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Murió Johan Neeskens: socio de Cruyff en la Naranja Mecánica que trituró a la Argentina y doble “inolvidable” subcampeón

De manera sorpresiva, mientras pasaba unos días en Argelia, falleció a los 73 años Johan Neeskens, socio principal de Johan Cruyff en la Naranja Mecánica, el seleccionado de Holanda subcampeón del mundo en Alemania 1974 y la Argentina 1978. En tierra africana sufrió una descompensación mientras trabajaba en el proyecto World Coaches de la Federación de Fútbol de los Países Bajos (KNVB), del que era embajador en en la formación de entrenadores en países con ingresos medios o bajos.

Su abrupto deceso causó conmoción en los Países Bajos y tuvo amplia repercusión internacional. La KNVB publicó el siguiente mensaje: “Comunicamos con gran tristeza la inesperada muerte de Johan Neeskens. Johan fue uno de nuestros mejores representantes. Lo vamos a extrañar enormemente. Deseamos mucha fuerza a su esposa Marlis, a sus hijos Christian, Tamara, Bianca y Armand, a sus nietos Djoy y Lovée, a sus familiares y amigos para soportar esta gran pérdida. Descansa en paz, Johan”.

We’re deeply saddened by the sudden passing of Johan Neeskens.

Forever one of our greatest icons.
Rest in peace, Johan. 🧡 pic.twitter.com/JHlyWlOGWb

— OnsOranje (@OnsOranje) October 7, 2024

Neeskens fue protagonista esencial de la corriente futbolística que modificó el paisaje predominante de la década del 70. Primero desde el Ajax, tricampeón de la Copa de Europa (actual Champions League), y luego desde un seleccionado que desmintió aquello de que “de los segundos nadie se acuerda”. Como subcampeón en los mundiales 1974 y 1978, la Orange causó impacto por su estilo y mereció masivos reconocimientos. Neeskens fue un ladero de Cruyff, la “segunda guitarra”, en lo que llegó a considerarse fútbol total por la conjunción entre capacidad técnica, dinámica, flexibilidad táctica y ambición ofensiva. Eran equipos que sometían a los rivales con su ritmo y los desbordaban con jugadores que llegaban desde todas las líneas.

Pelilargos, esbeltos, de actitud desinhibida, casi una cultura beatnik dentro del fútbol, aquellos holandeses desafiaban todas las convenciones, hasta la de instaurar concentraciones abiertas, con la presencia de esposas y parejas. Una revolución en toda regla.

Una de las víctimas de esa Holanda orquestal fue la Argentina en el Mundial 1974, donde el equipo dirigido por Vladislao Cap fue arrollado por 4-0. Cuatro años después llegó el desquite en la final en el Monumental, con un 3-1 en el suplementario, con Neeskens en la cancha, pero con un menor volumen futbolístico porque ya no estaba Cruyff, que había renunciado al Mundial.

A moment of silence for Johan. 🙏 pic.twitter.com/vjDse1UyVj

— OnsOranje (@OnsOranje) October 7, 2024

Jugador de béisbol en su niñez, Neeskens se hizo futbolista cuando pasó una prueba en Ajax. Debutó en primera división como lateral derecho, pero tras la obtención de la primera Copa de Europa (en 1971, frente a Panathinaikos), pasó a ocupar la función de volante por su capacidad para cubrir amplios espacios, dominio de la pelota y recursos para el juego asociado. Cruyff ya tenía con quien entenderse a partir de la mirada. “El valor de Neeskens en el mediocampo era como si fueran dos jugadores en uno”, lo recordó una vez Sjaak Swart, excompañero en Ajax.

“Siempre me gustó jugar con estilo y ganar”, dijo quien combinaba talento y pierna fuerte. De la final del ‘78 con la Argentina se recuerda algún choque áspero con Ricardo Bertoni. Estaba para lo que demandara el partido, para lo fino y para lo grueso. La carrera de Neeskens en el seleccionado fue de 49 partidos y 17 goles, uno de ellos a la Argentina, en un 4-1 en un amistoso previo al Mundial. Una paliza que un mes más tarde se repitió con el 4-0 (dos goles y una asistencia de Cruyff) en Gelsenkirchen. Derrota que hizo reflexionar al fútbol argentino sobre su improvisación en el nivel de selección y la subestimación para interpretar los nuevos paradigmas de juego.

En esas dos goleadas participó Roberto Perfumo, que más de una vez reconoció la impotencia para frenar a aquella Holanda de 1974: “Nos masacraron. En el primer tiempo nos pasaron por arriba. La primera llegada nuestra fue como a los 20 minutos del segundo tiempo. Pateé un tiro libre, me quedó el rebote y me taparon cinco tipos. Ya nos habían dado un paseo bárbaro en el amistoso que perdimos 4 a 1. Parecía que jugaban con dieciocho jugadores. Nos metían paredes y más paredes. Yo veía pasar la pelota por mis narices y no la podía agarrar. Nos abrumó la sensación del pressing que nos hacían. No podíamos darnos vuelta, no podíamos tener la pelota. En el amistoso que jugamos en Amsterdam, ellos tiraron una pelota desviada y Carnevali salió corriendo a buscarla. Yo le grité: ‘¡Pará, no te apurés!’. Me contestó: ‘Pero… si vamos perdiendo 2 a 0′. Y yo seguí, a los gritos: ‘¡Por eso mismo, pará que nos van a hacer diez!’. Nosotros estábamos acostumbrados a un fútbol de uno contra uno y en ese equipo todos jugaban de todo. Se venían, se venían y no había forma de pararlos. Eran una topadora. Todos: Cruyff, Rep, Rensenbrink, Van Hanegem, Neeskens…”.

Neeskens no vivió para ver si alguien podía quebrar su récord: el gol más rápido en la historia de las finales mundialistas. Fue a los dos minutos en la definición contra Alemania en Munich, donde convirtió el penal del 1-0 tras una jugada en la que ningún alemán consiguió tocar la pelota hasta el foul con que fue derribado Cruyff en la entrada al área. En una entrevista con el sitio de la FIFA, Neeskens evocó hace unos años: “Fue la primera vez que estuve un poco nervioso cuando me tocó patear ese penal. Cuando corría hacia la pelota pensaba a qué lado le pego. Casi siempre lo hacía a la derecha del arquero. En el último paso pensé: No. Voy a rematar al otro lado. No era mi intención pegarle al medio, como salió”.

Después llegaron los goles de Paul Breitner y Gerd Müller para una derrota que no borró el legado futbolístico de la Naranja Mecánica. “Perdimos esa final, pero todo el mundo hablaba de nuestro equipo y fútbol. Merecimos ser campeones. Yo tenía 22 años y me sentía un jugador clave”, expresó Neeskens.

Juntos en Ajax y en la Orange, el viaje compartido de Neeskens y Cruyff continuó en Barcelona, donde levantaron una Copa del Rey y una Recopa de Europa entre 1974 y 1979. Los hinchas culés lo apodaron Johan II. Luego jugó cinco años en el soccer norteamericano, con pasos en New York Cosmos, Fort Lauderdale Sun y FL Strikers. Se retiró a los 41 años, en el desaparecido FC Zug, de Suiza.

Horas después de su muerte, Ronald Koeman, otra gloria del fútbol neerlandés, lo reconoció como un referente de la generación anterior: “Cuando jugábamos en la calle, muchos niños querían ser Cruyff; yo siempre quise ser Neeskens”,

Como ayudante de campo de su compatriota Frank Rijkaard en Barcelona entre 2006 y 2008, fue testigo cercano de los primeros pasos de Lionel Messi en primera división. “Estoy orgulloso de mi carrera futbolística, pero en silencio. La calidez de la gente fue lo más hermoso”, expresó en 2016 Neeskens, símbolo de una época.

De manera sorpresiva, mientras pasaba unos días en Argelia, falleció a los 73 años Johan Neeskens, socio principal de Johan Cruyff en la Naranja Mecánica, el seleccionado de Holanda subcampeón del mundo en Alemania 1974 y la Argentina 1978. En tierra africana sufrió una descompensación mientras trabajaba en el proyecto World Coaches de la Federación de Fútbol de los Países Bajos (KNVB), del que era embajador en en la formación de entrenadores en países con ingresos medios o bajos.

Su abrupto deceso causó conmoción en los Países Bajos y tuvo amplia repercusión internacional. La KNVB publicó el siguiente mensaje: “Comunicamos con gran tristeza la inesperada muerte de Johan Neeskens. Johan fue uno de nuestros mejores representantes. Lo vamos a extrañar enormemente. Deseamos mucha fuerza a su esposa Marlis, a sus hijos Christian, Tamara, Bianca y Armand, a sus nietos Djoy y Lovée, a sus familiares y amigos para soportar esta gran pérdida. Descansa en paz, Johan”.

We’re deeply saddened by the sudden passing of Johan Neeskens.

Forever one of our greatest icons.
Rest in peace, Johan. 🧡 pic.twitter.com/JHlyWlOGWb

— OnsOranje (@OnsOranje) October 7, 2024

Neeskens fue protagonista esencial de la corriente futbolística que modificó el paisaje predominante de la década del 70. Primero desde el Ajax, tricampeón de la Copa de Europa (actual Champions League), y luego desde un seleccionado que desmintió aquello de que “de los segundos nadie se acuerda”. Como subcampeón en los mundiales 1974 y 1978, la Orange causó impacto por su estilo y mereció masivos reconocimientos. Neeskens fue un ladero de Cruyff, la “segunda guitarra”, en lo que llegó a considerarse fútbol total por la conjunción entre capacidad técnica, dinámica, flexibilidad táctica y ambición ofensiva. Eran equipos que sometían a los rivales con su ritmo y los desbordaban con jugadores que llegaban desde todas las líneas.

Pelilargos, esbeltos, de actitud desinhibida, casi una cultura beatnik dentro del fútbol, aquellos holandeses desafiaban todas las convenciones, hasta la de instaurar concentraciones abiertas, con la presencia de esposas y parejas. Una revolución en toda regla.

Una de las víctimas de esa Holanda orquestal fue la Argentina en el Mundial 1974, donde el equipo dirigido por Vladislao Cap fue arrollado por 4-0. Cuatro años después llegó el desquite en la final en el Monumental, con un 3-1 en el suplementario, con Neeskens en la cancha, pero con un menor volumen futbolístico porque ya no estaba Cruyff, que había renunciado al Mundial.

A moment of silence for Johan. 🙏 pic.twitter.com/vjDse1UyVj

— OnsOranje (@OnsOranje) October 7, 2024

Jugador de béisbol en su niñez, Neeskens se hizo futbolista cuando pasó una prueba en Ajax. Debutó en primera división como lateral derecho, pero tras la obtención de la primera Copa de Europa (en 1971, frente a Panathinaikos), pasó a ocupar la función de volante por su capacidad para cubrir amplios espacios, dominio de la pelota y recursos para el juego asociado. Cruyff ya tenía con quien entenderse a partir de la mirada. “El valor de Neeskens en el mediocampo era como si fueran dos jugadores en uno”, lo recordó una vez Sjaak Swart, excompañero en Ajax.

“Siempre me gustó jugar con estilo y ganar”, dijo quien combinaba talento y pierna fuerte. De la final del ‘78 con la Argentina se recuerda algún choque áspero con Ricardo Bertoni. Estaba para lo que demandara el partido, para lo fino y para lo grueso. La carrera de Neeskens en el seleccionado fue de 49 partidos y 17 goles, uno de ellos a la Argentina, en un 4-1 en un amistoso previo al Mundial. Una paliza que un mes más tarde se repitió con el 4-0 (dos goles y una asistencia de Cruyff) en Gelsenkirchen. Derrota que hizo reflexionar al fútbol argentino sobre su improvisación en el nivel de selección y la subestimación para interpretar los nuevos paradigmas de juego.

En esas dos goleadas participó Roberto Perfumo, que más de una vez reconoció la impotencia para frenar a aquella Holanda de 1974: “Nos masacraron. En el primer tiempo nos pasaron por arriba. La primera llegada nuestra fue como a los 20 minutos del segundo tiempo. Pateé un tiro libre, me quedó el rebote y me taparon cinco tipos. Ya nos habían dado un paseo bárbaro en el amistoso que perdimos 4 a 1. Parecía que jugaban con dieciocho jugadores. Nos metían paredes y más paredes. Yo veía pasar la pelota por mis narices y no la podía agarrar. Nos abrumó la sensación del pressing que nos hacían. No podíamos darnos vuelta, no podíamos tener la pelota. En el amistoso que jugamos en Amsterdam, ellos tiraron una pelota desviada y Carnevali salió corriendo a buscarla. Yo le grité: ‘¡Pará, no te apurés!’. Me contestó: ‘Pero… si vamos perdiendo 2 a 0′. Y yo seguí, a los gritos: ‘¡Por eso mismo, pará que nos van a hacer diez!’. Nosotros estábamos acostumbrados a un fútbol de uno contra uno y en ese equipo todos jugaban de todo. Se venían, se venían y no había forma de pararlos. Eran una topadora. Todos: Cruyff, Rep, Rensenbrink, Van Hanegem, Neeskens…”.

Neeskens no vivió para ver si alguien podía quebrar su récord: el gol más rápido en la historia de las finales mundialistas. Fue a los dos minutos en la definición contra Alemania en Munich, donde convirtió el penal del 1-0 tras una jugada en la que ningún alemán consiguió tocar la pelota hasta el foul con que fue derribado Cruyff en la entrada al área. En una entrevista con el sitio de la FIFA, Neeskens evocó hace unos años: “Fue la primera vez que estuve un poco nervioso cuando me tocó patear ese penal. Cuando corría hacia la pelota pensaba a qué lado le pego. Casi siempre lo hacía a la derecha del arquero. En el último paso pensé: No. Voy a rematar al otro lado. No era mi intención pegarle al medio, como salió”.

Después llegaron los goles de Paul Breitner y Gerd Müller para una derrota que no borró el legado futbolístico de la Naranja Mecánica. “Perdimos esa final, pero todo el mundo hablaba de nuestro equipo y fútbol. Merecimos ser campeones. Yo tenía 22 años y me sentía un jugador clave”, expresó Neeskens.

Juntos en Ajax y en la Orange, el viaje compartido de Neeskens y Cruyff continuó en Barcelona, donde levantaron una Copa del Rey y una Recopa de Europa entre 1974 y 1979. Los hinchas culés lo apodaron Johan II. Luego jugó cinco años en el soccer norteamericano, con pasos en New York Cosmos, Fort Lauderdale Sun y FL Strikers. Se retiró a los 41 años, en el desaparecido FC Zug, de Suiza.

Horas después de su muerte, Ronald Koeman, otra gloria del fútbol neerlandés, lo reconoció como un referente de la generación anterior: “Cuando jugábamos en la calle, muchos niños querían ser Cruyff; yo siempre quise ser Neeskens”,

Como ayudante de campo de su compatriota Frank Rijkaard en Barcelona entre 2006 y 2008, fue testigo cercano de los primeros pasos de Lionel Messi en primera división. “Estoy orgulloso de mi carrera futbolística, pero en silencio. La calidez de la gente fue lo más hermoso”, expresó en 2016 Neeskens, símbolo de una época.

 A los 73 años falleció uno de los mejores futbolistas neerlandeses; con el seleccionado apabulló a la Argentina por 4-0 en el Mundial 1974 y cayó por 3-1 en la definición del ‘78  LA NACION

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