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Pola Oloixarac: “En Silicon Valley ven a Milei como el Che Guevara del capital”

Hay semanas en las que la realidad argentina supera a la ficción. Por esa misma razón, escuchar la voz de quienes son capaces de transitar ambos mundos ayuda a entender ese ida y vuelta sinuoso. Pola Oloixarac, novelista y ensayista, licenciada en Filosofía, suele reflejar con crudeza en los medios su percepción del mundo actual. Ese estilo es el que nutre Bad hombre, su último libro, en el que refleja historias de hombres maltratados por mujeres.

Su mirada sobre Javier Milei y el criptogate pasa de la incredulidad a la crítica irónica, en particular por la aparición en ámbitos oficiales de personajes como Hayden Davis, el joven empresario estadounidense que estuvo detrás del lanzamiento de $LIBRA. Las similitudes y diferencias de Milei con Donald Trump, y los roles de Santiago Caputo y Karina Milei en el Gobierno también son objeto de sus reflexiones a la hora de analizar el presente del universo libertario.

“Trump y Milei son personajes de una nueva era, de una nueva obra de teatro”, dice Oloixarac. Apoya la observación en el historiador y escritor británico Thomas Carlyle, autor del libro On Great Men, que en el siglo XIX señaló que a la historia la mueven hombres extraordinarios. “Milei quiere encarnar al hombre fuerte –sostiene–, pero es una persona con muchísimos problemas para lograrlo”.

Décadas de esfuerzo y nunca poder progresar. Eso ha sido la Argentina para tanta clase media. De allí el resentimiento contra la clase política

Uno de los aspectos que en su opinión caracterizan a Milei es que no termina de asumir que es un jefe de Estado y se sigue comportando como si estuviera en campaña. A la hora de analizar los roles de Karina Milei y Santiago Caputo, Oloixarac no puede evitar la ironía. “Karina debe hacer unas tortas espectaculares y también unos gualichos bárbaros, pero no es una persona que sepa de cripto”, afirma la escritora, que reside en Barcelona, desde donde sigue el circo criollo. Al asesor estrella lo considera “un Rasputín del Colegio Manuel Belgrano que capta muy bien el sentir de la clase media, sus valores y ese grado de resentimiento que tiene contra la clase política por haber perdido calidad de vida”.

¿El criptogate fue un “cachetazo” para Milei? ¿Con levantar murallas a su alrededor, como él sugirió, es suficiente?

–El caso lo dejó demasiado en evidencia. Desnudó algo que tiene que ver con la autenticidad del Presidente: Milei tiene una naturaleza lumpen. Ser el diferente es el motor psicológico de Milei, es lo que lo empodera para agarrar la motosierra, para combatir el statu quo. Se presenta como el abanderado del caos, y eso es lo que lo muestra como un hombre del pueblo, pero con algo extra. La manera en la que manejó este escándalo tiene que ver con escudarse en su ser nerd. Cuando aparece la escena en la que su asesor interrumpe la grabación del reportaje televisivo, vi la creación de una forma de autenticidad. Sabemos que esas entrevistas están pactadas. Lo hacía Cristina, ¿por qué no Milei? Hay una continuidad ahí. Está como internalizado: solo le hablamos a quienes nos caen bien. A Milei le gusta hablarles a sus fans, y Joni [Viale] es un fan.

Pero ¿se puede ser fan y periodista? O para hablar a otra escala, ¿se les puede hablar nada más que a los fans sin un costo político?

–Milei construye la idea de que no existe el periodismo independiente. Y esta escena lo demuestra. Demuestra que él, desde la posición en la que está, solo les va a hablar a fans, como Cristina. El único que me parece serio en ese sentido era Macri, que no tenía problemas en que lo criticaran de un lado o del otro. Encarnaba la idea del liberal clásico: “Tenés tu opinión, perfecto, no hay ningún problema”. Este tipo de libertarios o populistas tienen otra relación con la opinión. La opinión es algo lacerante y los activa. Lo interesante del caso $LIBRA es que muestra dónde está la vulnerabilidad de Milei que lo hace fuerte.

¿Y dónde está?

–En este clivaje donde él es presidente pero en X es economista. Eso le permite decir que habla a título personal. Si Lali Espósito le dice algo, él le contesta y habla a título personal. No se hace cargo de ser presidente. Habla como un troll más. Sigue siendo el troll que era.

¿Algo de esto va a cambiar ahora, si como dice levanta esa muralla?

–Ahora está actuando de una manera diferente. ¿Viste que echa gente por cualquier cosa? A Marra, a Diana Mondino, a gente que lo venía acompañando desde hace mucho. Y ahora actúa de forma abroquelada. En la Conferencia Política de Acción Conservadora para mí funcionó como una mascota. Fue y le regaló una motosierra a Elon Musk. Milei es un buen creador de memes, es un gran creador de eventos virales. Elon toma la motosierra, la levanta y está con su nene chiquito… ¡Gran meme! La verdad es que uno se lo imagina subrayando más este costado de meme que siendo un presidente mesurado.

Quedó claro en Davos. Milei tiene la necesidad de sumarse al club de los súperamigos de la derecha

¿El criptogate le mueve el amperímetro a la gente en relación con su valoración de Milei y su gobierno?

–El tema del blockchain es ínfimo. Lo que es real es que Milei tiene un entorno híper lumpen que ya estaba cuando salió electo. La Argentina tiene esas cosas maravillosas… “líderes en el mundo cripto”. La mayoría viven en Uruguay porque tienen demasiado dinero como para poder darse el lujo de vivir en la Argentina. Pero están los tipos que, como Vitálik Buterin, el chico ruso que cofundó Ethereum, se lo pasan en la Argentina porque les encanta, y aman la comunidad cripto de este país. Están también los que le traen estos tipos dudosos a Milei. Igual, no me parece que a Milei le interese el mundo del blockchain, aunque es una idea súper libertaria, porque tiene que ver con armar una economía por fuera del Estado. Pero él jamás habla de esto. Quizás tiene que ver con una posición estratégica en relación con Estados Unidos. Hay una nueva derecha donde Trump les hace el pulgar arriba a Santiago Abascal y a Georgia Meloni y a Viktor Orbán. Pero dentro de este grupo circulan un montón de discursos.

¿Son todos lo mismo o no lo son?

–Está el discurso contra la homosexualidad, por ejemplo, que en Orbán es súper denso. Y en el otro extremo estaría Trump, que incluye en sus actos la canción del YMCA, un himno gay, y cuya administración está llena de gays. Es la administración más inclusiva de toda la historia, solo que no se autodefine “inclusiva”. Pero dentro de estos discursos vas a ver que no aparece el tema cripto. Bukele sí tenía una actitud más libertaria con las criptomonedas y le pararon el carro.

Milei tiene muchas limitaciones para relacionarse con la gente. Y ahí entra Karina

¿Milei quiere ser el mejor alumno de Trump y lo copia?

–No. Son dos mediáticos. Pero Trump está muy consciente del límite. Todo su discurso es en torno a los límites. Con el discurso woke, él dice “estamos exportando woke, dejemos de exportar woke, se terminó, cierro las compuertas”. Dice “basta de Golfo de México, ahora es el Golfo de América. Estados Unidos termina donde yo quiero que termine”. El discurso de Milei es mucho más desordenado. Quedó claro en Davos, él tiene la necesidad de sumarse a este club de los súper amigos de la derecha. Lo hizo muy bien con su discurso tecno-optimista del año pasado, le sirvió para poder entrar en contacto con un montón de gente en Silicon Valley, que le prestan atención y ven a Milei como un Che Guevara del capital. Pero cuando se mete en cosas que no puede sostener, por ejemplo esta relación con lo gay, con lo homosexual, se nota. No sé si siente que tiene que actuar el personaje o se desboca, yo lo veo muy desordenado.

¿Milei es o se hace?

–Se hace a full, pero a la vez es un chico, con un montón de divergencias psicológicas. Tiene muchas limitaciones para relacionarse con la gente. Y ahí entra Karina, que es su conectora con la gente. El tema es que Karina debe hacer unas tortas espectaculares y unos gualichos bárbaros, pero no es una persona que sepa de cripto. Tampoco me parece que le interese mucho interiorizarse en las últimas tendencias de la tecnología. Quizá es una persona muy intuitiva, y en este escándalo cripto le falló la intuición.

¿Y qué dirías de Santiago Caputo?

–Es un personaje muy gracioso, muy divertido. Un Rasputín del Colegio Manuel Belgrano. Capta muy bien el sentir de la clase media, sus valores, y ese grado de resentimiento que tiene contra la clase política por haber perdido calidad de vida. Décadas de esfuerzo y nunca poder progresar. Eso ha sido la Argentina para tanta clase media. Me parece que Caputo interpreta muy bien ese sentir y esa agresividad. Siempre se dio por sentado que la agresividad estaba en las capas más bajas, y me parece que él sabe interpelar a la agresividad en las capas medias. Por eso cuando yo lo vi entrando a cortar el reportaje al Presidente, me pareció un momento súper teatral.

Hay una reacción hacia el consenso Merkel-Obama, que marcó los últimos 20 o 25 años

¿Creés que fue un acting?

–Me parece raro que alguien como él se le cruce a una cámara. Ellos tienen como muy medido que la cámara va de arriba hacia abajo para que la papada de Milei esté como minimizada. Hay toda una puesta en escena que ellos manejan con cuidado. A mí me parece que ese momento era como decir, “bueno, dejanos a nosotros que te cuidemos, porque vos en realidad sos un nerd que sabe de economía, pero del resto de las cosas no sabés nada, entonces nosotros te cuidamos… Sos tan inocente, tan puro, tan vos, que estas cositas del derecho, no las sabés”. No sé, no digo que esto sea una realidad, sino que sirvió a ese propósito. Viste que ahora no importa si algo es verdadero o falso, lo que importa es la conversación que genera. Es este rubiecito que entra y lo trata de cuidar, y el otro, “sí, bueno, ok”. Hay un punto donde eso de alguna manera lo exime. Muestra además que hay una connivencia con cierto periodismo.

¿Eso no impacta en su imagen?

Como no hay una figura del otro lado que sea fuerte, esto no lo daña. La gente puede decir, “bueno, qué mal que estuvo”, “la verdad que fue un desastre…”. Pero veamos qué pasó cuando la gente vio los bolsos de José López. Decía “pero qué horror”. Estaba filmado y había armas, y sin embargo tuvo que pasar mucho tiempo para que se creara un consenso en torno a la corrupción. Y tampoco fue la corrupción lo que terminó con el kirchnerismo, sino la aparición de otra figura, Milei, capaz de canalizar a la vez valores y resentimientos. Hasta que no aparezca otra figura se señalarán los defectos de Milei, pero nada más.

En elecciones en Alemania la extrema derecha sacó un 20%, el doble de lo que habían sacado en el comicio anterior. ¿Hay un mundo que se volcó a la derecha?

–Hay una reacción hacia el consenso MerkelObama, que marcó los últimos 20 o 25 años. No siento que la gente que está votando a la extrema derecha del AfD quiera mandar a “gasear” a nadie. Lo que pasa es que dejaron muchos problemas políticos que se veían como personas hipervirtuosas, por ejemplo Angela Merkel, que a todos nos parecía la señora más genial del mundo: iba al supermercado, es física, divina, se pone trajecitos. Pero dijo “no hay más reactores nucleares en Alemania” y ahora en lo que hace a la energía Europa depende de Rusia. Así empoderó a Putin. Ahora Putin está empoderado y ganando la guerra.

¿Y Trump girando en el aire, cambiando de estrategia en relación a Ucrania, al igual que Milei?

–Entiendo la lógica de Trump de decir “para qué nos sirve ser la policía del mundo si nos desprecian, y al final lo único que hacemos es patrullar el mar y el globo para que China pueda comerciar mejor”. Estados Unidos invierte un montón en ser una potencia militar, pero no tiene réditos de eso. Lo entiendo a Trump, que ahora dice “nos cerramos” y quiere definir los límites. Y hace sus deals en relación a lo que le cierra. Y no sé, considera que tiene un montón de ilegales y no los quiere tener más. Todo un discurso en torno al límite. Es como la emergencia del hombre fuerte, los hombres fuertes como los veía Thomas Carlyle, el autor del libro On Great Men, que en el siglo XIX ve la historia movida por estos hombres extraordinarios, al estilo de Napoleón. Bueno, Milei quiere encarnar al hombre fuerte, lo que pasa es que, bueno, es una persona con muchísimos problemas para eso. Sin ir muy lejos, no parece tolerar la existencia de una mujer más o menos cerca. Las escenas con Yuyito son rarísimas. Ella es como una especie de Brigitte Macron. Una mujer que cautivó a Milei cuando era adolescente, igual que en el caso de Macron, y que trae aparejada un trío mental con Carlos Menem. Me parece divertido que tenga un programa de televisión, que le hable a la cámara como si fuera Milei, que no abandone su naturaleza lumpen de hacer canjes, o sea, es como las memecoin de Yuyo.

¿Es tiempo de extremos? ¿No hay más lugar para los grises?

–Es el momento de la sobreactuación. Son nuevos personajes de una nueva era, de una nueva obra de teatro. Trump sobreactúa en su rol de gran hombre, y tiene otro gran hombre al lado, Elon. Ambos son el complejo industrial militar. Anuncian que Apple va a invertir en Estados Unidos, o sea, derriban la fantasía de Milei de que vengan a la Argentina.

¿Te asusta lo que ves?

–No, ¿por qué? Me parece súper interesante esta época. Me parece más sincero de parte de Alemania decir, “tenemos un problema”. Si voy caminando por Frankfurt y no veo un alemán, es un problema. Si estos partidos antipáticos sacan estos votos es porque del otro lado nadie está mirando ese mismo problema y dando una solución.

¿Y cómo ves a Milei cuestionando a los homosexuales y amenazando con terminar con muchos derechos de las mujeres que se reivindicaron en los últimos años?

–Milei siempre se desboca un poco. Habla del aborto, dice que va a hacer cosas, pero no hace nada. Va a estos foros internacionales porque siente la necesidad de estar en la liga y hay que tocar el checklist de todos los temitas de esta derecha. En eso Milei es muy sumiso, actúa con un influencer. Es lo que hizo con la memecoin, no pensó primero que era un presidente. Lo primero que pensó es que es un influencer. Ojalá se rodee mejor. Me pareció muy lindo, además, que Vitálik le dijera “te voy a ayudar”, y después que la gente de la tecnología le dijera “te queremos ayudar”. También, que le avisaran que quieren hablar con él y no con su hermana. Que una cosa es la chocotorta y otra que haga de filtro para ver al Presidente.

Una narradora entre la ficción y la realidad

Pola Oloixarac nació en Buenos Aires en 1977. Es novelista y ensayista. Estudió Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Escribió las novelas Las teorías salvajes, Las constelaciones oscuras y Mona, traducidas a diez lenguas. Publicó los ensayos Galería de celebridades argentinas y Bad hombre. Colabora con medios de prensa, entre ellos, la nacion.

La revista Granta la incluyó en 2010 entre las mejores narradoras en español, y en 2021 recibió el Premio Eccles de la British Library y Hay Festival.

Hay semanas en las que la realidad argentina supera a la ficción. Por esa misma razón, escuchar la voz de quienes son capaces de transitar ambos mundos ayuda a entender ese ida y vuelta sinuoso. Pola Oloixarac, novelista y ensayista, licenciada en Filosofía, suele reflejar con crudeza en los medios su percepción del mundo actual. Ese estilo es el que nutre Bad hombre, su último libro, en el que refleja historias de hombres maltratados por mujeres.

Su mirada sobre Javier Milei y el criptogate pasa de la incredulidad a la crítica irónica, en particular por la aparición en ámbitos oficiales de personajes como Hayden Davis, el joven empresario estadounidense que estuvo detrás del lanzamiento de $LIBRA. Las similitudes y diferencias de Milei con Donald Trump, y los roles de Santiago Caputo y Karina Milei en el Gobierno también son objeto de sus reflexiones a la hora de analizar el presente del universo libertario.

“Trump y Milei son personajes de una nueva era, de una nueva obra de teatro”, dice Oloixarac. Apoya la observación en el historiador y escritor británico Thomas Carlyle, autor del libro On Great Men, que en el siglo XIX señaló que a la historia la mueven hombres extraordinarios. “Milei quiere encarnar al hombre fuerte –sostiene–, pero es una persona con muchísimos problemas para lograrlo”.

Décadas de esfuerzo y nunca poder progresar. Eso ha sido la Argentina para tanta clase media. De allí el resentimiento contra la clase política

Uno de los aspectos que en su opinión caracterizan a Milei es que no termina de asumir que es un jefe de Estado y se sigue comportando como si estuviera en campaña. A la hora de analizar los roles de Karina Milei y Santiago Caputo, Oloixarac no puede evitar la ironía. “Karina debe hacer unas tortas espectaculares y también unos gualichos bárbaros, pero no es una persona que sepa de cripto”, afirma la escritora, que reside en Barcelona, desde donde sigue el circo criollo. Al asesor estrella lo considera “un Rasputín del Colegio Manuel Belgrano que capta muy bien el sentir de la clase media, sus valores y ese grado de resentimiento que tiene contra la clase política por haber perdido calidad de vida”.

¿El criptogate fue un “cachetazo” para Milei? ¿Con levantar murallas a su alrededor, como él sugirió, es suficiente?

–El caso lo dejó demasiado en evidencia. Desnudó algo que tiene que ver con la autenticidad del Presidente: Milei tiene una naturaleza lumpen. Ser el diferente es el motor psicológico de Milei, es lo que lo empodera para agarrar la motosierra, para combatir el statu quo. Se presenta como el abanderado del caos, y eso es lo que lo muestra como un hombre del pueblo, pero con algo extra. La manera en la que manejó este escándalo tiene que ver con escudarse en su ser nerd. Cuando aparece la escena en la que su asesor interrumpe la grabación del reportaje televisivo, vi la creación de una forma de autenticidad. Sabemos que esas entrevistas están pactadas. Lo hacía Cristina, ¿por qué no Milei? Hay una continuidad ahí. Está como internalizado: solo le hablamos a quienes nos caen bien. A Milei le gusta hablarles a sus fans, y Joni [Viale] es un fan.

Pero ¿se puede ser fan y periodista? O para hablar a otra escala, ¿se les puede hablar nada más que a los fans sin un costo político?

–Milei construye la idea de que no existe el periodismo independiente. Y esta escena lo demuestra. Demuestra que él, desde la posición en la que está, solo les va a hablar a fans, como Cristina. El único que me parece serio en ese sentido era Macri, que no tenía problemas en que lo criticaran de un lado o del otro. Encarnaba la idea del liberal clásico: “Tenés tu opinión, perfecto, no hay ningún problema”. Este tipo de libertarios o populistas tienen otra relación con la opinión. La opinión es algo lacerante y los activa. Lo interesante del caso $LIBRA es que muestra dónde está la vulnerabilidad de Milei que lo hace fuerte.

¿Y dónde está?

–En este clivaje donde él es presidente pero en X es economista. Eso le permite decir que habla a título personal. Si Lali Espósito le dice algo, él le contesta y habla a título personal. No se hace cargo de ser presidente. Habla como un troll más. Sigue siendo el troll que era.

¿Algo de esto va a cambiar ahora, si como dice levanta esa muralla?

–Ahora está actuando de una manera diferente. ¿Viste que echa gente por cualquier cosa? A Marra, a Diana Mondino, a gente que lo venía acompañando desde hace mucho. Y ahora actúa de forma abroquelada. En la Conferencia Política de Acción Conservadora para mí funcionó como una mascota. Fue y le regaló una motosierra a Elon Musk. Milei es un buen creador de memes, es un gran creador de eventos virales. Elon toma la motosierra, la levanta y está con su nene chiquito… ¡Gran meme! La verdad es que uno se lo imagina subrayando más este costado de meme que siendo un presidente mesurado.

Quedó claro en Davos. Milei tiene la necesidad de sumarse al club de los súperamigos de la derecha

¿El criptogate le mueve el amperímetro a la gente en relación con su valoración de Milei y su gobierno?

–El tema del blockchain es ínfimo. Lo que es real es que Milei tiene un entorno híper lumpen que ya estaba cuando salió electo. La Argentina tiene esas cosas maravillosas… “líderes en el mundo cripto”. La mayoría viven en Uruguay porque tienen demasiado dinero como para poder darse el lujo de vivir en la Argentina. Pero están los tipos que, como Vitálik Buterin, el chico ruso que cofundó Ethereum, se lo pasan en la Argentina porque les encanta, y aman la comunidad cripto de este país. Están también los que le traen estos tipos dudosos a Milei. Igual, no me parece que a Milei le interese el mundo del blockchain, aunque es una idea súper libertaria, porque tiene que ver con armar una economía por fuera del Estado. Pero él jamás habla de esto. Quizás tiene que ver con una posición estratégica en relación con Estados Unidos. Hay una nueva derecha donde Trump les hace el pulgar arriba a Santiago Abascal y a Georgia Meloni y a Viktor Orbán. Pero dentro de este grupo circulan un montón de discursos.

¿Son todos lo mismo o no lo son?

–Está el discurso contra la homosexualidad, por ejemplo, que en Orbán es súper denso. Y en el otro extremo estaría Trump, que incluye en sus actos la canción del YMCA, un himno gay, y cuya administración está llena de gays. Es la administración más inclusiva de toda la historia, solo que no se autodefine “inclusiva”. Pero dentro de estos discursos vas a ver que no aparece el tema cripto. Bukele sí tenía una actitud más libertaria con las criptomonedas y le pararon el carro.

Milei tiene muchas limitaciones para relacionarse con la gente. Y ahí entra Karina

¿Milei quiere ser el mejor alumno de Trump y lo copia?

–No. Son dos mediáticos. Pero Trump está muy consciente del límite. Todo su discurso es en torno a los límites. Con el discurso woke, él dice “estamos exportando woke, dejemos de exportar woke, se terminó, cierro las compuertas”. Dice “basta de Golfo de México, ahora es el Golfo de América. Estados Unidos termina donde yo quiero que termine”. El discurso de Milei es mucho más desordenado. Quedó claro en Davos, él tiene la necesidad de sumarse a este club de los súper amigos de la derecha. Lo hizo muy bien con su discurso tecno-optimista del año pasado, le sirvió para poder entrar en contacto con un montón de gente en Silicon Valley, que le prestan atención y ven a Milei como un Che Guevara del capital. Pero cuando se mete en cosas que no puede sostener, por ejemplo esta relación con lo gay, con lo homosexual, se nota. No sé si siente que tiene que actuar el personaje o se desboca, yo lo veo muy desordenado.

¿Milei es o se hace?

–Se hace a full, pero a la vez es un chico, con un montón de divergencias psicológicas. Tiene muchas limitaciones para relacionarse con la gente. Y ahí entra Karina, que es su conectora con la gente. El tema es que Karina debe hacer unas tortas espectaculares y unos gualichos bárbaros, pero no es una persona que sepa de cripto. Tampoco me parece que le interese mucho interiorizarse en las últimas tendencias de la tecnología. Quizá es una persona muy intuitiva, y en este escándalo cripto le falló la intuición.

¿Y qué dirías de Santiago Caputo?

–Es un personaje muy gracioso, muy divertido. Un Rasputín del Colegio Manuel Belgrano. Capta muy bien el sentir de la clase media, sus valores, y ese grado de resentimiento que tiene contra la clase política por haber perdido calidad de vida. Décadas de esfuerzo y nunca poder progresar. Eso ha sido la Argentina para tanta clase media. Me parece que Caputo interpreta muy bien ese sentir y esa agresividad. Siempre se dio por sentado que la agresividad estaba en las capas más bajas, y me parece que él sabe interpelar a la agresividad en las capas medias. Por eso cuando yo lo vi entrando a cortar el reportaje al Presidente, me pareció un momento súper teatral.

Hay una reacción hacia el consenso Merkel-Obama, que marcó los últimos 20 o 25 años

¿Creés que fue un acting?

–Me parece raro que alguien como él se le cruce a una cámara. Ellos tienen como muy medido que la cámara va de arriba hacia abajo para que la papada de Milei esté como minimizada. Hay toda una puesta en escena que ellos manejan con cuidado. A mí me parece que ese momento era como decir, “bueno, dejanos a nosotros que te cuidemos, porque vos en realidad sos un nerd que sabe de economía, pero del resto de las cosas no sabés nada, entonces nosotros te cuidamos… Sos tan inocente, tan puro, tan vos, que estas cositas del derecho, no las sabés”. No sé, no digo que esto sea una realidad, sino que sirvió a ese propósito. Viste que ahora no importa si algo es verdadero o falso, lo que importa es la conversación que genera. Es este rubiecito que entra y lo trata de cuidar, y el otro, “sí, bueno, ok”. Hay un punto donde eso de alguna manera lo exime. Muestra además que hay una connivencia con cierto periodismo.

¿Eso no impacta en su imagen?

Como no hay una figura del otro lado que sea fuerte, esto no lo daña. La gente puede decir, “bueno, qué mal que estuvo”, “la verdad que fue un desastre…”. Pero veamos qué pasó cuando la gente vio los bolsos de José López. Decía “pero qué horror”. Estaba filmado y había armas, y sin embargo tuvo que pasar mucho tiempo para que se creara un consenso en torno a la corrupción. Y tampoco fue la corrupción lo que terminó con el kirchnerismo, sino la aparición de otra figura, Milei, capaz de canalizar a la vez valores y resentimientos. Hasta que no aparezca otra figura se señalarán los defectos de Milei, pero nada más.

En elecciones en Alemania la extrema derecha sacó un 20%, el doble de lo que habían sacado en el comicio anterior. ¿Hay un mundo que se volcó a la derecha?

–Hay una reacción hacia el consenso MerkelObama, que marcó los últimos 20 o 25 años. No siento que la gente que está votando a la extrema derecha del AfD quiera mandar a “gasear” a nadie. Lo que pasa es que dejaron muchos problemas políticos que se veían como personas hipervirtuosas, por ejemplo Angela Merkel, que a todos nos parecía la señora más genial del mundo: iba al supermercado, es física, divina, se pone trajecitos. Pero dijo “no hay más reactores nucleares en Alemania” y ahora en lo que hace a la energía Europa depende de Rusia. Así empoderó a Putin. Ahora Putin está empoderado y ganando la guerra.

¿Y Trump girando en el aire, cambiando de estrategia en relación a Ucrania, al igual que Milei?

–Entiendo la lógica de Trump de decir “para qué nos sirve ser la policía del mundo si nos desprecian, y al final lo único que hacemos es patrullar el mar y el globo para que China pueda comerciar mejor”. Estados Unidos invierte un montón en ser una potencia militar, pero no tiene réditos de eso. Lo entiendo a Trump, que ahora dice “nos cerramos” y quiere definir los límites. Y hace sus deals en relación a lo que le cierra. Y no sé, considera que tiene un montón de ilegales y no los quiere tener más. Todo un discurso en torno al límite. Es como la emergencia del hombre fuerte, los hombres fuertes como los veía Thomas Carlyle, el autor del libro On Great Men, que en el siglo XIX ve la historia movida por estos hombres extraordinarios, al estilo de Napoleón. Bueno, Milei quiere encarnar al hombre fuerte, lo que pasa es que, bueno, es una persona con muchísimos problemas para eso. Sin ir muy lejos, no parece tolerar la existencia de una mujer más o menos cerca. Las escenas con Yuyito son rarísimas. Ella es como una especie de Brigitte Macron. Una mujer que cautivó a Milei cuando era adolescente, igual que en el caso de Macron, y que trae aparejada un trío mental con Carlos Menem. Me parece divertido que tenga un programa de televisión, que le hable a la cámara como si fuera Milei, que no abandone su naturaleza lumpen de hacer canjes, o sea, es como las memecoin de Yuyo.

¿Es tiempo de extremos? ¿No hay más lugar para los grises?

–Es el momento de la sobreactuación. Son nuevos personajes de una nueva era, de una nueva obra de teatro. Trump sobreactúa en su rol de gran hombre, y tiene otro gran hombre al lado, Elon. Ambos son el complejo industrial militar. Anuncian que Apple va a invertir en Estados Unidos, o sea, derriban la fantasía de Milei de que vengan a la Argentina.

¿Te asusta lo que ves?

–No, ¿por qué? Me parece súper interesante esta época. Me parece más sincero de parte de Alemania decir, “tenemos un problema”. Si voy caminando por Frankfurt y no veo un alemán, es un problema. Si estos partidos antipáticos sacan estos votos es porque del otro lado nadie está mirando ese mismo problema y dando una solución.

¿Y cómo ves a Milei cuestionando a los homosexuales y amenazando con terminar con muchos derechos de las mujeres que se reivindicaron en los últimos años?

–Milei siempre se desboca un poco. Habla del aborto, dice que va a hacer cosas, pero no hace nada. Va a estos foros internacionales porque siente la necesidad de estar en la liga y hay que tocar el checklist de todos los temitas de esta derecha. En eso Milei es muy sumiso, actúa con un influencer. Es lo que hizo con la memecoin, no pensó primero que era un presidente. Lo primero que pensó es que es un influencer. Ojalá se rodee mejor. Me pareció muy lindo, además, que Vitálik le dijera “te voy a ayudar”, y después que la gente de la tecnología le dijera “te queremos ayudar”. También, que le avisaran que quieren hablar con él y no con su hermana. Que una cosa es la chocotorta y otra que haga de filtro para ver al Presidente.

Una narradora entre la ficción y la realidad

Pola Oloixarac nació en Buenos Aires en 1977. Es novelista y ensayista. Estudió Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA.

Escribió las novelas Las teorías salvajes, Las constelaciones oscuras y Mona, traducidas a diez lenguas. Publicó los ensayos Galería de celebridades argentinas y Bad hombre. Colabora con medios de prensa, entre ellos, la nacion.

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