River confunde los caminos y se desvía en la lucha por el título
Segundo partido consecutivo sin marcar, apenas 12 goles en igual cantidad de encuentros del segundo ciclo de Marcelo Gallardo. Esta vez ni siquiera le quedó el atenuante de haber creado muchas situaciones, como una semana atrás contra Talleres en el Monumental. Del estadio de Platense, River salió abollado de tanto chocar y rebotar. Asfixiado, sin que el oxígeno le llegara al cerebro para salir de la confusión. No sufre atrás, pero adelante se lo ve tan apurado como desenfocado.
Prenderse en la lucha por el título de la Liga Profesional le exigía a River un despegue que no llega. Prolonga algunas intermitencias de la era Demichelis y queda rezagado; los cálculos son cada vez más complejos para achicar diferencias con Vélez. Ahora Gallardo dispondrá de otro breve receso por las eliminatorias para un nuevo reacondicionamiento de una máquina necesitada de ajustes futbolísticos y también de claridad mental para saber desentrañar la complejidad de cada partido porque la Copa Libertadores es el examen mayor, mientras en los parciales de la Liga Profesional escasean los aprobados.
La crisis de creatividad e inventiva de su equipo llevó a Gallardo a jugar los últimos 30 minutos con Lanzini retrasado al círculo central, ya afuera Kranevitter, para juntar los juveniles Mastantuono y Echeverri, con Simón de bastonero unos metros más atrás y Colidio y Borja rogando por un metro que la férrea defensa de Platense no concedió. Tampoco pudo River con la fórmula de acoplar los pies más técnicos que tenía entre titulares y suplentes. Toda suma le dio cero. El talento disponible –alguno inmaduro, otro intrascendente- no estuvo al servicio de resolver el enigma Platense.
Atrapado en la maraña de Platense quedó River durante casi todo el desarrollo. El campo rival se le hizo de las dimensiones de un futsal por el ordenado repliegue y la coordinada presión local. Jugadores que recibían demasiado de espaldas al arco, imposibilidad de armar un avance con cuatro pases seguidos, el área de Cozzani como un lugar vedado… Demasiadas complicaciones sin saber cómo resolverlas para el equipo de Gallado, que puso en la balanza los buenos rendimientos de González Pirez en la Bombonera y en el desquite ante Colo Colo para devolverle la titularidad por un Paulo Díaz que regaló el gol frente a Talleres.
La primera etapa fue todo lo trabada que propuso Platense, que con la dupla Gómez-Orsi sacó patente de conjunto macizo, tácticamente aplicado, poco proclive a los descuidos. River no podía por adentro ni por afuera. Por la derecha, Nacho Fernández estaba impreciso, Simón no encontraba receptores cuando levantaba la cabeza y las proyecciones de Bustos eran una apuesta al tumulto. De una de esas subidas consiguió sacar en limpio un centro atrás para un remate de Nacho Fernández que controló Cozzani. Eso fue recién a los 30 minutos y era la primera vez que el arquero de Platense debía intervenir.
Por el lado de Acuña, Lanzini y Colidio, River también caía en un embudo. Platense cortaba en su campo y salía con pelotazos para el abnegado Pellegrino, que nunca deja luchar. La pelota pasaba poco por los pies de Taborda, el más creativo del Calamar, también implicado en la fajina, como el resto de sus compañeros.
Embotado en ataque, River sufrió una breve desconexión defensiva que pudo costarle cara. Pellegrino aprovechó un desentendimiento entre los zagueros centrales para encarar y ser agarrado por Pezzella cuando entraba al área. Dóvalo solo le mostró la tarjeta amarilla, pero bien expulsarlo por cortar una acción manifiesta de gol.
Compacto de Platense 0 vs. River 0
Se fue la primera etapa sin necesidad de una atajada de Ledesma, reemplazante de Armani, baja de último momento por motivos familiares. El viento que cruzaba la cancha parecía llevarse el fútbol a otro lado, porque en Vicente López todo era impotencia de un lado y dientes apretados del otro.
Acuña había terminado con una molestia física y ya no volvió para el segundo tiempo. Gallardo cambió los dos laterales con los ingresos de Casco (por Bustos) y Enzo Díaz. Al rato la defensa se modificó casi por completo con el ingreso de Paulo Díaz por Pezzella, aturdido desde unos minutos antes por un choque con Pellegrino.
A River la iniciativa se le hacía estéril, repetitiva. Y Platense iba ganando la confianza de todo equipo que sabe que está anulando las virtudes del rival. Redoblaba esfuerzos con la pasión del convencido. A Mastantuono le quedó un tiro libre para clavar un golazo de zurda como cuando despidió a Demichelis, pero la pelota se le fue alta, con la dirección equivocada que mostró el equipo toda la noche.
Segundo partido consecutivo sin marcar, apenas 12 goles en igual cantidad de encuentros del segundo ciclo de Marcelo Gallardo. Esta vez ni siquiera le quedó el atenuante de haber creado muchas situaciones, como una semana atrás contra Talleres en el Monumental. Del estadio de Platense, River salió abollado de tanto chocar y rebotar. Asfixiado, sin que el oxígeno le llegara al cerebro para salir de la confusión. No sufre atrás, pero adelante se lo ve tan apurado como desenfocado.
Prenderse en la lucha por el título de la Liga Profesional le exigía a River un despegue que no llega. Prolonga algunas intermitencias de la era Demichelis y queda rezagado; los cálculos son cada vez más complejos para achicar diferencias con Vélez. Ahora Gallardo dispondrá de otro breve receso por las eliminatorias para un nuevo reacondicionamiento de una máquina necesitada de ajustes futbolísticos y también de claridad mental para saber desentrañar la complejidad de cada partido porque la Copa Libertadores es el examen mayor, mientras en los parciales de la Liga Profesional escasean los aprobados.
La crisis de creatividad e inventiva de su equipo llevó a Gallardo a jugar los últimos 30 minutos con Lanzini retrasado al círculo central, ya afuera Kranevitter, para juntar los juveniles Mastantuono y Echeverri, con Simón de bastonero unos metros más atrás y Colidio y Borja rogando por un metro que la férrea defensa de Platense no concedió. Tampoco pudo River con la fórmula de acoplar los pies más técnicos que tenía entre titulares y suplentes. Toda suma le dio cero. El talento disponible –alguno inmaduro, otro intrascendente- no estuvo al servicio de resolver el enigma Platense.
Atrapado en la maraña de Platense quedó River durante casi todo el desarrollo. El campo rival se le hizo de las dimensiones de un futsal por el ordenado repliegue y la coordinada presión local. Jugadores que recibían demasiado de espaldas al arco, imposibilidad de armar un avance con cuatro pases seguidos, el área de Cozzani como un lugar vedado… Demasiadas complicaciones sin saber cómo resolverlas para el equipo de Gallado, que puso en la balanza los buenos rendimientos de González Pirez en la Bombonera y en el desquite ante Colo Colo para devolverle la titularidad por un Paulo Díaz que regaló el gol frente a Talleres.
La primera etapa fue todo lo trabada que propuso Platense, que con la dupla Gómez-Orsi sacó patente de conjunto macizo, tácticamente aplicado, poco proclive a los descuidos. River no podía por adentro ni por afuera. Por la derecha, Nacho Fernández estaba impreciso, Simón no encontraba receptores cuando levantaba la cabeza y las proyecciones de Bustos eran una apuesta al tumulto. De una de esas subidas consiguió sacar en limpio un centro atrás para un remate de Nacho Fernández que controló Cozzani. Eso fue recién a los 30 minutos y era la primera vez que el arquero de Platense debía intervenir.
Por el lado de Acuña, Lanzini y Colidio, River también caía en un embudo. Platense cortaba en su campo y salía con pelotazos para el abnegado Pellegrino, que nunca deja luchar. La pelota pasaba poco por los pies de Taborda, el más creativo del Calamar, también implicado en la fajina, como el resto de sus compañeros.
Embotado en ataque, River sufrió una breve desconexión defensiva que pudo costarle cara. Pellegrino aprovechó un desentendimiento entre los zagueros centrales para encarar y ser agarrado por Pezzella cuando entraba al área. Dóvalo solo le mostró la tarjeta amarilla, pero bien expulsarlo por cortar una acción manifiesta de gol.
Compacto de Platense 0 vs. River 0
Se fue la primera etapa sin necesidad de una atajada de Ledesma, reemplazante de Armani, baja de último momento por motivos familiares. El viento que cruzaba la cancha parecía llevarse el fútbol a otro lado, porque en Vicente López todo era impotencia de un lado y dientes apretados del otro.
Acuña había terminado con una molestia física y ya no volvió para el segundo tiempo. Gallardo cambió los dos laterales con los ingresos de Casco (por Bustos) y Enzo Díaz. Al rato la defensa se modificó casi por completo con el ingreso de Paulo Díaz por Pezzella, aturdido desde unos minutos antes por un choque con Pellegrino.
A River la iniciativa se le hacía estéril, repetitiva. Y Platense iba ganando la confianza de todo equipo que sabe que está anulando las virtudes del rival. Redoblaba esfuerzos con la pasión del convencido. A Mastantuono le quedó un tiro libre para clavar un golazo de zurda como cuando despidió a Demichelis, pero la pelota se le fue alta, con la dirección equivocada que mostró el equipo toda la noche.
El Millonario todavía igualó 0 a 0 frente a Platense y quedó cada vez más lejos de la punta LA NACION