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¿Te prometen ganar 1% diario en dólares? ¡Rajá!

¿Por qué alguien compra un documento que le promete un rendimiento de 1% por día en dólares? Por dos razones: 1) porque piensa que con dichos fondos se financiará un proyecto de inversión tan pero tan productivo, que podrá pagar el rendimiento prometido; 2) porque piensa que es el “anteúltimo tarado”, es decir, que comprará a $8 y poco tiempo después lo podrá vender a $12, porque habrá alguien que pensará que a su vez lo podrá vender a $15.

Lo primero es difícil de creer; en cuanto a lo segundo, opera sobre la base del “coitus interrumptus inversorious”. Las crisis ocurren cuando quienes pensaban que eran los anteúltimos tarados se dan cuenta de que son los últimos tarados.

Hasta hace pocos días San Pedro, provincia de Buenos Aires, era sinónimo de Mónica Cahen D’ Anvers y César Mascetti. Ahora es conocida por un incidente relacionado con criptomonedas. Sobre el caso específico no tengo nada que aportar; en cambio, sobre la cuestión central tengo algo importante que decir.

Si alguien lo entusiasma, prometiéndole rendimientos estratosféricos, ¡Váyase! ¡Ni siquiera lo salude! No hablo de 1% diario en dólares, ni siquiera de 1% por mes. Con eso le digo todo.

La historia en contra

Es mi obligación profesional alertarlo, pero sé que tengo la historia en contra. La burbuja de los tulipanes, magníficamente descripta por Werner Sombart, ocurrió hace cinco siglos; después vino la de la Luisiana; la de Ponzi, en las primeras décadas del siglo XX; la de Maddoff, un siglo después. Mucho me temo que hoy en el mundo hay multitud de Ponzis y Maddoffs haciendo de las suyas. Porque estos sabandijas se conectan con una faceta que tienen algunos seres humanos: la de pretender vivir sin trabajar vía malabarismos financieros.

Cuando se desatan las crisis aparece la queja: “¿Cómo es que el Estado no controló?”. En el caso particular de las criptomonedas, éstas fueron inventadas, precisamente, para evitar la intervención estatal. Los Estados emiten sin respaldo y crean inflación; las criptomonedas están a resguardo de esta tentación. Estarán a resguardo de esta tentación, pero por lo visto no de ninguna.

Esta advertencia llega tarde para los vecinos de San Pedro, pero no para muchos otros; algunos de los cuales, durante un cierto tiempo, recuperarán la sensatez cuando encaren sus inversiones. Pero, salvo que estemos delante de un giro histórico, sólo ocurrirá durante un cierto tiempo.

¿Por qué alguien compra un documento que le promete un rendimiento de 1% por día en dólares? Por dos razones: 1) porque piensa que con dichos fondos se financiará un proyecto de inversión tan pero tan productivo, que podrá pagar el rendimiento prometido; 2) porque piensa que es el “anteúltimo tarado”, es decir, que comprará a $8 y poco tiempo después lo podrá vender a $12, porque habrá alguien que pensará que a su vez lo podrá vender a $15.

Lo primero es difícil de creer; en cuanto a lo segundo, opera sobre la base del “coitus interrumptus inversorious”. Las crisis ocurren cuando quienes pensaban que eran los anteúltimos tarados se dan cuenta de que son los últimos tarados.

Hasta hace pocos días San Pedro, provincia de Buenos Aires, era sinónimo de Mónica Cahen D’ Anvers y César Mascetti. Ahora es conocida por un incidente relacionado con criptomonedas. Sobre el caso específico no tengo nada que aportar; en cambio, sobre la cuestión central tengo algo importante que decir.

Si alguien lo entusiasma, prometiéndole rendimientos estratosféricos, ¡Váyase! ¡Ni siquiera lo salude! No hablo de 1% diario en dólares, ni siquiera de 1% por mes. Con eso le digo todo.

La historia en contra

Es mi obligación profesional alertarlo, pero sé que tengo la historia en contra. La burbuja de los tulipanes, magníficamente descripta por Werner Sombart, ocurrió hace cinco siglos; después vino la de la Luisiana; la de Ponzi, en las primeras décadas del siglo XX; la de Maddoff, un siglo después. Mucho me temo que hoy en el mundo hay multitud de Ponzis y Maddoffs haciendo de las suyas. Porque estos sabandijas se conectan con una faceta que tienen algunos seres humanos: la de pretender vivir sin trabajar vía malabarismos financieros.

Cuando se desatan las crisis aparece la queja: “¿Cómo es que el Estado no controló?”. En el caso particular de las criptomonedas, éstas fueron inventadas, precisamente, para evitar la intervención estatal. Los Estados emiten sin respaldo y crean inflación; las criptomonedas están a resguardo de esta tentación. Estarán a resguardo de esta tentación, pero por lo visto no de ninguna.

Esta advertencia llega tarde para los vecinos de San Pedro, pero no para muchos otros; algunos de los cuales, durante un cierto tiempo, recuperarán la sensatez cuando encaren sus inversiones. Pero, salvo que estemos delante de un giro histórico, sólo ocurrirá durante un cierto tiempo.

 Quienes cometen estafas piramidales se conectan con una faceta que tienen algunos seres humanos y que consiste en pretender vivir sin trabajar vía malabarismos financieros  LA NACION

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