Realeza equina

Se llama Escuela Española de Equitación, pero no porque sea un enclave ibérico en plena capital austríaca: su creación se remonta a mediados del siglo XVI, a la línea española de los Habsburgo y a la llegada, por aquellos tiempos algo remotos, de caballos que fueron parte de las cruzas que derivarían en uno de los seres más exquisitos que habitan el planeta: el caballo lipizzano. Estilizados, elegantes e inteligentes, están incluidos en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, son adorados tanto por vieneses como por curiosos y turistas, y hacen honor a su origen –caballos oficiales de la corte de los Habsburgo– cuando, lejos de los carruajes, deslumbran en las competencias de salto. Aquí vemos a algunos de ellos en sus establos, atentos a los movimientos de sus cuidadores, sin duda de sangre no tan azul como la de los aristocráticos equinos.
Se llama Escuela Española de Equitación, pero no porque sea un enclave ibérico en plena capital austríaca: su creación se remonta a mediados del siglo XVI, a la línea española de los Habsburgo y a la llegada, por aquellos tiempos algo remotos, de caballos que fueron parte de las cruzas que derivarían en uno de los seres más exquisitos que habitan el planeta: el caballo lipizzano. Estilizados, elegantes e inteligentes, están incluidos en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, son adorados tanto por vieneses como por curiosos y turistas, y hacen honor a su origen –caballos oficiales de la corte de los Habsburgo– cuando, lejos de los carruajes, deslumbran en las competencias de salto. Aquí vemos a algunos de ellos en sus establos, atentos a los movimientos de sus cuidadores, sin duda de sangre no tan azul como la de los aristocráticos equinos.
Se llama Escuela Española de Equitación, pero no porque sea un enclave ibérico en plena capital austríaca: su creación se remonta a mediados del siglo XVI, a la línea española de los Habsburgo y a la llegada, por aquellos tiempos algo remotos, de caballos que fueron parte de las cruzas que derivarían en uno de los seres más exquisitos que habitan el planeta: el caballo lipizzano. Estilizados, elegantes e inteligentes, están incluidos en el listado de Patrimonio Cultural Inmaterial de la Unesco, son adorados tanto por vieneses como por curiosos y turistas, y hacen honor a su origen –caballos oficiales de la corte de los Habsburgo– cuando, lejos de los carruajes, deslumbran en las competencias de salto. Aquí vemos a algunos de ellos en sus establos, atentos a los movimientos de sus cuidadores, sin duda de sangre no tan azul como la de los aristocráticos equinos. LA NACION