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Frágiles y fuertes

Puesto en perspectiva, son abrumadoramente escasas las generaciones para las que esta imagen no tiene nada de extraño. ¿Cuántos siglos, milenios, lleva la especie humana poblando el planeta? ¿Cuánto pasó desde el surgimiento de los primeros homo sapiens –allá lejos quedaron los neandertales, los denisovanos, tantos otros– hasta esto que somos hoy? ¿Cuánto, entre la mirada maravillada (a veces, aterrorizada) que indagaba en lo profundo del cielo nocturno y el gesto que a ninguno de nosotros nos parece particularmente milagroso: reclinarse en el asiento del avión y mirar de soslayo alguna nube antes de abrir el libro –o buscar la película– que nos ayudará a hacer más breve el vuelo? Somos los hijos privilegiados de una carrera que avanza de manera exponencial. Y sin embargo, allí está la inmensidad celeste: mejor no olvidar lo frágiles que seguimos siendo.

Puesto en perspectiva, son abrumadoramente escasas las generaciones para las que esta imagen no tiene nada de extraño. ¿Cuántos siglos, milenios, lleva la especie humana poblando el planeta? ¿Cuánto pasó desde el surgimiento de los primeros homo sapiens –allá lejos quedaron los neandertales, los denisovanos, tantos otros– hasta esto que somos hoy? ¿Cuánto, entre la mirada maravillada (a veces, aterrorizada) que indagaba en lo profundo del cielo nocturno y el gesto que a ninguno de nosotros nos parece particularmente milagroso: reclinarse en el asiento del avión y mirar de soslayo alguna nube antes de abrir el libro –o buscar la película– que nos ayudará a hacer más breve el vuelo? Somos los hijos privilegiados de una carrera que avanza de manera exponencial. Y sin embargo, allí está la inmensidad celeste: mejor no olvidar lo frágiles que seguimos siendo.

 Puesto en perspectiva, son abrumadoramente escasas las generaciones para las que esta imagen no tiene nada de extraño. ¿Cuántos siglos, milenios, lleva la especie humana poblando el planeta? ¿Cuánto pasó desde el surgimiento de los primeros homo sapiens –allá lejos quedaron los neandertales, los denisovanos, tantos otros– hasta esto que somos hoy? ¿Cuánto, entre la mirada maravillada (a veces, aterrorizada) que indagaba en lo profundo del cielo nocturno y el gesto que a ninguno de nosotros nos parece particularmente milagroso: reclinarse en el asiento del avión y mirar de soslayo alguna nube antes de abrir el libro –o buscar la película– que nos ayudará a hacer más breve el vuelo? Somos los hijos privilegiados de una carrera que avanza de manera exponencial. Y sin embargo, allí está la inmensidad celeste: mejor no olvidar lo frágiles que seguimos siendo.  LA NACION

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