La colección de fotos que salvó a Elton John en su peor momento
“En El amante del volcán (1992), Susan Sontag escribió “la necesidad del coleccionista tiende precisamente al exceso, al empacho, a la profusión. Es demasiado… Alguien que vacila, que pregunta ¿necesito esto?, ¿es realmente necesario?, no es un coleccionista. Una colección es siempre más de lo que sería necesario”.
Esa fruición voraz que, según dice Miguel Delibes en su obra Los coleccionistas, no busca la aprobación de los demás, sino la satisfacción de la propia posesión, abrazó a Elton John (77 años) cuando la vida se le presentó con unos lentes nuevos.
Horacio Lavandera: “Soy afortunado y bendecido, y lo más hermoso es que lo sé”
A principios de los 90, el hoy Sir Elton acababa de emerger de uno de sus tiempos más oscuros. Sobrio y convencido de un cambio de vida, comenzó a dejarse embriagar por otras “sustancias” más disruptivas, pero saludables.
La fotografía ingresó a su vida como una calesita colorida que presentaba sus montajes con climas dicotómicos: en ocasiones a ritmo de candombe o bachata, a veces en un blues nublado por el humo de la madrugada profunda y otras como un grito ancestral desde lo más animal de la raza humana.
Dentro de la cabeza de un coleccionista, es el título de un libro de la neurocientífica, neuróloga y psiquiatra Shirley M. Mueller. Allí indica que entre el 33 y el 40 por ciento de las personas colecciona algo. Según su investigación, áreas específicas del cerebro de los coleccionistas se iluminan cuando vislumbran objetos inusuales. Se estimulan áreas que se conectan con el centro de placer.
Bajo ese prisma parece haberse sumergido Elton John en esta otra pasión, que guardó en secreto por un tiempo, hasta que encontró en la exhibición de sus piezas otra arista para mostrar su mundo interior. Cuando se mudó a Atlanta comenzados los 90, imbuido de un reverdecer de sí mismo, con el espíritu renovado luego de un tratamiento que lo dejó limpio y convencido, conoció a Jane Jackson, fundadora de la galería que aún hoy lleva su nombre.
Ella la había abierto en 1990 con el objetivo de especializarse en fotografía y de guiar a coleccionistas emergentes y no tanto en la búsqueda de enriquecer o formar su patrimonio. Las cosas anduvieron tan bien entre ambos que para marzo de 2003 Jane vendió su galería y se convirtió en directora de la que se convertiría en la abrumadora colección de arte del cantante. Un patrimonio fotográfico de los más destacados del mundo.
Dejó ese puesto después de una década de trabajo. Para ello recomendó a Newell Harbin, entonces de 35 años, con experiencia en el MoMA, el Art Institute of Chicago y la casa de subastas Phillips de Pury. “Comencé a colaborar con la colección en 2010, cuando aún Jane era parte del equipo –relata en exclusiva–. Encontré en él un apetito voraz por la fotografía. Jane fue ayudándolo a encontrar los movimientos clave en este arte, conduciendo la pasión exquisita”.
Cuando Harbin quedó a cargo, siguió una tarea conjunta que incluye hoy a la pareja de Elton John, David Furnish (61 años), y que ha dado vida a una de las mayores colecciones privadas de fotografía del mundo con un patrimonio que supera las 7000 piezas.
Con un garbo un tanto inglés, aunque nacida en los Estados Unidos y radicada aún en Atlanta, su espigada figura fue una de las responsables de la puesta en acción de la compilación magistral de imágenes que cuenta con piezas de los reconocidos artistas Nan Goldin, David LaChapelle, Robert Mapplethorpe, Zanele Muholi, Helmut Newton, Cindy Sherman, Andy Warhol y Ai Weiwei.
Una de las anécdotas que recuerda en sus más de 14 años compartidos es la precisión con la que puede su jefe recordar cada uno de los detalles de sus fotografías, del mismo modo que si se tratara de uno de sus hijos. “Al poco tiempo de comenzar a trabajar con él –explica Harbin–, me equivoqué en una datación. El no solo lo notó, sino que me dio detalles de las condiciones en las que había adquirido esa imagen”.
Durante un largo tiempo, todo se había mantenido en secreto. En 1993, por ejemplo, el compositor compró una obra de Man Ray de 1932, Glass Tears, por 193.895 dólares, el valor más alto por una única fotografía en una subasta.
“Empezamos a trabajar en la idea de que tenerlas no era el único valor –continúa–, teníamos que empezar a mostrarlas”. Esa tarea implicó un trabajo interno de curaduría y de coordinación con diferentes centros de arte del mundo. La primera experiencia tuvo lugar en el High Museum of Art de Atlanta, en el 2000. La siguiente selección fue expuesta en la muestra The Radical Eye, en Tate Modern de Londres durante el invierno del norte, entre 2016 y 2017.
Su trabajo con Elton John se extiende ahora a una nueva exhibición de 300 fotografías en el museo Victoria & Alberto, en Londres (hasta el 5 de enero de 2025), y significa una especie de segundo capítulo de lo ya visto en Tate en el pasado. La nueva puesta se llama Fragile beauty.
Para la ocasión, el trío integrado por el músico, su pareja y la propia Harbin se unieron a Duncan Forbes, director del departamento de fotografía del museo, anterior director del Fotomuseum Winterthur (Suiza) y conservador principal de fotografía en las Galerías Nacionales de Escocia (Edimburgo).
Entre todos optaron por incluir 300 piezas que parten de 1950. Por la presentación de la exhibición, Forbes indicó que “se trata de la mayor exposición temporal de fotografías que haya organizado el V&A”. Mucho decir si se considera que el museo es el protector de la colección de fotografía del Reino Unido.
La belleza de un instante
El vínculo de Sir Elton con el V&A no es reciente. La fotografía ya los había vinculado en el pasado, cuando él aportó fondos para una retrospectiva de Horst P. Horst, el célebre fotógrafo alemán –reconocido por sus tomas de moda– que se realizó en 2014. También es uno de los benefactores de la ampliación del Centro de Fotografía del V&A con una donación que desde el museo califican de “significativa”.
“Este enorme despliegue de piezas propone una fuerza increíble sobre la fotografía contemporánea por su potente carácter, su diversidad, la multitud de matices y muy particularmente por el origen curioso de algunas impresiones, además de cierta singularidad”, califica Harbin.
Sus adjetivos sobre la exhibición se suceden en la charla. Revela un entusiasmo contagioso, y en cada párrafo incluye una curiosidad aliada a algunas de las piezas exhibidas, desde una pequeña imagen del tamaño de una postal de Diane Arbus con una nota de su puño y letra en el reverso, a una pieza que Furnish regaló a su pareja cuando cumplió 70 años.
“La selección intenta construir el relato de la historia de la fotografía moderna y contemporánea con piezas que van de William Eggleston a Diane Arbus; de Sally Mann a Carrie Mae Weems –sigue enumerando Harbin–. Hemos sumado algunas de las adquisiciones más recientes de la colección, como las obras de Tyler Mitchell, Trevor Paglen y An-My Lê. Pero, en contraste, incorporamos algunas de las más antiguas, como las tomas de moda de Horst P. Horst, Irving Penn y Herb Ritts”.
Elton John y David Furnish relataron en el comunicado de prensa vinculado con el lanzamiento de la muestra que, desde que prestaron por primera vez una selección de fotografías de Horst al Victoria & Alberto, en 2014, “la relación con el museo ha crecido significativamente. Fragile beauty lleva nuestra colaboración a nuevas alturas realmente emocionantes, mostrando algunos de los fotógrafos más queridos e imágenes icónicas de nuestra colección. Trabajar nuevamente juntos ha sido una experiencia memorable y esperamos compartir esta exposición con el público”.
Como coleccionista, la pareja ha construido con el tiempo una apreciación estratégica para sus operaciones, pero “no están detrás de una pieza de arte –afirma Harbin–. No hay acumulación de riqueza, esa es una consecuencia, les interesa una cierta belleza conmovedora. Una imagen que les cuenta algo de modo íntimo y personal. Por eso luego recuerdan los detalles de cada incorporación, como si se tratara de un acta de nacimiento”.
La directora de la colección asegura que tiene muchos desafíos que la invitan a salir a buscar fotografías a partir de descripciones orales que le provee Sir Elton. “Me convierto en una especie de detective. Esa construcción de sentido lo hace todo mucho más divertido”, aporta.
Forbes expresó en la inauguración: “Estamos encantados de trabajar juntos para presentar los aspectos más destacados de su colección: desde lo lúdico y sorprendente hasta lo contemplativo y reflexivo. Ya sea a través de la elegancia de la fotografía de moda, la creatividad de músicos e intérpretes, la exploración del deseo o el paso de la historia capturado por el fotoperiodismo, la fotografía revela algo importante sobre el mundo. Fragile beauty será un viaje verdaderamente épico a través de la historia reciente de la fotografía y una celebración de la pasión de Sir Elton John y David Furnish por este medio”.
Frágil, pero perenne
Este recorrido reúne 30 años de coleccionismo, que se inició con grabados modernistas. “Esta elección era una cuestión práctica –descubre Harbin–, porque por entonces Elton vivía en un departamento de dos ambientes y no había demasiado sitio en las paredes. Pero con el tiempo llegó a poseer hasta cinco en el mismo edificio, los que unió entre sí. En ese tiempo pudo empezar a incorporar piezas de mayor tamaño”.
El fondo de la colección no es un archivo estático, sino que periódicamente las casas donde habita la pareja renuevan el arte que exhiben, haciendo de las imágenes parte de su cotidianeidad.
La exhibición del V&A comenzó a gestarse en la cocina de John y Furnish de un modo muy personal y desde la pasión pura, sin intervención directa de asesores de arte. Se compone de ocho áreas que muestran el gusto y la visión única de la pareja. Las unidades de concepto se integran por la moda, el reportaje, las celebridades, el cuerpo masculino y la fotografía estadounidense. Los retratos de estrellas suman composiciones célebres de artistas como Aretha Franklin, Elizabeth Taylor, Los Beatles y Chet Baker.
Las imágenes con registro periodístico también se suman al recorrido, con tomas que dan cuenta de instantes históricos reveladores de persecución, resistencia o activismo. Así aparecen retratados del movimiento por los derechos civiles de los 60, expresiones por el HIV de los 80 y un reflejo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Tres imágenes de Marilyn Monroe tomadas entre 1957 y 1962 son unas de las frutillas del postre. Entre ellas se encuentra la reconocible imagen de la actriz en sus primeras épocas, realizada por Richard Avedon en Nueva York, en 1957. La segunda es un retrato de Eve Arnold durante un repaso de sus líneas, en el set de The Misfits en 1960, y finalmente The last sitting, de Bert Stern, tomada en 1962, ofrece un instante pensativo de la actriz apenas dos meses antes de morir. Estas tres piezas se exhiben al público por primera vez.
Para los especialistas, la serie de Acción de Gracias, de Nan Goldin, es de lo más relevante de la muestra. Se trata de un grupo de 149 fotografías que muestra un registro del consumo de heroína. Se eligió para estas piezas un montaje de piso a techo que conmueve en su recorrido, otorgando al visitante cierta idea inmersiva.
“Esta adquisición es bastante personal para Elton –afirma Harbin–. Cuando se topó con ella se sintió identificado. Recuerdo que dijo ‘esta era mi vida. Un ciclo en búsqueda de la sobriedad’”.
Tres fotografías de David LaChapelle, incluido el retrato humorístico de Elton John con dos huevos sobre los ojos (con el título Elton John: Egg on his face, 1999); once imágenes del fotógrafo Robert Mapplethorpe, que van desde su naturaleza muerta –incluida Poppy (1988)– hasta el icónico autorretrato con cuernos tomado en 1985; Crying men (2004), de Sam Taylor-Johnson, que presenta algunos de los mayores talentos masculinos de Hollywood, incluidos Laurence Fishburne, Robin Williams y Daniel Craig en estados vulnerables de llanto y contemplación.
Además, retratos fotográficos de los hijos de John y Furnish, tomados por Adam Fuss; la imagen viral del fotógrafo de Associated Press, Julio Cortez, tomada en las protestas en Minneapolis tras el asesinato de George Floyd, en mayo de 2020, que muestra a un manifestante solitario portando una bandera estadounidense al revés junto a un edificio en llamas.
También el retrato inquebrantable de Peter Hujar, Candy darling in her deathbed (1974), que representa a la actriz transgénero estadounidense Candy (una superestrella de Andy Warhol y musa de The Velvet Underground) en su cama de hospital; Fire Island Pines, 1975-1983, de Tom Bianchi, una serie de fotografías que celebra la alegría gay en épocas en la que la homosexualidad todavía era ilegal en todos los Estados Unidos y capturan los días felices del complejo con fotografías de torsos bronceados junto a la piscina.
Pero la búsqueda continua. “Una de las prácticas habituales hoy es la de revisar los periódicos –sigue Harbin–. De vez en cuando Elton encuentra alguna idea irónica plasmada en una imagen y rápidamente pasa a formar parte de la colección. Nada aquí es aburrido. Es sorprendente lo que podés llegar a ver en su sala”.
“En El amante del volcán (1992), Susan Sontag escribió “la necesidad del coleccionista tiende precisamente al exceso, al empacho, a la profusión. Es demasiado… Alguien que vacila, que pregunta ¿necesito esto?, ¿es realmente necesario?, no es un coleccionista. Una colección es siempre más de lo que sería necesario”.
Esa fruición voraz que, según dice Miguel Delibes en su obra Los coleccionistas, no busca la aprobación de los demás, sino la satisfacción de la propia posesión, abrazó a Elton John (77 años) cuando la vida se le presentó con unos lentes nuevos.
Horacio Lavandera: “Soy afortunado y bendecido, y lo más hermoso es que lo sé”
A principios de los 90, el hoy Sir Elton acababa de emerger de uno de sus tiempos más oscuros. Sobrio y convencido de un cambio de vida, comenzó a dejarse embriagar por otras “sustancias” más disruptivas, pero saludables.
La fotografía ingresó a su vida como una calesita colorida que presentaba sus montajes con climas dicotómicos: en ocasiones a ritmo de candombe o bachata, a veces en un blues nublado por el humo de la madrugada profunda y otras como un grito ancestral desde lo más animal de la raza humana.
Dentro de la cabeza de un coleccionista, es el título de un libro de la neurocientífica, neuróloga y psiquiatra Shirley M. Mueller. Allí indica que entre el 33 y el 40 por ciento de las personas colecciona algo. Según su investigación, áreas específicas del cerebro de los coleccionistas se iluminan cuando vislumbran objetos inusuales. Se estimulan áreas que se conectan con el centro de placer.
Bajo ese prisma parece haberse sumergido Elton John en esta otra pasión, que guardó en secreto por un tiempo, hasta que encontró en la exhibición de sus piezas otra arista para mostrar su mundo interior. Cuando se mudó a Atlanta comenzados los 90, imbuido de un reverdecer de sí mismo, con el espíritu renovado luego de un tratamiento que lo dejó limpio y convencido, conoció a Jane Jackson, fundadora de la galería que aún hoy lleva su nombre.
Ella la había abierto en 1990 con el objetivo de especializarse en fotografía y de guiar a coleccionistas emergentes y no tanto en la búsqueda de enriquecer o formar su patrimonio. Las cosas anduvieron tan bien entre ambos que para marzo de 2003 Jane vendió su galería y se convirtió en directora de la que se convertiría en la abrumadora colección de arte del cantante. Un patrimonio fotográfico de los más destacados del mundo.
Dejó ese puesto después de una década de trabajo. Para ello recomendó a Newell Harbin, entonces de 35 años, con experiencia en el MoMA, el Art Institute of Chicago y la casa de subastas Phillips de Pury. “Comencé a colaborar con la colección en 2010, cuando aún Jane era parte del equipo –relata en exclusiva–. Encontré en él un apetito voraz por la fotografía. Jane fue ayudándolo a encontrar los movimientos clave en este arte, conduciendo la pasión exquisita”.
Cuando Harbin quedó a cargo, siguió una tarea conjunta que incluye hoy a la pareja de Elton John, David Furnish (61 años), y que ha dado vida a una de las mayores colecciones privadas de fotografía del mundo con un patrimonio que supera las 7000 piezas.
Con un garbo un tanto inglés, aunque nacida en los Estados Unidos y radicada aún en Atlanta, su espigada figura fue una de las responsables de la puesta en acción de la compilación magistral de imágenes que cuenta con piezas de los reconocidos artistas Nan Goldin, David LaChapelle, Robert Mapplethorpe, Zanele Muholi, Helmut Newton, Cindy Sherman, Andy Warhol y Ai Weiwei.
Una de las anécdotas que recuerda en sus más de 14 años compartidos es la precisión con la que puede su jefe recordar cada uno de los detalles de sus fotografías, del mismo modo que si se tratara de uno de sus hijos. “Al poco tiempo de comenzar a trabajar con él –explica Harbin–, me equivoqué en una datación. El no solo lo notó, sino que me dio detalles de las condiciones en las que había adquirido esa imagen”.
Durante un largo tiempo, todo se había mantenido en secreto. En 1993, por ejemplo, el compositor compró una obra de Man Ray de 1932, Glass Tears, por 193.895 dólares, el valor más alto por una única fotografía en una subasta.
“Empezamos a trabajar en la idea de que tenerlas no era el único valor –continúa–, teníamos que empezar a mostrarlas”. Esa tarea implicó un trabajo interno de curaduría y de coordinación con diferentes centros de arte del mundo. La primera experiencia tuvo lugar en el High Museum of Art de Atlanta, en el 2000. La siguiente selección fue expuesta en la muestra The Radical Eye, en Tate Modern de Londres durante el invierno del norte, entre 2016 y 2017.
Su trabajo con Elton John se extiende ahora a una nueva exhibición de 300 fotografías en el museo Victoria & Alberto, en Londres (hasta el 5 de enero de 2025), y significa una especie de segundo capítulo de lo ya visto en Tate en el pasado. La nueva puesta se llama Fragile beauty.
Para la ocasión, el trío integrado por el músico, su pareja y la propia Harbin se unieron a Duncan Forbes, director del departamento de fotografía del museo, anterior director del Fotomuseum Winterthur (Suiza) y conservador principal de fotografía en las Galerías Nacionales de Escocia (Edimburgo).
Entre todos optaron por incluir 300 piezas que parten de 1950. Por la presentación de la exhibición, Forbes indicó que “se trata de la mayor exposición temporal de fotografías que haya organizado el V&A”. Mucho decir si se considera que el museo es el protector de la colección de fotografía del Reino Unido.
La belleza de un instante
El vínculo de Sir Elton con el V&A no es reciente. La fotografía ya los había vinculado en el pasado, cuando él aportó fondos para una retrospectiva de Horst P. Horst, el célebre fotógrafo alemán –reconocido por sus tomas de moda– que se realizó en 2014. También es uno de los benefactores de la ampliación del Centro de Fotografía del V&A con una donación que desde el museo califican de “significativa”.
“Este enorme despliegue de piezas propone una fuerza increíble sobre la fotografía contemporánea por su potente carácter, su diversidad, la multitud de matices y muy particularmente por el origen curioso de algunas impresiones, además de cierta singularidad”, califica Harbin.
Sus adjetivos sobre la exhibición se suceden en la charla. Revela un entusiasmo contagioso, y en cada párrafo incluye una curiosidad aliada a algunas de las piezas exhibidas, desde una pequeña imagen del tamaño de una postal de Diane Arbus con una nota de su puño y letra en el reverso, a una pieza que Furnish regaló a su pareja cuando cumplió 70 años.
“La selección intenta construir el relato de la historia de la fotografía moderna y contemporánea con piezas que van de William Eggleston a Diane Arbus; de Sally Mann a Carrie Mae Weems –sigue enumerando Harbin–. Hemos sumado algunas de las adquisiciones más recientes de la colección, como las obras de Tyler Mitchell, Trevor Paglen y An-My Lê. Pero, en contraste, incorporamos algunas de las más antiguas, como las tomas de moda de Horst P. Horst, Irving Penn y Herb Ritts”.
Elton John y David Furnish relataron en el comunicado de prensa vinculado con el lanzamiento de la muestra que, desde que prestaron por primera vez una selección de fotografías de Horst al Victoria & Alberto, en 2014, “la relación con el museo ha crecido significativamente. Fragile beauty lleva nuestra colaboración a nuevas alturas realmente emocionantes, mostrando algunos de los fotógrafos más queridos e imágenes icónicas de nuestra colección. Trabajar nuevamente juntos ha sido una experiencia memorable y esperamos compartir esta exposición con el público”.
Como coleccionista, la pareja ha construido con el tiempo una apreciación estratégica para sus operaciones, pero “no están detrás de una pieza de arte –afirma Harbin–. No hay acumulación de riqueza, esa es una consecuencia, les interesa una cierta belleza conmovedora. Una imagen que les cuenta algo de modo íntimo y personal. Por eso luego recuerdan los detalles de cada incorporación, como si se tratara de un acta de nacimiento”.
La directora de la colección asegura que tiene muchos desafíos que la invitan a salir a buscar fotografías a partir de descripciones orales que le provee Sir Elton. “Me convierto en una especie de detective. Esa construcción de sentido lo hace todo mucho más divertido”, aporta.
Forbes expresó en la inauguración: “Estamos encantados de trabajar juntos para presentar los aspectos más destacados de su colección: desde lo lúdico y sorprendente hasta lo contemplativo y reflexivo. Ya sea a través de la elegancia de la fotografía de moda, la creatividad de músicos e intérpretes, la exploración del deseo o el paso de la historia capturado por el fotoperiodismo, la fotografía revela algo importante sobre el mundo. Fragile beauty será un viaje verdaderamente épico a través de la historia reciente de la fotografía y una celebración de la pasión de Sir Elton John y David Furnish por este medio”.
Frágil, pero perenne
Este recorrido reúne 30 años de coleccionismo, que se inició con grabados modernistas. “Esta elección era una cuestión práctica –descubre Harbin–, porque por entonces Elton vivía en un departamento de dos ambientes y no había demasiado sitio en las paredes. Pero con el tiempo llegó a poseer hasta cinco en el mismo edificio, los que unió entre sí. En ese tiempo pudo empezar a incorporar piezas de mayor tamaño”.
El fondo de la colección no es un archivo estático, sino que periódicamente las casas donde habita la pareja renuevan el arte que exhiben, haciendo de las imágenes parte de su cotidianeidad.
La exhibición del V&A comenzó a gestarse en la cocina de John y Furnish de un modo muy personal y desde la pasión pura, sin intervención directa de asesores de arte. Se compone de ocho áreas que muestran el gusto y la visión única de la pareja. Las unidades de concepto se integran por la moda, el reportaje, las celebridades, el cuerpo masculino y la fotografía estadounidense. Los retratos de estrellas suman composiciones célebres de artistas como Aretha Franklin, Elizabeth Taylor, Los Beatles y Chet Baker.
Las imágenes con registro periodístico también se suman al recorrido, con tomas que dan cuenta de instantes históricos reveladores de persecución, resistencia o activismo. Así aparecen retratados del movimiento por los derechos civiles de los 60, expresiones por el HIV de los 80 y un reflejo de los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York.
Tres imágenes de Marilyn Monroe tomadas entre 1957 y 1962 son unas de las frutillas del postre. Entre ellas se encuentra la reconocible imagen de la actriz en sus primeras épocas, realizada por Richard Avedon en Nueva York, en 1957. La segunda es un retrato de Eve Arnold durante un repaso de sus líneas, en el set de The Misfits en 1960, y finalmente The last sitting, de Bert Stern, tomada en 1962, ofrece un instante pensativo de la actriz apenas dos meses antes de morir. Estas tres piezas se exhiben al público por primera vez.
Para los especialistas, la serie de Acción de Gracias, de Nan Goldin, es de lo más relevante de la muestra. Se trata de un grupo de 149 fotografías que muestra un registro del consumo de heroína. Se eligió para estas piezas un montaje de piso a techo que conmueve en su recorrido, otorgando al visitante cierta idea inmersiva.
“Esta adquisición es bastante personal para Elton –afirma Harbin–. Cuando se topó con ella se sintió identificado. Recuerdo que dijo ‘esta era mi vida. Un ciclo en búsqueda de la sobriedad’”.
Tres fotografías de David LaChapelle, incluido el retrato humorístico de Elton John con dos huevos sobre los ojos (con el título Elton John: Egg on his face, 1999); once imágenes del fotógrafo Robert Mapplethorpe, que van desde su naturaleza muerta –incluida Poppy (1988)– hasta el icónico autorretrato con cuernos tomado en 1985; Crying men (2004), de Sam Taylor-Johnson, que presenta algunos de los mayores talentos masculinos de Hollywood, incluidos Laurence Fishburne, Robin Williams y Daniel Craig en estados vulnerables de llanto y contemplación.
Además, retratos fotográficos de los hijos de John y Furnish, tomados por Adam Fuss; la imagen viral del fotógrafo de Associated Press, Julio Cortez, tomada en las protestas en Minneapolis tras el asesinato de George Floyd, en mayo de 2020, que muestra a un manifestante solitario portando una bandera estadounidense al revés junto a un edificio en llamas.
También el retrato inquebrantable de Peter Hujar, Candy darling in her deathbed (1974), que representa a la actriz transgénero estadounidense Candy (una superestrella de Andy Warhol y musa de The Velvet Underground) en su cama de hospital; Fire Island Pines, 1975-1983, de Tom Bianchi, una serie de fotografías que celebra la alegría gay en épocas en la que la homosexualidad todavía era ilegal en todos los Estados Unidos y capturan los días felices del complejo con fotografías de torsos bronceados junto a la piscina.
Pero la búsqueda continua. “Una de las prácticas habituales hoy es la de revisar los periódicos –sigue Harbin–. De vez en cuando Elton encuentra alguna idea irónica plasmada en una imagen y rápidamente pasa a formar parte de la colección. Nada aquí es aburrido. Es sorprendente lo que podés llegar a ver en su sala”.
En Londres se exponen 300 imágenes que el músico reunió para mostrar la vulnerabilidad de la condición humana LA NACION