Rugby y redención: Espartanos, la serie basada en el proyecto de un abogado penalista para que los presos no reincidan

Corría 2009 y Eduardo “Coco” Oderigo estaba cómodo. Tenía una vida tranquila. Proveniente de una familia relacionada con la Justicia, ejercía como abogado penalista, y entrenaba rugby en el San Isidro Club. Un día -más por anécdota que por deseo- pisó la Unidad 48 del penal de San Martín sin imaginarse que su vida estaba a punto de cambiar. Algo en su cabeza comenzó a gestarse.
“Entré al penal sin ningún prejuicio, de inconsciente. No tenía idea con qué me iba a encontrar”, rememora con una sonrisa. Esa “inconsciencia” desapegada de etiquetas, lo impulsó a pensar más allá y “hacer algo”. Contra el consejo de todos, a Oderigo se le ocurrió enseñarle a jugar rugby a los reclusos.
“Querés traer un deporte violento a un lugar violento”, le decían, pero, tenaz, el abogado logró convencer al director de la cárcel de hacer un entrenamiento. Ese fue el primer paso de lo que sería un gran proyecto. En 2016, con el apoyo de voluntarios, donantes y empresas, se creó Fundación Espartanos, que permitió consolidar un programa integral de reinserción social que ayudó a bajar los índices de reincidencia de un 65% a un 5%. Ahora, Espartanos toma forma de serie y promete nuevas realidades por descubrir.
Compuesta por ocho episodios de 35 minutos, la ficción basada en el proyecto real llegará a la pantalla de Disney+ este 19 de febrero y tiene como protagonista principal a Oderigo (representado por el actor Guillermo Pfening). Espartanos, una historia real cuenta también dentro de su elenco con dos exjugadores de Los Pumas, el seleccionado nacional de rugby de Argentina: Juan Leguizamón (Tatú) y Javier Ortega Desio (Bebe).
LA NACIÓN conversó con Coco Oderigo y con Guillermo Pfening, los dos grandes protagonistas de esta historia en la vida real y en la ficción.
—¿Qué prejuicios tuvieron que romper para acercarse al mundo de la cárcel?
Coco Oderigo: —Prejuicios no sé si tenía, más bien fui un inconsciente, si no, quizás no arrancaba. Era otro mundo y salí a conocerlo. Me metí en la cárcel sin saber absolutamente nada, pensando que iba a llevar el rugby y que iba a funcionar como funciona en mi club. Si hubiese conocido de antemano más cosas me hubiese dado miedo, o por ahí hubiese decidido no hacerlo, pero la primera vez que fui con la idea del rugby a la cárcel, fui despojado.
Guillermo Pfening: —Grabar esta serie me transformó como persona y me hizo mejor actor. Fue un gran desafío. Yo no jugaba a rugby, jugaba al tenis. Tenía ciertos prejuicios con el deporte, pensaba que era “de rudo” y me pude amigar con eso. Incluso tenía preparado un doble para taclear, pero me metí tanto en el papel que lo quise hacer yo. Hubo un coach que nos enseñó a entrenar, protegernos y a mantener el espíritu de equipo. Conocía Espartanos muy por arriba, de haberlo visto a Coco [Oderigo] en alguna entrevista. No sé si tenía prejuicio con la cárcel, pero el rodaje fue un baño con ese mundo. Vivimos muchas situaciones porque filmamos ahí mucho tiempo. Hay una tensión porque es un mundo completamente diferente al nuestro. A medida que uno va conociendo el espacio, se va aflojando. No es que llegué con prejuicio, pero sí siento que tuve que hacer una especie de adaptación a los códigos del lugar.
—Hay un imaginario sobre cómo se vive en la cárcel. ¿Cómo construiste el vínculo con los presos cuando llegaste por primera vez al penal con tu pelota de rugby?
C.O: —En todos los entornos había prejuicios: los tenían los internos, los presos, los funcionarios, mis amigos, mis conocidos que me decían “¿Qué haces ahí?”. Todos. Desde el comienzo de la serie se nota un apoyo incondicional de mi mujer, Male. El guionista supo leer su participación muy bien y le dio un protagonismo distinto: sutil y a la vez muy profundo. Hubo mucho en el escuchar y proponer de ella que tuvo mucho que ver con el vínculo con los presos y con el proyecto. Ella fue muy importante y el guionista lo percibió en todas las entrevistas que tuvimos. El director, Sebastián Pivoto, tuvo la deferencia de aportar mucho detalle en ese sentido.
—¿Qué es lo que incomoda de Espartanos?
C.O: —Es una serie que incomoda porque parecen preguntas incómodas. Hay muchos “por qué” que la serie va trabajando de una manera muy profunda. Para mí, hay escenas que son determinantes, en las que se piensa: “¿Dónde vamos a encontrar la falla en esta idea?”. La serie te amplía el panorama, incomoda en el buen sentido.
G.P: —Incomoda justamente esto de darle una oportunidad a personas que no la tuvieron. A muchas de las personas que caen en una cárcel le faltaron posibilidades. Y muy pocas veces pueden recuperarse. Lo que Coco viene a hacer es a sanear una falta que tiene el sistema carcelario. Él también fue consciente de eso: trató de construir algo luminoso en medio de lo podrido, en lo feo. Coco les dio la oportunidad de tener una vida más luminosa tanto ahí como afuera. De todas maneras, hay que reconocer que el Penal 48 no es lo que uno se imagina de la cárcel, todos hacen actividades, como carpintería.
—¿A la hora de protagonizar esta historia en la ficción, pudiste conocer a los Espartanos reales?
G.P: —La verdad es que uno con las personas que están privadas de su libertad no puede hablar mucho, hay toda una seguridad que cumplir, incluso hay una manera en la que hay que ir vestido: para ingresar no podes ir con ropa oscura porque te pueden confundir con un guardia, por ejemplo. Si bien había permisos para filmar no era un permiso para establecer contacto.
C.O: —Previamente Guille [Pfening] vino a algunos entrenamientos donde estaban los Espartanos reales, más allá de las reglas de la filmación, le buscamos la vuelta para que lo viva en carne propia.
—Después de involucrarse con Espartanos, ¿creen que la bondad y la maldad son inherentes a la personas, o que son las circunstancias las que nos llevan a actuar de una u otra manera?
G.P: —Creo que somos seres culturales y que son las circunstancias las que nos llevan a eso. Si naces en el barro te va a ser mucho más difícil salir de ahí. Es todo parte de un sistema y todo también tiene su consecuencia. Nadie nace malo, ¿cómo un bebé puede nacer siendo malo? Es una persona que se va formando según donde caiga.
C.O: —Uno de los voluntarios de Espartanos hablaba de una vía de tren: ¿Qué hiciste vos y qué hizo el otro para nacer de uno y del otro lado de la vía? ¿Por qué yo a los 18 años lloraba porque no sabía tomarme un subte y vos estabas en una cárcel de máxima seguridad? Teniendo en cuenta ese camino: ¿quién soy yo para juzgarte?
—En la serie se refleja muy bien la integración de mundos muy disímiles.
G.P: —Sí, eso se nota mucho. Coco con el rugby y el trabajo en equipo logra integrar distintos mundos. Depende de cada uno estar despierto para vivir otros mundos. Eso tiene que ver con los prejuicios. Creo que no hay que romantizar la delincuencia ni la cárcel, pero esto tiene que ver con ser consciente de que vivimos en un sistema que es macabro en un montón de cosas. ¿Por qué vos naciste allá y yo acá? Entonces creo que tenemos el deber de estar más atentos, de tener empatía.
—Coco, ¿qué te llevó a dejar tu vida tranquila y meterte en este “lío”?
C.O: —Con Male tenemos ocho hijos, trabajé en el poder judicial durante 15 años y me sentía muy bien trabajando ahí, pero a mi me gustaba ir mas allá, me faltaba la pata social. Apareció la cárcel. Le empecé a meter y empezó a crecer, pero nunca pensé que iba a llegar a esto. Lo que pasó es que me sentía muy bien con el proyecto. Aprovecho para destacar la enorme tarea que hacen las personas en la Justicia. Muchas veces, por casos puntuales se trata de desacreditar a entidades como la Justicia, la policía, la Iglesia o el mismo rugby. Yo refuerzo la idea de que algunos hacen las cosas mal y eso se debería corregir, pero que también hay un montón de gente que dentro del anonimato hace un montón de cosas positivas. Ojalá que esto inspire no solamente a dar una mano sino también a hacer algo por los demás. Vale más un gramo de hacer que una tonelada de decir. ¿De hacer qué? De hacer lo posible; de “hacerlo posible”. En la serie, cuando aparece el personaje de Guille [Pfening] en la cárcel, el espectador piensa: “Tomátelas de ahí”. Se lo dice todo su entorno, pero él perseverante y tozudo logra llevar su idea hasta las últimas consecuencias y reafirma que siempre se puede hacer lo posible.
G.P: —A veces hay resistencia al cambio, pero con un líder como Coco [Oderigo] es difícil resistirse.
—En la serie se ve que aplicás la “viveza criolla” para llevar adelante tu proyecto.
C.O: —¡Sí! No me puede ganar así de fácil alguien que dice que no simplemente porque es el dueño de algo o lo que sea. Yo trataba de ser más vivo, no sé si es algo que te da la vida o la calle, pero siempre trataba de buscarle la vuelta.
G.P: —Yo lo he visto a Coco [Oderigo] manejarse dentro del penal y con la gente que él entrena. Lo vi resolver situaciones picantes entre ellos con un chiste. Sin levantar la voz, sin ejercer la fuerza: diciéndoles las cosas con amor y muchas veces también con esa viveza y con el humor como aliado.
—¿Qué dicen los Espartanos de la serie?
C.O: —Hay algunos Espartanos que actúan de extras y que tienen algún que otro papel. Los que están ahora detenidos están maravillados con lo que les fuimos contando, porque solamente vieron el trailer. Están contentos de poder mostrar lo que hacen a puertas cerradas: de afuera mucha gente piensa “que se pudran”. No piensan en darles otra posibilidad y la serie hace de llave para que la gente pueda ver algo que ocurre en la realidad. Si después de ver la serie quieren venir a verlo en vivo, pueden: lo que van a ver en los episodios pasa en un montón de cárceles de la Argentina y en otros países.
—¿Qué le dirías a la gente que piensa que el rugby es un deporte violento?
C.O: —La violencia viene en general. Nadie es ajeno, y el rugby tampoco lo es. Esos casos hay que trabajarlos tanto en el rugby como en otros ámbitos. Los Espartanos hablaban de que ellos eran los más violentos de la sociedad y nunca habían jugado al rugby. En la cárcel empezaron a jugar al rugby y los índices de violencia dentro del penal bajaron notablemente, la reincidencia también. En este caso puntual, el rugby es parte de la solución y no del problema.
El excapitán de Los Pumas Agustín Pichot es el presidente de PEGSA, la productora que ideó y produjo Espartanos para Disney+ y en diálogo con LA NACIÓN reflexionó sobre la relevancia de este proyecto: “Mi relación con Coco Oderigo arrancó en 2008 o 2009, cuando me retiré. Viajé desde Nueva Zelanda para jugar la Rugby Championship y en ese marco, a él se le ocurrió hacer un partido entre el equipo de Espartanos y jueces y fiscales. Ahí fuimos conociéndonos. El partido salió espectacular. Estuve con los Espartanos, los conocí, jugué con ellos. Y después, nació la idea de que los conozca mucha más gente. Se nos ocurrió escribir esta historia y contarla con la profunda admiración que no solo siento o sentimos en PEGSA por Coco, sino también por todos los voluntarios que se acercan a colaborar”, destacó el exjugador y empresario.
Corría 2009 y Eduardo “Coco” Oderigo estaba cómodo. Tenía una vida tranquila. Proveniente de una familia relacionada con la Justicia, ejercía como abogado penalista, y entrenaba rugby en el San Isidro Club. Un día -más por anécdota que por deseo- pisó la Unidad 48 del penal de San Martín sin imaginarse que su vida estaba a punto de cambiar. Algo en su cabeza comenzó a gestarse.
“Entré al penal sin ningún prejuicio, de inconsciente. No tenía idea con qué me iba a encontrar”, rememora con una sonrisa. Esa “inconsciencia” desapegada de etiquetas, lo impulsó a pensar más allá y “hacer algo”. Contra el consejo de todos, a Oderigo se le ocurrió enseñarle a jugar rugby a los reclusos.
“Querés traer un deporte violento a un lugar violento”, le decían, pero, tenaz, el abogado logró convencer al director de la cárcel de hacer un entrenamiento. Ese fue el primer paso de lo que sería un gran proyecto. En 2016, con el apoyo de voluntarios, donantes y empresas, se creó Fundación Espartanos, que permitió consolidar un programa integral de reinserción social que ayudó a bajar los índices de reincidencia de un 65% a un 5%. Ahora, Espartanos toma forma de serie y promete nuevas realidades por descubrir.
Compuesta por ocho episodios de 35 minutos, la ficción basada en el proyecto real llegará a la pantalla de Disney+ este 19 de febrero y tiene como protagonista principal a Oderigo (representado por el actor Guillermo Pfening). Espartanos, una historia real cuenta también dentro de su elenco con dos exjugadores de Los Pumas, el seleccionado nacional de rugby de Argentina: Juan Leguizamón (Tatú) y Javier Ortega Desio (Bebe).
LA NACIÓN conversó con Coco Oderigo y con Guillermo Pfening, los dos grandes protagonistas de esta historia en la vida real y en la ficción.
—¿Qué prejuicios tuvieron que romper para acercarse al mundo de la cárcel?
Coco Oderigo: —Prejuicios no sé si tenía, más bien fui un inconsciente, si no, quizás no arrancaba. Era otro mundo y salí a conocerlo. Me metí en la cárcel sin saber absolutamente nada, pensando que iba a llevar el rugby y que iba a funcionar como funciona en mi club. Si hubiese conocido de antemano más cosas me hubiese dado miedo, o por ahí hubiese decidido no hacerlo, pero la primera vez que fui con la idea del rugby a la cárcel, fui despojado.
Guillermo Pfening: —Grabar esta serie me transformó como persona y me hizo mejor actor. Fue un gran desafío. Yo no jugaba a rugby, jugaba al tenis. Tenía ciertos prejuicios con el deporte, pensaba que era “de rudo” y me pude amigar con eso. Incluso tenía preparado un doble para taclear, pero me metí tanto en el papel que lo quise hacer yo. Hubo un coach que nos enseñó a entrenar, protegernos y a mantener el espíritu de equipo. Conocía Espartanos muy por arriba, de haberlo visto a Coco [Oderigo] en alguna entrevista. No sé si tenía prejuicio con la cárcel, pero el rodaje fue un baño con ese mundo. Vivimos muchas situaciones porque filmamos ahí mucho tiempo. Hay una tensión porque es un mundo completamente diferente al nuestro. A medida que uno va conociendo el espacio, se va aflojando. No es que llegué con prejuicio, pero sí siento que tuve que hacer una especie de adaptación a los códigos del lugar.
—Hay un imaginario sobre cómo se vive en la cárcel. ¿Cómo construiste el vínculo con los presos cuando llegaste por primera vez al penal con tu pelota de rugby?
C.O: —En todos los entornos había prejuicios: los tenían los internos, los presos, los funcionarios, mis amigos, mis conocidos que me decían “¿Qué haces ahí?”. Todos. Desde el comienzo de la serie se nota un apoyo incondicional de mi mujer, Male. El guionista supo leer su participación muy bien y le dio un protagonismo distinto: sutil y a la vez muy profundo. Hubo mucho en el escuchar y proponer de ella que tuvo mucho que ver con el vínculo con los presos y con el proyecto. Ella fue muy importante y el guionista lo percibió en todas las entrevistas que tuvimos. El director, Sebastián Pivoto, tuvo la deferencia de aportar mucho detalle en ese sentido.
—¿Qué es lo que incomoda de Espartanos?
C.O: —Es una serie que incomoda porque parecen preguntas incómodas. Hay muchos “por qué” que la serie va trabajando de una manera muy profunda. Para mí, hay escenas que son determinantes, en las que se piensa: “¿Dónde vamos a encontrar la falla en esta idea?”. La serie te amplía el panorama, incomoda en el buen sentido.
G.P: —Incomoda justamente esto de darle una oportunidad a personas que no la tuvieron. A muchas de las personas que caen en una cárcel le faltaron posibilidades. Y muy pocas veces pueden recuperarse. Lo que Coco viene a hacer es a sanear una falta que tiene el sistema carcelario. Él también fue consciente de eso: trató de construir algo luminoso en medio de lo podrido, en lo feo. Coco les dio la oportunidad de tener una vida más luminosa tanto ahí como afuera. De todas maneras, hay que reconocer que el Penal 48 no es lo que uno se imagina de la cárcel, todos hacen actividades, como carpintería.
—¿A la hora de protagonizar esta historia en la ficción, pudiste conocer a los Espartanos reales?
G.P: —La verdad es que uno con las personas que están privadas de su libertad no puede hablar mucho, hay toda una seguridad que cumplir, incluso hay una manera en la que hay que ir vestido: para ingresar no podes ir con ropa oscura porque te pueden confundir con un guardia, por ejemplo. Si bien había permisos para filmar no era un permiso para establecer contacto.
C.O: —Previamente Guille [Pfening] vino a algunos entrenamientos donde estaban los Espartanos reales, más allá de las reglas de la filmación, le buscamos la vuelta para que lo viva en carne propia.
—Después de involucrarse con Espartanos, ¿creen que la bondad y la maldad son inherentes a la personas, o que son las circunstancias las que nos llevan a actuar de una u otra manera?
G.P: —Creo que somos seres culturales y que son las circunstancias las que nos llevan a eso. Si naces en el barro te va a ser mucho más difícil salir de ahí. Es todo parte de un sistema y todo también tiene su consecuencia. Nadie nace malo, ¿cómo un bebé puede nacer siendo malo? Es una persona que se va formando según donde caiga.
C.O: —Uno de los voluntarios de Espartanos hablaba de una vía de tren: ¿Qué hiciste vos y qué hizo el otro para nacer de uno y del otro lado de la vía? ¿Por qué yo a los 18 años lloraba porque no sabía tomarme un subte y vos estabas en una cárcel de máxima seguridad? Teniendo en cuenta ese camino: ¿quién soy yo para juzgarte?
—En la serie se refleja muy bien la integración de mundos muy disímiles.
G.P: —Sí, eso se nota mucho. Coco con el rugby y el trabajo en equipo logra integrar distintos mundos. Depende de cada uno estar despierto para vivir otros mundos. Eso tiene que ver con los prejuicios. Creo que no hay que romantizar la delincuencia ni la cárcel, pero esto tiene que ver con ser consciente de que vivimos en un sistema que es macabro en un montón de cosas. ¿Por qué vos naciste allá y yo acá? Entonces creo que tenemos el deber de estar más atentos, de tener empatía.
—Coco, ¿qué te llevó a dejar tu vida tranquila y meterte en este “lío”?
C.O: —Con Male tenemos ocho hijos, trabajé en el poder judicial durante 15 años y me sentía muy bien trabajando ahí, pero a mi me gustaba ir mas allá, me faltaba la pata social. Apareció la cárcel. Le empecé a meter y empezó a crecer, pero nunca pensé que iba a llegar a esto. Lo que pasó es que me sentía muy bien con el proyecto. Aprovecho para destacar la enorme tarea que hacen las personas en la Justicia. Muchas veces, por casos puntuales se trata de desacreditar a entidades como la Justicia, la policía, la Iglesia o el mismo rugby. Yo refuerzo la idea de que algunos hacen las cosas mal y eso se debería corregir, pero que también hay un montón de gente que dentro del anonimato hace un montón de cosas positivas. Ojalá que esto inspire no solamente a dar una mano sino también a hacer algo por los demás. Vale más un gramo de hacer que una tonelada de decir. ¿De hacer qué? De hacer lo posible; de “hacerlo posible”. En la serie, cuando aparece el personaje de Guille [Pfening] en la cárcel, el espectador piensa: “Tomátelas de ahí”. Se lo dice todo su entorno, pero él perseverante y tozudo logra llevar su idea hasta las últimas consecuencias y reafirma que siempre se puede hacer lo posible.
G.P: —A veces hay resistencia al cambio, pero con un líder como Coco [Oderigo] es difícil resistirse.
—En la serie se ve que aplicás la “viveza criolla” para llevar adelante tu proyecto.
C.O: —¡Sí! No me puede ganar así de fácil alguien que dice que no simplemente porque es el dueño de algo o lo que sea. Yo trataba de ser más vivo, no sé si es algo que te da la vida o la calle, pero siempre trataba de buscarle la vuelta.
G.P: —Yo lo he visto a Coco [Oderigo] manejarse dentro del penal y con la gente que él entrena. Lo vi resolver situaciones picantes entre ellos con un chiste. Sin levantar la voz, sin ejercer la fuerza: diciéndoles las cosas con amor y muchas veces también con esa viveza y con el humor como aliado.
—¿Qué dicen los Espartanos de la serie?
C.O: —Hay algunos Espartanos que actúan de extras y que tienen algún que otro papel. Los que están ahora detenidos están maravillados con lo que les fuimos contando, porque solamente vieron el trailer. Están contentos de poder mostrar lo que hacen a puertas cerradas: de afuera mucha gente piensa “que se pudran”. No piensan en darles otra posibilidad y la serie hace de llave para que la gente pueda ver algo que ocurre en la realidad. Si después de ver la serie quieren venir a verlo en vivo, pueden: lo que van a ver en los episodios pasa en un montón de cárceles de la Argentina y en otros países.
—¿Qué le dirías a la gente que piensa que el rugby es un deporte violento?
C.O: —La violencia viene en general. Nadie es ajeno, y el rugby tampoco lo es. Esos casos hay que trabajarlos tanto en el rugby como en otros ámbitos. Los Espartanos hablaban de que ellos eran los más violentos de la sociedad y nunca habían jugado al rugby. En la cárcel empezaron a jugar al rugby y los índices de violencia dentro del penal bajaron notablemente, la reincidencia también. En este caso puntual, el rugby es parte de la solución y no del problema.
El excapitán de Los Pumas Agustín Pichot es el presidente de PEGSA, la productora que ideó y produjo Espartanos para Disney+ y en diálogo con LA NACIÓN reflexionó sobre la relevancia de este proyecto: “Mi relación con Coco Oderigo arrancó en 2008 o 2009, cuando me retiré. Viajé desde Nueva Zelanda para jugar la Rugby Championship y en ese marco, a él se le ocurrió hacer un partido entre el equipo de Espartanos y jueces y fiscales. Ahí fuimos conociéndonos. El partido salió espectacular. Estuve con los Espartanos, los conocí, jugué con ellos. Y después, nació la idea de que los conozca mucha más gente. Se nos ocurrió escribir esta historia y contarla con la profunda admiración que no solo siento o sentimos en PEGSA por Coco, sino también por todos los voluntarios que se acercan a colaborar”, destacó el exjugador y empresario.
El 19 de febrero se estrena por Disney+ la historia que retrata cómo Eduardo “Coco” Oderigo decide intervenir en las cárceles argentinas para transformar las vidas de los condenados a través del deporte LA NACION