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Ucrania: los tres mitos de la guerra y la amenaza rusa para la región

La invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un campo de batalla no solo militar sino también informativo. Mientras los ucranianos luchan heroicamente por su supervivencia, una serie de mitos y narrativas falsas circulan en los medios y las redes sociales. Estos mitos no son inocentes: buscan socavar el apoyo occidental a Ucrania y, en última instancia, facilitar la victoria de un régimen autocrático con ambiciones imperiales que ya extiende sus tentáculos hacia América Latina.

Veamos, primero, los mitos más peligrosos sobre la guerra.

Mito 1: “Ucrania ya perdió”

Este es quizás el mito más insidioso, repetido por figuras como Viktor Orban. La realidad es diametralmente opuesta: la invasión, según Putin, iba a tomar 3 días. Ya van 3 años. Ucrania ha recuperado más del 50 por ciento del territorio ocupado desde 2022 y ha neutralizado a aproximadamente 800 mil invasores. Lejos de estar derrotada, Ucrania ha demostrado una capacidad de resistencia que ha sorprendido al mundo entero y humillado al ejército ruso.

Mito 2: “Apoyar a Ucrania nos acerca a la Tercera Guerra Mundial”

Este argumento, esgrimido recientemente por Donald Trump en su conversación con Zelensky, invierte la realidad. Nada nos acerca más a una conflagración global que envalentonar a un sociópata como Putin, otorgarle una victoria en Ucrania y atizar sus ambiciones respecto del Báltico y Polonia. La historia nos ha enseñado repetidamente que los agresores no se detienen con apaciguamiento, sino que lo interpretan como debilidad e invitación a mayores conquistas.

Mito 3: “Vas a tener que enviar a tus hijos a defender Ucrania”

Esta manipulación emocional contradice los hechos: Ucrania viene peleando sola, con apoyo material pero sin tropas occidentales. La realidad invertida es que si Ucrania llegase a caer, es mucho más probable que nuestros hijos y nietos deban enfrentarse a Rusia en una verdadera Tercera Guerra Mundial. Ucrania está conteniendo ahora mismo la amenaza que, de expandirse, requeriría una respuesta militar directa de Occidente.

Pasemos ahora al segundo ítem: Rusia como caballo de Troya en América Latina.

Mientras la atención se centra en Europa, Rusia profundiza estratégicamente sus vínculos con regímenes autoritarios y populistas en nuestro continente, creando una red de alianzas que amenaza directamente la estabilidad de la región.

Nicaragua se ha convertido en un punto avanzado de la influencia rusa en Centroamérica. En 2022, ambos países firmaron un inquietante acuerdo de cooperación en ciberseguridad (2022-2026) que, según expertos, podría utilizarse para actividades de inteligencia militar y espionaje. Simultáneamente, el régimen de Ortega autorizó un pacto de cooperación nuclear con Rusia que incluye el desarrollo de infraestructura atómica a través de Rosatom.

Venezuela representa el caso más flagrante de injerencia rusa. Rosneft ha expandido sus inversiones en la Faja del Orinoco, proporcionando expertise técnico y acuerdos de prepago para sostener las exportaciones petroleras venezolanas en medio de sanciones internacionales. A nivel político, Putin fue uno de los primeros en “reconocer” la fraudulenta reelección de Maduro en 2024, mientras el dictador venezolano defiende abiertamente la invasión rusa, describiéndola como una “medida de autodefensa” contra el “expansionismo de la OTAN”.

Brasil, como miembro fundador de los Brics, ha priorizado la expansión de lazos comerciales e institucionales con Rusia. Las escandalosas visitas de Lavrov a Brasilia en 2023 y 2024 se centraron en desarrollar mecanismos comerciales para eludir los sistemas financieros occidentales. Más preocupante aún, el presidente Lula da Silva insinuó inicialmente que ignoraría una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) contra Putin si el líder ruso asistiera a la cumbre del G20 en Río de Janeiro.

México ha evitado una retórica abiertamente pro-rusa pero ha demostrado independencia de la presión occidental. El presidente López Obrador rechazó una solicitud ucraniana de 2023 para arrestar a Putin si asistiera a la inauguración presidencial mexicana, citando preocupaciones de soberanía.

En Cuba, la interferencia rusa es particularmente nociva. El régimen castrista declaró su apoyo total a Rusia al comienzo de la guerra y ha enviado más de 5.000 cubanos a luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania. La presencia naval rusa en aguas cubanas confirma esta alianza militar que amenaza directamente a la estabilidad hemisférica.

La victoria de Ucrania es nuestro interés

La caída de Ucrania ante la agresión rusa tendría consecuencias devastadoras que rebasarían las fronteras europeas. Un Putin victorioso no solo intensificaría sus operaciones en Europa, sino que también ampliaría dramáticamente su presencia desestabilizadora en América Latina.

Para los países latinoamericanos, la lucha de Ucrania no es un conflicto distante y ajeno. Es una batalla crucial contra un actor geopolítico que ya está socavando activamente nuestras instituciones democráticas y fortaleciendo regímenes autoritarios en la región. La victoria ucraniana es, por lo tanto, un imperativo estratégico para nuestra propia seguridad hemisférica.

La conclusión es clara: armar a Ucrania hasta los dientes y permitirle hacer el trabajo es el mejor reaseguro contra una Tercera Guerra Mundial y contra la necesidad futura de que nuestros propios ciudadanos derramen sangre. Ucrania no sólo lucha por su supervivencia, sino por el futuro de Europa y de Occidente en su conjunto, incluida América Latina.

Presidente de la Fundación Internacional Bases

La invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un campo de batalla no solo militar sino también informativo. Mientras los ucranianos luchan heroicamente por su supervivencia, una serie de mitos y narrativas falsas circulan en los medios y las redes sociales. Estos mitos no son inocentes: buscan socavar el apoyo occidental a Ucrania y, en última instancia, facilitar la victoria de un régimen autocrático con ambiciones imperiales que ya extiende sus tentáculos hacia América Latina.

Veamos, primero, los mitos más peligrosos sobre la guerra.

Mito 1: “Ucrania ya perdió”

Este es quizás el mito más insidioso, repetido por figuras como Viktor Orban. La realidad es diametralmente opuesta: la invasión, según Putin, iba a tomar 3 días. Ya van 3 años. Ucrania ha recuperado más del 50 por ciento del territorio ocupado desde 2022 y ha neutralizado a aproximadamente 800 mil invasores. Lejos de estar derrotada, Ucrania ha demostrado una capacidad de resistencia que ha sorprendido al mundo entero y humillado al ejército ruso.

Mito 2: “Apoyar a Ucrania nos acerca a la Tercera Guerra Mundial”

Este argumento, esgrimido recientemente por Donald Trump en su conversación con Zelensky, invierte la realidad. Nada nos acerca más a una conflagración global que envalentonar a un sociópata como Putin, otorgarle una victoria en Ucrania y atizar sus ambiciones respecto del Báltico y Polonia. La historia nos ha enseñado repetidamente que los agresores no se detienen con apaciguamiento, sino que lo interpretan como debilidad e invitación a mayores conquistas.

Mito 3: “Vas a tener que enviar a tus hijos a defender Ucrania”

Esta manipulación emocional contradice los hechos: Ucrania viene peleando sola, con apoyo material pero sin tropas occidentales. La realidad invertida es que si Ucrania llegase a caer, es mucho más probable que nuestros hijos y nietos deban enfrentarse a Rusia en una verdadera Tercera Guerra Mundial. Ucrania está conteniendo ahora mismo la amenaza que, de expandirse, requeriría una respuesta militar directa de Occidente.

Pasemos ahora al segundo ítem: Rusia como caballo de Troya en América Latina.

Mientras la atención se centra en Europa, Rusia profundiza estratégicamente sus vínculos con regímenes autoritarios y populistas en nuestro continente, creando una red de alianzas que amenaza directamente la estabilidad de la región.

Nicaragua se ha convertido en un punto avanzado de la influencia rusa en Centroamérica. En 2022, ambos países firmaron un inquietante acuerdo de cooperación en ciberseguridad (2022-2026) que, según expertos, podría utilizarse para actividades de inteligencia militar y espionaje. Simultáneamente, el régimen de Ortega autorizó un pacto de cooperación nuclear con Rusia que incluye el desarrollo de infraestructura atómica a través de Rosatom.

Venezuela representa el caso más flagrante de injerencia rusa. Rosneft ha expandido sus inversiones en la Faja del Orinoco, proporcionando expertise técnico y acuerdos de prepago para sostener las exportaciones petroleras venezolanas en medio de sanciones internacionales. A nivel político, Putin fue uno de los primeros en “reconocer” la fraudulenta reelección de Maduro en 2024, mientras el dictador venezolano defiende abiertamente la invasión rusa, describiéndola como una “medida de autodefensa” contra el “expansionismo de la OTAN”.

Brasil, como miembro fundador de los Brics, ha priorizado la expansión de lazos comerciales e institucionales con Rusia. Las escandalosas visitas de Lavrov a Brasilia en 2023 y 2024 se centraron en desarrollar mecanismos comerciales para eludir los sistemas financieros occidentales. Más preocupante aún, el presidente Lula da Silva insinuó inicialmente que ignoraría una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) contra Putin si el líder ruso asistiera a la cumbre del G20 en Río de Janeiro.

México ha evitado una retórica abiertamente pro-rusa pero ha demostrado independencia de la presión occidental. El presidente López Obrador rechazó una solicitud ucraniana de 2023 para arrestar a Putin si asistiera a la inauguración presidencial mexicana, citando preocupaciones de soberanía.

En Cuba, la interferencia rusa es particularmente nociva. El régimen castrista declaró su apoyo total a Rusia al comienzo de la guerra y ha enviado más de 5.000 cubanos a luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania. La presencia naval rusa en aguas cubanas confirma esta alianza militar que amenaza directamente a la estabilidad hemisférica.

La victoria de Ucrania es nuestro interés

La caída de Ucrania ante la agresión rusa tendría consecuencias devastadoras que rebasarían las fronteras europeas. Un Putin victorioso no solo intensificaría sus operaciones en Europa, sino que también ampliaría dramáticamente su presencia desestabilizadora en América Latina.

Para los países latinoamericanos, la lucha de Ucrania no es un conflicto distante y ajeno. Es una batalla crucial contra un actor geopolítico que ya está socavando activamente nuestras instituciones democráticas y fortaleciendo regímenes autoritarios en la región. La victoria ucraniana es, por lo tanto, un imperativo estratégico para nuestra propia seguridad hemisférica.

La conclusión es clara: armar a Ucrania hasta los dientes y permitirle hacer el trabajo es el mejor reaseguro contra una Tercera Guerra Mundial y contra la necesidad futura de que nuestros propios ciudadanos derramen sangre. Ucrania no sólo lucha por su supervivencia, sino por el futuro de Europa y de Occidente en su conjunto, incluida América Latina.

Presidente de la Fundación Internacional Bases

 La invasión rusa de Ucrania se ha convertido en un campo de batalla no solo militar sino también informativo. Mientras los ucranianos luchan heroicamente por su supervivencia, una serie de mitos y narrativas falsas circulan en los medios y las redes sociales. Estos mitos no son inocentes: buscan socavar el apoyo occidental a Ucrania y, en última instancia, facilitar la victoria de un régimen autocrático con ambiciones imperiales que ya extiende sus tentáculos hacia América Latina. Veamos, primero, los mitos más peligrosos sobre la guerra. Mito 1: “Ucrania ya perdió” Este es quizás el mito más insidioso, repetido por figuras como Viktor Orban. La realidad es diametralmente opuesta: la invasión, según Putin, iba a tomar 3 días. Ya van 3 años. Ucrania ha recuperado más del 50 por ciento del territorio ocupado desde 2022 y ha neutralizado a aproximadamente 800 mil invasores. Lejos de estar derrotada, Ucrania ha demostrado una capacidad de resistencia que ha sorprendido al mundo entero y humillado al ejército ruso. Mito 2: “Apoyar a Ucrania nos acerca a la Tercera Guerra Mundial” Este argumento, esgrimido recientemente por Donald Trump en su conversación con Zelensky, invierte la realidad. Nada nos acerca más a una conflagración global que envalentonar a un sociópata como Putin, otorgarle una victoria en Ucrania y atizar sus ambiciones respecto del Báltico y Polonia. La historia nos ha enseñado repetidamente que los agresores no se detienen con apaciguamiento, sino que lo interpretan como debilidad e invitación a mayores conquistas. Mito 3: “Vas a tener que enviar a tus hijos a defender Ucrania” Esta manipulación emocional contradice los hechos: Ucrania viene peleando sola, con apoyo material pero sin tropas occidentales. La realidad invertida es que si Ucrania llegase a caer, es mucho más probable que nuestros hijos y nietos deban enfrentarse a Rusia en una verdadera Tercera Guerra Mundial. Ucrania está conteniendo ahora mismo la amenaza que, de expandirse, requeriría una respuesta militar directa de Occidente. Pasemos ahora al segundo ítem: Rusia como caballo de Troya en América Latina. Mientras la atención se centra en Europa, Rusia profundiza estratégicamente sus vínculos con regímenes autoritarios y populistas en nuestro continente, creando una red de alianzas que amenaza directamente la estabilidad de la región. Nicaragua se ha convertido en un punto avanzado de la influencia rusa en Centroamérica. En 2022, ambos países firmaron un inquietante acuerdo de cooperación en ciberseguridad (2022-2026) que, según expertos, podría utilizarse para actividades de inteligencia militar y espionaje. Simultáneamente, el régimen de Ortega autorizó un pacto de cooperación nuclear con Rusia que incluye el desarrollo de infraestructura atómica a través de Rosatom. Venezuela representa el caso más flagrante de injerencia rusa. Rosneft ha expandido sus inversiones en la Faja del Orinoco, proporcionando expertise técnico y acuerdos de prepago para sostener las exportaciones petroleras venezolanas en medio de sanciones internacionales. A nivel político, Putin fue uno de los primeros en “reconocer” la fraudulenta reelección de Maduro en 2024, mientras el dictador venezolano defiende abiertamente la invasión rusa, describiéndola como una “medida de autodefensa” contra el “expansionismo de la OTAN”. Brasil, como miembro fundador de los Brics, ha priorizado la expansión de lazos comerciales e institucionales con Rusia. Las escandalosas visitas de Lavrov a Brasilia en 2023 y 2024 se centraron en desarrollar mecanismos comerciales para eludir los sistemas financieros occidentales. Más preocupante aún, el presidente Lula da Silva insinuó inicialmente que ignoraría una orden de arresto de la Corte Penal Internacional (CPI) contra Putin si el líder ruso asistiera a la cumbre del G20 en Río de Janeiro. México ha evitado una retórica abiertamente pro-rusa pero ha demostrado independencia de la presión occidental. El presidente López Obrador rechazó una solicitud ucraniana de 2023 para arrestar a Putin si asistiera a la inauguración presidencial mexicana, citando preocupaciones de soberanía. En Cuba, la interferencia rusa es particularmente nociva. El régimen castrista declaró su apoyo total a Rusia al comienzo de la guerra y ha enviado más de 5.000 cubanos a luchar junto a las fuerzas rusas en Ucrania. La presencia naval rusa en aguas cubanas confirma esta alianza militar que amenaza directamente a la estabilidad hemisférica. La victoria de Ucrania es nuestro interés La caída de Ucrania ante la agresión rusa tendría consecuencias devastadoras que rebasarían las fronteras europeas. Un Putin victorioso no solo intensificaría sus operaciones en Europa, sino que también ampliaría dramáticamente su presencia desestabilizadora en América Latina. Para los países latinoamericanos, la lucha de Ucrania no es un conflicto distante y ajeno. Es una batalla crucial contra un actor geopolítico que ya está socavando activamente nuestras instituciones democráticas y fortaleciendo regímenes autoritarios en la región. La victoria ucraniana es, por lo tanto, un imperativo estratégico para nuestra propia seguridad hemisférica. La conclusión es clara: armar a Ucrania hasta los dientes y permitirle hacer el trabajo es el mejor reaseguro contra una Tercera Guerra Mundial y contra la necesidad futura de que nuestros propios ciudadanos derramen sangre. Ucrania no sólo lucha por su supervivencia, sino por el futuro de Europa y de Occidente en su conjunto, incluida América Latina. Presidente de la Fundación Internacional Bases  LA NACION

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