La isla del ron, los pueblos de pescadores, mar turquesa y arenas blancas
Martinique aparece en el corazón de las Antillas Menores, esa retahíla de islas pequeñas que abraza el mar Caribe por el sudeste. Es verde, generosa en flores, montañas bajas y cascadas. Las playas reeditan la dupla clásica de la región: mar turquesa y arena blanca. Su espíritu amalgama la herencia francesa con la cultura africana y la que dejaron los pobladores precolombinos. Después de 1848, cuando la esclavitud fue abolida definitivamente, llegaron al país trabajadores de la India para emplearse en los campos de cultivo de bananas, piñas y azúcar.
La relación con la Metropole, como llaman a Francia, pasó por diferentes status desde su independencia. A partir de 2016 es reconocida como Colectividad Territorial de Martinica (CTM). La moneda de curso legal es el euro porque forman parte de la Comunidad Económica Europea.
Entre los franceses famosos que pasaron por aquí, María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie lleva las deganar. Más conocida como Josefina Bonaparte fue la segunda esposa de Napoleón y nació aquí, en el seno de una familia de hacendados. Separada de su primer marido se casó con Napoleón en segundas nupcias y fue coronada emperatriz. Al no darle un heredero, se vio obligada a divorciarse. En el museo La Pagerie, en Trois Ilets, se exhiben algunos objetos de su casa natal.
El norte, el sur y el ron
Dos tercios de Martinique están protegidos. El país cuenta con una red de 31 caminos para practicar senderismo que llevan al viajero por los diferentes paisajes de la isla. Estas vías también se pueden transitar a caballo o en bicicleta.
Los amantes del mar descubrirán aquí numerosos sitios para bucear y otros tantos destinados a la práctica del surf. Por supuesto, encontrarán también playas para dedicarse a il dolce far niente bajo el sol. El sur es la zona más turística, ideal para aquellos que buscan un mar tibio y playas bordeadas de palmeras. Visite los pueblos pescadores de Anses-d’Arlets, Grande-Anse-d’Arlet, Le Vauclin y las calas de las ensenadas de Noire y Dufour. Anse Noire es una playa de arena negra para destacar, una cala tranquila a la que se accede después de bajar unos 130 escalones.
Otra recomendada es Les Salines. Tiene arena clara y está surcada de palmeras; vaya en la semana, sábado y domingo recibe muchos visitantes. En Le Marin está una de las marinas más grande del Caribe. Allí se alquilan barcos a motor y a vela, con y sin tripulación, para los fans de la vida náutica. La costa norte, sobre el lado Atlántico, es reconocida para la práctica de surf. En esa zona hay unos diez lugares desde Tartaria a Le Prêcheur. El interior norteño es salvaje y abrupto, la geografía alterna montañas con las selvas: una exuberancia siempre verde que esconde varios saltos de agua. Allí está emplazado el volcán Mt Pelée.
La ruta del ron propone matizar la vida de playa. La fabricación de esta bebida está muy relacionada con la cultura creole y las plantaciones de azúcar, uno de los primeros recursos económicos. Hoy cuentan con siete destilerías donde se elaboran unas 22 marcas y una única usina de azúcar donde se produce el azúcar Galion. El ron martiquinés tiene fama mundial. Desde 1996 posee la apelación AOC (Appellation d’Origine Contrôlée). Se elabora con jugo de caña puro, no como los industriales que emplean melaza, por eso es un rhum agricole. Es casi obligatorio visitar alguna de las destilerías que incluyen un recorrido histórico y finalizan con una degustación. Los establecimientos más famosos son Depaz y la Clément.
Fort de France
En 1902 la erupción del Mont Pelée dejó un tendal de víctimas y destruyó la capital Saint Pierre, que en el tiempo fue reemplazada por Fort de France. Allí merece una visita la biblioteca Schoelcher. Se trata de un bellísimo edificio construido por Pierre Henri Picq a finales del siglo XIX en un estilo ecléctico que combina elementos clásicos con otros del art nouveau y mosaicos bizantinos. Fue montado originalmente en el Jardín de las Tullerías en París, y traído por partes a Martinique, donde abrió sus puertas en 1893. Concebido para albergar la biblioteca personal de Víctor Schoelcher, ferviente abolicionista que bregó por la instrucción de los ancianos esclavos negros, su condición para llevar a cabo la donación fue que estuviera a cargo de un bibliotecario profesional. El primero fue Víctor Cochinat, secretario privado de Alexandre Dumas.
A la hora de bailar, los locales prefieren el zouk. Como los argentinos revindicamos el asado, ellos aman unas bolitas de pescado frito que llaman accras que acompañan con un trago conocido como ti punch (ron, jarabe de azúcar y jugo de lima). El dombré haricot rouge (un guiso de porotos rojos) es otro plato popular que se consume religiosamente con plantear (ron con jugo de naranja y guayaba).
Con respecto al alojamiento, Martinique cuenta con un solo all inclusive, el Club Med Les Boucaniers. Tras el cierre en 2020 del Relais & Chateaux Cap Est, el destino se consolida como un lugar de perfil medio, con variedad de hoteles y posadas a precios más acomodados. Como último consejo: es todo un plan alquilar auto y salir a recorrer esta tierra donde todo queda a mano, ya que la isla solo mide unos 20 km de ancho por 65 km de largo.
Además, se puede visitar el Jardín de Balata, un sitio tiene unas tres hectáreas y está en las afueras de la capital. Es obra de Jean Philippe Thoze quien transformó la finca de su abuela en un jardín botánico privado, con especies locales, pero también con variantes tropicales de otras partes del mundo. Abrió sus puertas en 1982, y el nombre corresponde a un árbol muy frecuente en esta zona, el balatá (Manilkara bidentata). También hay heliconias, rosas de porcelana, hibiscus, nenúfares y pandanus abigarrados entre pasarelas de madera, puentes colgantes fuentes y sector de juegos. Todos los días, de 9 a 18. Adultos € 16.
Martinique aparece en el corazón de las Antillas Menores, esa retahíla de islas pequeñas que abraza el mar Caribe por el sudeste. Es verde, generosa en flores, montañas bajas y cascadas. Las playas reeditan la dupla clásica de la región: mar turquesa y arena blanca. Su espíritu amalgama la herencia francesa con la cultura africana y la que dejaron los pobladores precolombinos. Después de 1848, cuando la esclavitud fue abolida definitivamente, llegaron al país trabajadores de la India para emplearse en los campos de cultivo de bananas, piñas y azúcar.
La relación con la Metropole, como llaman a Francia, pasó por diferentes status desde su independencia. A partir de 2016 es reconocida como Colectividad Territorial de Martinica (CTM). La moneda de curso legal es el euro porque forman parte de la Comunidad Económica Europea.
Entre los franceses famosos que pasaron por aquí, María Josefina Rosa Tascher de la Pagerie lleva las deganar. Más conocida como Josefina Bonaparte fue la segunda esposa de Napoleón y nació aquí, en el seno de una familia de hacendados. Separada de su primer marido se casó con Napoleón en segundas nupcias y fue coronada emperatriz. Al no darle un heredero, se vio obligada a divorciarse. En el museo La Pagerie, en Trois Ilets, se exhiben algunos objetos de su casa natal.
El norte, el sur y el ron
Dos tercios de Martinique están protegidos. El país cuenta con una red de 31 caminos para practicar senderismo que llevan al viajero por los diferentes paisajes de la isla. Estas vías también se pueden transitar a caballo o en bicicleta.
Los amantes del mar descubrirán aquí numerosos sitios para bucear y otros tantos destinados a la práctica del surf. Por supuesto, encontrarán también playas para dedicarse a il dolce far niente bajo el sol. El sur es la zona más turística, ideal para aquellos que buscan un mar tibio y playas bordeadas de palmeras. Visite los pueblos pescadores de Anses-d’Arlets, Grande-Anse-d’Arlet, Le Vauclin y las calas de las ensenadas de Noire y Dufour. Anse Noire es una playa de arena negra para destacar, una cala tranquila a la que se accede después de bajar unos 130 escalones.
Otra recomendada es Les Salines. Tiene arena clara y está surcada de palmeras; vaya en la semana, sábado y domingo recibe muchos visitantes. En Le Marin está una de las marinas más grande del Caribe. Allí se alquilan barcos a motor y a vela, con y sin tripulación, para los fans de la vida náutica. La costa norte, sobre el lado Atlántico, es reconocida para la práctica de surf. En esa zona hay unos diez lugares desde Tartaria a Le Prêcheur. El interior norteño es salvaje y abrupto, la geografía alterna montañas con las selvas: una exuberancia siempre verde que esconde varios saltos de agua. Allí está emplazado el volcán Mt Pelée.
La ruta del ron propone matizar la vida de playa. La fabricación de esta bebida está muy relacionada con la cultura creole y las plantaciones de azúcar, uno de los primeros recursos económicos. Hoy cuentan con siete destilerías donde se elaboran unas 22 marcas y una única usina de azúcar donde se produce el azúcar Galion. El ron martiquinés tiene fama mundial. Desde 1996 posee la apelación AOC (Appellation d’Origine Contrôlée). Se elabora con jugo de caña puro, no como los industriales que emplean melaza, por eso es un rhum agricole. Es casi obligatorio visitar alguna de las destilerías que incluyen un recorrido histórico y finalizan con una degustación. Los establecimientos más famosos son Depaz y la Clément.
Fort de France
En 1902 la erupción del Mont Pelée dejó un tendal de víctimas y destruyó la capital Saint Pierre, que en el tiempo fue reemplazada por Fort de France. Allí merece una visita la biblioteca Schoelcher. Se trata de un bellísimo edificio construido por Pierre Henri Picq a finales del siglo XIX en un estilo ecléctico que combina elementos clásicos con otros del art nouveau y mosaicos bizantinos. Fue montado originalmente en el Jardín de las Tullerías en París, y traído por partes a Martinique, donde abrió sus puertas en 1893. Concebido para albergar la biblioteca personal de Víctor Schoelcher, ferviente abolicionista que bregó por la instrucción de los ancianos esclavos negros, su condición para llevar a cabo la donación fue que estuviera a cargo de un bibliotecario profesional. El primero fue Víctor Cochinat, secretario privado de Alexandre Dumas.
A la hora de bailar, los locales prefieren el zouk. Como los argentinos revindicamos el asado, ellos aman unas bolitas de pescado frito que llaman accras que acompañan con un trago conocido como ti punch (ron, jarabe de azúcar y jugo de lima). El dombré haricot rouge (un guiso de porotos rojos) es otro plato popular que se consume religiosamente con plantear (ron con jugo de naranja y guayaba).
Con respecto al alojamiento, Martinique cuenta con un solo all inclusive, el Club Med Les Boucaniers. Tras el cierre en 2020 del Relais & Chateaux Cap Est, el destino se consolida como un lugar de perfil medio, con variedad de hoteles y posadas a precios más acomodados. Como último consejo: es todo un plan alquilar auto y salir a recorrer esta tierra donde todo queda a mano, ya que la isla solo mide unos 20 km de ancho por 65 km de largo.
Además, se puede visitar el Jardín de Balata, un sitio tiene unas tres hectáreas y está en las afueras de la capital. Es obra de Jean Philippe Thoze quien transformó la finca de su abuela en un jardín botánico privado, con especies locales, pero también con variantes tropicales de otras partes del mundo. Abrió sus puertas en 1982, y el nombre corresponde a un árbol muy frecuente en esta zona, el balatá (Manilkara bidentata). También hay heliconias, rosas de porcelana, hibiscus, nenúfares y pandanus abigarrados entre pasarelas de madera, puentes colgantes fuentes y sector de juegos. Todos los días, de 9 a 18. Adultos € 16.
Tierra de naturaleza pródiga y acento francés, invita a una vida de playa sazonada con muy buen alcohol, senderismo y deportes de agua. LA NACION