El trilema de Milei que pone en tensión a la cúpula del poder
En 2011 el profesor de Harvard Dani Rodrik escribió un libro llamado La paradoja de la globalización, en el que planteó un trilema que enfrentan los países en el contexto del siglo XXI. Su hipótesis es que no se puede optar simultáneamente por la hiperglobalización económica, la soberanía nacional y la democracia, sino sólo por dos de estos elementos a la vez, porque el tercero inevitablemente se resiente. Si un país está globalizado económicamente con un buen sistema democrático, resigna parte de su soberanía nacional (los países de la Unión Europea). Si prioriza la soberanía y la democracia interna, tiene problemas para integrarse a la globalización (Brexit). Y si se conecta con la globalización y se esfuerza en mantener su autonomía nacional, sacrifica la democracia interna (China).
El planteo de Rodrik puede servir como modelo de referencia para desarrollar el trilema, mucho más doméstico, que enfrenta Javier Milei a la hora de encarar el proceso electoral. Por un lado, tiene el objetivo natural de ampliar su base de sustentación en el Congreso para avanzar con las reformas que planea. Este camino lo llevaría a un acuerdo con Pro y eventualmente con otras fuerzas porque la estrategia sería de acumulación y de polarización. Encarnaría el planteo clásico de un oficialismo que llegó al poder con debilidades y necesita ampliarse.
La segunda aspiración sería buscar el crecimiento individual de La Libertad Avanza, transformarla en una fuerza política más robusta y con una personalidad distintiva. Desde esta premisa, sería más importante la pureza identitaria que los números y, en consecuencia, es una opción refractaria a los acuerdos con otros partidos.
Y el tercer propósito apuntaría a redefinir el mapa político de la Argentina para establecer una nueva hegemonía libertaria en medio de la fragmentación de las demás fuerzas. Esto supondría apostar al debilitamiento de sus dos principales rivales: el kirchnerismo, que expresa la oposición frontal de la centroizquierda, y el macrismo, como manifestación de una centroderecha que pueda competirle por un electorado similar.
En la lógica del trilema, Milei sólo podrá conseguir como máximo dos de esos objetivos, pero nunca los tres al mismo tiempo. Si se amplía para ganar votos y derrotar al kirchnerismo, diluye su identidad. Si prioriza la construcción propia y la eliminación del macrismo, probablemente sume menos bancas y deje vivo al kirchnerismo. Y si apuesta a vencer al kirchnerismo y diluir al macrismo en la misma jugada corre el riesgo de perder la elección. Se trata de un ejercicio de imposible resolución satisfactoria.
El Presidente inicia el 2025 electoral en condiciones de fortaleza política que le permiten poder optar entre esas alternativas. Si estuviera arrinconado por una economía declinante y una baja en las encuestas sus alternativas estarían mucho más acotadas. Pero esto no excluye la necesidad de elegir un camino, de priorizar objetivos para desarrollar su estrategia. Y se trata de un desafío nuevo para Milei, que pondrá a prueba su capacidad de liderazgo. Debe decidir entre mantenerse como el jefe de una militancia intensa y leal, o correr el riesgo de encabezar una construcción más amplia con mayores dosis de heterogeneidad. Pasar de un oficialismo con aliados a una alianza oficialista.
En el escenario de 2023 la meta era llegar al poder a como diera lugar (acuerdos con el massismo, con Pro, con fuerzas provinciales). Ahora es distinto porque debe definir la configuración de poder que moldeará la segunda mitad de su mandato. Es lo que puede marcar su destino como estrella fugaz o como el mandatario que logró revertir el declive.
Hola Mauricio, te estamos llamando
Estas definiciones fundamentales son las que están detrás de la pretemporada de verano que comparten libertarios y macristas en el amanecer del año. El 2024 había terminado en un clima de alta tensión, con mensajes cruzados que generaron mucha desconfianza y preparativos para competir entre ellos. Milei decidió reencauzar el vínculo con Macri y llevarlo a un terreno más amigable. Primero en forma reservada, y después en modo público, reforzó el discurso del vínculo afectivo con su antecesor y destacó su voluntad de llegar a un acuerdo con un tono más decidido. Podría decirse que el Presidente abona el primer objetivo del trilema, es decir ampliar la base de sustentación en acuerdo con los más cercanos.
La novedad sería si está dispuesto a contradecir los movimientos de su hermana Karina y de su asesor Santiago Caputo, ambos mucho más comprometidos con los otros dos propósitos: mantener la identidad libertaria y redefinir el tablero político con un crecimiento propio incontaminado. Milei comentó muy entre sus íntimos que con sus declaraciones de concordia con Macri de esta semana también quería “marcarles el camino a los propios”. ¿Se trata de una diferencia sustancial en el triángulo de hierro que el Presidente deberá saldar en algún momento, o de un simple juego de roles tendiente a ganar tiempo y llegar al momento de la negociación más fortalecidos por una economía que prevén en recuperación?
Cuando Macri escuchó que Milei lo había invitado a hacer “un acuerdo total en todo el país” e ir “juntos para arrasar al kirchnerismo”, tuvo dos reacciones. La primera, escribirle al Presidente para retribuir la sintonía que ya habían iniciado con el intercambio que tuvieron en las fiestas. Feliz con el mensaje, Milei le habló de volver a reunirse, probablemente a principios de febrero, cuando Macri regrese de sus vacaciones y él de su próxima gira internacional.
La segunda reacción de Macri fue convocar rápidamente a la cúpula de Pro para hacer un Zoom tendiente a evaluar una respuesta pública a la invitación. Aunque varios estaban de vacaciones, en un par de horas se armó la reunión virtual. Allí hubo diferentes posturas. Rogelio Frigerio, Guillermo Montenegro y Cristian Ritondo encarnaron la más acuerdista. Ignacio Torres también, aunque con arrestos de autonomía. En la vereda de enfrente se paró Jorge Macri, hoy el referente de la resistencia amarilla, que está al mando de un distrito hostigado por los movimientos que ordena Karina Milei. Soledad Martínez, su sucesora en Vicente López y, con matices, María Eugenia Vidal, lo acompañaron.
Mauricio escuchó a todos en modo neutro, pero algunos se quedaron con la impresión de que buscaba disimular su intención de pacificar. En este espíritu se consensuó el primer tuit, que comienza con este párrafo: “Querido Javier. Desde Pro siempre vamos a estar del lado de los que trabajan para terminar con el populismo, la demagogia y la falta de transparencia. En definitiva, para que el kirchnerismo nunca más vuelva a gobernar el país o alguna de las 24 provincias argentinas”. Gesto para los acuerdistas. Paz y amor.
Sin embargo, para mantener el equilibrio interno, Mauricio cedió a la presión que ejerció su primo Jorge e incluyó un segundo tuit (de hecho las cuentas que siguen al jefe porteño habían criticado el primer mensaje). Allí ya apuraba la integración de un “equipo de trabajo” conformado por Ritondo (pata política y de relación con los libertarios), Ana Clara Romero (por los gobernadores), Silvia Lospennato (institucionalidad y transparencia), Hernán Lacunza (economía; para los libertarios, una provocación) y Soledad Martínez (ciudad de Buenos Aires e intendentes). Guiño para los halcones. Fin de la paz y el amor.
Este segundo tuit cayó pésimo en la Casa Rosada porque fue interpretado como un nuevo intento por marcarles la cancha y los tiempos. “Se sobregiró, le convenía quedarse con el primer mensaje. Caldeó los ánimos acá”, admitió un importante funcionario enrolado entre los dialoguistas. Lo curioso es que tampoco estuvieron de acuerdo con esta parte del mensaje los que participaron del Zoom con posturas más acuerdistas. “Fue una concesión de Mauricio a Jorge para no tensar más”, admitieron. Para que no quedaran dudas de su postura, el jefe de Gobierno porteño al día siguiente encabezó el primer acto electoral del año con duras críticas a los libertarios. Está claro que el nudo del problema está en la ciudad (bastión Pro) y en la provincia de Buenos Aires (bastión K), porque en el interior luce más sencillo consensuar.
Si el futuro los va a encontrar unidos contra el kirchnerismo, LLA y Pro deberán hacer un esfuerzo de adaptación notable. Comparten las nociones básicas, sobre todo económicas, pero disienten en cuestiones conceptuales y operativas. Incluso hasta en la semántica. Por ejemplo: Macri propone una “mesa” de negociación, cuando los libertarios la consideran un mueble en desuso que remite a arreglos de casta. Odian las mesas; aman los tuits. Macri les habla de transparencia e instituciones, y al instante lo operan con una historia de supuesta protección a empresarios kirchneristas y con la Hidrovía. Macri reclama gestión y planificación, y les contestan que no creen en la obra pública ni en las planillas Excel. Macri les dice que lo más importante es el “para qué” de una alianza, y del otro lado le responden que ese es el título de su libro cuando soñaba con volver al poder. Todo el tiempo los libertarios buscan subrayar que son distintos y que no están dispuestos a cambiar. Macri no los termina de decodificar. Por eso se fastidia y amenaza con organizarse para competir por separado.
En estas fricciones Santiago Caputo comanda las Fuerzas del Cielo y Milei lo deja hacer. El asesor atesora la llave de la identidad. Su obsesión es actuar siempre en forma contraria a la dirigencia convencional. Y en el territorio avanza Karina, también con el aval del Presidente. Ella es la dueña del aparato y del partido, y su prioridad es terminar con el kirchnerismo. Sueña con un mapa del país violeta. El triángulo de hierro representa una misma figura geométrica, pero si se mira de cerca se puede descomponer en tres ángulos, como partes de un trilema.
Más allá de todas las diferencias, Milei y Macri saben también que sus electorados le reclaman ir juntos a las elecciones para derrotar al kirchnerismo y que no les perdonarían arriesgar un triunfo por estas cuestiones tácticas. Es un desafío mayúsculo para el liderazgo de ambos.
Tensiones internas
Detrás de los reflectores, la semana dejó dos postales que marcan hasta qué punto la luna de Milei perdura como un manto protector ante posibles escándalos. La primera de ellas se dio en la ex-AFIP, donde terminó de cristalizarse una división de tareas de hecho. Juan Pazo, hombre de extrema confianza de Luis Caputo, desembarcó al frente del organismo tras la ruidosa salida de Florencia Misrahi. Su consigna es concentrarse en las cuestiones técnicas y en instrumentar un ajuste de estructuras y salarios que su antecesora dilató. Esto implica, desviar su mirada de lo que ocurre en el piso de abajo, donde Andrés Vázquez domina la DGI, envuelto en denuncias, pero resguardado por la protección de Santiago Caputo.
Y esta semana esas diferencias quedaron expuestas sin timidez, porque mientras la usina de Vázquez filtraba una lista de supuestos empresarios kirchneristas beneficiados por la gestión de Cambiemos para tapar la noticia de que había ascendido a su pareja, Pazo se enteraba de todo el episodio por los medios. Después el titular de la nueva ARCA debió improvisar un proceso sumarial para simular sintonía, pero la bienvenida fue tortuosa. En una charla que tuvo con un importante funcionario Pazo le confesó que estaba preocupado por el nivel de tensión interna y las penurias de lidiar con “dos tipos complicados” como Vázquez y el titular de la Aduana, Andrés Velis. Se trata de un foco de conflicto complejo, detrás del cual emerge una disputa entre los Caputo, el sobrino y el tío.
La segunda postal se dio en el Senado, donde la “apóstata” Victoria Villarruel se prepara para una ofensiva por la retaguardia para cuando se retome la actividad legislativa. La vicepresidenta está convencida de que el Gobierno al que casi no pertenece va a buscar recortarle facultades en la cámara, y que el camino más directo para ello es imponerle un secretario administrativo que la limite en la gestión. Es un asiento que votan los legisladores, con lo cual si hay un acuerdo de fuerzas, podrían designarlo, aunque lo habitual es que sea el titular del cuerpo quien lo elija.
Hoy ese cargo lo ejerce María Laura Izzo, amiga suya, aunque su continuidad está en duda. Preventivamente Villarruel tomó en el inicio del año una decisión clave: firmó un decreto por el cual recuperó para sí misma funciones administrativas (nombramiento de personal, contratos, etc.) que estaban delegadas en la secretaría, como una manera de preservarse ante eventuales movimientos forzados. Supone que si desde la Casa Rosada sale la orden de arrebatarle el control del cuerpo, quedará definitivamente relegada a un rol protocolar.
Como parte de la misma ofensiva, imagina que el Gobierno podría remover de la presidencia provisional a Bartolomé Abdala, a quien lo identifican con ella (y que cometió el grave error de admitir que tenía 15 empleados del Congreso trabajando en su campaña en San Luis), y reemplazarlo por Luis Juez, quien viene despegándose del macrismo y acercándose cada vez más a los libertarios. En el entorno de Milei aseguran que este movimiento “no está en debate”.
En 2011 el profesor de Harvard Dani Rodrik escribió un libro llamado La paradoja de la globalización, en el que planteó un trilema que enfrentan los países en el contexto del siglo XXI. Su hipótesis es que no se puede optar simultáneamente por la hiperglobalización económica, la soberanía nacional y la democracia, sino sólo por dos de estos elementos a la vez, porque el tercero inevitablemente se resiente. Si un país está globalizado económicamente con un buen sistema democrático, resigna parte de su soberanía nacional (los países de la Unión Europea). Si prioriza la soberanía y la democracia interna, tiene problemas para integrarse a la globalización (Brexit). Y si se conecta con la globalización y se esfuerza en mantener su autonomía nacional, sacrifica la democracia interna (China).
El planteo de Rodrik puede servir como modelo de referencia para desarrollar el trilema, mucho más doméstico, que enfrenta Javier Milei a la hora de encarar el proceso electoral. Por un lado, tiene el objetivo natural de ampliar su base de sustentación en el Congreso para avanzar con las reformas que planea. Este camino lo llevaría a un acuerdo con Pro y eventualmente con otras fuerzas porque la estrategia sería de acumulación y de polarización. Encarnaría el planteo clásico de un oficialismo que llegó al poder con debilidades y necesita ampliarse.
La segunda aspiración sería buscar el crecimiento individual de La Libertad Avanza, transformarla en una fuerza política más robusta y con una personalidad distintiva. Desde esta premisa, sería más importante la pureza identitaria que los números y, en consecuencia, es una opción refractaria a los acuerdos con otros partidos.
Y el tercer propósito apuntaría a redefinir el mapa político de la Argentina para establecer una nueva hegemonía libertaria en medio de la fragmentación de las demás fuerzas. Esto supondría apostar al debilitamiento de sus dos principales rivales: el kirchnerismo, que expresa la oposición frontal de la centroizquierda, y el macrismo, como manifestación de una centroderecha que pueda competirle por un electorado similar.
En la lógica del trilema, Milei sólo podrá conseguir como máximo dos de esos objetivos, pero nunca los tres al mismo tiempo. Si se amplía para ganar votos y derrotar al kirchnerismo, diluye su identidad. Si prioriza la construcción propia y la eliminación del macrismo, probablemente sume menos bancas y deje vivo al kirchnerismo. Y si apuesta a vencer al kirchnerismo y diluir al macrismo en la misma jugada corre el riesgo de perder la elección. Se trata de un ejercicio de imposible resolución satisfactoria.
El Presidente inicia el 2025 electoral en condiciones de fortaleza política que le permiten poder optar entre esas alternativas. Si estuviera arrinconado por una economía declinante y una baja en las encuestas sus alternativas estarían mucho más acotadas. Pero esto no excluye la necesidad de elegir un camino, de priorizar objetivos para desarrollar su estrategia. Y se trata de un desafío nuevo para Milei, que pondrá a prueba su capacidad de liderazgo. Debe decidir entre mantenerse como el jefe de una militancia intensa y leal, o correr el riesgo de encabezar una construcción más amplia con mayores dosis de heterogeneidad. Pasar de un oficialismo con aliados a una alianza oficialista.
En el escenario de 2023 la meta era llegar al poder a como diera lugar (acuerdos con el massismo, con Pro, con fuerzas provinciales). Ahora es distinto porque debe definir la configuración de poder que moldeará la segunda mitad de su mandato. Es lo que puede marcar su destino como estrella fugaz o como el mandatario que logró revertir el declive.
Hola Mauricio, te estamos llamando
Estas definiciones fundamentales son las que están detrás de la pretemporada de verano que comparten libertarios y macristas en el amanecer del año. El 2024 había terminado en un clima de alta tensión, con mensajes cruzados que generaron mucha desconfianza y preparativos para competir entre ellos. Milei decidió reencauzar el vínculo con Macri y llevarlo a un terreno más amigable. Primero en forma reservada, y después en modo público, reforzó el discurso del vínculo afectivo con su antecesor y destacó su voluntad de llegar a un acuerdo con un tono más decidido. Podría decirse que el Presidente abona el primer objetivo del trilema, es decir ampliar la base de sustentación en acuerdo con los más cercanos.
La novedad sería si está dispuesto a contradecir los movimientos de su hermana Karina y de su asesor Santiago Caputo, ambos mucho más comprometidos con los otros dos propósitos: mantener la identidad libertaria y redefinir el tablero político con un crecimiento propio incontaminado. Milei comentó muy entre sus íntimos que con sus declaraciones de concordia con Macri de esta semana también quería “marcarles el camino a los propios”. ¿Se trata de una diferencia sustancial en el triángulo de hierro que el Presidente deberá saldar en algún momento, o de un simple juego de roles tendiente a ganar tiempo y llegar al momento de la negociación más fortalecidos por una economía que prevén en recuperación?
Cuando Macri escuchó que Milei lo había invitado a hacer “un acuerdo total en todo el país” e ir “juntos para arrasar al kirchnerismo”, tuvo dos reacciones. La primera, escribirle al Presidente para retribuir la sintonía que ya habían iniciado con el intercambio que tuvieron en las fiestas. Feliz con el mensaje, Milei le habló de volver a reunirse, probablemente a principios de febrero, cuando Macri regrese de sus vacaciones y él de su próxima gira internacional.
La segunda reacción de Macri fue convocar rápidamente a la cúpula de Pro para hacer un Zoom tendiente a evaluar una respuesta pública a la invitación. Aunque varios estaban de vacaciones, en un par de horas se armó la reunión virtual. Allí hubo diferentes posturas. Rogelio Frigerio, Guillermo Montenegro y Cristian Ritondo encarnaron la más acuerdista. Ignacio Torres también, aunque con arrestos de autonomía. En la vereda de enfrente se paró Jorge Macri, hoy el referente de la resistencia amarilla, que está al mando de un distrito hostigado por los movimientos que ordena Karina Milei. Soledad Martínez, su sucesora en Vicente López y, con matices, María Eugenia Vidal, lo acompañaron.
Mauricio escuchó a todos en modo neutro, pero algunos se quedaron con la impresión de que buscaba disimular su intención de pacificar. En este espíritu se consensuó el primer tuit, que comienza con este párrafo: “Querido Javier. Desde Pro siempre vamos a estar del lado de los que trabajan para terminar con el populismo, la demagogia y la falta de transparencia. En definitiva, para que el kirchnerismo nunca más vuelva a gobernar el país o alguna de las 24 provincias argentinas”. Gesto para los acuerdistas. Paz y amor.
Sin embargo, para mantener el equilibrio interno, Mauricio cedió a la presión que ejerció su primo Jorge e incluyó un segundo tuit (de hecho las cuentas que siguen al jefe porteño habían criticado el primer mensaje). Allí ya apuraba la integración de un “equipo de trabajo” conformado por Ritondo (pata política y de relación con los libertarios), Ana Clara Romero (por los gobernadores), Silvia Lospennato (institucionalidad y transparencia), Hernán Lacunza (economía; para los libertarios, una provocación) y Soledad Martínez (ciudad de Buenos Aires e intendentes). Guiño para los halcones. Fin de la paz y el amor.
Este segundo tuit cayó pésimo en la Casa Rosada porque fue interpretado como un nuevo intento por marcarles la cancha y los tiempos. “Se sobregiró, le convenía quedarse con el primer mensaje. Caldeó los ánimos acá”, admitió un importante funcionario enrolado entre los dialoguistas. Lo curioso es que tampoco estuvieron de acuerdo con esta parte del mensaje los que participaron del Zoom con posturas más acuerdistas. “Fue una concesión de Mauricio a Jorge para no tensar más”, admitieron. Para que no quedaran dudas de su postura, el jefe de Gobierno porteño al día siguiente encabezó el primer acto electoral del año con duras críticas a los libertarios. Está claro que el nudo del problema está en la ciudad (bastión Pro) y en la provincia de Buenos Aires (bastión K), porque en el interior luce más sencillo consensuar.
Si el futuro los va a encontrar unidos contra el kirchnerismo, LLA y Pro deberán hacer un esfuerzo de adaptación notable. Comparten las nociones básicas, sobre todo económicas, pero disienten en cuestiones conceptuales y operativas. Incluso hasta en la semántica. Por ejemplo: Macri propone una “mesa” de negociación, cuando los libertarios la consideran un mueble en desuso que remite a arreglos de casta. Odian las mesas; aman los tuits. Macri les habla de transparencia e instituciones, y al instante lo operan con una historia de supuesta protección a empresarios kirchneristas y con la Hidrovía. Macri reclama gestión y planificación, y les contestan que no creen en la obra pública ni en las planillas Excel. Macri les dice que lo más importante es el “para qué” de una alianza, y del otro lado le responden que ese es el título de su libro cuando soñaba con volver al poder. Todo el tiempo los libertarios buscan subrayar que son distintos y que no están dispuestos a cambiar. Macri no los termina de decodificar. Por eso se fastidia y amenaza con organizarse para competir por separado.
En estas fricciones Santiago Caputo comanda las Fuerzas del Cielo y Milei lo deja hacer. El asesor atesora la llave de la identidad. Su obsesión es actuar siempre en forma contraria a la dirigencia convencional. Y en el territorio avanza Karina, también con el aval del Presidente. Ella es la dueña del aparato y del partido, y su prioridad es terminar con el kirchnerismo. Sueña con un mapa del país violeta. El triángulo de hierro representa una misma figura geométrica, pero si se mira de cerca se puede descomponer en tres ángulos, como partes de un trilema.
Más allá de todas las diferencias, Milei y Macri saben también que sus electorados le reclaman ir juntos a las elecciones para derrotar al kirchnerismo y que no les perdonarían arriesgar un triunfo por estas cuestiones tácticas. Es un desafío mayúsculo para el liderazgo de ambos.
Tensiones internas
Detrás de los reflectores, la semana dejó dos postales que marcan hasta qué punto la luna de Milei perdura como un manto protector ante posibles escándalos. La primera de ellas se dio en la ex-AFIP, donde terminó de cristalizarse una división de tareas de hecho. Juan Pazo, hombre de extrema confianza de Luis Caputo, desembarcó al frente del organismo tras la ruidosa salida de Florencia Misrahi. Su consigna es concentrarse en las cuestiones técnicas y en instrumentar un ajuste de estructuras y salarios que su antecesora dilató. Esto implica, desviar su mirada de lo que ocurre en el piso de abajo, donde Andrés Vázquez domina la DGI, envuelto en denuncias, pero resguardado por la protección de Santiago Caputo.
Y esta semana esas diferencias quedaron expuestas sin timidez, porque mientras la usina de Vázquez filtraba una lista de supuestos empresarios kirchneristas beneficiados por la gestión de Cambiemos para tapar la noticia de que había ascendido a su pareja, Pazo se enteraba de todo el episodio por los medios. Después el titular de la nueva ARCA debió improvisar un proceso sumarial para simular sintonía, pero la bienvenida fue tortuosa. En una charla que tuvo con un importante funcionario Pazo le confesó que estaba preocupado por el nivel de tensión interna y las penurias de lidiar con “dos tipos complicados” como Vázquez y el titular de la Aduana, Andrés Velis. Se trata de un foco de conflicto complejo, detrás del cual emerge una disputa entre los Caputo, el sobrino y el tío.
La segunda postal se dio en el Senado, donde la “apóstata” Victoria Villarruel se prepara para una ofensiva por la retaguardia para cuando se retome la actividad legislativa. La vicepresidenta está convencida de que el Gobierno al que casi no pertenece va a buscar recortarle facultades en la cámara, y que el camino más directo para ello es imponerle un secretario administrativo que la limite en la gestión. Es un asiento que votan los legisladores, con lo cual si hay un acuerdo de fuerzas, podrían designarlo, aunque lo habitual es que sea el titular del cuerpo quien lo elija.
Hoy ese cargo lo ejerce María Laura Izzo, amiga suya, aunque su continuidad está en duda. Preventivamente Villarruel tomó en el inicio del año una decisión clave: firmó un decreto por el cual recuperó para sí misma funciones administrativas (nombramiento de personal, contratos, etc.) que estaban delegadas en la secretaría, como una manera de preservarse ante eventuales movimientos forzados. Supone que si desde la Casa Rosada sale la orden de arrebatarle el control del cuerpo, quedará definitivamente relegada a un rol protocolar.
Como parte de la misma ofensiva, imagina que el Gobierno podría remover de la presidencia provisional a Bartolomé Abdala, a quien lo identifican con ella (y que cometió el grave error de admitir que tenía 15 empleados del Congreso trabajando en su campaña en San Luis), y reemplazarlo por Luis Juez, quien viene despegándose del macrismo y acercándose cada vez más a los libertarios. En el entorno de Milei aseguran que este movimiento “no está en debate”.
En medio de las rispideces, volvió a hablar con Macri y quedaron en reunirse; las opciones electorales que debe definir el Presidente y los tuits que expresaron la interna amarilla; Villarruel teme que le quiten el control del Senado LA NACION