Tenista y modelo: Stefano Di Aloy, el hijo de Yuyito González, habla de la relación con su madre y cómo se lleva con Milei
Cuando era chico, Stefano Di Aloy (27), hijo de Amalia “Yuyito” González y César Di Aloy, encontró en el tenis una forma de pasar más tiempo con su padre (conocido entrenador de ese deporte) y de escapar de la exposición mediática de su madre que tanto lo incomodaba. Enseguida, ese refugio se convirtió en su pasión y su estilo de vida, y le permitió conseguir una beca deportiva para estudiar en Estados Unidos. Así, “Toto” –como lo llaman sus íntimos– formó parte del equipo de Georgia Southern University (se graduó en Psicología) y de Indiana Wesleyan University, donde hizo una Maestría en Administración de Negocios. También trabajó como entrenador del equipo universitario de mujeres en Northwestern State, en Louisana, hasta que, a mediados de este año, decidió que era momento de volver a la Argentina y comenzar a escribir un nuevo capítulo de su vida.
–¿Cómo fue crecer con una madre famosa?
–Para mí era un poco raro que la gente le pidiera fotos o autógrafos en la calle. Yo siempre sentía la necesidad de llevar la atención de mi mamá hacia mí, la abrazaba, le pedía mimos, como que competía constantemente con la atención de la gente. Ella siempre me daba esa atención, en casa era totalmente compañera, atenta y dispuesta a brindarnos todo a mí y a mis hermanas [su melliza, Brenda Di Aloy, y la mayor, Bárbara Coppola].
–¿En el colegio te hacían comentarios sobre ella?
–Sí, pero nunca fui reaccionario a nivel de confrontar, sino más bien me escapaba de la situación y lo vivía en silencio. En la adolescencia, tratándolo con un terapeuta me animé a hablar de esas cosas y me liberó bastante. Fue también lo que me llevó a estudiar Psicología, necesitaba comprenderme a mí mismo.
–¿El tenis fue tu refugio en ese contexto?
–Mi papá siempre fue un apasionado del tenis. Él trabajaba muchas horas y, como yo vivía con mi mamá [César y Yuyito se separaron cuando Stefano tenía 3 años], pasábamos poco tiempo juntos. La forma que encontré de conectar con él era venir al club a jugar al tenis. De a poco le fui tomando el gustito y empecé a demostrar ciertas habilidades y a viajar a los torneos con él. El tenis me permitió enfocarme más en mí y en lo que me generaba satisfacción.
–Y de grande te permitió continuar con tu formación en Estados Unidos.
–Cuando terminé el colegio tenía dos opciones: estudiar o dedicarme full time al tenis con la incertidumbre de no saber si iba a poder desarrollar mi carrera profesional por un tema económico. Me decidí por lo primero, hice el CBC en la UBA y después de rendir algunas materias de Derecho conseguí una beca deportiva para estudiar en Estados Unidos. En total habré estado siete años allá y me generó muchísima satisfacción porque sentí que todo el esfuerzo y la dedicación que le metí al tenis durante tanto tiempo se pagó con mis estudios. Incluso tuve la oportunidad de recorrer Europa con el dinero que había ahorrado.
–¿Cómo fue estar lejos de los tuyos todos esos años?
–Adaptarse lleva tiempo, pero me independicé y conocí gente de todo el mundo. Eso te saca de tu zona de confort y te da muchas herramientas, te abre la cabeza y te hace más tolerante para entender otros puntos de vista y formas de vida. Pero también te hace sentir un poco desarraigado de tu cultura, tu idioma, tu hogar… Llega un momento en el que las videollamadas no son suficiente, me faltaba mi mamá o los gestos cómplices con mi hermana melliza. Estuve en muchos lugares todos estos años y nunca me hallé como en mi casa de Buenos Aires.
–¿Eso te hizo volver?
–Sí, todo eso me pesó más que la comodidad económica que podía tener en Estados Unidos. Quería dejar la vida nómade que llevaba y asentarme, sentirme parte de un lugar. Además, para residir legalmente necesitaba tramitar la Green Card y tenía que tomar el compromiso de trabajar tres años en un lugar, pero no tenía tan claro si eso era lo que quería hacer. Ese combo me hizo volver a la Argentina para tratar de tener un trabajo que me satisfaga y pasar tiempo de calidad con mi familia.
–¿Ahora qué estás haciendo?
–Estoy incursionando en el modelaje. Ya tuve mis primeros dos desfiles y voy a tener otro el sábado 9 para Graciela Ruiz Díaz. Siempre me atrajo el mundo de la moda. Siempre estuve atento a cómo se vestían y cambiaban su peinado David Beckham, Rafael Nadal, Gastón Gaudio y Pico Mónaco.
–¿Cómo vivís la nueva faceta de tu mamá en la televisión?
–Como hijo, me da más comodidad que mi mamá haya cambiado su perfil artístico, de ser una vedette y exponer su cuerpo a ser conductora y entrevistar. Lo que está haciendo ahora le permite mostrar su lado más emocional y profundo, que siempre me atrajo de ella porque era lo que vivía en mi casa, y no tanto lo estético y superficial.
–¿Estás viviendo con ella?
–Sí, por ahora sí. La idea es irme a vivir sólo cuando tenga un trabajo estable.
–Tal vez tu mamá se instala en la Quinta de Olivos junto a Javier Milei, su pareja, y te deja la casa…
–Exacto, puede ser. [Se ríe]. Estamos en una etapa de cambios, no sé bien qué va a hacer, pero ella siempre me recibe con los brazos abiertos. Si bien cada uno hace su vida, cuando estamos juntos en casa salen charlas buenísimas, algo que no pudimos hacer durante todos los años que estuve afuera. Por eso no me urge irme a vivir solo, estoy disfrutando de este tiempo con ella.
–¿Cómo es tu relación con el Presidente?
–Las charlas que tengo con él son normales. Hablamos mucho de actualidad, de música [a los dos les gusta Elvis Preysler y los Rolling Stones] y de la vida cotidiana. Admiro a Javier desde antes de que sea pareja de mi madre, es como un héroe para mí. Cuando lo conocí, lo miraba con ojos de admiración, pensaba en que estaba viendo al tipo que me cambió el chip y me hizo creer que puedo apostar por mi país y formar mi familia cerca de mis seres queridos. Algo que me llamó mucho la atención de él es que es un tipo honesto, te mira a los ojos y sabés que te dice lo que siente de corazón.
–¿Te involucrarías en política?
–La política no es algo con lo que hoy me sienta identificado.
–¿Encontraste el amor en tu vuelta al país?
–Llegué hace cuatro meses y hace dos que estoy conociendo a alguien. Estamos muy bien, ella es de Bahía Blanca, pero está viviendo en Capital, es arquitecta, le gusta jugar al tenis y es muy familiera como yo, eso me importa mucho.
Agradecimientos: Asociación de Deportes Racionales y Giorgio Redaelli
Cuando era chico, Stefano Di Aloy (27), hijo de Amalia “Yuyito” González y César Di Aloy, encontró en el tenis una forma de pasar más tiempo con su padre (conocido entrenador de ese deporte) y de escapar de la exposición mediática de su madre que tanto lo incomodaba. Enseguida, ese refugio se convirtió en su pasión y su estilo de vida, y le permitió conseguir una beca deportiva para estudiar en Estados Unidos. Así, “Toto” –como lo llaman sus íntimos– formó parte del equipo de Georgia Southern University (se graduó en Psicología) y de Indiana Wesleyan University, donde hizo una Maestría en Administración de Negocios. También trabajó como entrenador del equipo universitario de mujeres en Northwestern State, en Louisana, hasta que, a mediados de este año, decidió que era momento de volver a la Argentina y comenzar a escribir un nuevo capítulo de su vida.
–¿Cómo fue crecer con una madre famosa?
–Para mí era un poco raro que la gente le pidiera fotos o autógrafos en la calle. Yo siempre sentía la necesidad de llevar la atención de mi mamá hacia mí, la abrazaba, le pedía mimos, como que competía constantemente con la atención de la gente. Ella siempre me daba esa atención, en casa era totalmente compañera, atenta y dispuesta a brindarnos todo a mí y a mis hermanas [su melliza, Brenda Di Aloy, y la mayor, Bárbara Coppola].
–¿En el colegio te hacían comentarios sobre ella?
–Sí, pero nunca fui reaccionario a nivel de confrontar, sino más bien me escapaba de la situación y lo vivía en silencio. En la adolescencia, tratándolo con un terapeuta me animé a hablar de esas cosas y me liberó bastante. Fue también lo que me llevó a estudiar Psicología, necesitaba comprenderme a mí mismo.
–¿El tenis fue tu refugio en ese contexto?
–Mi papá siempre fue un apasionado del tenis. Él trabajaba muchas horas y, como yo vivía con mi mamá [César y Yuyito se separaron cuando Stefano tenía 3 años], pasábamos poco tiempo juntos. La forma que encontré de conectar con él era venir al club a jugar al tenis. De a poco le fui tomando el gustito y empecé a demostrar ciertas habilidades y a viajar a los torneos con él. El tenis me permitió enfocarme más en mí y en lo que me generaba satisfacción.
–Y de grande te permitió continuar con tu formación en Estados Unidos.
–Cuando terminé el colegio tenía dos opciones: estudiar o dedicarme full time al tenis con la incertidumbre de no saber si iba a poder desarrollar mi carrera profesional por un tema económico. Me decidí por lo primero, hice el CBC en la UBA y después de rendir algunas materias de Derecho conseguí una beca deportiva para estudiar en Estados Unidos. En total habré estado siete años allá y me generó muchísima satisfacción porque sentí que todo el esfuerzo y la dedicación que le metí al tenis durante tanto tiempo se pagó con mis estudios. Incluso tuve la oportunidad de recorrer Europa con el dinero que había ahorrado.
–¿Cómo fue estar lejos de los tuyos todos esos años?
–Adaptarse lleva tiempo, pero me independicé y conocí gente de todo el mundo. Eso te saca de tu zona de confort y te da muchas herramientas, te abre la cabeza y te hace más tolerante para entender otros puntos de vista y formas de vida. Pero también te hace sentir un poco desarraigado de tu cultura, tu idioma, tu hogar… Llega un momento en el que las videollamadas no son suficiente, me faltaba mi mamá o los gestos cómplices con mi hermana melliza. Estuve en muchos lugares todos estos años y nunca me hallé como en mi casa de Buenos Aires.
–¿Eso te hizo volver?
–Sí, todo eso me pesó más que la comodidad económica que podía tener en Estados Unidos. Quería dejar la vida nómade que llevaba y asentarme, sentirme parte de un lugar. Además, para residir legalmente necesitaba tramitar la Green Card y tenía que tomar el compromiso de trabajar tres años en un lugar, pero no tenía tan claro si eso era lo que quería hacer. Ese combo me hizo volver a la Argentina para tratar de tener un trabajo que me satisfaga y pasar tiempo de calidad con mi familia.
–¿Ahora qué estás haciendo?
–Estoy incursionando en el modelaje. Ya tuve mis primeros dos desfiles y voy a tener otro el sábado 9 para Graciela Ruiz Díaz. Siempre me atrajo el mundo de la moda. Siempre estuve atento a cómo se vestían y cambiaban su peinado David Beckham, Rafael Nadal, Gastón Gaudio y Pico Mónaco.
–¿Cómo vivís la nueva faceta de tu mamá en la televisión?
–Como hijo, me da más comodidad que mi mamá haya cambiado su perfil artístico, de ser una vedette y exponer su cuerpo a ser conductora y entrevistar. Lo que está haciendo ahora le permite mostrar su lado más emocional y profundo, que siempre me atrajo de ella porque era lo que vivía en mi casa, y no tanto lo estético y superficial.
–¿Estás viviendo con ella?
–Sí, por ahora sí. La idea es irme a vivir sólo cuando tenga un trabajo estable.
–Tal vez tu mamá se instala en la Quinta de Olivos junto a Javier Milei, su pareja, y te deja la casa…
–Exacto, puede ser. [Se ríe]. Estamos en una etapa de cambios, no sé bien qué va a hacer, pero ella siempre me recibe con los brazos abiertos. Si bien cada uno hace su vida, cuando estamos juntos en casa salen charlas buenísimas, algo que no pudimos hacer durante todos los años que estuve afuera. Por eso no me urge irme a vivir solo, estoy disfrutando de este tiempo con ella.
–¿Cómo es tu relación con el Presidente?
–Las charlas que tengo con él son normales. Hablamos mucho de actualidad, de música [a los dos les gusta Elvis Preysler y los Rolling Stones] y de la vida cotidiana. Admiro a Javier desde antes de que sea pareja de mi madre, es como un héroe para mí. Cuando lo conocí, lo miraba con ojos de admiración, pensaba en que estaba viendo al tipo que me cambió el chip y me hizo creer que puedo apostar por mi país y formar mi familia cerca de mis seres queridos. Algo que me llamó mucho la atención de él es que es un tipo honesto, te mira a los ojos y sabés que te dice lo que siente de corazón.
–¿Te involucrarías en política?
–La política no es algo con lo que hoy me sienta identificado.
–¿Encontraste el amor en tu vuelta al país?
–Llegué hace cuatro meses y hace dos que estoy conociendo a alguien. Estamos muy bien, ella es de Bahía Blanca, pero está viviendo en Capital, es arquitecta, le gusta jugar al tenis y es muy familiera como yo, eso me importa mucho.
Agradecimientos: Asociación de Deportes Racionales y Giorgio Redaelli
Después de estudiar y trabajar durante siete años en Estados Unidos, volvió a la Argentina y habla, en esta nota, de la relación con su famosa madre, su pasión por el tenis y su incipiente carrera de modelo LA NACION