Brasil: el arquero de Paraná atajó un penal de Bruno Zapelli y mientras lo festejaba recibió el gol de Luca Di Yorio
El que ríe último, ríe mejor. Debió tenerlo en cuenta Gabriel Gasparotto cuando resolvió bien un penal en el comienzo del Campeonato Paranaense, uno de los torneos de estados de Brasil, en el sur del país. En ese tipo de certámenes, que enfrentan a vecinos, los partidos son clásicos o casi clásicos, y por ende, cada uno tiene un sabor intenso.
Este sábado se puso en marcha el de Paraná, que no tiene a los cuadros más fuertes de Brasil, pero sí a uno que ha crecido en los últimos años: Clube Athletico Paranaense. El equipo rojinegro es de Curitiba, la misma ciudad que acoge a su conocido Paraná Clube, el Tricolor. Uno y otro se enfrentaron en el Arena da Baixada, ahora Ligga Arena, oficialmente Joaquim Américo Guimarães, en la inaugural de las 11 fechas de la etapa de grupos del “estadual”.
José Eduardo Bittencourt Da Silva, que para los brasileños es “Tanke”, borró uno de los dos ceros del tanteador a los 48 minutos, con un cabezazo espléndido, fuerte, alto. Un poco inesperado, aunque en un córner. El festejo a lo Mundial Argentina ’78 pareció hablar de la sorpresa que había en el estadio.
Y las cosas parecieron empeorar por un instante para el local a los 17 minutos de la segunda mitad. Un par antes, a los 15, Bruno Zapelli había rematado al arco y se había cobrado un penal de los que antes no existían: la pelota dio en el brazo derecho de un defensor, sin que éste tuviera mayor descuido que no jugar en su área como futbolista de metegol, sin aire entre el tronco y las extremidades superiores. Zapelli pronto se señaló el pecho: él tomaría la responsabilidad.
No pateó mal el argentino. A media altura y no tan esquinado, es cierto, pero el remate llevaba fuerza. Hubo bastante mérito de Gasparotto, que se tiró a la derecha y atajó a mano cambiada. Con la zurda hizo levantarse la pelota, hasta el travesaño. Y más allá, porque después de pegarle al larguero el balón siguió subiendo. Tanto, que se fue de la vista del arquero, y entonces Gabriel festejó. Puñetazo al aire, mirada a la tribuna de atrás. Parecido a lo que hacen los guardametas de handball. Pero faltaba algo.
La jugada seguía. La pelota quedó en la cancha y estaba ahí, a punto de picar en el área chica. Como en eso de primerear es difícil ganarle a un argentino, apareció antes que nadie más Lucas Di Yorio. Problema para el distraído Gasparotto: Di Yorio es de Paranaense. Y definió de sobrepique, de cachetada, al otro palo, arriba. Muy bien. Claro que con una facilidad inestimable: el arco estaba completamente libre. Su guardián recién se daba cuenta de que había desatendido su función antes de tiempo. En estos tiempos de celebraciones de goles desairadas por revisiones de VAR, él tuvo la suya por una gran atajada, pero no hubo tecnología que, en este caso, lo ayudara. Y nadie entre los hinchas rojinegros se apiadó del disperso guardavalla. El marcador, entonces, estaba 1-1. Pero habría más.
Compacto de Paranaense vs. Paraná
A los 31, Paraná quedó mal parado, con poca gente defendiendo en su área. Un centro bajo y corto puso a Gasparotto en la encrucijada típica: ¿salir o esperar? Él no dudó… y pagó. Se estiró, derribó a un adversario y el balón llegó manso a Hayen Palacios. Otra vez el arco desguarecido. El colombiano tuvo tiempo para controlar y hacer un toque leve como para asegurar el tanto.
Y entonces sí, no hubo más en el marcador. Paranaense 2, Paraná 1. El local revirtió el resultado. Rió último. Como Di Yorio, después del apresurado y desconcentrado Gasparotto.
El que ríe último, ríe mejor. Debió tenerlo en cuenta Gabriel Gasparotto cuando resolvió bien un penal en el comienzo del Campeonato Paranaense, uno de los torneos de estados de Brasil, en el sur del país. En ese tipo de certámenes, que enfrentan a vecinos, los partidos son clásicos o casi clásicos, y por ende, cada uno tiene un sabor intenso.
Este sábado se puso en marcha el de Paraná, que no tiene a los cuadros más fuertes de Brasil, pero sí a uno que ha crecido en los últimos años: Clube Athletico Paranaense. El equipo rojinegro es de Curitiba, la misma ciudad que acoge a su conocido Paraná Clube, el Tricolor. Uno y otro se enfrentaron en el Arena da Baixada, ahora Ligga Arena, oficialmente Joaquim Américo Guimarães, en la inaugural de las 11 fechas de la etapa de grupos del “estadual”.
José Eduardo Bittencourt Da Silva, que para los brasileños es “Tanke”, borró uno de los dos ceros del tanteador a los 48 minutos, con un cabezazo espléndido, fuerte, alto. Un poco inesperado, aunque en un córner. El festejo a lo Mundial Argentina ’78 pareció hablar de la sorpresa que había en el estadio.
Y las cosas parecieron empeorar por un instante para el local a los 17 minutos de la segunda mitad. Un par antes, a los 15, Bruno Zapelli había rematado al arco y se había cobrado un penal de los que antes no existían: la pelota dio en el brazo derecho de un defensor, sin que éste tuviera mayor descuido que no jugar en su área como futbolista de metegol, sin aire entre el tronco y las extremidades superiores. Zapelli pronto se señaló el pecho: él tomaría la responsabilidad.
No pateó mal el argentino. A media altura y no tan esquinado, es cierto, pero el remate llevaba fuerza. Hubo bastante mérito de Gasparotto, que se tiró a la derecha y atajó a mano cambiada. Con la zurda hizo levantarse la pelota, hasta el travesaño. Y más allá, porque después de pegarle al larguero el balón siguió subiendo. Tanto, que se fue de la vista del arquero, y entonces Gabriel festejó. Puñetazo al aire, mirada a la tribuna de atrás. Parecido a lo que hacen los guardametas de handball. Pero faltaba algo.
La jugada seguía. La pelota quedó en la cancha y estaba ahí, a punto de picar en el área chica. Como en eso de primerear es difícil ganarle a un argentino, apareció antes que nadie más Lucas Di Yorio. Problema para el distraído Gasparotto: Di Yorio es de Paranaense. Y definió de sobrepique, de cachetada, al otro palo, arriba. Muy bien. Claro que con una facilidad inestimable: el arco estaba completamente libre. Su guardián recién se daba cuenta de que había desatendido su función antes de tiempo. En estos tiempos de celebraciones de goles desairadas por revisiones de VAR, él tuvo la suya por una gran atajada, pero no hubo tecnología que, en este caso, lo ayudara. Y nadie entre los hinchas rojinegros se apiadó del disperso guardavalla. El marcador, entonces, estaba 1-1. Pero habría más.
Compacto de Paranaense vs. Paraná
A los 31, Paraná quedó mal parado, con poca gente defendiendo en su área. Un centro bajo y corto puso a Gasparotto en la encrucijada típica: ¿salir o esperar? Él no dudó… y pagó. Se estiró, derribó a un adversario y el balón llegó manso a Hayen Palacios. Otra vez el arco desguarecido. El colombiano tuvo tiempo para controlar y hacer un toque leve como para asegurar el tanto.
Y entonces sí, no hubo más en el marcador. Paranaense 2, Paraná 1. El local revirtió el resultado. Rió último. Como Di Yorio, después del apresurado y desconcentrado Gasparotto.
Una situación insólita en el comienzo del Campeonato Paranaense; Atlético dio vuelta el partido LA NACION