El exitoso método de crianza de perros que protegen al ganado en Mendoza y Neuquén
Se llama María José Bolgeri, es bióloga y marplatense. Todos la conocen como “Maco”. Trabaja para WCS (Wildlife Conservation Society) Argentina desde 2004 y vive en Malargüe hace 18 años. Está a cargo del programa de ganadería regenerativa de WCS Argentina, y en ese plan fue que el criadero de perros pastores de los Pirineos y de Anatolia terminó montado en su casa.
La secuencia era larga: el productor del sur mendocino y el norte de Neuquén –que no es un gran empresario, sino que apenas tiene un pequeño piño de chivos u ovejas– perdía en las garras del puma, el zorro o el gato andino uno (o varios) animales. Salía a cazarlos, y como no los encontraba, decidía poner veneno. Todos en la Payunia recuerdan aquel 2018 cuando aparecieron 34 cóndores muertos en una sola noche. Fue entonces cuando, al año siguiente, WCS Argentina decidió lanzar un programa de mitigación de conflicto con la ganadería de subsistencia.
Comenzaron por animales mestizos, hasta que supieron del rendimiento de una cruza de Pastores de Anatolia y Pastores de los Pirineos criados con un proceso de impronta (“imprinting” en inglés), por el cual los cachorros permanecen en el corral al menos cuatro meses con los chivos y las ovejas (con muy poca intervención humana), incorporan el comportamiento de estos, y generan vínculos familiares que hacen que luego tengan el instinto de protección hacia el ganado.
“Por ese mismo proceso, un ave de otra especie que es criada con canarios, acaba incorporando trinos similares”, ejemplifica Bolgeri.
“Hicimos un aprendizaje. Al principio les entregábamos los cachorros a los productores, y teníamos una tasa de fracaso bastante alta porque los niños alzaban a los perritos, los hacían participar de la vida cotidiana, les daban restos de comida. Entonces, empezamos a encerrarlos en un corral los primeros cuatro meses, y los damos cuando faltan los últimos seis meses de crianza. Les explicamos que no deben jugar con otros perros, que tienen que enseñarles que se queden con los animales y no vuelvan al corral”, explica la bióloga.
Además, WCS Argentina llegó a un acuerdo con Eukanuba por el cual la empresa les dona el alimento para los perros, a cambio de que el productor asegure el bienestar del animal, llevando la libreta sanitaria al día y cumpliendo con el compromiso adquirido. No es poco, puesto que un animal adulto –que pesa unos 40 kg– come entre 800 g y 1 kg de alimento por día. Además, para los productores de bajos recursos los perros tienen un valor simbólico de unos 100 mil pesos que pagan de a poco, en lugar de los más de mil dólares que cuestan en un criadero.
Con esos cambios, los resultados no tardaron en hacerse notar. Uno de los productores de la Payunia, una gran reserva provincial donde se da la mayor concentración de volcanes de Sudamérica, refirió que pasó de tener 64 chivos muertos por año a apenas 10, y les devolvió el mayor cumplido que podían esperar. “Ahora puedo descansar de noche”, les dijo. “Este programa lo que logra es aumentar la tolerancia del productor, que así empieza a comprender que la convivencia con el puma, el gato andino y el zorro es posible”, sigue Maco.
Hasta ahora entregaron 26 perros que no suplen el trabajo de los perros de trabajo como los border collie, sino que se suman y complementan en su rol de protectores. También se utilizan luces disuasorias llamadas “foxlight” en los corrales (con frecuencias y colores variables) que funcionan siempre y cuando el productor recuerde apagarlas porque si no, a la larga, el zorro se acostumbra a ellas.
El invierno es más complejo porque como las pasturas escasean, los animales suelen quedar en el campo, lejos del corral, por lo que se exponen más a la presencia del puma. “En esos casos, el productor debe llevarles el alimento a los perros”, sigue Bolgeri, quien espera que pronto alguna ONG continúe con el trabajo que ellos comenzaron y que, como el “imprinting” está dejando su huella.
Se llama María José Bolgeri, es bióloga y marplatense. Todos la conocen como “Maco”. Trabaja para WCS (Wildlife Conservation Society) Argentina desde 2004 y vive en Malargüe hace 18 años. Está a cargo del programa de ganadería regenerativa de WCS Argentina, y en ese plan fue que el criadero de perros pastores de los Pirineos y de Anatolia terminó montado en su casa.
La secuencia era larga: el productor del sur mendocino y el norte de Neuquén –que no es un gran empresario, sino que apenas tiene un pequeño piño de chivos u ovejas– perdía en las garras del puma, el zorro o el gato andino uno (o varios) animales. Salía a cazarlos, y como no los encontraba, decidía poner veneno. Todos en la Payunia recuerdan aquel 2018 cuando aparecieron 34 cóndores muertos en una sola noche. Fue entonces cuando, al año siguiente, WCS Argentina decidió lanzar un programa de mitigación de conflicto con la ganadería de subsistencia.
Comenzaron por animales mestizos, hasta que supieron del rendimiento de una cruza de Pastores de Anatolia y Pastores de los Pirineos criados con un proceso de impronta (“imprinting” en inglés), por el cual los cachorros permanecen en el corral al menos cuatro meses con los chivos y las ovejas (con muy poca intervención humana), incorporan el comportamiento de estos, y generan vínculos familiares que hacen que luego tengan el instinto de protección hacia el ganado.
“Por ese mismo proceso, un ave de otra especie que es criada con canarios, acaba incorporando trinos similares”, ejemplifica Bolgeri.
“Hicimos un aprendizaje. Al principio les entregábamos los cachorros a los productores, y teníamos una tasa de fracaso bastante alta porque los niños alzaban a los perritos, los hacían participar de la vida cotidiana, les daban restos de comida. Entonces, empezamos a encerrarlos en un corral los primeros cuatro meses, y los damos cuando faltan los últimos seis meses de crianza. Les explicamos que no deben jugar con otros perros, que tienen que enseñarles que se queden con los animales y no vuelvan al corral”, explica la bióloga.
Además, WCS Argentina llegó a un acuerdo con Eukanuba por el cual la empresa les dona el alimento para los perros, a cambio de que el productor asegure el bienestar del animal, llevando la libreta sanitaria al día y cumpliendo con el compromiso adquirido. No es poco, puesto que un animal adulto –que pesa unos 40 kg– come entre 800 g y 1 kg de alimento por día. Además, para los productores de bajos recursos los perros tienen un valor simbólico de unos 100 mil pesos que pagan de a poco, en lugar de los más de mil dólares que cuestan en un criadero.
Con esos cambios, los resultados no tardaron en hacerse notar. Uno de los productores de la Payunia, una gran reserva provincial donde se da la mayor concentración de volcanes de Sudamérica, refirió que pasó de tener 64 chivos muertos por año a apenas 10, y les devolvió el mayor cumplido que podían esperar. “Ahora puedo descansar de noche”, les dijo. “Este programa lo que logra es aumentar la tolerancia del productor, que así empieza a comprender que la convivencia con el puma, el gato andino y el zorro es posible”, sigue Maco.
Hasta ahora entregaron 26 perros que no suplen el trabajo de los perros de trabajo como los border collie, sino que se suman y complementan en su rol de protectores. También se utilizan luces disuasorias llamadas “foxlight” en los corrales (con frecuencias y colores variables) que funcionan siempre y cuando el productor recuerde apagarlas porque si no, a la larga, el zorro se acostumbra a ellas.
El invierno es más complejo porque como las pasturas escasean, los animales suelen quedar en el campo, lejos del corral, por lo que se exponen más a la presencia del puma. “En esos casos, el productor debe llevarles el alimento a los perros”, sigue Bolgeri, quien espera que pronto alguna ONG continúe con el trabajo que ellos comenzaron y que, como el “imprinting” está dejando su huella.
WCS Argentina, la ONG ambientalista presente en el país desde 1964, implementó un proyecto de cría de perros con una técnica especial de “imprinting” que viene dando muy buenos resultados en la convivencia entre chivos, ovejas y la fauna nativa. LA NACION