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Oscar Ojea: “Tiene que pasar un tiempo para el diaconado femenino”

ROMA.- Con una misa solemne y la aprobación de un documento final de 155 puntos, que el papa Francisco firmó y decidió publicar enseguida, concluyó este fin de semana el sínodo de sinodalidad, inédito evento eclesial en el que más de 350 referentes de la Iglesia católica de todo el mundo reflexionaron sobre los desafíos actuales.

Sin precedente, el sínodo -que significa “caminar juntos”- sobre sinodalidad, que implica la participación de todos en la misión de la Iglesia, duró tres años y por primera vez no sólo fue una reunión de obispos, sino que se abrió a laicos y mujeres, que tuvieron derecho a voto. Comenzó en 2021 con un proceso de escucha global, primero a nivel local y luego continental, a través de una de las consultas más amplias jamás habidas en las que participaron miles de fieles que expresaron sus preocupaciones, dudas, críticas a la Iglesia católica. En la última sesión, el sábado, el Papa anunció que, a diferencia de otros sínodos, esta vez no escribirá ninguna “exhortación post-sinodal” (como se llaman los documentos papales posteriores a estas asambleas): “basta lo que hemos aprobado”, aseguró, al destacar que en el documento final “ya hay indicaciones concretas que pueden ser una guía para la misión de las iglesias, en los diversos continentes, en los diversos contextos”.

Participaron de este sínodo, que tuvo dos etapas -la primera en octubre del año pasado y la segunda, de este año-, varios argentinos. Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente saliente de la Conferencia Episcopal Argentina (que el próximo 11 de noviembre renovará autoridades), Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza y vicepresidente primero; Carlos Azpiroz Costa, arzobispo de Bahía Blanca y vicepresidente segundo, electos por el episcopado; el cardenal Víctor “Tucho” Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, de la curia romana; Dante Braida, obispo de La Rioja y el cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, por nómina pontificia; además Marcos Pirán, obispo auxiliar de Holguín, Cuba; y, como expertos (sin derecho a voto), los reverendos Carlos Galli, teólogo y ex decano de la Facultad de Teología de la UCA y Pedro Brassesco.

En una entrevista con LA NACION Ojea -que prefirió no hablar de coyuntura política argentina-, resaltó la importancia de este inédito proceso. “La Iglesia está en una crisis misionera, en una crisis de lenguaje para llegar al corazón del mundo, está perdiendo fieles y se da cuenta que solamente participando todos, poniéndose todos la camiseta en la participación de la decisiones y en la participación de las tareas concretas, va a volver a tener fuerza”, explicó, usando un léxico porteño.

Ojea, de 78 años, destacó la enorme diversidad presente en el sínodo, donde hubo representantes de todo el mundo elegidos por las bases y donde, de poco más de 350 personas, sólo el 75% eran obispos y el resto, religiosos, curas, laicos y más de cincuenta mujeres. “En este contexto de mucha diversidad, abrirse al diálogo y a la escucha es un mensaje muy fuerte al mundo en el que vivimos… Ahora nosotros cumplimos 50 años del Tratado de Paz con Chile, acabo de firmar una carta con mi par chileno para recordar este aniversario con una misa el 6 de noviembre en la catedral y lo más llamativo es que en ese momento, hace cincuenta años, existía la diplomacia, había confianza en la palabra”, comentó, preocupado.

“El recurso de la diplomacia es totalmente desconocido en el mundo de hoy”, añadió. “Es ensordecedor el silencio frente a los crímenes de guerra y frente al avasallamiento de los derechos humanos elementales y vivimos un clima de violencia que es cada vez más fuerte. Las opciones siempre son dos: o estás a favor o estás en contra. Los internismos en las naciones son espantosos”, lamentó. En este marco, contó que, tal como puede leerse en el documento final, durante el sínodo estuvieron más que presentes las guerras que convulsionan al mundo, desde Ucrania, al cada vez más álgido conflicto en Medio Oriente, Myanmar, Sudán del Sur, así como el drama de los 281 millones de migrantes que hay en el planeta. “La guerra estuvo muy presente en el sínodo, fueron muy impresionantes varias de las intervenciones de obispos de zonas afectadas y escuchar todo eso, ver la diversidad, el diálogo que tuvimos, el discernimiento, pienso que es un mensaje sensato para el momento actual”, afirmó.

Ojea contó que, entre los varios temas que se tocaron durante casi un mes, uno de los más importantes para él fue el del ejercicio de la autoridad en la Iglesia o cómo debe ser el proceso de toma de decisiones: estas no deben ser impuestas por un obispo, sino consensuadas luego de participación y consulta y siempre en un contexto de rendición de cuentas.

También admitió que otro tema muy presente fue el del rol de la mujer en la Iglesia y de su acceso al diaconado, cuestión que “queda abierta”, según indicó el documento final en el párrafo 60, que fue el que más votos en contra recibió (97). “Hubo una valoración muy grande del trabajo de la mujer en la Iglesia, de las mujeres que estudian teología, que dan clases, hubo un pedido de que participen en la formación de los seminaristas, que es algo muy importante, se volvió a reiterar, como el año pasado, el pedido de que participen de los tribunales de justicia canónicos y al mismo tiempo se valoró la presencia de mujeres en la administración, en los obispados y en la curia romana”, subrayó.

“Pero tiene que pasar un tiempo para que pueda darse el diaconado femenino”, indicó el obispo de San Isidro, en línea con lo expresado hace unos días por el cardenal “Tucho” Fernández, que está al frente de un grupo de estudio creado por el Papa para analizar justamente este delicado tema, que divide a progresistas y conservadores, pero que no está cerrado. En una reunión que tuvo el jueves último con un centenar de participantes del sínodo, en efecto, Fernández dijo que “afirmar que ‘no es madura’ una decisión sobre el diaconado no significa de parte de Francisco querer cerrar la cuestión, sino más bien seguir estudiando, visto que las conclusiones de los trabajos de la comisión no son unívocas”.

A diferencia de países como Estados Unidos o Alemania, en la Argentina la cuestión del diaconado para las mujeres, de todos modos, “no es un tema”, aclaró Ojea.

– ¿Cómo lo vio al Papa?

-Bien. Más pastor que nunca, disfrutando del estar con la gente y con la inteligencia de siempre… Estaba contentísimo de su viaje a Asia y Oceanía de septiembre que reflejó que, más allá de sus problemas de movilidad, no se detiene… Impresiona la agenda diaria que tiene, sin respiro, llena de audiencias, desde la madrugada hasta la noche: te desafía a trabajar.

-¿Irá el Papa a la Argentina, asignatura pendiente?

-Últimamente expresó varias veces que quiere ir, pero es un tema de él, que está en él…

-¿Cómo vive sus últimos días al frente de la Conferencia Episcopal Argentina, que renovará las autoridades el 11 de noviembre próximo?

-Estoy en paz, es una misión en la Iglesia… Fueron 6 años, más 1 de pandemia y es un buen tiempo para que haya un relevo.

ROMA.- Con una misa solemne y la aprobación de un documento final de 155 puntos, que el papa Francisco firmó y decidió publicar enseguida, concluyó este fin de semana el sínodo de sinodalidad, inédito evento eclesial en el que más de 350 referentes de la Iglesia católica de todo el mundo reflexionaron sobre los desafíos actuales.

Sin precedente, el sínodo -que significa “caminar juntos”- sobre sinodalidad, que implica la participación de todos en la misión de la Iglesia, duró tres años y por primera vez no sólo fue una reunión de obispos, sino que se abrió a laicos y mujeres, que tuvieron derecho a voto. Comenzó en 2021 con un proceso de escucha global, primero a nivel local y luego continental, a través de una de las consultas más amplias jamás habidas en las que participaron miles de fieles que expresaron sus preocupaciones, dudas, críticas a la Iglesia católica. En la última sesión, el sábado, el Papa anunció que, a diferencia de otros sínodos, esta vez no escribirá ninguna “exhortación post-sinodal” (como se llaman los documentos papales posteriores a estas asambleas): “basta lo que hemos aprobado”, aseguró, al destacar que en el documento final “ya hay indicaciones concretas que pueden ser una guía para la misión de las iglesias, en los diversos continentes, en los diversos contextos”.

Participaron de este sínodo, que tuvo dos etapas -la primera en octubre del año pasado y la segunda, de este año-, varios argentinos. Oscar Ojea, obispo de San Isidro y presidente saliente de la Conferencia Episcopal Argentina (que el próximo 11 de noviembre renovará autoridades), Marcelo Daniel Colombo, arzobispo de Mendoza y vicepresidente primero; Carlos Azpiroz Costa, arzobispo de Bahía Blanca y vicepresidente segundo, electos por el episcopado; el cardenal Víctor “Tucho” Fernández, prefecto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, de la curia romana; Dante Braida, obispo de La Rioja y el cardenal Ángel Rossi, arzobispo de Córdoba, por nómina pontificia; además Marcos Pirán, obispo auxiliar de Holguín, Cuba; y, como expertos (sin derecho a voto), los reverendos Carlos Galli, teólogo y ex decano de la Facultad de Teología de la UCA y Pedro Brassesco.

En una entrevista con LA NACION Ojea -que prefirió no hablar de coyuntura política argentina-, resaltó la importancia de este inédito proceso. “La Iglesia está en una crisis misionera, en una crisis de lenguaje para llegar al corazón del mundo, está perdiendo fieles y se da cuenta que solamente participando todos, poniéndose todos la camiseta en la participación de la decisiones y en la participación de las tareas concretas, va a volver a tener fuerza”, explicó, usando un léxico porteño.

Ojea, de 78 años, destacó la enorme diversidad presente en el sínodo, donde hubo representantes de todo el mundo elegidos por las bases y donde, de poco más de 350 personas, sólo el 75% eran obispos y el resto, religiosos, curas, laicos y más de cincuenta mujeres. “En este contexto de mucha diversidad, abrirse al diálogo y a la escucha es un mensaje muy fuerte al mundo en el que vivimos… Ahora nosotros cumplimos 50 años del Tratado de Paz con Chile, acabo de firmar una carta con mi par chileno para recordar este aniversario con una misa el 6 de noviembre en la catedral y lo más llamativo es que en ese momento, hace cincuenta años, existía la diplomacia, había confianza en la palabra”, comentó, preocupado.

“El recurso de la diplomacia es totalmente desconocido en el mundo de hoy”, añadió. “Es ensordecedor el silencio frente a los crímenes de guerra y frente al avasallamiento de los derechos humanos elementales y vivimos un clima de violencia que es cada vez más fuerte. Las opciones siempre son dos: o estás a favor o estás en contra. Los internismos en las naciones son espantosos”, lamentó. En este marco, contó que, tal como puede leerse en el documento final, durante el sínodo estuvieron más que presentes las guerras que convulsionan al mundo, desde Ucrania, al cada vez más álgido conflicto en Medio Oriente, Myanmar, Sudán del Sur, así como el drama de los 281 millones de migrantes que hay en el planeta. “La guerra estuvo muy presente en el sínodo, fueron muy impresionantes varias de las intervenciones de obispos de zonas afectadas y escuchar todo eso, ver la diversidad, el diálogo que tuvimos, el discernimiento, pienso que es un mensaje sensato para el momento actual”, afirmó.

Ojea contó que, entre los varios temas que se tocaron durante casi un mes, uno de los más importantes para él fue el del ejercicio de la autoridad en la Iglesia o cómo debe ser el proceso de toma de decisiones: estas no deben ser impuestas por un obispo, sino consensuadas luego de participación y consulta y siempre en un contexto de rendición de cuentas.

También admitió que otro tema muy presente fue el del rol de la mujer en la Iglesia y de su acceso al diaconado, cuestión que “queda abierta”, según indicó el documento final en el párrafo 60, que fue el que más votos en contra recibió (97). “Hubo una valoración muy grande del trabajo de la mujer en la Iglesia, de las mujeres que estudian teología, que dan clases, hubo un pedido de que participen en la formación de los seminaristas, que es algo muy importante, se volvió a reiterar, como el año pasado, el pedido de que participen de los tribunales de justicia canónicos y al mismo tiempo se valoró la presencia de mujeres en la administración, en los obispados y en la curia romana”, subrayó.

“Pero tiene que pasar un tiempo para que pueda darse el diaconado femenino”, indicó el obispo de San Isidro, en línea con lo expresado hace unos días por el cardenal “Tucho” Fernández, que está al frente de un grupo de estudio creado por el Papa para analizar justamente este delicado tema, que divide a progresistas y conservadores, pero que no está cerrado. En una reunión que tuvo el jueves último con un centenar de participantes del sínodo, en efecto, Fernández dijo que “afirmar que ‘no es madura’ una decisión sobre el diaconado no significa de parte de Francisco querer cerrar la cuestión, sino más bien seguir estudiando, visto que las conclusiones de los trabajos de la comisión no son unívocas”.

A diferencia de países como Estados Unidos o Alemania, en la Argentina la cuestión del diaconado para las mujeres, de todos modos, “no es un tema”, aclaró Ojea.

– ¿Cómo lo vio al Papa?

-Bien. Más pastor que nunca, disfrutando del estar con la gente y con la inteligencia de siempre… Estaba contentísimo de su viaje a Asia y Oceanía de septiembre que reflejó que, más allá de sus problemas de movilidad, no se detiene… Impresiona la agenda diaria que tiene, sin respiro, llena de audiencias, desde la madrugada hasta la noche: te desafía a trabajar.

-¿Irá el Papa a la Argentina, asignatura pendiente?

-Últimamente expresó varias veces que quiere ir, pero es un tema de él, que está en él…

-¿Cómo vive sus últimos días al frente de la Conferencia Episcopal Argentina, que renovará las autoridades el 11 de noviembre próximo?

-Estoy en paz, es una misión en la Iglesia… Fueron 6 años, más 1 de pandemia y es un buen tiempo para que haya un relevo.

 El obispo de San Isidro y presidente saliente de la Conferencia Episocopal Argentina habló del sínodo sobre sinodalidad, inédito evento eclesial que concluyó este domingo; se aprobó un documento con indicaciones para una Iglesia con más escucha, inclusión y donde se valore más a la mujer  LA NACION

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