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Luciano Miguens, prototipo del hombre de campo

Le hubiese sido grato saber que su memoria se iba a honrar en esta columna que leía con placer. Luciano Miguens llevaba en su sangre buena parte de nuestra historia, desde el fundador del apellido el compostelano Marcos Miguens hasta los hermanos Juan Luciano, José y Nicanor que adhirieron a la causa de los Libres del Sur o don José Zoilo el editor del Martín Fierro al que José Hernández se lo envió para que “salga a conocer el mundo y allá va acogido al amparo de su nombre”.

Fuerte salto: en 2025 la recaudación por retenciones a seis “locomotoras” del agro será de US$8165 millones

La mayoría de las veces que coincidimos con Luciano, era un tema común en el diálogo la historia y nuestro campo, como que allá se cruzaba su familia con los Gutiérrez de Barragán, dueños de las tierras de la Ensenada que lleva ese apellido. No era historiador pero era un gran lector desde los clásicos a las nuevas generaciones, como lo expuso en octubre de 2010 en ocasión de recibirse como numerario de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria con una disertación titulada: “El Bicentenario de una historia compartida”.

Por la escasa difusión que tiene a pesar de estar en la página web de la Academia, bueno es recordar esa clase magistral sobre el papel del campo y las distintas políticas a través de dos siglos. Recordó inicialmente que le había tocado hacía poco vivir como presidente de la Sociedad Rural Argentina “uno de los momentos más difíciles de nuestra historia en lo que respecta a la relación campo-gobierno. No dudo que mi circunstancial participación en la dirigencia agropecuaria durante esos tiempos, en defensa del sector y en la atención a sus reclamos fue gravitante para esta nominación”.

Comenzó con la historia de la ganadería al tiempo de la Revolución de Mayo, destacando “en aquellos hombres que conformaron el primer gobierno, una opinión coincidente sobre una especial atención al campo, ya que como era fácil de prever, el privilegio de la calidad de sus recursos naturales debía convertirlo en generador de riqueza”. Tituló a Belgrano “abogado por vocación y general por obligación” como “sobresaliente entre aquellos memorables próceres por su insistencia en la atención sobre los beneficios que el campo reportaría al país” y su célebre frase “estas tierras cuentan con una riqueza que si bien no brillan como el oro y la plata permite el desarrollo del arte más soberano del mundo, la agricultura”.

Así calificó luego a Juan Manuel de Rosas “Estanciero, ligado al campo, de una fuerte personalidad, conocedor de sus hombres y costumbres por propia experiencia, ponderado en su accionar como defensor de la soberanía nacional, pero a su vez altamente denostado por el autoritarismo, la violencia y el derramamiento de sangre que distinguió́ su largo mandato afirmado en las facultades extraordinarias obtenidas”. La Organización Nacional fue la oportunidad para el sector agropecuario, “ya con el marco más propicio de un país con estabilidad política, la posibilidad de apuntalar un proceso de crecimiento económico del que sería protagonista la República y que la llevaría a ocupar una posición de preeminencia en América”; época en la que se afianzó el refinamiento de las distintas especies que habían comenzado tímidamente años antes.

Antecedentes

La creación de la Sociedad Rural Argentina en 1866, “impulsada por un grupo de hacendados con la intención de fomentar el desarrollo rural mediante la difusión del conocimiento agropecuario” a la que Sarmiento “se había sumado con entusiasmo no deja de alentar a sus socios fundadores, con copiosa información desde Washington, donde se encontraba en misión diplomática enviado por el presidente Mitre. Comentaba desde allí́ sobre los avances del país del norte en el tema agrícola ganadero.

Recordó en esas circunstancias que llevaron a la Argentina a los primeros lugares en el Centenario, siendo uno de los países con mayores expectativas en el mundo. Y finalizó con el análisis de las circunstancias que sólo dos o tres décadas después “se produjeran cambios que frenaran tan vertiginoso avance” y lo que le había tocado vivir como dirigente.

En esa oportunidad el doctor Emilio Gimeno destacó que Miguens como presidente de la Sociedad Rural, siempre se expresó “frente a las más altas autoridades del país -estuviesen presentes o no– y frente a la opinión pública del pueblo, con un estilo personal que impactó a todas esas multitudinarias audiencias. Nunca usó esa popular tribuna, como barricada política para enardecer al público, jamás un exabrupto u ofensa, aunque él sí los recibiese. Sus conceptos claros, evidentes y objetivos impactaron en la opinión pública, aun en sectores no relacionados con el agrícola, con palabras simples pero impactantes, en defensa de intereses sectoriales con fundamentos sólidos, pero nunca egoístamente”.

Sin duda Luciano Miguens conocía nuestra historia, pero practicó acabadamente las lecciones de la “maestra de la vida”. Prototipo del hombre de campo en las faenas rurales con sus paisanos y gran señor en todo momento, su desaparición física lo ha convertido ya en un protagonista de la historia de este siglo.

Le hubiese sido grato saber que su memoria se iba a honrar en esta columna que leía con placer. Luciano Miguens llevaba en su sangre buena parte de nuestra historia, desde el fundador del apellido el compostelano Marcos Miguens hasta los hermanos Juan Luciano, José y Nicanor que adhirieron a la causa de los Libres del Sur o don José Zoilo el editor del Martín Fierro al que José Hernández se lo envió para que “salga a conocer el mundo y allá va acogido al amparo de su nombre”.

Fuerte salto: en 2025 la recaudación por retenciones a seis “locomotoras” del agro será de US$8165 millones

La mayoría de las veces que coincidimos con Luciano, era un tema común en el diálogo la historia y nuestro campo, como que allá se cruzaba su familia con los Gutiérrez de Barragán, dueños de las tierras de la Ensenada que lleva ese apellido. No era historiador pero era un gran lector desde los clásicos a las nuevas generaciones, como lo expuso en octubre de 2010 en ocasión de recibirse como numerario de la Academia Nacional de Agronomía y Veterinaria con una disertación titulada: “El Bicentenario de una historia compartida”.

Por la escasa difusión que tiene a pesar de estar en la página web de la Academia, bueno es recordar esa clase magistral sobre el papel del campo y las distintas políticas a través de dos siglos. Recordó inicialmente que le había tocado hacía poco vivir como presidente de la Sociedad Rural Argentina “uno de los momentos más difíciles de nuestra historia en lo que respecta a la relación campo-gobierno. No dudo que mi circunstancial participación en la dirigencia agropecuaria durante esos tiempos, en defensa del sector y en la atención a sus reclamos fue gravitante para esta nominación”.

Comenzó con la historia de la ganadería al tiempo de la Revolución de Mayo, destacando “en aquellos hombres que conformaron el primer gobierno, una opinión coincidente sobre una especial atención al campo, ya que como era fácil de prever, el privilegio de la calidad de sus recursos naturales debía convertirlo en generador de riqueza”. Tituló a Belgrano “abogado por vocación y general por obligación” como “sobresaliente entre aquellos memorables próceres por su insistencia en la atención sobre los beneficios que el campo reportaría al país” y su célebre frase “estas tierras cuentan con una riqueza que si bien no brillan como el oro y la plata permite el desarrollo del arte más soberano del mundo, la agricultura”.

Así calificó luego a Juan Manuel de Rosas “Estanciero, ligado al campo, de una fuerte personalidad, conocedor de sus hombres y costumbres por propia experiencia, ponderado en su accionar como defensor de la soberanía nacional, pero a su vez altamente denostado por el autoritarismo, la violencia y el derramamiento de sangre que distinguió́ su largo mandato afirmado en las facultades extraordinarias obtenidas”. La Organización Nacional fue la oportunidad para el sector agropecuario, “ya con el marco más propicio de un país con estabilidad política, la posibilidad de apuntalar un proceso de crecimiento económico del que sería protagonista la República y que la llevaría a ocupar una posición de preeminencia en América”; época en la que se afianzó el refinamiento de las distintas especies que habían comenzado tímidamente años antes.

Antecedentes

La creación de la Sociedad Rural Argentina en 1866, “impulsada por un grupo de hacendados con la intención de fomentar el desarrollo rural mediante la difusión del conocimiento agropecuario” a la que Sarmiento “se había sumado con entusiasmo no deja de alentar a sus socios fundadores, con copiosa información desde Washington, donde se encontraba en misión diplomática enviado por el presidente Mitre. Comentaba desde allí́ sobre los avances del país del norte en el tema agrícola ganadero.

Recordó en esas circunstancias que llevaron a la Argentina a los primeros lugares en el Centenario, siendo uno de los países con mayores expectativas en el mundo. Y finalizó con el análisis de las circunstancias que sólo dos o tres décadas después “se produjeran cambios que frenaran tan vertiginoso avance” y lo que le había tocado vivir como dirigente.

En esa oportunidad el doctor Emilio Gimeno destacó que Miguens como presidente de la Sociedad Rural, siempre se expresó “frente a las más altas autoridades del país -estuviesen presentes o no– y frente a la opinión pública del pueblo, con un estilo personal que impactó a todas esas multitudinarias audiencias. Nunca usó esa popular tribuna, como barricada política para enardecer al público, jamás un exabrupto u ofensa, aunque él sí los recibiese. Sus conceptos claros, evidentes y objetivos impactaron en la opinión pública, aun en sectores no relacionados con el agrícola, con palabras simples pero impactantes, en defensa de intereses sectoriales con fundamentos sólidos, pero nunca egoístamente”.

Sin duda Luciano Miguens conocía nuestra historia, pero practicó acabadamente las lecciones de la “maestra de la vida”. Prototipo del hombre de campo en las faenas rurales con sus paisanos y gran señor en todo momento, su desaparición física lo ha convertido ya en un protagonista de la historia de este siglo.

 Llevaba en su sangre buena parte de la historia del país, participaba en las faenas rurales con sus paisanos y defendió al agro en momentos difíciles  LA NACION

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