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Pacific Palisades: la devastación de un paraíso consumido por las llamas

LOS ÁNGELES, California.- Supuestamente este fin de semana iba a ser como cualquier otro en la comunidad de Pacific Palisades: los Boys Scouts tenían planeado un campamento de fin semana en Malibu Creek, estaba previsto un partido de béisbol juvenil en el Centro Recreativo Campo de los Sueños, y el domingo a la mañana era la tradicional feria directa de los productores a pocos pasos de Sunset Boulevard, la ocasión perfecta para aprovechar las ofertas o conseguir carne de animales criados a cielo abierto mientras se chusmeaba con los vecinos.

Nadie recuerda un momento en que Pacific Palisades no haya sido un rincón bucólico de Los Ángeles, con sus casas salpicando las estrechas calles que serpentean entre los cañones de las montañas de Santa Mónica y el océano Pacífico. Los que podían permitirse vivir en ese entorno lo hicieron atraídos por su ritmo lento, lejos de la maraña de autopistas, para poder perderse en esos atardeceres en Technicolor sobre las aguas del mar.

Ahora esos barrios están irreconocibles, después de que el incendio atizado por el viento calcinó hasta los cimientos cuadra tras cuadra, y también las vidas de quienes allí vivían.

Los funcionarios estadounidenses advirtieron que vientos

“No quedó nada”, dice Darby Woods, un agente inmobiliario local que perdió su casa por el fuego. “Es literalmente igual a las imágenes de Ucrania que vemos en la tele: parece una zona de guerra y no hay refuerzos a la vista. Todo quedó diezmado.”

El jueves, cuando el viento amainó y la atención empezó a concentrarse en otras áreas de Los Ángeles que eran presa de las llamas, los vecinos de Palisades empezaron a volver de a poco para ver qué había quedado de sus hogares… de la vida que allí habían construido.

En el barrio Castellammare Palisades, encaramado en un risco con vista al Pacífico, el color ocre del humo lo invade todo. Un motociclista ofrece burritos a los que tienen hambre, y hay otros dos vehículos que reparten agua a los que tienen sed, mientras los bomberos siguen recorriendo los restos humeantes en busca de focos de incendio que no se extinguieron.

Con la pala en mano, un hombre sube a duras penas la colina hasta la casa de su madre con la intención de recuperar sus medicamentos, las fotos familiares, y cerrar todas las válvulas de agua y gas que quedaron abiertas.

Los bomberos observan cómo se arroja agua sobre el incendio Palisades en Mandeville Canyon el sábado 11 de enero de 2025 en Los Ángeles

La naturaleza impredecible del fuego ha dejado señales por todas partes. A dos puertas de distancia, en Tranquillo Road, una casa que estaba en venta por 5,35 millones de dólares quedó convertida en un montículo humeante de madera, piedra y metal: lo único que se salvó fue el cartel de venta del agente inmobiliario. Cerca de allí, los árboles del exterior de una casa quedaron reducidos a ramas carbonizadas, mientras que ahí nomás, apenas cruzando la calle, un limonero con frutos maduros sigue de centinela de la puerta principal de otra vivienda.

Randy Stoklos deambula por el barrio buscando ayuda. Nació en Tranquillo, viajó por el mundo como estrella del vóley-playa y en 1989 compró por 630.000 dólares la casa contigua a la de sus padres.

“En todas partes del mundo hay lugares hermosos, pero esto es el Paraíso Perdido”, dice Stoklos, de 64 años, que no se movió de su casa durante los incendios y se despertó a las 4:30 de la mañana del miércoles para apagar las brasas con la manguera del jardín. “Hay aire limpio y fresco, no se necesita aire acondicionado, y las puestas de sol son increíbles. Hasta hace poco, ni siquiera cerraba la puerta con llave”.

El fuego ha crecido a más de 22.000 acres y ha destruido miles de hogares

Brendan Armm y su pareja Sunshine Armstrong siguen tratando de procesar lo que pasó. Brendan es quiropráctico, dejó estacionado su Tesla en la Pacific Coast Highway y desde ahí caminó para unirse a su pareja en un intento de salvar su casa y las de sus vecinos. También rescataron al cachorro de uno de ellos. Pero cuando volvieron al auto, el vehículo se había incendiado, al igual que un condominio del que son propietarios.

“Perdimos un condominio y un auto y salvamos un montón de casas y un cachorro”, dice Brendan. “Me parece que vamos a estar bien”.

Hace mucho tiempo que los residentes de esta zona venían pensando en la posibilidad de un desastre como este. La advertencia fue el incendio de 2018 en Woolsey, Malibú, así como la sequía casi perpetua que afecta a California.

Y a pesar de todas las señales…

“Esta es una comunidad rica, nadie supone que acá puede pasar algo así”, dice Brendan. “Y de pronto mi pareja me avisa que mi casa está en llamas. Habrá que hacerse cargo de este trauma compartido, la gente va a tener que modificar sus valores. ¿Qué importancia tienen esos zapatos caros o ese reloj después de algo así? Esta comunidad tendrá que cambiar”.

Una vista de la piscina en Pacific Palisades Bowl Mobile Estates que fue destruida por el incendio Palisades el 12 de enero de 2025 en Pacific Palisades, California

Justo en ese momento, se detuvo un vehículo y descendió Jim McDonnell, jefe de policía de Los Ángeles, para solidarizarse con la pareja. McDonnell y sus oficiales venían de recorrer la zona. Habían visto la devastación a través de la televisión, pero ahora podían sentirla en carne propia.

“Imposible explicarle esto a quienes no lo vean con sus propios ojos”, dice McDonnell, contemplando la impresionante vista del océano, una vista que de pronto era posible porque la casa que estaba ahí hasta hace dos días había desaparecido.

Para llegar a Castellammere hay dos caminos: una entrada al este, desde Sunset Boulevard, y la otra al oeste, desde la Pacific Coast Highway. El martes a la mañana, cuando llegó la orden de evacuación, Ted Radin, de 77 años, abandonó la casa que había comprado en 1977 y enfiló a pie hacia la autopista. Cruzó el puente peatonal hacia la playa y luego se dio la vuelta y se quedó durante horas estudiando lo que pasaba en la ladera.

En toda la ciudad, al menos 16 personas han muerto debido a que múltiples incendios han arrasado áreas residenciales desde el 7 de enero, arrasando miles de hogares en una destrucción que el presidente estadounidense Joe Biden comparó con una

Vio las brasas que caían sobre una casa y observó que las llamas se extendían como dedos hasta envolverlo todo. Luego la siguiente casa. Y otra. Parecía algo metódico, casi inexorable. Cuando el sol se puso, Ted, un actuario jubilado que no usa correo electrónico y tiene un teléfono plegable, hizo otro cálculo de riesgo y tomó una decisión.

Intentaría salvar su casa.

Y así cruzó de regreso el puente peatonal, volvió a caminar por la colina y preparó la manguera del jardín. Antes de que llegaran los bomberos, alrededor de las 10 de la noche, ya había quitado las brasas caídas sobre la casa de su vecino de enfrente y había apagado el fuego en la palmera de su patio delantero.

“Creo que mi presencia aquí ayudó en algo”, dice Ted.

El jueves por la mañana se enteró de que por un tiempo es poco probable que se restablezca el suministro de luz y gas, así que tal vez tenga que acostumbrarse a las duchas frías. De remera gris y pantalón deportivo, Ted se sentó a pensar en todo esto en los escalones de frente de su casa. Ese hogar que había logrado salvar.

Por Bill Witz

Traducción de Jaime Arrambide

LOS ÁNGELES, California.- Supuestamente este fin de semana iba a ser como cualquier otro en la comunidad de Pacific Palisades: los Boys Scouts tenían planeado un campamento de fin semana en Malibu Creek, estaba previsto un partido de béisbol juvenil en el Centro Recreativo Campo de los Sueños, y el domingo a la mañana era la tradicional feria directa de los productores a pocos pasos de Sunset Boulevard, la ocasión perfecta para aprovechar las ofertas o conseguir carne de animales criados a cielo abierto mientras se chusmeaba con los vecinos.

Nadie recuerda un momento en que Pacific Palisades no haya sido un rincón bucólico de Los Ángeles, con sus casas salpicando las estrechas calles que serpentean entre los cañones de las montañas de Santa Mónica y el océano Pacífico. Los que podían permitirse vivir en ese entorno lo hicieron atraídos por su ritmo lento, lejos de la maraña de autopistas, para poder perderse en esos atardeceres en Technicolor sobre las aguas del mar.

Ahora esos barrios están irreconocibles, después de que el incendio atizado por el viento calcinó hasta los cimientos cuadra tras cuadra, y también las vidas de quienes allí vivían.

Los funcionarios estadounidenses advirtieron que vientos

“No quedó nada”, dice Darby Woods, un agente inmobiliario local que perdió su casa por el fuego. “Es literalmente igual a las imágenes de Ucrania que vemos en la tele: parece una zona de guerra y no hay refuerzos a la vista. Todo quedó diezmado.”

El jueves, cuando el viento amainó y la atención empezó a concentrarse en otras áreas de Los Ángeles que eran presa de las llamas, los vecinos de Palisades empezaron a volver de a poco para ver qué había quedado de sus hogares… de la vida que allí habían construido.

En el barrio Castellammare Palisades, encaramado en un risco con vista al Pacífico, el color ocre del humo lo invade todo. Un motociclista ofrece burritos a los que tienen hambre, y hay otros dos vehículos que reparten agua a los que tienen sed, mientras los bomberos siguen recorriendo los restos humeantes en busca de focos de incendio que no se extinguieron.

Con la pala en mano, un hombre sube a duras penas la colina hasta la casa de su madre con la intención de recuperar sus medicamentos, las fotos familiares, y cerrar todas las válvulas de agua y gas que quedaron abiertas.

Los bomberos observan cómo se arroja agua sobre el incendio Palisades en Mandeville Canyon el sábado 11 de enero de 2025 en Los Ángeles

La naturaleza impredecible del fuego ha dejado señales por todas partes. A dos puertas de distancia, en Tranquillo Road, una casa que estaba en venta por 5,35 millones de dólares quedó convertida en un montículo humeante de madera, piedra y metal: lo único que se salvó fue el cartel de venta del agente inmobiliario. Cerca de allí, los árboles del exterior de una casa quedaron reducidos a ramas carbonizadas, mientras que ahí nomás, apenas cruzando la calle, un limonero con frutos maduros sigue de centinela de la puerta principal de otra vivienda.

Randy Stoklos deambula por el barrio buscando ayuda. Nació en Tranquillo, viajó por el mundo como estrella del vóley-playa y en 1989 compró por 630.000 dólares la casa contigua a la de sus padres.

“En todas partes del mundo hay lugares hermosos, pero esto es el Paraíso Perdido”, dice Stoklos, de 64 años, que no se movió de su casa durante los incendios y se despertó a las 4:30 de la mañana del miércoles para apagar las brasas con la manguera del jardín. “Hay aire limpio y fresco, no se necesita aire acondicionado, y las puestas de sol son increíbles. Hasta hace poco, ni siquiera cerraba la puerta con llave”.

El fuego ha crecido a más de 22.000 acres y ha destruido miles de hogares

Brendan Armm y su pareja Sunshine Armstrong siguen tratando de procesar lo que pasó. Brendan es quiropráctico, dejó estacionado su Tesla en la Pacific Coast Highway y desde ahí caminó para unirse a su pareja en un intento de salvar su casa y las de sus vecinos. También rescataron al cachorro de uno de ellos. Pero cuando volvieron al auto, el vehículo se había incendiado, al igual que un condominio del que son propietarios.

“Perdimos un condominio y un auto y salvamos un montón de casas y un cachorro”, dice Brendan. “Me parece que vamos a estar bien”.

Hace mucho tiempo que los residentes de esta zona venían pensando en la posibilidad de un desastre como este. La advertencia fue el incendio de 2018 en Woolsey, Malibú, así como la sequía casi perpetua que afecta a California.

Y a pesar de todas las señales…

“Esta es una comunidad rica, nadie supone que acá puede pasar algo así”, dice Brendan. “Y de pronto mi pareja me avisa que mi casa está en llamas. Habrá que hacerse cargo de este trauma compartido, la gente va a tener que modificar sus valores. ¿Qué importancia tienen esos zapatos caros o ese reloj después de algo así? Esta comunidad tendrá que cambiar”.

Una vista de la piscina en Pacific Palisades Bowl Mobile Estates que fue destruida por el incendio Palisades el 12 de enero de 2025 en Pacific Palisades, California

Justo en ese momento, se detuvo un vehículo y descendió Jim McDonnell, jefe de policía de Los Ángeles, para solidarizarse con la pareja. McDonnell y sus oficiales venían de recorrer la zona. Habían visto la devastación a través de la televisión, pero ahora podían sentirla en carne propia.

“Imposible explicarle esto a quienes no lo vean con sus propios ojos”, dice McDonnell, contemplando la impresionante vista del océano, una vista que de pronto era posible porque la casa que estaba ahí hasta hace dos días había desaparecido.

Para llegar a Castellammere hay dos caminos: una entrada al este, desde Sunset Boulevard, y la otra al oeste, desde la Pacific Coast Highway. El martes a la mañana, cuando llegó la orden de evacuación, Ted Radin, de 77 años, abandonó la casa que había comprado en 1977 y enfiló a pie hacia la autopista. Cruzó el puente peatonal hacia la playa y luego se dio la vuelta y se quedó durante horas estudiando lo que pasaba en la ladera.

En toda la ciudad, al menos 16 personas han muerto debido a que múltiples incendios han arrasado áreas residenciales desde el 7 de enero, arrasando miles de hogares en una destrucción que el presidente estadounidense Joe Biden comparó con una

Vio las brasas que caían sobre una casa y observó que las llamas se extendían como dedos hasta envolverlo todo. Luego la siguiente casa. Y otra. Parecía algo metódico, casi inexorable. Cuando el sol se puso, Ted, un actuario jubilado que no usa correo electrónico y tiene un teléfono plegable, hizo otro cálculo de riesgo y tomó una decisión.

Intentaría salvar su casa.

Y así cruzó de regreso el puente peatonal, volvió a caminar por la colina y preparó la manguera del jardín. Antes de que llegaran los bomberos, alrededor de las 10 de la noche, ya había quitado las brasas caídas sobre la casa de su vecino de enfrente y había apagado el fuego en la palmera de su patio delantero.

“Creo que mi presencia aquí ayudó en algo”, dice Ted.

El jueves por la mañana se enteró de que por un tiempo es poco probable que se restablezca el suministro de luz y gas, así que tal vez tenga que acostumbrarse a las duchas frías. De remera gris y pantalón deportivo, Ted se sentó a pensar en todo esto en los escalones de frente de su casa. Ese hogar que había logrado salvar.

Por Bill Witz

Traducción de Jaime Arrambide

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