La actividad que moviliza al cerebro y genera conexiones neuronales que ayuda a sanar traumas
Crecer en el mundo actual es complejo: la cantidad de estímulos se multiplican a la par de las fuentes de estrés y exigencias a las que grandes y chicos se ven sometidos. Sin embargo, también circula más información sobre herramientas y recursos que ayudan a transitar mejor cada etapa de la vida.
Desde las neurociencias se ha estudiado el rol fundamental que puede cumplir el arte en este sentido. “Creo que muchos padres no tienen idea de los enormes beneficios que tiene para los chicos practicar danza, teatro, música y arte. Se habla muchísimo acerca del deporte, que es súper beneficioso, pero cuando se piensa en arte se lo ve solamente desde el disfrute, que obvio que es importante, pero también, por ejemplo, el arte ayuda a transitar mejor las emociones o moviliza áreas del cerebro y genera conexiones neuronales fundamentales”, dice Joaquina Sánchez Zinny con una historia que la convierte en palabra autorizada del tema.
Joaquina sabe muchísimo del tema: hace comedia musical desde los doce años, cuando insistió a sus padres para que la llevaran y el foco de su vida cambió completamente: estudió comedia musical en Nueva York, en Broadway, trabajó con Cris Morena en casting y producción y desde hace veinte años es ceo, founder y directora artística de Show Time, su propia escuela de Teatro musical, que además de su tradicional sede en Buenos Aires en el barrio porteño de Recoleta desde hace años, tiene su sede en Chile.
Con un tono cálido y entusiasta, señala que la formación académica curricular tradicional permite trabajar ciertas áreas del cerebro, mientras que existen otras zonas más lúdicas, igual de importantes en el crecimiento, para las cuales el arte es vital.
“El desarrollo de las áreas más blandas hace que los niños gestionen mejor sus emociones, les permite relacionarse de otra forma con el mundo, a través de otros paradigmas y estructuras. Siempre se habla del típico caso del niño tímido al que lo llevan a teatro para desinhibirse, y eso es así, pero esto sucede también con otras situaciones. Yo tenía una alumna, por ejemplo, que llegó a la escuela con un diagnóstico de mutismo, la madre la trajo para probar y al principio presenciaba simplemente las clases. Poco a poco fue desarrollándose y mejorando y a los dos años estaba como protagonista de una obra. En la escuela conocemos mucho sobre el trabajo con niños y cómo ayudarlos a mover esas etiquetas que los están molestando en su vida social. Ahí, al no sentirse juzgados ellos se relacionan desde otro ambiente mucho menos estructurado y pueden bajar el nivel de estrés que generan otros espacios sociales”, cuenta, emocionada.
Señala que en la escuela trabajan por separado clases de baile, de canto y de teatro. Luego, todo eso se une en las obras que preparan para fin de año, en las que el trabajo en equipo entre niños de diferentes edades es también un gran aprendizaje. De esas muestras, explica Joaquina, los niños suelen salir felices y con la autoestima fortalecida por la sensación de haber concluido un proyecto conjunto.
Arte y desarrollo
¿Cuáles son los beneficios que aporta el arte en el desarrollo? El teatro, explica Joaquina, trabaja sobre la improvisación, por lo que se convierte en una gran herramienta a la hora de resolver problemas y encontrar caminos creativos. El trabajo con las emociones también es fundamental aquí, ya que el juego de dar rienda suelta al enojo, la tristeza o la euforia en un marco lúdico en el que no se sienten juzgados es muy liberador para niños y adolescentes. Sobre la música, son conocidos sus efectos en el estado de ánimo y la capacidad de generar emociones positivas, pero además, al cantar, dice Joaquina, cada niño le da su impronta a la canción, y cuenta su propia historia, transitando diversas emociones y encontrando su voz. La danza, por su parte, no sólo trabaja la motricidad: “Bailar genera felicidad, conecta con cosas felices de la vida. En grupo genera también sensación de pertenencia, la idea de que conecto con otros en una danza conjunta y si uno falta, el grupo ya no es lo mismo. Eso se siente, los chicos lo sienten”.
La directora de Show Time cuenta que en muchas ocasiones los padres proponen que los niños comiencen actividades artísticas, sólo con la condición de que no se resienta el rendimiento académico. En realidad, dice Joaquina, eso no sucede, si no que a veces hasta mejora, porque cuando los chicos pueden disfrutar de estos espacios lúdicos y placenteros a través de cualquier expresión artística, su energía se potencia.
¿Y qué pasa de acuerdo a las diferentes etapas de la niñez y adolescencia? En un extremo, dice la directora artística, los más pequeños -la escuela va desde tres hasta dieciocho años divididos por edad-, suelen ser los más desinhibidos: se expresan sin vergüenza y juegan de manera libre. “A la vez es una actividad que los enraiza, los ayuda a bajar y ordenarse. Los conecta con el cuerpo en el baile, con la voz en el canto, y en el teatro, con toda su expresión. Es como “bueno, ahora hay que hacerlo pero enojados, de mentira”, y pueden soltarse. Los que son más tímidos o necesitan más presencia de mamá, pueden quedarse con la mamá. Tiene que ser un momento disfrutable y feliz”, dice Joaquina.
Los efectos en los adolescentes
En la adolescencia, en cambio, los desafíos cambian ya que, en estos tiempos, las pantallas y otras distracciones suelen potenciar la desconexión del niño interno que sucede en esta etapa. A su vez, es un momento de la vida en el que quieren tomar sus propias decisiones, y muchas veces los padres juegan un rol fundamental para mantener estos espacios que traen tantos beneficios. “Los adolescentes necesitan descargar un montón, psíquica y físicamente. Necesitan actividad física y también arte, que además ayuda mucho en la cuestión de la autoestima. A la vez, suele ser una etapa en la que hay una gran deserción, porque se desconectan un poco, pero si se los puede ayudar a seguir manteniendo ese espacio, aunque sea con menos frecuencia, los va a ayudar a canalizar todo lo que esta etapa genera: es un espacio en el que no va a pensar en el qué dirán, ni en la mirada del otro y eso les da un reseteo, es como meditar”, apunta.
No es ninguna novedad que el arte sana de muchas maneras y genera nuevas aperturas. En este sentido, Joaquina invita a reflexionar y abrirse a aprender de las nuevas generaciones. “Nuestra generación fue muy de poner etiquetas y creo que llegamos a un momento en el que se dio como un pico de poner etiquetas a los niños. Hoy me parece que eso está dando una vuelta, y después de trabajar con chicos muchísimos años, creo que somos los adultos los que no podemos decodificarlos o los que no entendemos muchas veces, y tenemos que aprender de esta nueva generación. Los niños son grandes maestros, tenemos que ser receptivos y abiertos a aprender de ellos, porque ellos traen un cambio de mirada”, concluye Joaquina.
Crecer en el mundo actual es complejo: la cantidad de estímulos se multiplican a la par de las fuentes de estrés y exigencias a las que grandes y chicos se ven sometidos. Sin embargo, también circula más información sobre herramientas y recursos que ayudan a transitar mejor cada etapa de la vida.
Desde las neurociencias se ha estudiado el rol fundamental que puede cumplir el arte en este sentido. “Creo que muchos padres no tienen idea de los enormes beneficios que tiene para los chicos practicar danza, teatro, música y arte. Se habla muchísimo acerca del deporte, que es súper beneficioso, pero cuando se piensa en arte se lo ve solamente desde el disfrute, que obvio que es importante, pero también, por ejemplo, el arte ayuda a transitar mejor las emociones o moviliza áreas del cerebro y genera conexiones neuronales fundamentales”, dice Joaquina Sánchez Zinny con una historia que la convierte en palabra autorizada del tema.
Joaquina sabe muchísimo del tema: hace comedia musical desde los doce años, cuando insistió a sus padres para que la llevaran y el foco de su vida cambió completamente: estudió comedia musical en Nueva York, en Broadway, trabajó con Cris Morena en casting y producción y desde hace veinte años es ceo, founder y directora artística de Show Time, su propia escuela de Teatro musical, que además de su tradicional sede en Buenos Aires en el barrio porteño de Recoleta desde hace años, tiene su sede en Chile.
Con un tono cálido y entusiasta, señala que la formación académica curricular tradicional permite trabajar ciertas áreas del cerebro, mientras que existen otras zonas más lúdicas, igual de importantes en el crecimiento, para las cuales el arte es vital.
“El desarrollo de las áreas más blandas hace que los niños gestionen mejor sus emociones, les permite relacionarse de otra forma con el mundo, a través de otros paradigmas y estructuras. Siempre se habla del típico caso del niño tímido al que lo llevan a teatro para desinhibirse, y eso es así, pero esto sucede también con otras situaciones. Yo tenía una alumna, por ejemplo, que llegó a la escuela con un diagnóstico de mutismo, la madre la trajo para probar y al principio presenciaba simplemente las clases. Poco a poco fue desarrollándose y mejorando y a los dos años estaba como protagonista de una obra. En la escuela conocemos mucho sobre el trabajo con niños y cómo ayudarlos a mover esas etiquetas que los están molestando en su vida social. Ahí, al no sentirse juzgados ellos se relacionan desde otro ambiente mucho menos estructurado y pueden bajar el nivel de estrés que generan otros espacios sociales”, cuenta, emocionada.
Señala que en la escuela trabajan por separado clases de baile, de canto y de teatro. Luego, todo eso se une en las obras que preparan para fin de año, en las que el trabajo en equipo entre niños de diferentes edades es también un gran aprendizaje. De esas muestras, explica Joaquina, los niños suelen salir felices y con la autoestima fortalecida por la sensación de haber concluido un proyecto conjunto.
Arte y desarrollo
¿Cuáles son los beneficios que aporta el arte en el desarrollo? El teatro, explica Joaquina, trabaja sobre la improvisación, por lo que se convierte en una gran herramienta a la hora de resolver problemas y encontrar caminos creativos. El trabajo con las emociones también es fundamental aquí, ya que el juego de dar rienda suelta al enojo, la tristeza o la euforia en un marco lúdico en el que no se sienten juzgados es muy liberador para niños y adolescentes. Sobre la música, son conocidos sus efectos en el estado de ánimo y la capacidad de generar emociones positivas, pero además, al cantar, dice Joaquina, cada niño le da su impronta a la canción, y cuenta su propia historia, transitando diversas emociones y encontrando su voz. La danza, por su parte, no sólo trabaja la motricidad: “Bailar genera felicidad, conecta con cosas felices de la vida. En grupo genera también sensación de pertenencia, la idea de que conecto con otros en una danza conjunta y si uno falta, el grupo ya no es lo mismo. Eso se siente, los chicos lo sienten”.
La directora de Show Time cuenta que en muchas ocasiones los padres proponen que los niños comiencen actividades artísticas, sólo con la condición de que no se resienta el rendimiento académico. En realidad, dice Joaquina, eso no sucede, si no que a veces hasta mejora, porque cuando los chicos pueden disfrutar de estos espacios lúdicos y placenteros a través de cualquier expresión artística, su energía se potencia.
¿Y qué pasa de acuerdo a las diferentes etapas de la niñez y adolescencia? En un extremo, dice la directora artística, los más pequeños -la escuela va desde tres hasta dieciocho años divididos por edad-, suelen ser los más desinhibidos: se expresan sin vergüenza y juegan de manera libre. “A la vez es una actividad que los enraiza, los ayuda a bajar y ordenarse. Los conecta con el cuerpo en el baile, con la voz en el canto, y en el teatro, con toda su expresión. Es como “bueno, ahora hay que hacerlo pero enojados, de mentira”, y pueden soltarse. Los que son más tímidos o necesitan más presencia de mamá, pueden quedarse con la mamá. Tiene que ser un momento disfrutable y feliz”, dice Joaquina.
Los efectos en los adolescentes
En la adolescencia, en cambio, los desafíos cambian ya que, en estos tiempos, las pantallas y otras distracciones suelen potenciar la desconexión del niño interno que sucede en esta etapa. A su vez, es un momento de la vida en el que quieren tomar sus propias decisiones, y muchas veces los padres juegan un rol fundamental para mantener estos espacios que traen tantos beneficios. “Los adolescentes necesitan descargar un montón, psíquica y físicamente. Necesitan actividad física y también arte, que además ayuda mucho en la cuestión de la autoestima. A la vez, suele ser una etapa en la que hay una gran deserción, porque se desconectan un poco, pero si se los puede ayudar a seguir manteniendo ese espacio, aunque sea con menos frecuencia, los va a ayudar a canalizar todo lo que esta etapa genera: es un espacio en el que no va a pensar en el qué dirán, ni en la mirada del otro y eso les da un reseteo, es como meditar”, apunta.
No es ninguna novedad que el arte sana de muchas maneras y genera nuevas aperturas. En este sentido, Joaquina invita a reflexionar y abrirse a aprender de las nuevas generaciones. “Nuestra generación fue muy de poner etiquetas y creo que llegamos a un momento en el que se dio como un pico de poner etiquetas a los niños. Hoy me parece que eso está dando una vuelta, y después de trabajar con chicos muchísimos años, creo que somos los adultos los que no podemos decodificarlos o los que no entendemos muchas veces, y tenemos que aprender de esta nueva generación. Los niños son grandes maestros, tenemos que ser receptivos y abiertos a aprender de ellos, porque ellos traen un cambio de mirada”, concluye Joaquina.
Las expresiones artísticas pueden ser un gran aliado en la infancia y adolescencia para superar una gran cantidad de conflictos que ocurren en estas etapas de la vida LA NACION