Corea del Sur: de la democracia plena a la crisis institucional
Los conflictos bélicos y las crisis políticas constituyen el principal elemento desestabilizador de la democracia. Solo seis horas duró la ley marcial decretada por el presidente de Corea del Sur Yoon Suk-yeol. Lo que no se sabe ahora es cuánto tiempo tardará en sanar la herida que esta medida le ha causado a la estabilidad y la institucionalidad del país (una de las democracias más estables de Asia, trabajada a fuego desde los 80′) y a la región, uno de los lugares calientes del mundo donde cualquier elemento puede encender la chispa de un conflicto bélico potencialmente nuclear. Un verdadero tsunami político de impredecibles consecuencias.
Bajo el argumento del control del Parlamento por parte de la oposición (192 miembros del Partido Democrático y algunos aliados menores sobre un total de 300 miembros, contra los 108 del gobernante PPP -Partido del Poder Popular-), supuesto ejercicio de actividades antiestatales (principalmente el bloqueo de leyes que el gobierno considera indispensables para la gobernabilidad) y simpatizar con el régimen de Corea del Norte, Yoon Suk-yeol dio un paso al vacío en contra la institucionalidad de su país incrementando la inestabilidad e imprevisibilidad general.
El despliegue de casi 300 soldados helitransportados irrumpiendo en el parlamento le hizo un flaco favor a la salud de la democracia de Corea del Sur, considerada una de las “democracias plenas” (países con elecciones libres y justas, protección de las libertades civiles, independencia del poder judicial, respeto al estado de derecho, y libertad de prensa/medios de comunicación libres y diversos) según el Democracy Index de la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU) 2023.
La crisis que supuso el anuncio televisado de la toma del poder por parte de los militares y la prohibición de todas las actividades políticas, manifestaciones y huelgas, como así también el control de los medios de comunicación no hizo más que generar caos y confusión. Fue como querer apagar un incendio con combustible aumentando el nerviosismo y la incertidumbre global. Aunque rápidamente se vio obligado a retirar la medida de emergencia por el rechazo mayoritario de la opinión pública manifestada en las calles y por el voto en contra de la Asamblea Nacional, la debilidad de su gobierno ha quedado de manifiesto y es probable que deba dejar el cargo en poco tiempo más. La oposición ha solicitado su dimisión y Yoon no tiene demasiados argumentos para permanecer en el cargo.
Su intento por torcer una realidad esquiva, de marcada impopularidad, impericia legislativa y falta de la transparencia en la gestión apelando al abuso de herramientas institucionales no escapa a la tendencia general (más marcada en América Latina) de regresión y estancamiento democrático. Se trata de gobiernos de corte populista, con baja aceptación, escasos logros de gestión y marcados cuestionamientos públicos que apelan a medidas autoritarias para sostenerse en el poder. Un aporte al descrédito general de la política y de las instituciones más propio de la incapacidad de respuesta que del sistema mismo.
La polarización política se convierte en el principal argumento en gobiernos que acceden al poder por escaso margen (0,73 en el caso de Yoon) y sin el control parlamentario. Reducen la agenda a cuestiones ideológicas que atentan contra el bienestar democrático y sumergen a la sociedad en debates estériles sin correlato en la mejora de vida de la gente. Corea del Sur supo progresar hasta convertirse en un modelo de desarrollo con políticas económicas liberales modernas y desregulaciones pero también con institucionalidad y respeto por las instituciones.
El gobierno de Yoon Suk-yeol se enfrenta una situación económica, política y social demasiado débil y compleja para revertir este error táctico. La décima economía del mundo, admirada por su milagro económico y el progreso de los años 80 y 90 tiene su lado oscuro. A pesar de la creciente influencia de Corea del Sur en todo el mundo -en los negocios y el softpower que constituyen el cine, la televisión y la música-, la vertiginosa desigualdad ha alimentado un descontento generalizado en el país.
A la debilidad parlamentaria se le suma una economía con altos índices de inflación, falta de respuestas para enfrentar el problema del creciente costo de los precios de la vivienda, falta de empleo en los jóvenes, envejecimiento de la población y la tasa de fecundidad más baja del mundo. El país enfrenta también un histórico y grave problema de corrupción al más alto nivel con importantes dirigentes envueltos en escándalos. La expresidenta del país, Park Geun-hye purga una condena en la cárcel por ello. La figura del propio Yoon creció en sus días de fiscal enérgico investigador de expresidentes y empresarios.
El patriotismo exacerbado, enmarcado en un nuevo nacionalismo con fuertes políticas antimigratorias y un legado del régimen autoritario anterior al restablecimiento democrático constituyen otro de los elementos que generan controversias.
Que Estados Unidos, que mantiene 28.000 tropas en bases militares en el país, esté distraído en medio de un cambio de gobierno entre uno débil de salida (aún antes del resultado de las elecciones) y uno muy fuerte entrando en breve no es un dato que pase inadvertido. Tal vez Yoon haya visto en esta debilidad norteamericana una luz para intentar salvar su política interna sin dimensionar las implicancias globales de su decisión. De otra manera no se entiende su avance. Nadie con los límites bien marcados entra donde no sabe cómo salir.
Politólogo y director de Proyección Estratégica al Asia de la Fundación Argentina Global. Exsubsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la provincia de Buenos Aires
Los conflictos bélicos y las crisis políticas constituyen el principal elemento desestabilizador de la democracia. Solo seis horas duró la ley marcial decretada por el presidente de Corea del Sur Yoon Suk-yeol. Lo que no se sabe ahora es cuánto tiempo tardará en sanar la herida que esta medida le ha causado a la estabilidad y la institucionalidad del país (una de las democracias más estables de Asia, trabajada a fuego desde los 80′) y a la región, uno de los lugares calientes del mundo donde cualquier elemento puede encender la chispa de un conflicto bélico potencialmente nuclear. Un verdadero tsunami político de impredecibles consecuencias.
Bajo el argumento del control del Parlamento por parte de la oposición (192 miembros del Partido Democrático y algunos aliados menores sobre un total de 300 miembros, contra los 108 del gobernante PPP -Partido del Poder Popular-), supuesto ejercicio de actividades antiestatales (principalmente el bloqueo de leyes que el gobierno considera indispensables para la gobernabilidad) y simpatizar con el régimen de Corea del Norte, Yoon Suk-yeol dio un paso al vacío en contra la institucionalidad de su país incrementando la inestabilidad e imprevisibilidad general.
El despliegue de casi 300 soldados helitransportados irrumpiendo en el parlamento le hizo un flaco favor a la salud de la democracia de Corea del Sur, considerada una de las “democracias plenas” (países con elecciones libres y justas, protección de las libertades civiles, independencia del poder judicial, respeto al estado de derecho, y libertad de prensa/medios de comunicación libres y diversos) según el Democracy Index de la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU) 2023.
La crisis que supuso el anuncio televisado de la toma del poder por parte de los militares y la prohibición de todas las actividades políticas, manifestaciones y huelgas, como así también el control de los medios de comunicación no hizo más que generar caos y confusión. Fue como querer apagar un incendio con combustible aumentando el nerviosismo y la incertidumbre global. Aunque rápidamente se vio obligado a retirar la medida de emergencia por el rechazo mayoritario de la opinión pública manifestada en las calles y por el voto en contra de la Asamblea Nacional, la debilidad de su gobierno ha quedado de manifiesto y es probable que deba dejar el cargo en poco tiempo más. La oposición ha solicitado su dimisión y Yoon no tiene demasiados argumentos para permanecer en el cargo.
Su intento por torcer una realidad esquiva, de marcada impopularidad, impericia legislativa y falta de la transparencia en la gestión apelando al abuso de herramientas institucionales no escapa a la tendencia general (más marcada en América Latina) de regresión y estancamiento democrático. Se trata de gobiernos de corte populista, con baja aceptación, escasos logros de gestión y marcados cuestionamientos públicos que apelan a medidas autoritarias para sostenerse en el poder. Un aporte al descrédito general de la política y de las instituciones más propio de la incapacidad de respuesta que del sistema mismo.
La polarización política se convierte en el principal argumento en gobiernos que acceden al poder por escaso margen (0,73 en el caso de Yoon) y sin el control parlamentario. Reducen la agenda a cuestiones ideológicas que atentan contra el bienestar democrático y sumergen a la sociedad en debates estériles sin correlato en la mejora de vida de la gente. Corea del Sur supo progresar hasta convertirse en un modelo de desarrollo con políticas económicas liberales modernas y desregulaciones pero también con institucionalidad y respeto por las instituciones.
El gobierno de Yoon Suk-yeol se enfrenta una situación económica, política y social demasiado débil y compleja para revertir este error táctico. La décima economía del mundo, admirada por su milagro económico y el progreso de los años 80 y 90 tiene su lado oscuro. A pesar de la creciente influencia de Corea del Sur en todo el mundo -en los negocios y el softpower que constituyen el cine, la televisión y la música-, la vertiginosa desigualdad ha alimentado un descontento generalizado en el país.
A la debilidad parlamentaria se le suma una economía con altos índices de inflación, falta de respuestas para enfrentar el problema del creciente costo de los precios de la vivienda, falta de empleo en los jóvenes, envejecimiento de la población y la tasa de fecundidad más baja del mundo. El país enfrenta también un histórico y grave problema de corrupción al más alto nivel con importantes dirigentes envueltos en escándalos. La expresidenta del país, Park Geun-hye purga una condena en la cárcel por ello. La figura del propio Yoon creció en sus días de fiscal enérgico investigador de expresidentes y empresarios.
El patriotismo exacerbado, enmarcado en un nuevo nacionalismo con fuertes políticas antimigratorias y un legado del régimen autoritario anterior al restablecimiento democrático constituyen otro de los elementos que generan controversias.
Que Estados Unidos, que mantiene 28.000 tropas en bases militares en el país, esté distraído en medio de un cambio de gobierno entre uno débil de salida (aún antes del resultado de las elecciones) y uno muy fuerte entrando en breve no es un dato que pase inadvertido. Tal vez Yoon haya visto en esta debilidad norteamericana una luz para intentar salvar su política interna sin dimensionar las implicancias globales de su decisión. De otra manera no se entiende su avance. Nadie con los límites bien marcados entra donde no sabe cómo salir.
Politólogo y director de Proyección Estratégica al Asia de la Fundación Argentina Global. Exsubsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la provincia de Buenos Aires
Los conflictos bélicos y las crisis políticas constituyen el principal elemento desestabilizador de la democracia. Solo seis horas duró la ley marcial decretada por el presidente de Corea del Sur Yoon Suk-yeol. Lo que no se sabe ahora es cuánto tiempo tardará en sanar la herida que esta medida le ha causado a la estabilidad y la institucionalidad del país (una de las democracias más estables de Asia, trabajada a fuego desde los 80′) y a la región, uno de los lugares calientes del mundo donde cualquier elemento puede encender la chispa de un conflicto bélico potencialmente nuclear. Un verdadero tsunami político de impredecibles consecuencias.Bajo el argumento del control del Parlamento por parte de la oposición (192 miembros del Partido Democrático y algunos aliados menores sobre un total de 300 miembros, contra los 108 del gobernante PPP -Partido del Poder Popular-), supuesto ejercicio de actividades antiestatales (principalmente el bloqueo de leyes que el gobierno considera indispensables para la gobernabilidad) y simpatizar con el régimen de Corea del Norte, Yoon Suk-yeol dio un paso al vacío en contra la institucionalidad de su país incrementando la inestabilidad e imprevisibilidad general.El despliegue de casi 300 soldados helitransportados irrumpiendo en el parlamento le hizo un flaco favor a la salud de la democracia de Corea del Sur, considerada una de las “democracias plenas” (países con elecciones libres y justas, protección de las libertades civiles, independencia del poder judicial, respeto al estado de derecho, y libertad de prensa/medios de comunicación libres y diversos) según el Democracy Index de la Unidad de Inteligencia de The Economist (EIU) 2023.La crisis que supuso el anuncio televisado de la toma del poder por parte de los militares y la prohibición de todas las actividades políticas, manifestaciones y huelgas, como así también el control de los medios de comunicación no hizo más que generar caos y confusión. Fue como querer apagar un incendio con combustible aumentando el nerviosismo y la incertidumbre global. Aunque rápidamente se vio obligado a retirar la medida de emergencia por el rechazo mayoritario de la opinión pública manifestada en las calles y por el voto en contra de la Asamblea Nacional, la debilidad de su gobierno ha quedado de manifiesto y es probable que deba dejar el cargo en poco tiempo más. La oposición ha solicitado su dimisión y Yoon no tiene demasiados argumentos para permanecer en el cargo.Su intento por torcer una realidad esquiva, de marcada impopularidad, impericia legislativa y falta de la transparencia en la gestión apelando al abuso de herramientas institucionales no escapa a la tendencia general (más marcada en América Latina) de regresión y estancamiento democrático. Se trata de gobiernos de corte populista, con baja aceptación, escasos logros de gestión y marcados cuestionamientos públicos que apelan a medidas autoritarias para sostenerse en el poder. Un aporte al descrédito general de la política y de las instituciones más propio de la incapacidad de respuesta que del sistema mismo.La polarización política se convierte en el principal argumento en gobiernos que acceden al poder por escaso margen (0,73 en el caso de Yoon) y sin el control parlamentario. Reducen la agenda a cuestiones ideológicas que atentan contra el bienestar democrático y sumergen a la sociedad en debates estériles sin correlato en la mejora de vida de la gente. Corea del Sur supo progresar hasta convertirse en un modelo de desarrollo con políticas económicas liberales modernas y desregulaciones pero también con institucionalidad y respeto por las instituciones.El gobierno de Yoon Suk-yeol se enfrenta una situación económica, política y social demasiado débil y compleja para revertir este error táctico. La décima economía del mundo, admirada por su milagro económico y el progreso de los años 80 y 90 tiene su lado oscuro. A pesar de la creciente influencia de Corea del Sur en todo el mundo -en los negocios y el softpower que constituyen el cine, la televisión y la música-, la vertiginosa desigualdad ha alimentado un descontento generalizado en el país.A la debilidad parlamentaria se le suma una economía con altos índices de inflación, falta de respuestas para enfrentar el problema del creciente costo de los precios de la vivienda, falta de empleo en los jóvenes, envejecimiento de la población y la tasa de fecundidad más baja del mundo. El país enfrenta también un histórico y grave problema de corrupción al más alto nivel con importantes dirigentes envueltos en escándalos. La expresidenta del país, Park Geun-hye purga una condena en la cárcel por ello. La figura del propio Yoon creció en sus días de fiscal enérgico investigador de expresidentes y empresarios.El patriotismo exacerbado, enmarcado en un nuevo nacionalismo con fuertes políticas antimigratorias y un legado del régimen autoritario anterior al restablecimiento democrático constituyen otro de los elementos que generan controversias.Que Estados Unidos, que mantiene 28.000 tropas en bases militares en el país, esté distraído en medio de un cambio de gobierno entre uno débil de salida (aún antes del resultado de las elecciones) y uno muy fuerte entrando en breve no es un dato que pase inadvertido. Tal vez Yoon haya visto en esta debilidad norteamericana una luz para intentar salvar su política interna sin dimensionar las implicancias globales de su decisión. De otra manera no se entiende su avance. Nadie con los límites bien marcados entra donde no sabe cómo salir.Politólogo y director de Proyección Estratégica al Asia de la Fundación Argentina Global. Exsubsecretario de Relaciones Internacionales y Cooperación de la provincia de Buenos Aires LA NACION