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Eliminatorias: Brasil respiró sobre la hora con la puntería de dos pibes sin fama ni experiencia

Dos pibes de 23 años, jugadores del Botafogo, con nula experiencia en la selección y nombres poco y nada conocidos sacaron a Brasil de un lío fenomenal. El debutante Igor Jesús y su compañero Luiz Henrique, con solo una presencia previa, convirtieron en la victoria sobre la hora por 2-1 un partido que Chile había comenzado a ganar desde el vestuario, y mejoraron una situación clasificatoria que amenazaba con la tragedia para la selección verdeamarela.

El Brasil modelo 2024 vive en la cornisa. De los resultados, del juego y del sufrimiento. Mira la tabla de las eliminatorias y se ve abajo, en una posición desacostumbrada, coqueteando con la posibilidad de ocupar uno de los tres lugares que no llevan a ninguna parte y temiendo cargar con la humillación que significaría estar ausente de un Mundial por primera vez en su historia. Mira su juego, y le cuesta descubrir señales que enlacen con el pasado glorioso y alimenten la ilusión por lo que puede venir. Entonces sufre y cada partido es un dolor de muelas, para jugadores, técnicos y torcedores.

El conflictuado y urgido Chile de Ricardo Gareca no tenía porqué ser la excepción. Más allá de que para para la Roja trasandina no exista nada más complicado que tener enfrente la camiseta verdeamarela (sólo 8 triunfos y 14 empates en 76 partidos disputados).

Iban 70 segundos de juego cuando el combinado local trenzó una acción por derecha, Diego Osorio arrastró hacia el centro a Abner (24 años, lateral del Olympique de Lyon, debutante) y abrió el callejón para que Felipe Loyola tuviera tiempo de recibir libre. El jugador de Independiente levantó la vista y le puso la pelota en la cabeza a Eduardo Vargas, que con un frentazo la bombeó por encima de Ederson. 1 a 0.

Dorival Jr., el entrenador brasileño, aplica como si fuese un dogma una práctica que lleva varias décadas degradando el fútbol de los pentacampeones: poner el mayor peso del equipo en la delantera, despreciando la sala de máquinas de la mitad de la cancha. Hace una eternidad, en el mismo estadio Nacional que fue escenario del partido Brasil sumó su segunda estrella jugando un muy ofensivo 4-2-4. Pero aquello ocurrió hace 62 años y el fútbol actual se desarrolla de un modo muy diferente, y lo que por entonces era una novedad, hoy suele ser un problema.

En el papel, Dorival le pidió a Raphinha que oficiara de tercer volante junto a André y Lucas Paquetá, pero ocupar un espacio no es sinónimo de desempeñar la función que debe cumplir quien juega en esa zona del campo. Raphinha es atacante, y el técnico, queriendo o no, recuperó el diagrama de hace medio siglo, con solo dos hombres en el medio y cuatro pensando en atacar, y así se condenó a padecer.

El gol madrugador alivió durante un largo rato la angustia que también envuelve a Chile. Para este encuentro, un auténtico match-point para Gareca luego de su enfrentamiento con la prensa; su conflicto nada menos que con Arturo Vidal, a quien dejó fuera de la convocatoria; y la última derrota ante Bolivia en Santiago, el Tigre tiró de la alfombra. Cambió ocho titulares en relación a aquella noche y se propuso impedir la progresión de su rival nutriendo justamente esa mitad de cancha que Brasil se empeña en desnudar.

La ventaja en el marcador le dio aire para sostener la idea durante algo menos de media hora. En ese lapso, merodeó el segundo tanto con un disparo de Osorio que pasó cerca, pero sobre todo le cerró los circuitos a su adversario, redobló la agresividad para ganarle los duelos individualidades y lo hizo dudar de su capacidad para hacer valer la mayor calidad de sus delanteros.

Dos de ellos, Rodrygo y Savinho, rescataron a Brasil de la hecatombe en el cuarto de hora final de la primera etapa. Ambos a pura gambeta. El del Real Madrid, abandonando el carril zurdo para abrir surcos por el centro; el del Manchester City, encarando una y otra vez por derecha a Thomas Galdames, que vivió una tortura hasta que Gareca se apiadó de él y lo retiró cuando bordeaba la tarjeta roja.

De una carrera de Savinho nació el empate en la última acción de la etapa inicial. El puntero desacomodó con el cuerpo al marcador de punta local, colgó el centro, y apareció Igor Jesús anticipando a Guillermo Maripán para cruzar el cabezazo abajo. Hacía ya muchos minutos que el local había perdido la brújula y se amontonaba cada vez más cerca de su arquero.

Insistiría Dorival con su fórmula a la vuelta del descanso. Quitó a André y Paquetá para colocar a Bruno Guimaraes y Gerson, que le dieron algo más de movilidad y agresividad al conjunto. Fue algo más vivaz el juego brasileño, aunque en muy pocas ocasiones le añadió las variantes suficientes como para hacer temblar el fondo chileno.

A fuerza de sustituciones buscó del otro lado Gareca torcer la historia de La Roja y la suya propia al frente del equipo, pero sin fortuna. Se encontró primero con la ineficacia de los suyos para aprovechar un par de contraataques prometedores. Y al final, con la zurda de Luiz Henrique, que a los 44 enganchó hacia adentro frente a Marcelo Morales, entró al área, y al mejor estilo Lionel Messi sacó el remate enroscado que entró abajo junto al palo derecho de Brayan Cortés.

Respiró Brasil, este Brasil modelo 2024 que juega directo, se olvida de los mediocampistas, le cuesta dominar los partidos y parece disfrutar con el sufrimiento. Se despeña Chile en la tabla, cada vez más lejos del Mundial. Ni uno ni otro muestra un fútbol como para sentirse seguro de su futuro a mediano plazo.

Dos pibes de 23 años, jugadores del Botafogo, con nula experiencia en la selección y nombres poco y nada conocidos sacaron a Brasil de un lío fenomenal. El debutante Igor Jesús y su compañero Luiz Henrique, con solo una presencia previa, convirtieron en la victoria sobre la hora por 2-1 un partido que Chile había comenzado a ganar desde el vestuario, y mejoraron una situación clasificatoria que amenazaba con la tragedia para la selección verdeamarela.

El Brasil modelo 2024 vive en la cornisa. De los resultados, del juego y del sufrimiento. Mira la tabla de las eliminatorias y se ve abajo, en una posición desacostumbrada, coqueteando con la posibilidad de ocupar uno de los tres lugares que no llevan a ninguna parte y temiendo cargar con la humillación que significaría estar ausente de un Mundial por primera vez en su historia. Mira su juego, y le cuesta descubrir señales que enlacen con el pasado glorioso y alimenten la ilusión por lo que puede venir. Entonces sufre y cada partido es un dolor de muelas, para jugadores, técnicos y torcedores.

El conflictuado y urgido Chile de Ricardo Gareca no tenía porqué ser la excepción. Más allá de que para para la Roja trasandina no exista nada más complicado que tener enfrente la camiseta verdeamarela (sólo 8 triunfos y 14 empates en 76 partidos disputados).

Iban 70 segundos de juego cuando el combinado local trenzó una acción por derecha, Diego Osorio arrastró hacia el centro a Abner (24 años, lateral del Olympique de Lyon, debutante) y abrió el callejón para que Felipe Loyola tuviera tiempo de recibir libre. El jugador de Independiente levantó la vista y le puso la pelota en la cabeza a Eduardo Vargas, que con un frentazo la bombeó por encima de Ederson. 1 a 0.

Dorival Jr., el entrenador brasileño, aplica como si fuese un dogma una práctica que lleva varias décadas degradando el fútbol de los pentacampeones: poner el mayor peso del equipo en la delantera, despreciando la sala de máquinas de la mitad de la cancha. Hace una eternidad, en el mismo estadio Nacional que fue escenario del partido Brasil sumó su segunda estrella jugando un muy ofensivo 4-2-4. Pero aquello ocurrió hace 62 años y el fútbol actual se desarrolla de un modo muy diferente, y lo que por entonces era una novedad, hoy suele ser un problema.

En el papel, Dorival le pidió a Raphinha que oficiara de tercer volante junto a André y Lucas Paquetá, pero ocupar un espacio no es sinónimo de desempeñar la función que debe cumplir quien juega en esa zona del campo. Raphinha es atacante, y el técnico, queriendo o no, recuperó el diagrama de hace medio siglo, con solo dos hombres en el medio y cuatro pensando en atacar, y así se condenó a padecer.

El gol madrugador alivió durante un largo rato la angustia que también envuelve a Chile. Para este encuentro, un auténtico match-point para Gareca luego de su enfrentamiento con la prensa; su conflicto nada menos que con Arturo Vidal, a quien dejó fuera de la convocatoria; y la última derrota ante Bolivia en Santiago, el Tigre tiró de la alfombra. Cambió ocho titulares en relación a aquella noche y se propuso impedir la progresión de su rival nutriendo justamente esa mitad de cancha que Brasil se empeña en desnudar.

La ventaja en el marcador le dio aire para sostener la idea durante algo menos de media hora. En ese lapso, merodeó el segundo tanto con un disparo de Osorio que pasó cerca, pero sobre todo le cerró los circuitos a su adversario, redobló la agresividad para ganarle los duelos individualidades y lo hizo dudar de su capacidad para hacer valer la mayor calidad de sus delanteros.

Dos de ellos, Rodrygo y Savinho, rescataron a Brasil de la hecatombe en el cuarto de hora final de la primera etapa. Ambos a pura gambeta. El del Real Madrid, abandonando el carril zurdo para abrir surcos por el centro; el del Manchester City, encarando una y otra vez por derecha a Thomas Galdames, que vivió una tortura hasta que Gareca se apiadó de él y lo retiró cuando bordeaba la tarjeta roja.

De una carrera de Savinho nació el empate en la última acción de la etapa inicial. El puntero desacomodó con el cuerpo al marcador de punta local, colgó el centro, y apareció Igor Jesús anticipando a Guillermo Maripán para cruzar el cabezazo abajo. Hacía ya muchos minutos que el local había perdido la brújula y se amontonaba cada vez más cerca de su arquero.

Insistiría Dorival con su fórmula a la vuelta del descanso. Quitó a André y Paquetá para colocar a Bruno Guimaraes y Gerson, que le dieron algo más de movilidad y agresividad al conjunto. Fue algo más vivaz el juego brasileño, aunque en muy pocas ocasiones le añadió las variantes suficientes como para hacer temblar el fondo chileno.

A fuerza de sustituciones buscó del otro lado Gareca torcer la historia de La Roja y la suya propia al frente del equipo, pero sin fortuna. Se encontró primero con la ineficacia de los suyos para aprovechar un par de contraataques prometedores. Y al final, con la zurda de Luiz Henrique, que a los 44 enganchó hacia adentro frente a Marcelo Morales, entró al área, y al mejor estilo Lionel Messi sacó el remate enroscado que entró abajo junto al palo derecho de Brayan Cortés.

Respiró Brasil, este Brasil modelo 2024 que juega directo, se olvida de los mediocampistas, le cuesta dominar los partidos y parece disfrutar con el sufrimiento. Se despeña Chile en la tabla, cada vez más lejos del Mundial. Ni uno ni otro muestra un fútbol como para sentirse seguro de su futuro a mediano plazo.

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