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La banda de los Caballeros de la Noche, un jesucristo anciano y sangre gaucha

Cada 2 de noviembre, en el Día de los Muertos, los mitos y leyendas que rondan en el cementerio de la Recoleta se renuevan para convertir a este icónico lugar en un espacio de introspección y homenaje. Aunque son bien conocidos los nombres de Eva Perón, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi entre sus ilustres habitantes, la Recoleta alberga un lado B, que esconde historias no tan populares, aunque igualmente fascinantes. Inaugurado en 1822 y situado en el corazón del barrio porteño, este camposanto es uno de los más antiguos y visitados del país, y combina en su arquitectura y en sus rincones murmullos que desafían al olvido.

Un recorrido que invita a los visitantes a conocer historias que no siempre salen a la luz, pero que hacen de la Recoleta un lugar único, donde los misterios se entrelazan en un continuum de necrológicas. Como señala el investigador Hernán Vizzari, especialista en cementerios y declarado Personalidad Destacada de la Cultura en 2017, recorrer sus pasillos es también recorrer la historia de Argentina, a través de anécdotas cargadas de simbolismo y personajes de renombre. Vizzari, quien documenta su investigación en su cuenta de Instagram, @hernanvizzariok, nos lleva de paseo con una visión profunda de estos mitos y su influencia en la cultura porteña.

El Tigre de los llanos

Uno de los misterios más fascinantes del cementerio de la Recoleta es el de Juan Facundo Quiroga, apodado el “Tigre de los Llanos”. Tras su asesinato en Barranca Yaco en 1835, los restos de Quiroga fueron trasladados de Córdoba a Buenos Aires, pasando por iglesias y criptas, hasta que, finalmente, fue enterrado en la necrópolis de Recoleta bajo la vigilia de “La Dolorosa”, una escultura de mármol esculpida por Antonio Tantardini que parece guardar un secreto inquebrantable. Según cuenta Vizzari, la leyenda dice que Quiroga fue enterrado de pie, una disposición inusual que, para muchos, simboliza su espíritu indomable y la idea de que enfrentará de pie el juicio de Dios.

En 2004, un equipo de investigadores, entre ellos el arqueólogo urbano Daniel Schavelzon, descubrió el féretro de Quiroga efectivamente en posición vertical detrás de una pared en la bóveda de la familia Demarchi. Sin embargo, arguyeron que la razón no fue tanto una excentricidad de Quiroga como una decisión estratégica de su yerno, Antonio Demarchi, quien en 1877 decidió esconder su cadáver para protegerlo de posibles profanaciones en tiempos de fuertes tensiones políticas. Utilizando un georradar, los investigadores detectaron una cavidad en la pared de la bóveda, y tras realizar un pequeño orificio, encontraron el féretro verdoso de bronce junto a dos cruces de hierro y una inscripción que decía “Quiroga… muerto en febrero”. Desde entonces, el mito de que el caudillo reposa ha corrido como reguero de pólvora entre sus seguidores.

“Lo curioso –dice Vizzari– es que los restos parecen estar ubicados en posición vertical. Este detalle ha llevado a muchos a creer que, efectivamente, el Tigre de los Llanos descansa de pie”. Esta leyenda, que se resiste a ser desmentida, da cuenta de la fuerte influencia de Quiroga en la historia argentina y su representación en el imaginario colectivo.

Los Caballeros de la Noche: un secuestro macabro

La historia de los Caballeros de la Noche es uno de los episodios más oscuros de la historia del cementerio. Hablamos del secuestro de los restos de Doña Inés Indart de Dorrego, esposa de Luis Dorrego y madre de Felisa Dorrego de Miró. Según los archivos y la documentación consultada por Vizzari, en 1881 los “Caballeros de la Noche” –una banda de extorsionadores porteños– sustrajeron el ataúd de Doña Inés de la bóveda familiar y enviaron una carta a su hija exigiendo un rescate millonario a cambio de la devolución de los restos.

Las amenazas eran claras y crudas, pero la familia decidió enfrentarse a los delincuentes denunciando el hecho a la policía. A partir de ese momento, comenzó una intrincada investigación que involucró persecuciones y estrategias de inteligencia y vigilancia que finalmente dieron con el paradero del cadáver y la identidad de los responsables. Al seguir al portador de la caja con el supuesto botín, lograron detener a los implicados, incluido Antonio Perry, uno de los miembros clave.

Sin embargo, a pesar de la consternación pública, el vacío legal permitió que los Caballeros de la Noche quedaran prácticamente impunes, ya que la justicia argentina no tenía entonces una figura legal para sancionar el robo de cadáveres. Esto no solo derivó en una indignación generalizada, sino que también provocó una presión social que llevó a la inclusión del artículo 171 en el Código Penal, castigando el robo de restos humanos con fines de extorsión, según investigó Vizzari. Para los curiosos y aficionados al misterio, este caso es un ejemplo de cómo una historia macabra y real puede provocar cambios en la justicia y permanecer, casi un siglo y medio después, en la memoria de la ciudad.

Salvador María del Carril y Tiburcia Domínguez: la separación que trascendió la muerte

Entre las tumbas que más llaman la atención se encuentra la del político Salvador María del Carril y su esposa, Tiburcia Domínguez. Según relata Vizzari, este mausoleo es famoso por la peculiar forma en que los esposos están representados: Del Carril aparece sentado en un trono de mármol, mientras que el busto de Tiburcia está posicionado de espaldas a él, en lo que parece ser un acto simbólico de rencor post mortem.

La historia detrás de esta disposición es un reflejo de las tensiones maritales que vivieron en vida. Del Carril, un hombre de convicciones firmes, llegó a publicar en los diarios una carta en la que advertía a los acreedores de su esposa que no se haría cargo de sus deudas, lo cual Tiburcia consideró una afrenta pública. Como venganza, dejó instrucciones para que su busto mirara en dirección opuesta al de su marido. “Este monumento, diseñado por Camilo Romairone, es una prueba tangible de una relación conflictiva y, al mismo tiempo, una muestra de la resistencia de Tiburcia frente a la humillación pública”, comenta Vizzari.

La tumba de los Del Carril no solo es relevante por esta disputa marital congelada en mármol, sino también por su simbología. Sobre el mausoleo se erige una imponente escultura de Cronos, el Dios del Tiempo, una elección que, según Vizzari, “no es casualidad”. En la mitología, Cronos representa el paso del tiempo y la muerte, pero también está ligado a historias de abuso y opresión. Esta elección podría interpretarse como una metáfora de la relación tormentosa de la pareja, en la que el tiempo y la muerte son los jueces finales de sus desencuentros.

Un Redentor que se ilumina las noches de luna llena

El Redentor es un “Jesucristo anciano”, lo cual resulta curioso, ya que se sabe que Jesús murió a los 33 años. La escultura, con largos cabellos que podrían ser canosos y una barba que denota avanzada edad, parece simbolizar la eternidad y la dualidad moral que el tiempo trae consigo, reflexiona Vizzari. En el Nuevo Testamento, los ancianos representan sabiduría y experiencia, valores que el pueblo hebreo también vinculaba a su figura.

Esta obra, ubicada en el centro de lo que fue el antiguo Cementerio del Norte y creada por el aclamado escultor impresionista Pedro Zonza Briano, conocido como el “Rodin Argentino”, posee un aura de misterio que la convierte en uno de los puntos más cautivantes de la Recoleta.

Sin embargo, lo más enigmático ocurre durante las noches de luna llena, cuando la luz se filtra de manera particular entre los árboles y paredes, generando la ilusión de que la figura del Redentor se ilumina y “cobra vida” en la quietud de la necrópolis. Zonza Briano, admirador de Rodin y de Aristide Maillol, dejó un legado que aún se preserva en los museos de Buenos Aires, pero pocos trabajos logran el magnetismo que “El Redentor” irradia en esas noches silenciosas, cuando parece vigilar a los muertos y atraer a los vivos en busca de respuestas.

“Este cementerio nos habla de la vida tanto como de la muerte, de las pasiones y de los ideales que marcaron a la Argentina”, resume Vizzari. A través de sus historias, estos mausoleos logran mantener vivas las memorias de quienes alguna vez fueron protagonistas de la historia del país y que hoy descansan en un territorio donde el pasado se entremezcla con el presente, recordándonos que el cementerio de la Recoleta es más que un lugar de descanso eterno; es un espejo de las contradicciones, grandezas y luchas de la sociedad argentina.

Cada 2 de noviembre, en el Día de los Muertos, los mitos y leyendas que rondan en el cementerio de la Recoleta se renuevan para convertir a este icónico lugar en un espacio de introspección y homenaje. Aunque son bien conocidos los nombres de Eva Perón, Domingo Faustino Sarmiento y Juan Bautista Alberdi entre sus ilustres habitantes, la Recoleta alberga un lado B, que esconde historias no tan populares, aunque igualmente fascinantes. Inaugurado en 1822 y situado en el corazón del barrio porteño, este camposanto es uno de los más antiguos y visitados del país, y combina en su arquitectura y en sus rincones murmullos que desafían al olvido.

Un recorrido que invita a los visitantes a conocer historias que no siempre salen a la luz, pero que hacen de la Recoleta un lugar único, donde los misterios se entrelazan en un continuum de necrológicas. Como señala el investigador Hernán Vizzari, especialista en cementerios y declarado Personalidad Destacada de la Cultura en 2017, recorrer sus pasillos es también recorrer la historia de Argentina, a través de anécdotas cargadas de simbolismo y personajes de renombre. Vizzari, quien documenta su investigación en su cuenta de Instagram, @hernanvizzariok, nos lleva de paseo con una visión profunda de estos mitos y su influencia en la cultura porteña.

El Tigre de los llanos

Uno de los misterios más fascinantes del cementerio de la Recoleta es el de Juan Facundo Quiroga, apodado el “Tigre de los Llanos”. Tras su asesinato en Barranca Yaco en 1835, los restos de Quiroga fueron trasladados de Córdoba a Buenos Aires, pasando por iglesias y criptas, hasta que, finalmente, fue enterrado en la necrópolis de Recoleta bajo la vigilia de “La Dolorosa”, una escultura de mármol esculpida por Antonio Tantardini que parece guardar un secreto inquebrantable. Según cuenta Vizzari, la leyenda dice que Quiroga fue enterrado de pie, una disposición inusual que, para muchos, simboliza su espíritu indomable y la idea de que enfrentará de pie el juicio de Dios.

En 2004, un equipo de investigadores, entre ellos el arqueólogo urbano Daniel Schavelzon, descubrió el féretro de Quiroga efectivamente en posición vertical detrás de una pared en la bóveda de la familia Demarchi. Sin embargo, arguyeron que la razón no fue tanto una excentricidad de Quiroga como una decisión estratégica de su yerno, Antonio Demarchi, quien en 1877 decidió esconder su cadáver para protegerlo de posibles profanaciones en tiempos de fuertes tensiones políticas. Utilizando un georradar, los investigadores detectaron una cavidad en la pared de la bóveda, y tras realizar un pequeño orificio, encontraron el féretro verdoso de bronce junto a dos cruces de hierro y una inscripción que decía “Quiroga… muerto en febrero”. Desde entonces, el mito de que el caudillo reposa ha corrido como reguero de pólvora entre sus seguidores.

“Lo curioso –dice Vizzari– es que los restos parecen estar ubicados en posición vertical. Este detalle ha llevado a muchos a creer que, efectivamente, el Tigre de los Llanos descansa de pie”. Esta leyenda, que se resiste a ser desmentida, da cuenta de la fuerte influencia de Quiroga en la historia argentina y su representación en el imaginario colectivo.

Los Caballeros de la Noche: un secuestro macabro

La historia de los Caballeros de la Noche es uno de los episodios más oscuros de la historia del cementerio. Hablamos del secuestro de los restos de Doña Inés Indart de Dorrego, esposa de Luis Dorrego y madre de Felisa Dorrego de Miró. Según los archivos y la documentación consultada por Vizzari, en 1881 los “Caballeros de la Noche” –una banda de extorsionadores porteños– sustrajeron el ataúd de Doña Inés de la bóveda familiar y enviaron una carta a su hija exigiendo un rescate millonario a cambio de la devolución de los restos.

Las amenazas eran claras y crudas, pero la familia decidió enfrentarse a los delincuentes denunciando el hecho a la policía. A partir de ese momento, comenzó una intrincada investigación que involucró persecuciones y estrategias de inteligencia y vigilancia que finalmente dieron con el paradero del cadáver y la identidad de los responsables. Al seguir al portador de la caja con el supuesto botín, lograron detener a los implicados, incluido Antonio Perry, uno de los miembros clave.

Sin embargo, a pesar de la consternación pública, el vacío legal permitió que los Caballeros de la Noche quedaran prácticamente impunes, ya que la justicia argentina no tenía entonces una figura legal para sancionar el robo de cadáveres. Esto no solo derivó en una indignación generalizada, sino que también provocó una presión social que llevó a la inclusión del artículo 171 en el Código Penal, castigando el robo de restos humanos con fines de extorsión, según investigó Vizzari. Para los curiosos y aficionados al misterio, este caso es un ejemplo de cómo una historia macabra y real puede provocar cambios en la justicia y permanecer, casi un siglo y medio después, en la memoria de la ciudad.

Salvador María del Carril y Tiburcia Domínguez: la separación que trascendió la muerte

Entre las tumbas que más llaman la atención se encuentra la del político Salvador María del Carril y su esposa, Tiburcia Domínguez. Según relata Vizzari, este mausoleo es famoso por la peculiar forma en que los esposos están representados: Del Carril aparece sentado en un trono de mármol, mientras que el busto de Tiburcia está posicionado de espaldas a él, en lo que parece ser un acto simbólico de rencor post mortem.

La historia detrás de esta disposición es un reflejo de las tensiones maritales que vivieron en vida. Del Carril, un hombre de convicciones firmes, llegó a publicar en los diarios una carta en la que advertía a los acreedores de su esposa que no se haría cargo de sus deudas, lo cual Tiburcia consideró una afrenta pública. Como venganza, dejó instrucciones para que su busto mirara en dirección opuesta al de su marido. “Este monumento, diseñado por Camilo Romairone, es una prueba tangible de una relación conflictiva y, al mismo tiempo, una muestra de la resistencia de Tiburcia frente a la humillación pública”, comenta Vizzari.

La tumba de los Del Carril no solo es relevante por esta disputa marital congelada en mármol, sino también por su simbología. Sobre el mausoleo se erige una imponente escultura de Cronos, el Dios del Tiempo, una elección que, según Vizzari, “no es casualidad”. En la mitología, Cronos representa el paso del tiempo y la muerte, pero también está ligado a historias de abuso y opresión. Esta elección podría interpretarse como una metáfora de la relación tormentosa de la pareja, en la que el tiempo y la muerte son los jueces finales de sus desencuentros.

Un Redentor que se ilumina las noches de luna llena

El Redentor es un “Jesucristo anciano”, lo cual resulta curioso, ya que se sabe que Jesús murió a los 33 años. La escultura, con largos cabellos que podrían ser canosos y una barba que denota avanzada edad, parece simbolizar la eternidad y la dualidad moral que el tiempo trae consigo, reflexiona Vizzari. En el Nuevo Testamento, los ancianos representan sabiduría y experiencia, valores que el pueblo hebreo también vinculaba a su figura.

Esta obra, ubicada en el centro de lo que fue el antiguo Cementerio del Norte y creada por el aclamado escultor impresionista Pedro Zonza Briano, conocido como el “Rodin Argentino”, posee un aura de misterio que la convierte en uno de los puntos más cautivantes de la Recoleta.

Sin embargo, lo más enigmático ocurre durante las noches de luna llena, cuando la luz se filtra de manera particular entre los árboles y paredes, generando la ilusión de que la figura del Redentor se ilumina y “cobra vida” en la quietud de la necrópolis. Zonza Briano, admirador de Rodin y de Aristide Maillol, dejó un legado que aún se preserva en los museos de Buenos Aires, pero pocos trabajos logran el magnetismo que “El Redentor” irradia en esas noches silenciosas, cuando parece vigilar a los muertos y atraer a los vivos en busca de respuestas.

“Este cementerio nos habla de la vida tanto como de la muerte, de las pasiones y de los ideales que marcaron a la Argentina”, resume Vizzari. A través de sus historias, estos mausoleos logran mantener vivas las memorias de quienes alguna vez fueron protagonistas de la historia del país y que hoy descansan en un territorio donde el pasado se entremezcla con el presente, recordándonos que el cementerio de la Recoleta es más que un lugar de descanso eterno; es un espejo de las contradicciones, grandezas y luchas de la sociedad argentina.

 El día de los Muertos es una oportunidad para redescubrir las leyendas y misterios que laten en el cementerio de la Recoleta. Entre mausoleos menos conocidos y figuras históricas, un recorrido alternativo hacia historias de amor eterno, vigilantes secretos y obras de arte que simbolizan el consuelo en piedra.  LA NACION

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