El Congreso, un espejo que adelanta
Fragmentación política, atomización partidaria, intereses particulares cruzados y realidades locales disímiles han hecho del Congreso de la Nación, durante todo 2024, un ámbito de negociación constante, de incertidumbre permanente y de sorpresas reiteradas.
La última semana de sesiones ordinarias del primero año del mandato de Javier Milei, que acaba de finalizar, confirma este mapa de fronteras difusas, donde habitan minorías intensas con liderazgos en crisis o sin terminar de asentarse y se desarrollan (o negocian) acuerdos subterráneos. Salvo excepciones, no hay patrones de conducta estables ni enrolamientos definitivos. Caso por caso, paso a paso y según quiénes es la dinámica que se impone.
Un horizonte similar se proyecta para los procesos, armados y resultados electorales del año próximo. No solo los comicios provinciales y municipales prometen ofrecer una enorme heterogeneidad, potenciada por las construcciones y alianzas políticas locales, por los sistemas electorales diferenciados y por el desdoblamiento o adelantamiento de elecciones en muchos estados subnacionales.
Otro tanto ocurrirá en el plano nacional: la elección de senadores y diputados es muy factible que termine componiendo un patchwork de retazos, aun cuando al final pueda tener un color dominante, que probablemente sea violeta si la foto de hoy lograra transformarse en la película por estrenarse dentro de un año.
Sobre ese escenario opera con herramientas diversas el oficialismo y, a juzgar por los resultados, con más éxitos que los pronosticados o esperados, aunque con bastantes menos éxitos que los deseados, apuntalado por sus logros macroeconómicos y sostenido por un mayoritario apoyo (o tolerancia) social.
A eso se suma como soporte la asistencia invalorable de los demás espacios políticos que, atravesados por sus propias debilidades, miserias, conveniencias y estado de confusión, pueden pasar de aliados a adversarios, de opositores acérrimos a convenientes compinches (o cómplices) y de colaboradores a traicionados, según el día, el contexto, el proyecto de ley o las promesas que reciban. Pragmatismo sin límites.
El cierre del Senado con una semana de anticipación, impulsado por el Gobierno por desconfianza y para evitar sorpresas propias y ajenas, es el ejemplo más elocuente de un manejo discrecional, en función de preservar (con la asistencia ajena) poder propio y para que a otros no se les termine de licuar el que aún retienen, de no quedar expuestos a más contingencias o de perder soportes clave para seguir. Libertarios, kirchneristas, peronistas no cristinistas, macristas, radicales y provinciales han sido partícipes de ese baile de parejas intercambiables.
El cierre anticipado del Senado podría ser el prolegómeno de una parálisis legislativa mucho más extensa, si el Presidente decide, finalmente, no llamar a sesiones extraordinarias, sobre lo cual prefiere mantener la incógnita, hasta asegurarse que logrará lo que pretende y tener garantías de que no sufrirá contratiempos, aunque en esta circunstancia el Congreso solo podría tratar los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo.
“Nosotros vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que el año próximo haya muy poca actividad parlamentaria”, admitió una de las personas que más escucha Milei y suele actuar en su nombre, con su respaldo.
El Senado tiene su réplica, con matices (como siempre) en la Cámara de Diputados, donde ayer quedó sin tratarse el proyecto de “ficha limpia”. Una iniciativa impulsada por la mayoría de la hoy implosionada la alianza cambiemita, con la que se pretendía atenuar el halo de impunidad que rodea a la dirigencia política, al impedir la postulación de un candidato con una condena confirmada en segunda instancia.
Un acuerdo tácito (y no tanto) entre libertarios y kirchneristas terminó por hacer naufragar la iniciativa de los excambiemitas, que, de todas maneras, tampoco tuvieron la dotación completa, ya que hubo varios ausentes (con excusas endebles) que, si bien no hubieran cambiado el resultado final, sí muestran la falta de coincidencias básicas internas, hasta en cuestiones que se suponían o se pretenden presentar como de principios.
El rechazo del kirchnerismo estaba anunciado, porque para este espacio la iniciativa tenía nombre y apellido y no es el de sus autores sino el de Cristina Kirchner, más aún después de la reciente confirmación de su condena por parte de la Cámara de Casación en la causa por corrupción conocida como Vialidad. A pesar de que algunos juristas cercanos a la expresidenta habían argumentado que no podría aplicarse en su caso. Una cosa es declararse autoproscripta y otra, bastante distinta, es correr el riesgo de ser proscripta legalmente. La victimización siempre es más rentable.
Los libertarios quedaron expuestos a lo que su líder le gusta llamar el “principio de revelación”. La reticencia a apoyar un proyecto que parecía estar en línea con su declamada misión de depurar la dirigencia política venía siendo anunciada desde la Casa Rosada, como lo explicitó hace unos días en una entrevista el jefe de Gabinete, Guillermo Francos.
Sin embargo, la decisión de no dar el apoyo a la iniciativa de “ficha limpia” fue finalmente anticipada en las redes por los principales comunicadores libertarios y publicitada luego (en una notable inversión de roles) por los máximos funcionarios en sus cuentas. Como suele suceder con muchas acciones del Gobierno, entre las que se incluyen despidos de altos funcionarios y anuncios de medidas políticas y económicas.
También, como ya es costumbre, no importó que se usaran argumentos falaces, como el que decía que con “ficha limpia” Donald Trump no podría haber sido elegido presidente hace tres semanas, cuando el magnate amigo de Javier Milei no tenía condenas confirmadas.
Más singular fue la argumentación conjetural y preventiva para no votar el proyecto bajo la hipótesis de que algún día esa ley podría ser utilizada contra su líder. Esa presunción incluiría una enorme conjura de magistrados, que los antecedentes (cronológicos y factuales) no avalan salvo para los seguidores de Cristina Kirchner, quienes defienden su inocencia y la consideran víctima del “lawfare”. Sin embargo, el propio Presidente y sus seguidores celebraron como un acto de Justicia la ratificación de la condena contra la expresidenta, a la que acaban de ayudar. Divididos y revueltos.
Jaque kirchnerista
Nada es lineal sino que cada situación suele avanzar por carriles paralelos, que algunas veces convergen, otros terminan en callejones sin salida y otros pasan por cabinas de peaje subterráneas. Es lo que ocurre en el largometraje de los acuerdos inconclusos para que Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla integren la Corte Suprema.
Con maestría en el manejo de las piezas negras, el kirchnerismo avanzó un casillero importante en ese ajedrez y le cantó jaque a la estrategia presidencial para que se apruebe a los dos postulantes o a ninguno, al darle el voto que le faltaba en la Comisión de Acuerdos el archicuestionado juez federal, pero sigue dejando lejos al catedrático conservador, al que resiste por declamadas cuestiones de principios (ideológicos, en este caso).
Ni siquiera terminan de desanudar del todo esa madeja los buenos y muy activos oficios de los (ex)socios de la consultora Move (el supergurú Santiago Caputo, el funcionario de YPF Guillermo Garat y el estratega Rodrigo Lugones, hijo del ministro de Salud), que tienen poderosos vínculos en tres de las cuatro principales fuerzas políticas nacionales, a las que asesoraron en la última campaña presidencial.
El perokirchnerismo tiene varios posdoctorados en negociaciones políticas, como para entregarse sin garantías y beneficios concretos a una fuerza bisoña, que se ha caracterizado hasta ahora más por su plasticidad que por la consistencia y el cumplimiento de acuerdos. De eso se jactan y lo disfrutan los allegados a “la jefa”. Como lo hizo el titular de la bancada de senadores, José Mayans (el tiburón del Pilcomayo), al entregarle a Francos la carta de rechazo al intento de designar por decreto a Lijo y García-Mansilla. La institucionalidad, primero. Faltaba más.
A su vez, el fracaso del proyecto de “ficha limpia” volvió a abrir otra grieta entre el oficialismo y la cooperativa de dadores voluntarios de gobernabilidad, conocida como Pro, espacio que, al mismo tiempo, sufre por la falta de gratitud que muestra el oficialismo con el proyecto de presupuesto 2025. Un asunto en el que hasta ahora Milei sigue sin atender los reclamos de los gobernadores amarillos y no les da siquiera señales de atenderlos. A pesar de que el tiempo apremia y el presidente de esa organización, Mauricio Macri, ya da muestras de perder la paciencia por no encontrar la salida del laberinto en el que se encuentra (o en el que hizo mucho para que Milei lo metiera).
Ambos hechos propician fuertes discusiones internas en el macrismo, donde conviven cada vez más dificultosamente pragmáticos y principistas, cuyos vínculos han entrado en estado de ebullición. El jefe del bloque de diputados de Pro, Cristian Ritondo, líder de los hiperrealistas, hace equilibrios simultáneos para que no se le rompa la bancada, para mantener la relación privilegiada que ató con Caputo (el asesor) y contener la ansiedad de Macri.
El malestar que había ayer en el bloque, tanto por la “traición” mileísta como por las ausencias propias, hacía irrespirable el espacio. Solo el miedo concreto a un desastre mayor frenó las presiones para expulsar a los diputados ausentes. Operó el terror al inicio (muy probable) de una sangría en la que se fuera un tercio de los actuales miembros de la bancada. Mientras tanto, algunos diputados más comprometidos con los principios, aunque no por ello menos pragmáticos (como Silvia Lospennato, reclutadora profesional de voluntades legislativas) trataban de procesar el fracaso en el recinto, así como de comprender la muy poco exitosa estrategia de relacionamiento del macrismo con el mileísmo. Si es que existe, de lo cual ya muchos (no solo ellos) dudan.
Uno de los últimos capítulos de ese complicado vínculo tuvo su momento crítico, según diversas fuentes, en la bastión macrista porteño, donde el primísimo Jorge Macri tuvo una áspera discusión con la legisladora karinista Pilar Ramírez, en presencia de la hermanísima, quien finalmente se avino a encauzar la reunión. Pero no sin antes dejarle una nueva marca en el orgullo al Jefe de Gobierno. La ríspida convivencia en la Legislatura, donde los libertarios tienen a maltraer a los macristas, es sólo la emergencia de una cuestión más de fondo, que es la aspiración mileísta de desbancar al macrismo después de 17 años de manejar la ciudad.
Como ocurre en el plano nacional, el escenario legislativo es un espejo que adelanta el complicado armado electoral de 2025. Nadie tiene nada asegurado. Y nadie confía en nadie.
Fragmentación política, atomización partidaria, intereses particulares cruzados y realidades locales disímiles han hecho del Congreso de la Nación, durante todo 2024, un ámbito de negociación constante, de incertidumbre permanente y de sorpresas reiteradas.
La última semana de sesiones ordinarias del primero año del mandato de Javier Milei, que acaba de finalizar, confirma este mapa de fronteras difusas, donde habitan minorías intensas con liderazgos en crisis o sin terminar de asentarse y se desarrollan (o negocian) acuerdos subterráneos. Salvo excepciones, no hay patrones de conducta estables ni enrolamientos definitivos. Caso por caso, paso a paso y según quiénes es la dinámica que se impone.
Un horizonte similar se proyecta para los procesos, armados y resultados electorales del año próximo. No solo los comicios provinciales y municipales prometen ofrecer una enorme heterogeneidad, potenciada por las construcciones y alianzas políticas locales, por los sistemas electorales diferenciados y por el desdoblamiento o adelantamiento de elecciones en muchos estados subnacionales.
Otro tanto ocurrirá en el plano nacional: la elección de senadores y diputados es muy factible que termine componiendo un patchwork de retazos, aun cuando al final pueda tener un color dominante, que probablemente sea violeta si la foto de hoy lograra transformarse en la película por estrenarse dentro de un año.
Sobre ese escenario opera con herramientas diversas el oficialismo y, a juzgar por los resultados, con más éxitos que los pronosticados o esperados, aunque con bastantes menos éxitos que los deseados, apuntalado por sus logros macroeconómicos y sostenido por un mayoritario apoyo (o tolerancia) social.
A eso se suma como soporte la asistencia invalorable de los demás espacios políticos que, atravesados por sus propias debilidades, miserias, conveniencias y estado de confusión, pueden pasar de aliados a adversarios, de opositores acérrimos a convenientes compinches (o cómplices) y de colaboradores a traicionados, según el día, el contexto, el proyecto de ley o las promesas que reciban. Pragmatismo sin límites.
El cierre del Senado con una semana de anticipación, impulsado por el Gobierno por desconfianza y para evitar sorpresas propias y ajenas, es el ejemplo más elocuente de un manejo discrecional, en función de preservar (con la asistencia ajena) poder propio y para que a otros no se les termine de licuar el que aún retienen, de no quedar expuestos a más contingencias o de perder soportes clave para seguir. Libertarios, kirchneristas, peronistas no cristinistas, macristas, radicales y provinciales han sido partícipes de ese baile de parejas intercambiables.
El cierre anticipado del Senado podría ser el prolegómeno de una parálisis legislativa mucho más extensa, si el Presidente decide, finalmente, no llamar a sesiones extraordinarias, sobre lo cual prefiere mantener la incógnita, hasta asegurarse que logrará lo que pretende y tener garantías de que no sufrirá contratiempos, aunque en esta circunstancia el Congreso solo podría tratar los proyectos enviados por el Poder Ejecutivo.
“Nosotros vamos a hacer todo lo que esté a nuestro alcance para que el año próximo haya muy poca actividad parlamentaria”, admitió una de las personas que más escucha Milei y suele actuar en su nombre, con su respaldo.
El Senado tiene su réplica, con matices (como siempre) en la Cámara de Diputados, donde ayer quedó sin tratarse el proyecto de “ficha limpia”. Una iniciativa impulsada por la mayoría de la hoy implosionada la alianza cambiemita, con la que se pretendía atenuar el halo de impunidad que rodea a la dirigencia política, al impedir la postulación de un candidato con una condena confirmada en segunda instancia.
Un acuerdo tácito (y no tanto) entre libertarios y kirchneristas terminó por hacer naufragar la iniciativa de los excambiemitas, que, de todas maneras, tampoco tuvieron la dotación completa, ya que hubo varios ausentes (con excusas endebles) que, si bien no hubieran cambiado el resultado final, sí muestran la falta de coincidencias básicas internas, hasta en cuestiones que se suponían o se pretenden presentar como de principios.
El rechazo del kirchnerismo estaba anunciado, porque para este espacio la iniciativa tenía nombre y apellido y no es el de sus autores sino el de Cristina Kirchner, más aún después de la reciente confirmación de su condena por parte de la Cámara de Casación en la causa por corrupción conocida como Vialidad. A pesar de que algunos juristas cercanos a la expresidenta habían argumentado que no podría aplicarse en su caso. Una cosa es declararse autoproscripta y otra, bastante distinta, es correr el riesgo de ser proscripta legalmente. La victimización siempre es más rentable.
Los libertarios quedaron expuestos a lo que su líder le gusta llamar el “principio de revelación”. La reticencia a apoyar un proyecto que parecía estar en línea con su declamada misión de depurar la dirigencia política venía siendo anunciada desde la Casa Rosada, como lo explicitó hace unos días en una entrevista el jefe de Gabinete, Guillermo Francos.
Sin embargo, la decisión de no dar el apoyo a la iniciativa de “ficha limpia” fue finalmente anticipada en las redes por los principales comunicadores libertarios y publicitada luego (en una notable inversión de roles) por los máximos funcionarios en sus cuentas. Como suele suceder con muchas acciones del Gobierno, entre las que se incluyen despidos de altos funcionarios y anuncios de medidas políticas y económicas.
También, como ya es costumbre, no importó que se usaran argumentos falaces, como el que decía que con “ficha limpia” Donald Trump no podría haber sido elegido presidente hace tres semanas, cuando el magnate amigo de Javier Milei no tenía condenas confirmadas.
Más singular fue la argumentación conjetural y preventiva para no votar el proyecto bajo la hipótesis de que algún día esa ley podría ser utilizada contra su líder. Esa presunción incluiría una enorme conjura de magistrados, que los antecedentes (cronológicos y factuales) no avalan salvo para los seguidores de Cristina Kirchner, quienes defienden su inocencia y la consideran víctima del “lawfare”. Sin embargo, el propio Presidente y sus seguidores celebraron como un acto de Justicia la ratificación de la condena contra la expresidenta, a la que acaban de ayudar. Divididos y revueltos.
Jaque kirchnerista
Nada es lineal sino que cada situación suele avanzar por carriles paralelos, que algunas veces convergen, otros terminan en callejones sin salida y otros pasan por cabinas de peaje subterráneas. Es lo que ocurre en el largometraje de los acuerdos inconclusos para que Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla integren la Corte Suprema.
Con maestría en el manejo de las piezas negras, el kirchnerismo avanzó un casillero importante en ese ajedrez y le cantó jaque a la estrategia presidencial para que se apruebe a los dos postulantes o a ninguno, al darle el voto que le faltaba en la Comisión de Acuerdos el archicuestionado juez federal, pero sigue dejando lejos al catedrático conservador, al que resiste por declamadas cuestiones de principios (ideológicos, en este caso).
Ni siquiera terminan de desanudar del todo esa madeja los buenos y muy activos oficios de los (ex)socios de la consultora Move (el supergurú Santiago Caputo, el funcionario de YPF Guillermo Garat y el estratega Rodrigo Lugones, hijo del ministro de Salud), que tienen poderosos vínculos en tres de las cuatro principales fuerzas políticas nacionales, a las que asesoraron en la última campaña presidencial.
El perokirchnerismo tiene varios posdoctorados en negociaciones políticas, como para entregarse sin garantías y beneficios concretos a una fuerza bisoña, que se ha caracterizado hasta ahora más por su plasticidad que por la consistencia y el cumplimiento de acuerdos. De eso se jactan y lo disfrutan los allegados a “la jefa”. Como lo hizo el titular de la bancada de senadores, José Mayans (el tiburón del Pilcomayo), al entregarle a Francos la carta de rechazo al intento de designar por decreto a Lijo y García-Mansilla. La institucionalidad, primero. Faltaba más.
A su vez, el fracaso del proyecto de “ficha limpia” volvió a abrir otra grieta entre el oficialismo y la cooperativa de dadores voluntarios de gobernabilidad, conocida como Pro, espacio que, al mismo tiempo, sufre por la falta de gratitud que muestra el oficialismo con el proyecto de presupuesto 2025. Un asunto en el que hasta ahora Milei sigue sin atender los reclamos de los gobernadores amarillos y no les da siquiera señales de atenderlos. A pesar de que el tiempo apremia y el presidente de esa organización, Mauricio Macri, ya da muestras de perder la paciencia por no encontrar la salida del laberinto en el que se encuentra (o en el que hizo mucho para que Milei lo metiera).
Ambos hechos propician fuertes discusiones internas en el macrismo, donde conviven cada vez más dificultosamente pragmáticos y principistas, cuyos vínculos han entrado en estado de ebullición. El jefe del bloque de diputados de Pro, Cristian Ritondo, líder de los hiperrealistas, hace equilibrios simultáneos para que no se le rompa la bancada, para mantener la relación privilegiada que ató con Caputo (el asesor) y contener la ansiedad de Macri.
El malestar que había ayer en el bloque, tanto por la “traición” mileísta como por las ausencias propias, hacía irrespirable el espacio. Solo el miedo concreto a un desastre mayor frenó las presiones para expulsar a los diputados ausentes. Operó el terror al inicio (muy probable) de una sangría en la que se fuera un tercio de los actuales miembros de la bancada. Mientras tanto, algunos diputados más comprometidos con los principios, aunque no por ello menos pragmáticos (como Silvia Lospennato, reclutadora profesional de voluntades legislativas) trataban de procesar el fracaso en el recinto, así como de comprender la muy poco exitosa estrategia de relacionamiento del macrismo con el mileísmo. Si es que existe, de lo cual ya muchos (no solo ellos) dudan.
Uno de los últimos capítulos de ese complicado vínculo tuvo su momento crítico, según diversas fuentes, en la bastión macrista porteño, donde el primísimo Jorge Macri tuvo una áspera discusión con la legisladora karinista Pilar Ramírez, en presencia de la hermanísima, quien finalmente se avino a encauzar la reunión. Pero no sin antes dejarle una nueva marca en el orgullo al Jefe de Gobierno. La ríspida convivencia en la Legislatura, donde los libertarios tienen a maltraer a los macristas, es sólo la emergencia de una cuestión más de fondo, que es la aspiración mileísta de desbancar al macrismo después de 17 años de manejar la ciudad.
Como ocurre en el plano nacional, el escenario legislativo es un espejo que adelanta el complicado armado electoral de 2025. Nadie tiene nada asegurado. Y nadie confía en nadie.
Los libertarios quedaron expuestos a lo que su líder le gusta llamar el “principio de revelación” al hacer naufragar la ficha limpia, en un acuerdo tácito, o no tanto, con el kirchnerismo LA NACION