Creamfields 2024: el regreso de un clásico a la escena electrónica porteña
Luces de colores, una puesta en escena ambiciosa, abanicos como tendencia y miles de personas de distintas generaciones con afán de beats acelerados. Tras nueve años de ausencia en el país, Creamfields, el festival de música electrónica de fama internacional, volvió a desembarcar en Buenos Aires para hacer vibrar a los fanáticos locales.
El regreso del festival se dio cita en el Parque de la Ciudad y en esta ocasión contó con un horario más diurno que el habitual (de 13 a 1 de la madrugada). El line up internacional muestra una veintena de presentaciones (entre DJ y bandas emblemáticas del género) y la programación incluye a los exponentes locales de la electrónica, pero también a bandas nacionales como los platenses en ascenso Peces Raros, programados en la primera jornada, del sábado 16 de noviembre. Según la organización, esta primera fecha de Creamfields convocó a unos 35.000 asistentes, dispuestos a entregarse a cada uno de los rituales de esta fiesta ineludible.
El predio contó con cuatro escenarios donde, tal como estaba previsto, desplegaron su destreza figuras como el Dj sueco Alesso, Steve Aoki, Fisher, Paco Osuna y Marcel Dettmann. Además, la jornada se enriqueció con sets de Kölsch, Franky Wah, Laolu, Amémé, Onyvaa y Melanie Ribbe, así como con las actuaciones de DJ locales como Bad Boy Orange, Diego Ro K, Mariano Trocca, Balam, Elio Riso, Miguel Silver, y Sol Porro.
“Participé en casi todas las ediciones de Creamfields en Buenos Aires, y cada una ha sido una experiencia inolvidable”, contaba a LA NACIÓN Bad Boy Orange, el DJ argentino que años atrás hasta ha ofrecido sus sets de música montado a una bicicleta.
“Me siento parte de su historia, y siempre la vivo con entusiasmo y gratitud, porque es un festival que trasciende generaciones y estilos. El regreso de Creamfields a nuestra ciudad es una celebración de la música electrónica en todas sus formas, y me emociona que sigamos construyendo este espacio donde todos los géneros conviven, incluido el drum and bass, que represento con orgullo y pasión desde hace más de 20 años. Es un momento para celebrar y disfrutar al máximo”, reflexionó el Dj en diálogo con este medio.
Creamfields es toda una experiencia, no solo musical, sino también estética y lúdica. Calzado cómodo, sombreros excéntricos, gafas oscuras, abanicos y celulares siempre a mano para selfiear. La locación mantuvo un sello personal: la escenografía es la de un parque de diversiones abandonado que le aportó un aura oscura y excéntrica a la velada. El elemento más impactante de la noche no vino de la mano de las pantallas de colores ni de la puesta de luces de jardín electrónico: lo marcó una gigante luna llena amarilla que acompañó el regreso del festival desde el cielo.
Una de las apuestas locales más esperadas estuvo de la mano de Peces Raros que con un estilo muy propio logró marcar tendencia en el line up. “Que podamos mostrar el proyecto en un contexto de música electrónica es para nosotros una oportunidad muy grande. Sentimos que hay mucha conexión con la audiencia y que cada vez hay más apertura a recibir proyectos en donde la electrónica juega con sus límites. Creamfields era una cita pendiente con Buenos Aires antes de nuestra presentación de Artificial el 21 de diciembre en Obras”, comentó, orgullosa, la banda en diálogo con LA NACIÓN.
Caído el sol, el DJ y productor global Steve Aoki desplegó todo su carisma en el escenario principal con su enérgico electro-house y sus siempre esperados lanzamientos de tortas. A medida que la noche avanzaba, comenzó a notarse la mixtura de los clásicos de siempre y los nuevos que viven una Creamfields por primera vez.
Los shows de Fisher y de Paco Osuna elevaron la vara de la jornada fusionando tecnología, arte y una atmósfera única que supo conquistar a los fanáticos. El cierre de la primera fecha estuvo a cargo de la estrella internacional de la noche, el Dj Alesso que desplegó su set con audacia y convirtió al final de la velada en una verdadera celebración.
La pretensión de resguardar la seguridad y un ambiente libre de conflictos a lo largo de la jornada fue notorio. Si bien Creamfields buscó adaptarse a la modalidad de festival diurno que prima en la actualidad, es evidente que su público prefiere la nocturnidad. Las puertas del predio se abrieron a las 13, pero el mayor caudal de espectadores se acercó al festival recién alrededor de las 20. La mayoría de los asistentes no estaban acostumbrados al nuevo horario; sobre todo la gente que “consumió” el festival en ediciones anteriores. “El negocio lo van a hacer los after”, fue el comentario que más resonó entre distintos grupos de amigos, que en su mayoría rondaban los 40 años, y que definieron a la nueva propuesta horaria más como una previa que como la fiesta en sí misma.
Los estigmas latentes de estos nueve años de ausencia, después de la tragedia en la fiesta electrónica de Time Wrap (donde murieron 5 personas y decenas debieron ser hospitalizadas) afinaron los cuidados. “Si tenés dudas sobre el efecto de las drogas o el alcohol acércate a un puesto sanitario”, advertía una voz grabada desde el altoparlante, que además se encargó de subrayar la presencia de 14 puestos de hidratación, 7 ambulancias, socorristas y presencia policial en el evento.
A lo largo de la jornada fueron notorios los reparos con la prensa y con las fotos (no hay fotógrafos acreditados fuera de la producción del evento). En el regreso del festival, después de casi una década de ausencia, lo que primó fue la búsqueda de una nueva narrativa que le devuelva a Creamfields más de su diversión y menos de sus sinsabores.
Un festival con historia
El festival nació en 1998 en Winchester, Reino Unido y en noviembre de 2001 desembarcó en Buenos Aires como plataforma de lanzamiento para América Latina. En aquella ocasión asistieron al hipódromo de San Isidro 18.000 personas que quedaron completamente deslumbradas por la propuesta. Al año siguiente, la segunda edición convocó a 24.000, que se dieron cita, en esa oportunidad, en un predio de Puerto Madero. Incluso los fanáticos locales le otorgaron al festival un récord de público mundial en 2005 (ni España, ni Irlanda, ni Rusia, ni Brasil, ni siquiera Inglaterra, su casa matriz, pudieron vencer la marca argentina ese año).
Durante las ediciones pasadas de Creamfields Argentina se presentaron centenares de DJ y los productores más importantes del mundo, así como nuevos exponentes de la escena electrónica. Calvin Harris, David Guetta, Martin Garrix, Deadmau5, Carl Cox, Sasha & John Digweed, Above & Beyond, Paul Kalkbrenner, Sven Väth, Richie Hawtin, Jamie Jones, Alesso y Tiësto, entre otros, además de LCD Soundsystem, Faithless, Underworld, The Chemical Brothers, Groove Armada, The Prodigy, Tale Of Us, Solumun, The Martinez Brothers y Luciano, entre muchísimos más.
Luces de colores, una puesta en escena ambiciosa, abanicos como tendencia y miles de personas de distintas generaciones con afán de beats acelerados. Tras nueve años de ausencia en el país, Creamfields, el festival de música electrónica de fama internacional, volvió a desembarcar en Buenos Aires para hacer vibrar a los fanáticos locales.
El regreso del festival se dio cita en el Parque de la Ciudad y en esta ocasión contó con un horario más diurno que el habitual (de 13 a 1 de la madrugada). El line up internacional muestra una veintena de presentaciones (entre DJ y bandas emblemáticas del género) y la programación incluye a los exponentes locales de la electrónica, pero también a bandas nacionales como los platenses en ascenso Peces Raros, programados en la primera jornada, del sábado 16 de noviembre. Según la organización, esta primera fecha de Creamfields convocó a unos 35.000 asistentes, dispuestos a entregarse a cada uno de los rituales de esta fiesta ineludible.
El predio contó con cuatro escenarios donde, tal como estaba previsto, desplegaron su destreza figuras como el Dj sueco Alesso, Steve Aoki, Fisher, Paco Osuna y Marcel Dettmann. Además, la jornada se enriqueció con sets de Kölsch, Franky Wah, Laolu, Amémé, Onyvaa y Melanie Ribbe, así como con las actuaciones de DJ locales como Bad Boy Orange, Diego Ro K, Mariano Trocca, Balam, Elio Riso, Miguel Silver, y Sol Porro.
“Participé en casi todas las ediciones de Creamfields en Buenos Aires, y cada una ha sido una experiencia inolvidable”, contaba a LA NACIÓN Bad Boy Orange, el DJ argentino que años atrás hasta ha ofrecido sus sets de música montado a una bicicleta.
“Me siento parte de su historia, y siempre la vivo con entusiasmo y gratitud, porque es un festival que trasciende generaciones y estilos. El regreso de Creamfields a nuestra ciudad es una celebración de la música electrónica en todas sus formas, y me emociona que sigamos construyendo este espacio donde todos los géneros conviven, incluido el drum and bass, que represento con orgullo y pasión desde hace más de 20 años. Es un momento para celebrar y disfrutar al máximo”, reflexionó el Dj en diálogo con este medio.
Creamfields es toda una experiencia, no solo musical, sino también estética y lúdica. Calzado cómodo, sombreros excéntricos, gafas oscuras, abanicos y celulares siempre a mano para selfiear. La locación mantuvo un sello personal: la escenografía es la de un parque de diversiones abandonado que le aportó un aura oscura y excéntrica a la velada. El elemento más impactante de la noche no vino de la mano de las pantallas de colores ni de la puesta de luces de jardín electrónico: lo marcó una gigante luna llena amarilla que acompañó el regreso del festival desde el cielo.
Una de las apuestas locales más esperadas estuvo de la mano de Peces Raros que con un estilo muy propio logró marcar tendencia en el line up. “Que podamos mostrar el proyecto en un contexto de música electrónica es para nosotros una oportunidad muy grande. Sentimos que hay mucha conexión con la audiencia y que cada vez hay más apertura a recibir proyectos en donde la electrónica juega con sus límites. Creamfields era una cita pendiente con Buenos Aires antes de nuestra presentación de Artificial el 21 de diciembre en Obras”, comentó, orgullosa, la banda en diálogo con LA NACIÓN.
Caído el sol, el DJ y productor global Steve Aoki desplegó todo su carisma en el escenario principal con su enérgico electro-house y sus siempre esperados lanzamientos de tortas. A medida que la noche avanzaba, comenzó a notarse la mixtura de los clásicos de siempre y los nuevos que viven una Creamfields por primera vez.
Los shows de Fisher y de Paco Osuna elevaron la vara de la jornada fusionando tecnología, arte y una atmósfera única que supo conquistar a los fanáticos. El cierre de la primera fecha estuvo a cargo de la estrella internacional de la noche, el Dj Alesso que desplegó su set con audacia y convirtió al final de la velada en una verdadera celebración.
La pretensión de resguardar la seguridad y un ambiente libre de conflictos a lo largo de la jornada fue notorio. Si bien Creamfields buscó adaptarse a la modalidad de festival diurno que prima en la actualidad, es evidente que su público prefiere la nocturnidad. Las puertas del predio se abrieron a las 13, pero el mayor caudal de espectadores se acercó al festival recién alrededor de las 20. La mayoría de los asistentes no estaban acostumbrados al nuevo horario; sobre todo la gente que “consumió” el festival en ediciones anteriores. “El negocio lo van a hacer los after”, fue el comentario que más resonó entre distintos grupos de amigos, que en su mayoría rondaban los 40 años, y que definieron a la nueva propuesta horaria más como una previa que como la fiesta en sí misma.
Los estigmas latentes de estos nueve años de ausencia, después de la tragedia en la fiesta electrónica de Time Wrap (donde murieron 5 personas y decenas debieron ser hospitalizadas) afinaron los cuidados. “Si tenés dudas sobre el efecto de las drogas o el alcohol acércate a un puesto sanitario”, advertía una voz grabada desde el altoparlante, que además se encargó de subrayar la presencia de 14 puestos de hidratación, 7 ambulancias, socorristas y presencia policial en el evento.
A lo largo de la jornada fueron notorios los reparos con la prensa y con las fotos (no hay fotógrafos acreditados fuera de la producción del evento). En el regreso del festival, después de casi una década de ausencia, lo que primó fue la búsqueda de una nueva narrativa que le devuelva a Creamfields más de su diversión y menos de sus sinsabores.
Un festival con historia
El festival nació en 1998 en Winchester, Reino Unido y en noviembre de 2001 desembarcó en Buenos Aires como plataforma de lanzamiento para América Latina. En aquella ocasión asistieron al hipódromo de San Isidro 18.000 personas que quedaron completamente deslumbradas por la propuesta. Al año siguiente, la segunda edición convocó a 24.000, que se dieron cita, en esa oportunidad, en un predio de Puerto Madero. Incluso los fanáticos locales le otorgaron al festival un récord de público mundial en 2005 (ni España, ni Irlanda, ni Rusia, ni Brasil, ni siquiera Inglaterra, su casa matriz, pudieron vencer la marca argentina ese año).
Durante las ediciones pasadas de Creamfields Argentina se presentaron centenares de DJ y los productores más importantes del mundo, así como nuevos exponentes de la escena electrónica. Calvin Harris, David Guetta, Martin Garrix, Deadmau5, Carl Cox, Sasha & John Digweed, Above & Beyond, Paul Kalkbrenner, Sven Väth, Richie Hawtin, Jamie Jones, Alesso y Tiësto, entre otros, además de LCD Soundsystem, Faithless, Underworld, The Chemical Brothers, Groove Armada, The Prodigy, Tale Of Us, Solumun, The Martinez Brothers y Luciano, entre muchísimos más.
La primera fecha del festival se celebró en el Parque de la Ciudad; el lineup combinó artistas internacionales con propuestas locales, sonidos innovadores y talentos emergentes LA NACION