Chiqui Tapia, una figurita repetida por encima de la ley
No por repetido deja de causar indignación. Hace pocos días se confirmaron la reelección anticipada hasta 2028 de Claudio “Chiqui” Tapia para un tercer mandato al frente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y, al mismo tiempo, la anulación de los dos descensos previstos en la actual temporada de la Liga Profesional de Fútbol.
La renovación del mandato de Tapia, dispuesta con una anticipación de un año por una asamblea que había sido considerada ilegal por la Inspección General de Justicia (IGJ), constituyó un abierto desafío a este organismo. Tapia tendrá a Juan Román Riquelme –actual mandatario de Boca Juniors– como vicepresidente primero en el nuevo comité ejecutivo de la AFA, que mudará su tradicional domicilio social de la Capital Federal, en la calle Viamonte al 1300, a Ezeiza, provincia de Buenos Aires, con el propósito de quedar fuera del control de la IGJ.
Más allá de la resolución de la IGJ, que hizo lugar a un reclamo del club Talleres de Córdoba, la Justicia determinó que, al estar vigentes los plazos para que la AFA apele esa decisión, no había impedimentos para que se llevara a cabo la cuestionada asamblea general ordinaria, llevada a cabo el 17 de este mes.
De hecho, Tapia cosechó allí el aval de prácticamente todos los clubes, salvo el de Talleres y el de Estudiantes de la Plata, cuyo representante estuvo ausente en la asamblea. Los presidentes de estos dos clubes, Andrés Fassi y Juan Sebastián Verón, respectivamente, son declarados opositores a la gestión que encabeza Tapia, además de ser partidarios de la posibilidad de que los clubes afiliados a la AFA puedan transformarse en sociedades anónimas deportivas (SAD), alternativa a la que el titular de la entidad rectora del fútbol argentino se opone radicalmente.
No sería casual que, al momento de adoptarse la anulación de los descensos, el equipo del club que presidió durante 18 años Tapia, Barracas Central, se encontrara en el último lugar de la tabla de posiciones
El viciado proceso se produjo en el contexto de graves objeciones a los últimos balances de la AFA, que a juicio de fuentes gubernamentales exhiben millonarias inversiones que no se condicen con las que pueden advertirse y gastos que no aparecerían justificados.
La controvertida asamblea de la AFA resolvió también eliminar los dos descensos que estaban previstos a la finalización de la presente temporada, por lo que el año próximo los campeonatos de la Liga Profesional contarán con 30 equipos, número mucho mayor que el exhibido por las principales ligas del fútbol mundial. No solo se trata de una cifra descabellada, sino que la decisión tiene el agravante de hacerse en la recta final de un campeonato en marcha, decisión que rompe con lo establecido y demuestra arbitrariedad y permanente improvisación, con el agravante de que no es la primera vez que ocurre. No sería casual que, al momento de adoptarse la anulación de los descensos, el equipo del club que presidió durante 18 años Tapia, Barracas Central, se encontrara en el último lugar en la tabla de posiciones del torneo.
¿Qué sucederá a fines de 2025 si le tocase descender a Barracas Central o a algún otro equipo por el cual el presidente de la AFA o algunos de sus cómplices sienten simpatía? ¿Acaso pasaríamos a tener 34 equipos en la máxima categoría?
Resulta verdaderamente vergonzoso que la competencia interna del país que tiene el orgullo de ser el vigente campeón mundial y bicampeón continental muestre irregularidades administrativas, decisiones arbitrarias y cambios permanentes en las reglas de juego, además de arbitrajes muy sospechados.
Como en el célebre relato de Robert Stevenson sobre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el fútbol argentino muestra dos caras: por un lado, la de un grupo de futbolistas dirigidos eficazmente por Lionel Scaloni, que enorgullece a todo un país, y por otro, la de un grupo de dirigentes que le encienden velas a Messi y buscan refugiarse en la buena imagen de esa selección para hacer proliferar toda clase de negociados y tejer maniobras de manipulación con el objetivo de perpetuarse en el poder.
No por repetido deja de causar indignación. Hace pocos días se confirmaron la reelección anticipada hasta 2028 de Claudio “Chiqui” Tapia para un tercer mandato al frente de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) y, al mismo tiempo, la anulación de los dos descensos previstos en la actual temporada de la Liga Profesional de Fútbol.
La renovación del mandato de Tapia, dispuesta con una anticipación de un año por una asamblea que había sido considerada ilegal por la Inspección General de Justicia (IGJ), constituyó un abierto desafío a este organismo. Tapia tendrá a Juan Román Riquelme –actual mandatario de Boca Juniors– como vicepresidente primero en el nuevo comité ejecutivo de la AFA, que mudará su tradicional domicilio social de la Capital Federal, en la calle Viamonte al 1300, a Ezeiza, provincia de Buenos Aires, con el propósito de quedar fuera del control de la IGJ.
Más allá de la resolución de la IGJ, que hizo lugar a un reclamo del club Talleres de Córdoba, la Justicia determinó que, al estar vigentes los plazos para que la AFA apele esa decisión, no había impedimentos para que se llevara a cabo la cuestionada asamblea general ordinaria, llevada a cabo el 17 de este mes.
De hecho, Tapia cosechó allí el aval de prácticamente todos los clubes, salvo el de Talleres y el de Estudiantes de la Plata, cuyo representante estuvo ausente en la asamblea. Los presidentes de estos dos clubes, Andrés Fassi y Juan Sebastián Verón, respectivamente, son declarados opositores a la gestión que encabeza Tapia, además de ser partidarios de la posibilidad de que los clubes afiliados a la AFA puedan transformarse en sociedades anónimas deportivas (SAD), alternativa a la que el titular de la entidad rectora del fútbol argentino se opone radicalmente.
No sería casual que, al momento de adoptarse la anulación de los descensos, el equipo del club que presidió durante 18 años Tapia, Barracas Central, se encontrara en el último lugar de la tabla de posiciones
El viciado proceso se produjo en el contexto de graves objeciones a los últimos balances de la AFA, que a juicio de fuentes gubernamentales exhiben millonarias inversiones que no se condicen con las que pueden advertirse y gastos que no aparecerían justificados.
La controvertida asamblea de la AFA resolvió también eliminar los dos descensos que estaban previstos a la finalización de la presente temporada, por lo que el año próximo los campeonatos de la Liga Profesional contarán con 30 equipos, número mucho mayor que el exhibido por las principales ligas del fútbol mundial. No solo se trata de una cifra descabellada, sino que la decisión tiene el agravante de hacerse en la recta final de un campeonato en marcha, decisión que rompe con lo establecido y demuestra arbitrariedad y permanente improvisación, con el agravante de que no es la primera vez que ocurre. No sería casual que, al momento de adoptarse la anulación de los descensos, el equipo del club que presidió durante 18 años Tapia, Barracas Central, se encontrara en el último lugar en la tabla de posiciones del torneo.
¿Qué sucederá a fines de 2025 si le tocase descender a Barracas Central o a algún otro equipo por el cual el presidente de la AFA o algunos de sus cómplices sienten simpatía? ¿Acaso pasaríamos a tener 34 equipos en la máxima categoría?
Resulta verdaderamente vergonzoso que la competencia interna del país que tiene el orgullo de ser el vigente campeón mundial y bicampeón continental muestre irregularidades administrativas, decisiones arbitrarias y cambios permanentes en las reglas de juego, además de arbitrajes muy sospechados.
Como en el célebre relato de Robert Stevenson sobre el Dr. Jekyll y Mr. Hyde, el fútbol argentino muestra dos caras: por un lado, la de un grupo de futbolistas dirigidos eficazmente por Lionel Scaloni, que enorgullece a todo un país, y por otro, la de un grupo de dirigentes que le encienden velas a Messi y buscan refugiarse en la buena imagen de esa selección para hacer proliferar toda clase de negociados y tejer maniobras de manipulación con el objetivo de perpetuarse en el poder.
La irregular reelección del titular de la AFA y la vergonzosa anulación de los descensos suman otro escándalo a la conducción del fútbol argentino LA NACION