yo puedo hacer sobre un escenario mi show de danzas nativas, que es lo que más me divierte en la vida. Al respecto, pienso que debí haber sido negro y gay, las dos condiciones necesarias para ser un gran bailarín. Pero lamentablemente no pasó (risas).

Minissale: –Va a haber un disco con todas canciones nuevas. Tal vez para el año que viene. Seguramente nos volveremos a sentar con Miguel y compondremos juntos. Aún confiamos absolutamente en el otro y por eso sé que lo próximo será buenísimo.

–Desde un comienzo la música de Suéter se caracterizó por fusionar el pop con la new wave, el rock y el reagge. ¿Ahora le sumarán algún género más?

Zavaleta: –Tal vez un poco de folklore, que ya sumé a mí música en los discos solistas. O algo de jazz. Dos ritmos que me vuelven loco. Pero en cuanto a los ritmos del mainstream… no me pidan reggaeton, ¿eh?

Minissale: –No es que los nuevos ritmos urbanos nos parezcan mal, sólo que nos criamos con los Beatles y con aquello de “melodía, armonía y ritmo”. Esa es la fuente que nos impregnó y ahora no podemos ni queremos escapar de eso. Además, seguramente muchos necesitarán que sigamos haciendo lo que estamos haciendo.

–Los exponentes del rock nacional de la primera y segunda época están de regreso: Charly García, Nito Mestre, Ricardo Soulé, Edelmiro Molinari, Emilio del Guercio, Vivencia, Virus y ahora ustedes. ¿Por qué creen que se produce este fenómeno?

Zavaleta: –Porque hubo largos años de ausencia de canciones. Yo creo que la canción está muy integrada a la música popular. Si analizás la forma del trap, o de cualquiera de estos nuevos ritmos urbanos, te darás cuenta que no terminan de ser canciones; son como fantasías musicales. En definitiva, la falta de nuevas canciones nos habilitó a volver. Hoy ya nadie hace canciones. Por un lado no han muerto las buenas canciones y por otro no han aparecido otras que las reemplacen. ¿Cuántas canciones del rock nacional de los 90 sobrevivieron? Muy poquitas. ¿Y de 2000 y 2010? Muchas menos aún. Eso hace que se revalorice tanto nuestro trabajo, el de los artistas de los 70 y 80.

–Por último, Miguel: en 1984 le dijiste a la revista Pelo que ambicionabas que Suéter fuese conocido por su trayectoria y no por un hit. Ahora, a 40 años de esa declaración, ¿qué opinás? ¿Lo lograron?

Zavaleta: –Sí, absolutamente. Y no fue sólo una expresión de deseos. Hace 40 años estaba seguro que en un futuro bien lejano todavía estaríamos tocando. Nunca preví que en el medio nos íbamos a separar dos veces, pero estaba seguro que toda nuestra música iba estar. Y estuvo, está y estará.

Suéter presenta La reserva moral de Occidente. Este jueves 3, a las 20.30, en La Trastienda, Balcarce 460. Entradas, 13000 pesos

A principios de los 80, cuando la Junta Militar aún presidía el país, fueron surgiendo distintas bandas que respondían a la corriente new wave y, de esa manera, se oponían al “bajón musical” que acompañaba la época. Estaban Virus, Los Twist, Viuda e Hijas del Roque Enroll, GIT, Soda Stereo y Los Helicópteros. Eran los músicos divertidos, los que en medio del horror hacían (en mayor o menor medida) música bailable. El precursor de aquella corriente dentro del rock nacional fue Suéter, el grupo nacido en 1981 que estaba compuesto por Miguel Zavaleta (voz), Jorge Minissale (guitarra), Gustavo Donés (bajo) y Juan del Barrio (teclados).

Como cada uno de sus integrantes venía tocando por su cuenta desde la década anterior, cultivaban un estilo más rico –que abrevaba tanto en la new wave como en el rock, el pop y el reggae–, con pedigrí vanguardista, mucho humor y cierta crítica social, un combo que fue su marca en el orillo. A lo largo de su historia, la banda llegó a grabar seis discos en estudio y contar, también, con varios compilados. Entre sus hits se encuentran “Vía México”, “Extraño ser”, “Mamá, plánchame la camisa”, “El anda diciendo”, “Elefantes en el techo” y “Amanece en la ruta”, hoy un clásico entre los clásicos, el tema por el que el grupo es más recordado.

El año pasado, después de dos separaciones, Suéter volvió a tomar forma, esta vez integrado por dos de sus integrantes originales, Miguel Zavaleta y Jorge Minissale, más Fernando Samalea en batería, Rafa León en bajo y Karina Brosio en teclados. Y junto a un nutrido grupo de invitados regrabaron los temas más emblemáticos de la banda bajo el título La reserva moral de Occidente, álbum editado en abril de este año. Con la excusa de que este jueves 3 de octubre, a las 20.30, lo presentarán en La Trastienda (Balcarce 460), LA NACIÓN tomó contacto con sus fundadores y los convocó a pasar revista a los momentos más sobresalientes de la historia del grupo.

–¿Qué recuerdos tienen de los comienzos de Suéter?

Miguel Zavaleta: –Yo venía de vivir en Inglaterra.

Jorge Minissale: –Y yo era un niño que venía de tocar con un grupo de amigos de Ramos Mejía y estaba tratando de subir un escalón, de pasar del underground al circuito profesional, de llegar a la Capital y conocer a la gente que veía en las revistas. Con Miguel nos conocimos de casualidad, cuando fuimos contratados para acompañar a un cantante del que hoy ni recuerdo el nombre. Luego, los que integrábamos esa banda soporte nos independizamos y creamos Suéter.

Zavaleta: –Yo no recuerdo que la historia haya empezado así. De entrada quise armar un grupo para tocar mis temas, alguien me pasó los teléfonos de varios músicos y los fui llamando uno por uno hasta completar el grupo. Lo que me contás es como si yo hubiera estado viviendo en otra dimensión (risas).

–¿Al principio iban a llamarse La banda del fin del mundo?

Zavaleta: –¡Sí! ¡¿Cómo sábés eso?! Yo siempre estuve obsesionado con el fin del mundo. Desde los 70 pienso que estamos entrando en un embudo y que sonaremos en cualquier momento. Conozco mucho de profecías y, al respecto, el 2024 tiene muy mal pronóstico. Sólo espero que el mundo no se acabe antes del 3 de octubre, que es la fecha de nuestro show. Volviendo al nombre del grupo, luego opté por algo completamente distinto, por uno que fuera fresco, canchero y americano, pero también argentino. Y así surgió de la nada: ¡Suéter! Y al toque, a mediados del 82, grabamos el primer disco gracias a Daniel Grinbank, quien me conocía por mi anterior grupo, Bubú, y me tenía fe.

–Debutaron oficialmente como teloneros de Charly García en el mítico recital en el Estadio de Ferro, donde presentó Yendo de la cama al living. Pero no fue un buen comienzo, ¿no?

Zabaleta: –No, ¡fue pésimo! Yo estaba muy loco y la gente más todavía. La primera fila me abucheó y los reputié a todos. Así empezó el descalabro.

Minissale: –Luego, pasaron a tirarnos cosas. Mi guitarra al día de hoy tiene la marca de un monedazo.

Zabaleta: –Estaba tan convencido de que lo nuestro iba a ser un éxito y de que me iban a gritar ‘ídolo, genio’, que ante la primera persona que me gritó otra cosa me surgió el demonio. Hoy, aunque muchos recuerdan aquello como un acto heroico, sé que me equivoqué. Tuve algo de víctima, pero de estúpido mucho más.

Minissale: –Después nos pusieron el sayo de luchadores. Un disparate que dio pie a una leyenda inverosímil, la de los hombres duros que van para adelante pese a los contratiempos. Lo que hay que recordar es que aquel día salimos a tocar después de Los Abuelos de la Nada, y que a esa altura la gente sólo quería escuchar a Charly. Todos estaban impacientes, no había espacio para un grupo más.

–¿La respuesta del público mejoró tras el advenimiento de la democracia y el cambio de humor social?

Zavaleta: –Sí, de todos modos seguíamos siendo una banda rara, lo cual nunca me importó. Como tampoco me importó seguir una moda, por eso no entré de lleno en los 80 ni en ningún otro período musical. En todo caso, teníamos puestas las patas en los 70, cuando los músicos eran músicos y no buscaban zafar haciendo jingles, como ocurrió en los 80. Si te sumás a las modas terminás pagando un precio y nosotros nunca lo pagamos. Por eso seguimos vigentes.

“Amanece en la ruta”, el hit que casi no fue

–¿El espaldarazo vino, concretamente, con “Amanece en la ruta”? ¿Es verdad que casi queda afuera del segundo álbum de la banda?

Zavaleta: –Cuando sale “Amanece en la ruta” a la gente le encantó y hubo una respuesta favorable, es cierto, pero no levantamos demasiado comercialmente. Casi no queda en el disco porque nunca esperé que pasara gran cosa con el tema. Es una balada que pensé que iba a pasar sin pena ni gloria. Como la canción habla de alguien que ve su propia muerte…dije: ¿a quién le va a interesar esto? No obstante, a la banda le gustaba porque era el único tema del segundo álbum que hacía pie en el primero y ayudaba a “digerir” la nueva producción, que era muy distinta. Así que lo dejamos de reserva, hasta que un día vino Charly (García) al estudio, lo escuchó y sin dudar dijo: “Inclúyanlo ya”. Como gran productor que era, Charly sabía qué pasaba por las cabezas de los demás y, por lo tanto, qué podía funcionar y qué no. Yo nunca tuve idea de eso.

–Recién dijiste que se los definía como “raros”. También como generadores de “música divertida”. ¿Aceptaban de buen agrado ese mote?

Zavaleta: –Eso pasó porque prácticamente aparecimos en la escena musical junto a Los Abuelos de la Nada. Ellos eran mis amigos, yo los presenté a Miguel (Abuelo) y Daniel (Melingo). Ellos, junto a Cachorro (López), (Gustavo) Bazterrica, Andrés (Calamaro) y (Polo) Corbella, se armaron delante mío. Yo los vi nacer, por eso éramos dos bandas muy intercomunicadas. Veníamos de una época muy triste (aunque también de mucho talento), la de La Trova Rosarina, con esos temas que iban del que volvía de la cárcel a la que perdía su embarazo. Y nosotros éramos lo contrario. Los verdaderamente divertidos eran Los Abuelos, nosotros no tanto, pero en comparación con La Trova quedábamos implicados en el mismo grupo.

Minissale: –A nosotros no nos molestaba para nada que nos tildaran de divertidos, pero no éramos sólo eso. En el primer disco teníamos una canción como “Su única diferencia” [escrita por Zavaleta y dedicada a su hermano, un joven con capacidades diferentes] y en el segundo otra sobre las Madres de Plaza de Mayo (“Nada es como fue”), que eran profundas, poderosas y, por su temática, obviamente nada divertidas.

–A Suéter, además, se lo relacionaba con Virus y Los Twits. ¿Eran todos amigos?

Zavaleta: –Ahora los quiero mucho y los respeto, pero cuando vi por primera vez a Virus pensé que se trataba de una banda de colegio secundario, porque eran todos chiquitos, flaquitos y con camperas negras. Y sonaban muy “chingui chingui”. Me parecían divertidos pero no me golpeaban. Durante un largo tiempo los miré con recelo hasta que un día, viendo cómo Federico se movía en el escenario, comprendí que estaba ante una de las bandas más importante de la historia del rock nacional. Los Twist, que son un poco posteriores, también me terminaron de parecer sensacionales. Aunque con diferentes estilos, todos éramos parte de la misma movida. Mi grupo de amigos eran Cachorro, Melingo, Hilda (Lizarazu) y Fabiana (Cantilo). Yo estaba seguro de mi destino, pero jamás pensé que cada uno de ellos iba a tener una historia en la música. Fundamentalmente porque yo no sirvo para otra cosa y ellos sí. Lo concreto es que de buenas a primeras todo mi grupo de amigos estuvo en el centro del caldero. Por eso fueron años re alegres.

–Si la estaban pasando tan bien, y Suéter era uno de los grupos más convocantes de los 80, ¿Por qué se separaron en 1989?

Zavaleta: –Porque me sentí estafado por el nuevo sello discográfico (Polygram). Me usaron para cobrar guita para la casa central. Eso me condicionó porque me impedía tener éxito. Es más, debía fracasar para que la casa central cobrara. Aunque cueste creerlo, hay veces que te contratan para anularte.

–Vos, Jorge, habías abandonado el grupo unos años antes. Cuenta la leyenda que fue a causa de Charly García…

Minissale: –Ah, ¿pero esta es una nota para Intrusos? (Risas). Es verdad. Yo me fui en el 86 por él. Estábamos escuchando completo 20 caras bonitas, nuestro tercer álbum, que habíamos terminado de grabar en los estudios ION cuando, de repente, Charly, que oficiaba de productor, me mira y me dice: “Che, muy lindos tus temas, pero son para otro disco”. Yo lo tomé tan literal que me fui para armar otro grupo y hacer otro disco. Yo no me enojé, pero en ese momento Charly era un caballo de fuego que atropellaba todo a su paso y yo era un nene con ínfulas.

–¿Qué fue de tu vida, Miguel, después de la separación de Suéter?

Zavaleta: –Como nuestro cuarto álbum tuvo muy poca repercusión [Misión ciudadano I, de 1987, sobre una hipotética primera expedición argentina a la luna], me fundí. Acá todo el mundo me conocía, pero no tenía trabajo ni plata, nada de nada. Entonces estuve por irme a México a trabajar de mozo. Mi situación era desesperante. Y si el 88 había sido económicamente siniestro, el 89 empieza con la hiperinflación. Así que imaginate, pero justo fallece mi padre y cobro parte de la herencia.

–Luego el grupo protagonizó dos regresos, uno en 1994 y otro en 2002. Ahora, a 17 años de la última separación, vuelven a reunirse. ¿Este es el retorno definitivo?

Zavaleta: –Mmm, no lo sé. A esta altura no puedo asegurarte nada (risas). Lo que sé es que cuando hice esas pequeñas vueltas es porque estaba aburrido. Para colmo, en el segundo regreso, no nos ayudó el país. Justo acababa de desatarse la crisis económica de 2001 y Telefónica, que nos iba a llevar por todo el país, sólo nos hizo actuar en Mar del Plata. Seguimos unos años más hasta que dije basta. El horno no estaba para bollos: veía que la música que se escuchaba en aquel momento no tenía ningún punto de semejanza con lo que nos gustaba hacer. Así que grabamos un disco en 2007 y lo saqué como pude, independientemente, que fue lo mismo que no sacarlo. Porque nadie se enteró. Después nos separamos. Ahora, esta vuelta es distinta.

–¿Por qué?

Zavaleta: –Primero porque hubo gente que me llamó y me dijo: “Ya es hora de que vuelvas”. Después, hubo un contacto concreto, el de Fernando Samalea, que me dijo: “Miguel, ¿qué te parece si rearmás Suéter conmigo de baterista y vamos para adelante?”. Lo pensé y lo pensé y me di cuenta que tenían razón. Porque ahora sí el horno está para bollos, o, mejor dicho, ya no hay horno. Hoy hay un montón de bandas de chicos que son parientes de la nuestra, que hacen una música emparejada con la que a mí me gusta. Hoy hay un espacio para que, más allá del rock chabón o futbolero (que me raya profundamente), existamos nosotros, que somos todo lo contrario. Entendí que el regreso ahora valía la pena.

Una nueva etapa

–¿Es entonces que deciden volver a grabar los temas más emblemáticos de Suéter e incluirlos todos en un solo álbum? ¿Lo hacen para reafirmar la vigencia del grupo?

Minissale: –Este disco, La reserva moral de Occidente, que presentaremos este jueves 3 de octubre en La Trastienda, es un muestreo a las nuevas generaciones de toda nuestra historia. Los temas los regrabamos juntos a varios invitados (Nahuel Pennisi, Hilda Lizarazu, Leo García, Daniel Melingo, Rubén Rada, Julián Kartún, Aleto Alvarez, Javier Malosetti, Marcelo Moura, Pollo Raffo y Mia Folino), pero las versiones son casi las mismas porque los arreglos son muy parecidos a los originales. En general se trata de canciones no comerciales, o que al menos no fueron hechas para ser éxito. La excepción, sin dudas es “Amanece en la ruta” que, sin buscarlo, pegó con todo en la gente. Nosotros ya somos músicos mayores, nos criamos de otra manera. Y nuestro proceder siempre fue el siguiente: cambiarle la cabeza a la gente, musicalmente hablando, digo. Eso es lo que conseguimos con el primer disco y por eso después Charly (García) nos puso tantas fichas [produciendo el tercer álbum de la banda, 20 caras bonitas]. Bueno, eso es lo que queremos volver a lograr.

–La reserva moral de Occidente iba a ser el título del primer disco de Suéter, como una humorada hacia los militares que aún detentaban el poder. ¿Ahora se trata de un homenaje a los comienzos de la banda?

Minissale: –Aunque oficialmente el disco se llamó Suéter, a secas, mucha gente lo llamaba de esa otra manera. Lo que pasa es que cuando subíamos al escenario, en aquel entonces, Miguel siempre decía: “Somos la reserva moral de Occidente”. Y lo seguimos siendo, nomás. Por eso, después de 40 años, propuse que finalmente usáramos esa frase para nombrar un disco nuestro, y qué mejor que uno que tiene temas de toda nuestra historia. Esa frase era un eslogan de los milicos, que no eran precisamente ninguna reserva moral. De ahí el sarcasmo. Otro título que casi le cabe a nuestro primer disco fue Los titanes de la ignorancia.

–¿Van a componer temas nuevos?

Zavaleta: –Bueno, precisamente en el recital tocaremos algunos temas inéditos, entre ellos uno mío, que nunca grabé ni toqué en ningún lado: “Sábanas de seda azul”. La idea es que los nuevos temas cuenten con dos tecladistas y sean bailables. Así yo puedo hacer sobre un escenario mi show de danzas nativas, que es lo que más me divierte en la vida. Al respecto, pienso que debí haber sido negro y gay, las dos condiciones necesarias para ser un gran bailarín. Pero lamentablemente no pasó (risas).

Minissale: –Va a haber un disco con todas canciones nuevas. Tal vez para el año que viene. Seguramente nos volveremos a sentar con Miguel y compondremos juntos. Aún confiamos absolutamente en el otro y por eso sé que lo próximo será buenísimo.

–Desde un comienzo la música de Suéter se caracterizó por fusionar el pop con la new wave, el rock y el reagge. ¿Ahora le sumarán algún género más?

Zavaleta: –Tal vez un poco de folklore, que ya sumé a mí música en los discos solistas. O algo de jazz. Dos ritmos que me vuelven loco. Pero en cuanto a los ritmos del mainstream… no me pidan reggaeton, ¿eh?

Minissale: –No es que los nuevos ritmos urbanos nos parezcan mal, sólo que nos criamos con los Beatles y con aquello de “melodía, armonía y ritmo”. Esa es la fuente que nos impregnó y ahora no podemos ni queremos escapar de eso. Además, seguramente muchos necesitarán que sigamos haciendo lo que estamos haciendo.

–Los exponentes del rock nacional de la primera y segunda época están de regreso: Charly García, Nito Mestre, Ricardo Soulé, Edelmiro Molinari, Emilio del Guercio, Vivencia, Virus y ahora ustedes. ¿Por qué creen que se produce este fenómeno?

Zavaleta: –Porque hubo largos años de ausencia de canciones. Yo creo que la canción está muy integrada a la música popular. Si analizás la forma del trap, o de cualquiera de estos nuevos ritmos urbanos, te darás cuenta que no terminan de ser canciones; son como fantasías musicales. En definitiva, la falta de nuevas canciones nos habilitó a volver. Hoy ya nadie hace canciones. Por un lado no han muerto las buenas canciones y por otro no han aparecido otras que las reemplacen. ¿Cuántas canciones del rock nacional de los 90 sobrevivieron? Muy poquitas. ¿Y de 2000 y 2010? Muchas menos aún. Eso hace que se revalorice tanto nuestro trabajo, el de los artistas de los 70 y 80.

–Por último, Miguel: en 1984 le dijiste a la revista Pelo que ambicionabas que Suéter fuese conocido por su trayectoria y no por un hit. Ahora, a 40 años de esa declaración, ¿qué opinás? ¿Lo lograron?

Zavaleta: –Sí, absolutamente. Y no fue sólo una expresión de deseos. Hace 40 años estaba seguro que en un futuro bien lejano todavía estaríamos tocando. Nunca preví que en el medio nos íbamos a separar dos veces, pero estaba seguro que toda nuestra música iba estar. Y estuvo, está y estará.

Suéter presenta La reserva moral de Occidente. Este jueves 3, a las 20.30, en La Trastienda, Balcarce 460. Entradas, 13000 pesos

 A 40 años de su gestación, Miguel Zavaleta y Jorge Minissale lideran el regreso de Suéter, la banda de los 80 que supo combinar, al son de los ritmos bailables, el humor con la crítica social; este jueves presentan su nuevo disco, La reserva moral de Occidente, con temas de todas sus épocas  LA NACION

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